La versión original de esta entrevista fue publicada en 2011 por la revista vasca de literatura infantil Behinola
1. ¿Cómo entiendes la
interculturalidad? ¿Qué influencia tiene en la literatura?
No
hay culturas puras. Toda cultura es precisamente el resultado de un intercambio
de experiencias, símbolos y valores; de una selección (“cojo esto y esto otro
lo rechazo”), de asimilación (fui yo quien inventé tal cosa y no mi vecino) y
sedimentación (esto me lo he apropiado sin siquiera darme cuenta). En completa
autarcía vivieron, si acaso, comunidades extremadamente aisladas como los
inuits, en medio de helados desiertos, o algunas tribus amerindias e
indonesias, en intrincadas selvas.
Con
todo, la interculturalidad es más que la “simple” yuxtaposición de dos o más
culturas; es cohabitación consciente en proceso de mutuo reconocimiento y
fecundación.
Que
los actores de esas culturas sean capaces de reconocer los valores de otra(s),
y tomen elementos de ella(s) sin perder los rasgos esenciales de la propia es
la base de la interculturalidad. No es un proceso fácil y solo se completa en
condiciones de cierta equidad económica, social y política. Al mismo tiempo,
solo un pueblo consciente y sanamente orgulloso de su cultura puede abrirse a
otras, que ya no verá percibida como amenaza o desafío.
La
literatura, por supuesto, participa del proceso intercultural aunque no tan visible
y rápidamente como la música popular o la gastronomía, por ejemplo. La
literatura es lengua, y la lengua es, primero que todo, instrumento de
comunicación y luego soporte de la mayoría de las instituciones sociales (para
solo después ser expresión estética); de modo que los mecanismos de
conservación lingüística son más tenaces de lo que suele pensarse. Por su capacidad
de presentar no solo las experiencias y principios, sino los sentimientos del
Otro, los efectos de toda expresión lingüística resultan los más penetrantes y
convincentes.
en la sala juvenil de la Biblioteca Martí de Santa Clara, febrero 2015 |
2. El vivir fuera de tu país de
nacimiento, ¿cómo ha influido en tu creación literaria? Todavía mana la fuente
de tu lugar de origen, es decir, todavía al crear partes de esa tradición.
Yo
diría que, precisamente, es el hecho de haber abandonado mi país natal lo que
me condujo profundizar en sus esencias.
Ocurre
a muchos intelectuales emigrados, pero el hecho de no haberme fijado inmediata
y definitivamente en un segundo país, acentuó los efectos del distanciamiento crítico.
En
Brasil estuve 2 años, 3 en Dinamarca, casi 6 en Francia, más de 4 en Argentina
y, de nuevo en Francia, ya llevo unos 4 años… Sacudido y empapado por tan
variadas y fuertes corrientes culturales, fijé el eje de mi identidad en la
lengua castellana y en la “obsesión por Cuba” que me ha llevado a ahondar en el
pasado y el presente de mi país más de lo que hubiera hecho de haber vivido en
él todos estos años.
Sin
embargo, yo no escribo en “cubano” ni utilizo formas estilísticas y genéricas
inherentes a la literatura cubana. Mis referencias culturales se han
diversificado enormemente, y buena parte de mis inquietudes políticas, sociales
y económicas son bien diferentes de las que agitan a mis coterráneos inmóviles.
En
realidad, desde mi primera novela, escrita apenas cumplir 13 años (y que
conservo), se hace evidente mi incapacidad o desinterés por la reproducción
fiel de la realidad. Dieciséis años después, publiqué mi primer libro (en La
Habana, seis años antes de emigrar). Se trata de una novela detectivesca
infantil que pretendía reflejar la Cuba de la época. La falta de verismo que
algún crítico me reprochó fue en parte deliberada y en parte resultado de mi
impericia. Mi segundo libro, terminado un año después, pero publicado solo cuatro
años más tarde, es un conjunto de fábulas sobre un mundo previo a la aparición
del Hombre, donde lo cubano reposaba en pocos de los animales y plantas
protagonistas, pero que reflejaba plenamente la concepción del mundo que regía nuestra
sociedad por entonces.
Tampoco
mi tercer libro, escrito entre Cuba y Brasil, me acercó explícitamente a la
realidad cubana, pero incluye una alegoría a la reciente historia de Cuba que,
paradójicamente, utilicé como primer cuento en la edición brasileña de 1991, y
como último en la versión española, publicada cuatro años más tarde.
ediciones francesa, argentina y española de "Mi tesoro te espera en Cuba" (nótense las diferencias de interpretación gráfica de las tapas) |
Llevaba
yo poco más de un año lejos de Cuba, cuando ‑para exorcizar la improbabilidad
del regreso‑ escribí por primera vez una novela de intención verdaderamente
realista. Necesité 10 años de reescrituras sucesivas hasta sintetizar la Cuba
posterior a la caída del muro de Berlín en Mi
tesoro te espera en Cuba. Esa novela narra el descubrimiento de la realidad
cubana por una niña española que rastrea el pasado de un tío-bisabuelo. Paloma,
la protagonista, y sus amigos cubanos, deberán superar no pocas incomprensiones
y suspicacias antes de alcanzar el respeto mutuo y el afecto que hacen posible
la cohabitación entre personas con intereses y concepciones del mundo
diferentes y a veces, en apariencia al menos, recíprocamente excluyentes.
Sin
habérmelo propuesto, en ese libro invertí la situación intercultural más
frecuente en la narrativa juvenil española reciente, que presenta la
experiencia de emigrantes venidos a España o reconstruye, en la pluma de
escritores españoles con escasa experiencia internacional, conflictos humanos
de África, Medio Oriente, Europa del Este…
Entre
la edición francesa (2000) y la primera versión en castellano (2002) de Mi tesoro te espera en Cuba, publiqué en
Edebé La tremenda bruja de La Habana
Vieja. Esta novela recrea la Habana decadente de los últimos años a través
de la caricatura y la fantasía. El tema, la relación entre una malvada bruja y
su adorable sobrina-tataranieta, es una metáfora de la interculturalidad: la
niña es una estudiante modelo; una más entre esos “pioneritos” de rojo uniforme
que son todo un emblema de la Cuba “del hombre nuevo”. Por su parte, la bruja
es una “lacra del pasado” que odia a los Comités de Defensa de la Revolución y
que tiene en un rincón los atributos de la “brujería palera”, una de las tres
religiones afrocubanas… aunque por lo demás presente todos los estereotipos de
la bruja occidental, incluidas la escoba voladora y la bola de cristal.
en plena selva amazónica (Maripasoula, Guayana Francesa) con los lectores de "La leyenda de Taita Osongo" |
Pero
donde más evidentemente mi pluma moja en manantial cubano es en La leyenda de taita Osongo (estrenado en
la versión francesa de 2004 y editado en castellano en 2006). Para novelar
páginas de la trata negrera y la esclavización de africanos en América me basé
en la Historia de Cuba, en tradiciones afrocubanas y hasta en un dramático
secreto de familia. Los personajes principales: el negrero y su esclavo rebelde
taita Osongo, representan el choque entre blancos y negros, entre explotación
racional de mano de obra esclava y pensamiento mágico como arma de resistencia;
elementos que intervienen en la construcción de la nacionalidad cubana.
El
esclavo es un emigrante forzado al que se priva de toda su identidad: desde el
nombre y sus creencias profundas, a la lengua, costumbres, estructura social,
paisaje y referencias materiales. En tales condiciones, este deportado
económico aprende a desarrollar formas muy sutiles de preservación de su
cultura. Esta corta novela (que necesitó 18 años de maceración) me permitió incorporar,
por primera vez en mi obra, lo afrocubano; pero es una obra intercultural y
también incluye referencias a la mayor tradición literaria cubana (Nicolás
Guillén, Lino Novás Calvo, Onelio Jorge Cardoso) sino incluso elementos estructurales
del cuento tradicional ruso, tan difundido en la Cuba pro soviética mi infancia.
ediciones mexicana, cubana, argentina, brasileña y francesa de "La leyenda de Taita Osongo" |
3. Entre los autores que trabajan la
interculturalidad, ¿quienes te gustan? ¿Citarías alguna obra en concreto?
No
tengo un repertorio de autores interculturales. He vivido en varios países,
bajo el imperio de cuatro idiomas, y leo en cinco lenguas. En París, vivo en un
barrio visiblemente multicultural. Escribo para publicar ‑incluso cuando se
trata del castellano- en países diversos y lo he de tener en cuenta.
Todas
las culturas y las épocas me interesan, pero no son los libros interculturales
sino los “de origen” los que me interesan más. Leo o he leído autores
franceses, brasileños, daneses, argentinos, árabes, africanos, asiáticos… Yo
soy multicultural por mis raíces y por mi experiencia vital de cubano
trashumante y universalista.
Cuando
pienso en libros interculturales que me gustan me vienen a la mente dos tebeos:
Persépolis, de la irania Marjane Satrapi y El gato del rabino, del francés Joann Sfar. Su interculturalidad me
parece más nutritiva precisamente por darse en el marco de un género híbrido
-de literatura, dibujo y cine- y porque no solo en su mensaje y plano
referencial, sino en sus formas, se superponen varias culturas (francesa,
mediterránea, judía, musulmana, persa).
4. En
La
interculturalidad, como cualquier otro “tema” puede ser tratada como una moda y
resuelta con la consiguiente superficialidad. Pero como es un componente
fundamental de la sociedad contemporánea, la interculturalidad es algo que ha
llegado para quedarse… hasta que se produzca la transculturación: es decir el
mestizaje que dará por resultado una cultura nueva: heterogénea, más rica,
positivamente contradictoria y universal.
Los
libros que abordan la interculturalidad porque está de moda pasarán rápidamente
al olvido, como pasan todos los libros hechos de prisa, por apuntarse a lo que
“se lleva” o por participar en un debate ideológico circunstancial. Los libros
verdaderamente interculturales, los que llevan la interculturalidad en su esencia
misma, en su “carne y hueso”, sí se sumarán al patrimonio literario, lo enriquecerán
y modificarán.
Mi libro más traducido (exise en ocho lenguas y pronto se publicará en chino) es el menos multicultural de todos. No es tan paradójico como parece |
5. Según los expertos, en el ámbito de
la interculturalidad se necesita tener un espíritu abierto para superar lo que
se conoce como “espíritu del muro”. ¿La literatura puede influir en ello? En
los esfuerzos que se hace no se percibe claramente un poso de lo “políticamente
correcto”?
Para
mi la interculturalidad está en el encuentro entre modos distintos de vivir,
imaginar y representar el mundo, y no en el argumento de una novela ‑perfectamente
occidental- que cuenta a lectores occidentales la aventura de un emigrante del
Sur o del Este (cercano o lejano).
Puede
ser que un chico que descubre en una novela cómo llegaron a España los hombres
de piel negra que venden discos compactos en las aceras, llegue a sentir
conmiseración y tolerancia. Pero para que comprenda, respete y estime realmente
a esas personas, nuestro chico tiene que saber no solo los riesgos que han
corrido para venir a Europa y en qué difíciles condiciones se instalan entre
nosotros; también tiene que saber qué cultura hay detrás de esos emigrantes,
qué riqueza espiritual enjoya su pobreza material, qué los hace reír y llorar,
qué sueñan y a quien le rezan, qué músicas cantan y bailan, qué comen y beben,
o no…
Para
acceder a todo ese universo que se oculta tras “la diferencia”, es
imprescindible que nuestros chicos escuchen la voz de los más elocuentes
representantes de esos pueblos cuyos jirones desesperados llegan a nuestras
ciudades o a los “mares de plástico” del soleado sur ibérico.
En
lugar de estar tan preocupados por dar a conocer la aventura (y sobre todo la
desventura) de los emigrantes, los editores deberían dar a conocer toda la
diversidad y riqueza de culturas del mundo a través de libros documentales, de
cuentos tradicionales y, sobre todo, de literatura contemporánea ‑juvenil, pero
también infantil- de los países que nos enriquecen con parte de su población
activa.
Tengo
la impresión de que los autores magrebinos están de moda en España: en
literatura para adultos y en literatura juvenil, más que en literatura
infantil. Sin embargo, la muy importante emigración hispanoamericana ¿está
equitativamente representada en la edición infanto-juvenil? ¿Cuántos escritores
ecuatorianos, dominicanos o peruanos han sido publicados en España en los
últimos años? Si acaso, se trata de autores radicados en España hace tiempo y
que no siempre escriben desde y sobre la interculturalidad (lo que no les
reprocho: un autor debe ser libre en la elección de sus temas y formas).
¿Quién
sabe siquiera que hay literatura infantil en Ecuador, República Dominicana o
Perú?
En
España no solo se publica poquísima literatura
iberoamericana, sino que tampoco se importan títulos editados en
Hispanoamérica. Me consta que empresas transnacionales como Alfaguara o SM
tienen por política no traer a
España la producción de sus respectivas sucursales latinoamericanas. Más grave
aún: no pocos libros de autor latinoamericano otrora publicados en España han
sido trasladados a los catálogos ultramarinos de la editorial en cuestión; sin
que nada justifique que un escritor colombiano pueda resultar más interesante o
comprensible para un joven mexicano que para un chico español. El principal
argumento es que los castellanos de Ultramar no resultarían comprensibles para
los chicos españoles, o que las referencias culturales que contienen tales
libros no serían “reconocidas” o comprendidas por los jóvenes lectores
ibéricos.
Pero
entonces, ¿qué pasó con el interés por la interculturalidad? Si empezamos por
considerar incomprensibles y ajenos algunos vocablos, modos de vida, elementos
de cultura material y algunas fechas y nombres históricos, probablemente
suficientemente integrados a la trama, ¿cómo aspirar a educar a nuestros
retoños en la tolerancia y la sensibilidad hacia la diferencia?
6. ¿En qué
medida se debe utilizar la literatura para abrir ideas? Algunas veces esta
subordinación nos puede llevar al panfleto.
Personalmente,
me interesa menos contarles la vida de los emigrantes a los chicos con que me
codeo -en Francia o en España- que explicarles que esas personas de piel negra
o amarilla, de culto musulmán o budista, de acentos o costumbres desconocidos…
en el fondo son iguales a ellos, a nosotros.
Sospecho
que si, por primera vez, decidí hacer las ilustraciones de uno de mis álbumes
ilustrados es porque quería introducir un mensaje subliminar de
interculturalidad. La trama de La canción
del castillo de arena es “universal”: un niño y su padre construyen
castillos de arena que el mar deshace cada noche, poniendo a prueba la
tenacidad y la imaginación del chico. El mensaje más perceptible es filosófico
y ecológico; pero mis personajes son “exóticos”: el padre es negro y el chico
mestizo, lo que supone una madre ‑no evocada por el texto ni presente en las
ilustraciones‑ de piel tan blanca como la de la Princesa Caracola que habita
los castillos del niño protagonista. Lo que insinúo es que la “gente de color”
no protagoniza solo las temáticas que le son habitualmente asociadas en la
edición occidental: emigración, discriminación racial, pobreza, compenetración
con la naturaleza, familia extensa o tradiciones orales específicas. Mi cuento
sugiere que los niños “étnicos” viven experiencias comunes a cualquier
niño: tienen celos, miedo a la oscuridad, “mojan” la cama, descubren las normas
sociales y las reglas básicas de higiene, quieren una mascota… Y si mis
jovencísimos lectores no son conscientes de este mensaje, tanto mejor, porque
la banalización es la mejor forma de asimilación.
En
mi opinión, la única forma legítima de trasmitir ideas en literatura es despojando
aquéllas de toda obviedad. En cuanto se intenta instrumentalizar un texto literario éste deja de
serlo y se convierte en otra cosa, infinitamente más simple y menos eficaz y
duradero.
“La rosa es sin porqué”,
nos recuerda Borges que dijo Angelus Silesius, y nada explica mejor lo
que es una rosa que una rosa.
7. En Europa son muchos los
escritores de diferentes procedencias que escriben en lenguas europeas -Rafick
Schami, Tahar Ben-Jelloun...-; en el País Vasco o en Cataluña toda vía no
existen, excepto algún contador de cuentos. ¿Lo ves como un síntoma de algo?
¿Crees que los hijos de los emigrantes traerán un aire nuevo? ¿Queremos
recibir ese aire nuevo?
En
un sucinto estudio sobre la literatura beur
(descendientes de emigrantes arábigo-magrebinos en Francia), Alec
Hargreaves subraya: “la primera generación de emigrantes se preocupaba sobre
todo por los problemas de la vida activa. En las obras de sus hijos tienden a sobresalir
los problemas de escolarización y de vida familiar. La crisis de identidad
experimentada hoy por numerosos adolescentes franceses se acompaña, en el caso
de los beurs, de una crisis cultural.
Atraídos simultáneamente por su cultura de origen y por la cultura francesa,
los jóvenes descendientes de inmigrantes tienen experiencias a veces tan
dolorosas como interesantes en tanto que materia narrativa”[1].
Este
sector de la población francesa comienza a expresarse literariamente a
principios de los años 1980 y hoy constituye una parcela importante e
indisociable de la literatura francesa, incluida la infanto-juvenil. En sus
inicios se trató mayoritariamente de relatos de aprendizaje o autoaprendizaje
(bildungsroman); y aunque pronto comenzaron a independizarse de lo
autobiográfico, el vínculo con la verdad da a esos textos un valor que no
encuentro en tanta novela que narra -por sumarse a la moda o por responder a un
deber social- las problemáticas interculturales.
En
la medida en que los emigrantes se integren a la realidad del País Vasco, de
Cataluña o de cualquier otra comunidad autónoma, en la medida en que hayan
superado las urgencias de la supervivencia, se revelarán como escritores
perfectamente biculturales. Y como los numerosísimos autores e ilustradores
franceses que también son magrebinos, libaneses, turcos, subsaharianos,
vietnamitas o chinos, también los habrá españoles con orígenes al otro lado del
Mediterráneo. Será una segunda o tercera generación que se habrá integrado a la
realidad española sin renunciar a la identidad de sus padres, tíos o abuelos inmigrantes,
y que producirán una literatura primero intercultural y, a continuación,
multicultural.
En
Francia existen hoy incluso formas reconociblemente mestizas, tanto por las
particularidades del lenguaje como por sus formas genéricas ‑la poesía rítmica
conocida como slam, es el más visible
ejemplo- que evidencia no solo
experiencias sino formas expresivas peculiares.
Por
otra parte, incluso sin poseer raíces en otros países, los escritores españoles
pueden enriquecerse con elementos externos, de la misma manera que la música
popular española emplea materiales procedentes del rock, el reggae, el bolero o
la salsa.
8. Según dicen, en la Rioja alavesa los gitanos
españoles que van a recoger la uva quieren someter a los gitanos portugueses.
¿Es acaso destino del hombre el querer dominar al otro?
Nadie
está a salvo de cometer injusticias. Verse sometido al racismo, la marginación
o cualquier forma de privación de derechos es la peor manera de aprender la
tolerancia, la fraternidad y la democracia. Si la letra no entra con sangre, la
justicia menos todavía. Tampoco basta con proporcionar lecturas ejemplares para
inducir comportamientos ejemplares. Solo la permanente vigilancia, la
autocrítica y el acceso pleno a la cultura ‑propia y ajena- pueden educarnos en
el respeto a los demás y conducirnos al reino de los Derechos Humanos.
en una clase hispánica de la escuela internacional de Saint-Germain en Laye, 1998 |
9. Recientemente han traducido la
novela “La armada salvadora” del joven marroquí Abdela Taia. Está situada en
Suiza, y el protagonista se da cuenta de que los emigrantes son
tomados-utilizados-tirados como amantes, trabajadores o sirvientes. ¿Qué te parece, en ese sentido, la actitud y
comportamiento de Occidente? (Se podrían citar los casos particulares de Suiza
y más en concreto de Austria: realidad, el día a día)
No
conozco la novela citada, pero lo que su autor denuncia ha ocurrido siempre y
en todas partes. A principios de siglo, los suizos de las clases altas o de los
cantones hegemónicos usaban y tiraban a otros suizos, o a italianos, españoles
y portugueses. Y Austria hizo lo mismo con los diversos pueblos, al sur y al
este, de su otrora Imperio.
Pero
¿cuántos marroquíes no se comportan de la misma irrespetuosa manera con los
saharauis?, ¿cuanto mauritano de piel clara no discrimina y explota a los
negro-mauritanos?, ¿cuál es la terrible situación de la mano de obra
indo-paquistaní en los ricos emiratos árabes?, ¿en qué espantoso genocidio acabó
el conflicto entre hutus y tutsis; comunidades menos diferenciadas étnicamente
que por su especialización como pastores y agricultores?
La
lucha por la igualdad y el respeto del otro, del más débil, del más pobre, del
menos educado es La Misión de la especie humana, el verdadero objetivo de su evolución
a partir de una especie particularmente habilidosa de primates.
10. El plurilingüismo de países como
Suiza es suficiente para garantizar la interculturalidad? En ese sentido, ¿la
traducción tiene algún sentido en países de esas condiciones?
Tengo
entendido que en Suiza la mayoritaria comunidad germano parlante no habla
generalmente las otras lenguas oficiales: el francés, el italiano y el
romanche. Si todos los suizos fuesen plurilingües serían la sociedad ideal que
no son, y quizás respetarían más a los emigrantes no europeos. Pero ‑permítanme
la boutade- gente tan virtuosa no
podría ser una potencia bancaria mundial y el neutral país desaparecería.
Tampoco
los belgas son todos trilingües francés-flamenco-alemán, ni todos los
canadienses hablan francés e inglés.
Hay
muchos países africanos donde la mayoría de la gente habla más de una lengua: el
francés o el inglés de la antigua metrópoli, que sigue siendo lengua de cultura
y de pasaporte, y más de una de las lenguas de las diversas comunidades étnicas
que comparten nacionalidad. Desde ese punto de vista, tales países serían más
ejemplares en términos de democracia que Suiza; pero tienen todavía pendiente
la integración nacional y carecen aún de estructuras democráticas genuinas,
eficaces y estables, así como de acceso generalizado a la cultura, empezando
por la cultura escrita.
No
menos triste es constatar que los peruanos, los paraguayos o los guatemaltecos
prefieran estudiar el inglés al quechua, el aymará o el maya que habla la importantísima
minoría indígena de sus respectivos países.
O
sea, que el multilingüismo no resuelve todos los problemas socio-económicos y la
traducción es y será siempre necesaria.
en la Feria Internacional del Libro de Salónica, Grecia, 2008 |
11. Hay quien dice que en las editoriales y en las escuelas les interesa más el qué se dice, que el cómo; es decir, más el mensaje que el cómo esté expresado, y que eso empobrecería la literatura. ¿Estás de acuerdo?
Es abrumadoramente cierto. Tema y mensaje monopolizan la atención
de quienes valoran y recomiendan las lecturas de los niños y adolescentes. La
coherencia y densidad de la trama, la calidad de los personajes o el brillo del
estilo son menospreciados no solo por las editoriales, los maestros y los bibliotecarios,
sino incluso por la mayoría de los críticos y promotores. Y no solo en lo
relativo a la interculturalidad y otros “temas transversales”. Muchos libros
que se han publicado ‑incluso con gran éxito de venta y crítica‑, han sido
valorados solo porque abordan una temática socialmente necesaria o ‑más
cínicamente‑ porque “vende”.
Victorias pírricas…
Cuanto más importante es una temática, con más rigor ha de ser
tratada. La cantidad no puede suplantar a la calidad, como la actualidad o el
compromiso no pueden sustituir a la profundización y la autenticidad. O sea,
parafraseando una famosa aporía: una buena palabra vale más que mil palabras…
vanas.
Necesitamos buenos libros, con cerebro y corazón, como prometiera
Nicolás Guillén en el título de su primer poemario. Buenos libros
interculturales, buenos libros monoculturales, buenos libros.
visto el liceo francés de Munich, durante la beca que me ofreció en 2005 la Biblioteca Internacional de la Juventud |
12. Para
terminar, ¿Has leído algún libro que te haya “abierto los ojos” y te haya
dado la opción de sumergirte en otras realidades? ¿Qué libro ha sido?
Es una pregunta
extremadamente difícil de responder. ¿Cuántos libros no me han abierto las
puertas a mundos poco o nada conocidos? Y a la inversa, ¿cuántas situaciones de
la vida o experiencias estéticas (cine, museo, música) no me han llevado a
buscar más en los libros sobre una cultura que consideraba mía y que en
realidad no conocía suficientemente?
Tengo la costumbre
de acudir a mis diccionarios ‑que son numerosos- o a los de la excelente red de
bibliotecas de París en busca de más información sobre creaciones y personalidades
político-sociales, artísticas, científicas, sobre ciudades y países ignotos,
animales y plantas desconocidos… que la actualidad me revela o recuerda.
Si leí los fascinantes
Edda escandinavos fue porque viví en
Dinamarca, si me asomé a La epopeya de
Gilgamesh fue porque escuché cantar fragmentos del antiquísimo poema a
Ahmed Azrié, si me pasé meses leyendo sobre los antiguos egipcios fue después
de la exposición Los tesoros sumergidos de Alejandría en el Grand Palais de
París (y para responder a las preguntas de un colega que escribía en Cuba una
novela ambientada en el Antiguo Egipto). La incomparable novela anónima Aventuras de Simbad el Terreno me llevó
a interrogarme sobre el mundo arábigo-pérsico y la fascinación que generó en la
Francia del Siglo de las Luces, y si me hice algunas preguntas sobre la China
decimonónima fue tras comparar “El ruiseñor” de Andersen con su adaptación por el
cubano José Martí… Todo conduce a todo. Esas lecturas, que me remiten a épocas
remotas, arrojan luz sobre la problemática actual entre el mundo musulmán y
Occidente (mi Dictionnaire de l’Islam
tiene hoy las páginas muy usadas), y me permiten tener otra mirada sobre mis
vecinos de origen argelino, senegalés, israelí o palestino…
Siempre hay una
laguna que colmar, un malentendido que esclarecer. Y es en esos huecos y falsas
certidumbres donde se alojan los estereotipos y prejuicios que conducen al
hombre a tanto acto estúpido, odioso o criminal.
Pero he leído
relativamente pocos libros de los que suelen calificar como “interculturales”
en las bibliografías usuales. Yo soy intercultural y vivo en un mundo
intercultural; lo que necesito y prefiero son libros de las más variadas y
diferentes culturas.
la entrevista original fue realizada a tres voces, la compartí con Inongo Vi Makomé y Javi Cillero |
Joel Franz Rosell
Escritor e
ilustrador cubano residente en París
[1] « A la rencontré de deux cultures, les romanciers beurs », par
Alec G : Hargreaves. La revue des livres pour enfants. Paris, otoño 1990.
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