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16/2/23

La última cuerda de un olvidado violín

 

La última cuerda de un olvidado violín

No sé cómo la distinguí en la densa penumbra invernal: un estuche negro que, abierto y vacío, dejaba ver su maltratado revestimiento escarlata. Contuvo alguna vez un instrumento musical; un clarinete con toda probabilidad. Ni le hubiese dedicado dos pensamientos de no ser porque de repente, sin razón visible, me deslumbró como un chispazo el recuerdo de un estuche semejante en la casa de mi infancia en Santa Clara, remota capital del centro de Cuba.

¿Cómo es posible que haya borrado de mi mente aquel violín y su estuche; al punto de ni siquiera recordarlos cuando, hace dieciséis años, buscaba desesperadamente inspiración para una historia de violines?

En 2007 me invitaron a un evento de promoción de la lectura en el cual debía presentar un texto inspirado en obras de museos madrileños relacionadas con la música. De los tres documentos que me hicieron llegar solo recuerdo dos (bien se ve que mi memoria es niña díscola): un Stradivarius conservado en el Prado y un cuadro titulado “Pescador tocando un violín” que se atribuye a Frans Hals.

Escribí tres cuentos malos y, ya con la soga al cuello, una semana antes de mi partida a Madrid, uno que me gustó al punto de, tras los aplausos de los niños y adultos que llenaron la Casa Encendida aquella tarde de agosto, servir de punto de partida para uno de mis mejores libros: “Concierto nº7 para violín y brujas”. 


tapa de la edición internacional
Fondo de Cultura Económica. México, 2013

Ya he contado en otro sitio (https://elpajarolibro.blogspot.com/p/httpwww.html)el largo y tortuoso camino de lo que empezó como mera secuencia de tres cuentos, luego cinco, y al fin siete… y medio que, interconectados, llegaron a constituir novela.

No insistiré, pues, en ese asunto. 


tapa de la edición cubana:
Cauce. Pinar del Río, 2014

                                                       

Lo que me he propuesto con esta reflexión al teclado es comprender cómo y por qué olvidé totalmente que un violín acompañó los años en que comencé a escribir… precisamente cuando me vi obligado a componer una historia de violines. 

Mi familia nunca fue de melómanos y, fuera de mi hermana, que maltrató durante cinco años el piano y la paciencia de una maestra de música, ningún Rosell-Gómez prosperó en los arcanos de la ejecución musical. La honestidad me obliga, entonces, a no proseguir sin aclarar que el violín que nos ocupa no era más que un juguete. 

Lo había recibido mi hermano, al igual que yo obtuve un acordeón y mi hermana un diminuto piano, el seis de enero del año en que mayores fueron las esperanzas paternas y maternas de legar un concertista a la patria. Los tres niños hicimos la prueba de admisión al Conservatorio Musical que había decidido (o se había visto conminado por el poder revolucionario) a abrir sus hasta entonces elitistas puertas a infantes de toda condición. 

No sé si mi hermano carecía de competencias musicales o simplemente de motivación ni recuerdo qué pasó con mi hermana. El caso es que mi oído musical fue ensalzado por los evaluadores (orejón he sido siempre), pero mi capacidad de asimilación del solfeo no rebasó el escoyo de la clave de Fa y, tras semanas de ausencias y mentiras, causé baja del Conservatorio. Un par de años después, el mismo local acogería la Biblioteca Provincial “Martí” y esta vez comencé una exitosa carrera de lector. Aún tenía yo doce años cuando, gracias a los inestimables modelos que contenían los bien surtidos estantes, comencé a escribir mis propias historias de aventura y misterio. 

Pero esa es, también, otra historia… 



ilustración del autor no incluida en libro

El caso es que las esperanzas musicales de mi familia duraron mucho menos que la vida útil de nuestros sonoros juguetes. Que mi hermana le pidiera a “los Reyes” un piano era natural pues por entonces todas las niñas de clase media (incluso de clase media baja y sin raíces como nosotros) le daban al teclado. Mi hermano, tal vez por asociación fálica entre arco y bate de béisbol, escogió el violín. Yo me decidí por el acordeón, instrumento fetiche de mi personaje preferido (Consejo, personificado por el actor Bernardo Menéndez) en “20 mil leguas de viaje submarino”, la serie que a la sazón trasmitía el espacio Aventuras del canal 6 (tan mal llamado, puesto que la televisión cubana no contaba por entonces más que dos). 

Pronto fuimos demasiado grandes para jugar con el pianito, de teclas mudas cada vez más numerosas; el indomable acordeón, que sonaba lo mismo cuando abríamos el fuelle que cuando lo cerrábamos, y el violín que, si bien tenía la lucida apariencia de un verdadero hijo de luthier, emitía solo escalofriantes chillidos. Como éramos, pese a todo, niños cuidadosos, los tres objetos llegaron en perfecto estado a la jubilación y quedaron de adorno en el cuarto de mi hermana, colindante con la sala que alojaba a los “muebles buenos” y al rey del hogar: el viejo televisor Motorola (en blanco y negro, por supuesto). 

El feroz clima del Caribe (la humedad, los comejenes) terminaron el proceso de destrucción iniciado con la llegada de mi primo Pedro Pérez González, alias Atila o La Tambocha, quien no solo desguazó sus propios juguetes (un básico y dos adicionales cada año) sino los que heredó (sin autorización formal) de mi hermano, mi hermana y yo. Pero injusto y poco fiel a la realidad sería si no reconozco que la atención de Pedro-Atila-La Tambocha se concentró en víctimas más interesantes y alcanzables como los soldaditos de plástico y los autitos de lata. 

El estuche del violín demostró, con todo, una capacidad de resistencia sin parangón. La última vez que lo vi habrá sido en 1981, cuando recogí mis bártulos para mudarme a Santiago de Cuba, donde mi futura esposa. El estuche, más cartón que madera y más vinil que cuero, había encontrado abrigo en el inexpugnable armario de cedro de mi padre y servía entonces de receptáculo para negativos y fotos. 

Después, precisamente como muchas de aquellas imágenes en celuloide y papel cromo, el estuche y su violín fantasma se borraron de mi mente… para solo resurgir ahora, en una oscura calle parisina, al pasar junto a la caja negra y vacía que alguna vez contuvo un clarinete… ¿profesional o de juguete?


21/4/21

LA BRUJA ES PANTOSA Y LA NIÑA, PRECIOSA

La bruja es Pantosa y la niña, Preciosa
Editorial Ginesta
Bogotá, 2021
Edición en libro físico y en libro electrónico

Autor: Joel Franz Rosell
Ilustrador: Jonhathan Andrés Guerra
Páginas: 142
Precio: 36.500 pesos colombianos (aproximadamente 10 dólares USA)

Argumento:
Pantosa Cizaña Matrera es la bruja municipal de La Habana Vieja y es fea, tramposa y sucia como su nombre lo indica. Vive muy contenta de ser quién es y cómo es, y de la misma opinión son sus amigazas Gwendolyn Halloween de Brooklyn, Medusa Bambolla, Rugosa Troncosa del Matojo y Caduca Cicuta. Pero todo cambiará cuando PCM descubre que tiene una sobrina-tataranieta que no solamente es linda y buena, sino la más linda y buena niñita del mundo. La bruja de esta historia intentará lavar la mancha en su reputación convirtiendo a Preciosa Candorosa de Mi Corazón en una tenebrosa bruja. Pero las cosas no salen como ella quisiera...

Ïndice

1.  ¿PCM?

2.  ¡POR UN PELO!

3.  TÉ-RRIBLE

4.  MÁS TÉ-RRIBLE TODAVIA

5.  LAS BUJAS SE DIVIERTEN

6.  LA CARTA

7.  SECRETO DE FAMILIA

8.  LA AYUDA VETUSTA DE CADUCA CICUTA  

9.  GWENDOLYNN HALLOWEEN DE BROOKLYN, BRUJA MODERNA

10. LA BRUJA SE DISPUTA

11. ¿ASUNTO CONCLUIDO?

12. Y GWENDOLYNN HALLOWEEN DECIDIO REGRESAR A BROOKLYN 

13. COGER LA NIÑA POR LOS CUERNOS

14. EDUCACION BRUJANTE: PRIMERA LECCIÓN

15. EDUCACION BRUJANTE: SEGUNDA LECCIÓN (PRÁCTICA)

16. SEMBRANDO CIZAÑA EN LA ESCUELA

17. LA ESPECTACULAR TRANSFORMACIÓN DE LA MAESTRA

18. LA DUDA

19. LA ÚLTIMA FECHORIA DE PCM

20. ESTO TENÍA QUE ACABAR MAL... 

21. ¿VOLVER A EMPEZAR?


1.

¿PCM?

 

Una vieja muy vieja. Montada en una escoba. Con un enorme sombrero y un gato negro.

No tengo que decirte más para que sepas que estoy hablando de… ¡una bruja, claro!

También sabes que las brujas tienen arrugas y verrugas, una olla para preparar pócimas fatales y libracos llenos de fórmulas que explican cómo hacer conjuros diabólicos.

Que a las brujas les gusten tanto las escobas voladoras, los gatos negros, las ollas mágicas y las verrugas, es algo que tiene fácil explicación. Más complicado es explicar por qué las brujas prefieren habitar una ruinosa casucha perdida en un bosque intrincado y sombrío.

Todo el mundo ha oído hablar de brujas escocesas y gallegas. Pero también hay brujas en Hungría y en Rumania, en Rusia y en Finlandia, en Nigeria y en Canarias… y no en todos esos países hay bosques densos y umbríos.

La verdad, la cruda verdad… (fíjate que voy a revelarte un secreto secretísimo: no te pongas a repetirlo por ahí) es que todas las brujas provienen de un mismo país: oscuro y remoto, cubierto de bosques impenetrables y brumosos. Un país que no vale la pena buscar en las geografías porque es un país perdido en las brumas del tiempo.

Pero de eso hablaremos en otro sitio.

Porque este libro de quien habla es de una bruja actual. Una bruja fea y sinvergüenza, como debe ser (ella hasta dice que es la bruja más fea del hemisferio occidental), pero que no vive en una casucha perdida en un bosque neblinoso, sino en un país tropical, en una capital habitada por dos millones de gente bullanguera.

Es que la protagonista de esta historia había sido nombrada Bruja Municipal de La Habana y tuvo que abandonar su bosque tenebroso para instalarse en un barrio populoso, lleno de sol y brisas marinas.

Como no podía luchar contra su naturaleza, nuestra bruja buscó alojamiento en el lugar más lúgubre que pudo encontrar en la capital cubana: un ruinoso caserón del siglo XVIII popularmente conocido como La Cochambre.

El edificio era ideal: tenía rincones oscuros y malolientes, paredes húmedas y manchadas, escaleras torcidas y crujientes, y un tejado tan deteriorado que todos los días dejaba caer una teja en la cabeza de un vecino. Las cucarachas, las arañas y las ratas sarnosas eran tan numerosas que tenían voz y voto en el Comité de Residentes que se reunía el tercer miércoles de cada mes.

O sea que nuestra bruja vivía en La Habana Vieja. En su única calle realmente siniestra. En su caserón más inmundo y achacoso. Y en el último piso, justo debajo del tejado, para poder salir disparada en su escoba voladora sin tropezar con el edificio de en frente.

Así que ya lo sabes: si alguna vez te hace falta una bruja (para que desaparezca a alguien, para conseguir alguna cosa o para que te convierta en lo que más te gusta) solo tienes que ir a La Habana Vieja. Aunque el caserón achacoso está dividido en un millar de apartamentuchos cochambrosos, no tienes pérdida.

En una plaquita de metal chamuscado, al lado de la puerta, nuestra bruja ha escrito su nombre:

 

PANTOSA CIZAÑA MATRERA

 

En realidad, las brujas se llaman Qmtrzz, Hcklsst, Gfpfrd y cosas por el estilo, pero para que la gente no sepa que son brujas se ponen nombres menos sospechosos. Sus preferidos son Fulana, Zutana, Mengana y Esperanceja. Pero las más astutas se hacen llamar Carola, doña Margarita, Viuda de Pérez o Señora Directora.

La bruja de La Habana Vieja decidió llamarse Pantosa Cizaña Matrera y está muy orgullosa de ese nombre.

Pero yo, para no hacer muy largo este cuento, la mayoría de las veces la llamaré simplemente PCM... así que ya estás sobre aviso.


ANTERIORES VERSIONES DE ESTE LIBRO

La bruja de La Habana Vieja 
(Para que se enteren de lo traviesa que es...)
Editorial Capiro
Santa Clara, 1999
(versión abreviada)
80 000 ejemplares

La tremenda bruja de La Habana Vieja
Edebé
Barcelona, 2001 y 2005


Malicia Horribla Pouah, la pire des sorcières
Hachette
Paris, 2001
Traduction de Mireille Meissel


 

VALORACIONES DE LAS VERSIONES ANTERIORES


La versión actual, ligeramente ampliada,corregida y con algunos cambios en los nombres de las protagonistas y el estilo, aumenta su receptibilidad e impacto.


LA TREMENDA BRUJA DE LA HABANA VIEJA

Editorial Edebé. Barcelona, 2001

Género: novela 
 
Tema: La vida de una bruja malvada, que cambia por amor a su sobrina tataranieta 

Rasgos dominantes: fantasía, humor, juegos de palabras 

Valores transversales: Misterio/Humor/Educación para la paz/Familia y Respeto a los mayores/Tradiciones y culturas. 

Argumento: Porfiria Centolla Mastuerza, la bruja de La Habana Vieja, es la más fea del mundo y se enorgullece de ser una de las más malas. Su vida transcurre entre los problemas que le causa el tener el pelo de hielo, las maldades que hace y sus reuniones con sus colegas brujas de otros barrios. Pero un día le anuncian la visita de un representante de la olvidada y detestada rama bondadosa de la familia. Su sobrina-tataranieta, Florcita, es la niña más linda y buena del mundo e insiste en conocerla. Tras intentar infructuosamente mantenerla alejada (con la ayuda de otras brujas tan pintorescas como ella), PCM descubre que la niña tiene algo de bruja y decide ayudarla a desarrollar su lado oscuro. Los intentos son cómicos fracasos hasta que al fin Florcita se da cuenta de lo malvada que es su vieja “Tía Tata” y se aparta de ella. PCM no resiste la soledad y se vuelca sobre la cabeza los besos que la niña le había lanzado (guardados por ella en un frasco blindado). El final queda abierto... para un próximo libro que tendrá que ser el de “la bruja buena de La Habana Vieja”. 

Comentario en un sitio web:

El libro que recomiendo se llama “La tremenda bruja de la Habana Vieja”, del escritor cubano Joel Franz Rosell. En realidad es el segundo libro suyo que he leído. Antes leí “Vuela, Ertico, vuela”, que está en el Barco de Vapor. “La tremenda bruja de la Habana Vieja” está en Edebé. Es un libro mogollón de divertido. Cuenta la historia de un montón de brujas cubanas como PCM y Medusa Bambolla, pero también hay una bruja canaria, Burbruja, y una bruja norteamericana, Gwendolynn Halloween de Brooklyn, que se parece a Mike Tyson, pero sabe mucho de ordenadores: su ordenador es una bola mágica que usa el programa Magosoft ¿no es genial? 

El libro cuenta que PCM descubre que tiene una sobrina-tataranieta que es una niña muy buena y muy guapa, y eso no puede ser. Así que la bruja decide cambiar a la niña en bruja, pero la niña es muy fuerte y todo le sale mal. Pues nada, que el libro es muy divertido, pero también dice cosas muy profundas, como que a veces las personas son malas simplemente porque están solas y tristes. Pero lo bueno de este libro es que lo dice sin rollo. 

Leonel García Puffy 

Nota publicada en Francia a propósito de la traducción de la novela publicada por Hachette. París, 2001 bajo el título Malicia Horribla Pouah, la pire des sorcières.
Tomado de Internet

Es la historia de una horrible bruja. verdaderamente malvada, que oculta un terrible secreto de familia: una hermana nacida linda y buena. Nuestra tenebrosa bruja teme que este vergonzoso parentesco le impida ser nombrada doctora en ciencias ocultas, artes malignas y letras torcidas por el Consejo Superior de la Magia Negra. Cuando descubre que su sobrina-nieta, linda y buena, pretende hacerle la visita, decide hacer todo lo posible por quitársela de encima... ¿y por qué no transformar a la adorable criatura en una bruja horrible y sin corazón? ¡Otra historia de brujas, dirán los lectores! Diríase que desde la aparición de Harry Potter los autores infantiles carecen de imaginación. Pues no: estamos ante una historia ingeniosa, que realmente merece la lectura. La galería de personajes (sobre todo las brujas) estalla de humor y originalidad, y la trama da muestras de buenos sentimientos. Solo cabe lamentar una lengua por momentos demasiado rica para lectores de 7-8 años.


Nota a propósito de la versión, solo 8 capítulos, publicada por Ediciones Capiro, Cuba, 1999 bajo el título La bruja de La Habana Vieja (para que se enteren de lo traviesa que es Porfiria Xenobia Marieka...). 

"BIENVENIDAS LAS BRUJAS"

 La bruja de La Habana Vieja era un título necesario, y esperado, dentro del panorama actual del sistema de la literatura infantil cubana. Salido del sortilegio de Joel Franz Rosell tecleando sobre una moderna computadora, y publicado gracias a los efectos de una pócima inventada por los magos de Ediciones Capiro en la colección Pintacuentos, hoy los niños cubanos tienen la posibilidad de disfrutar, leyendo y pintando, una bonita historia. El mecanismo de publicación de los premios de concursos y las limitaciones en la aparición de otros títulos, puede que conduzcan a que las valoraciones estético-literarias y el gusto mismo de lectores, escritores y críticos reduzca la gama de posibilidades genéricas, formales y temáticas de la literatura infantil que se escribe, se publica y se lee hoy en Cuba. Es por ello que creo que La bruja de La Habana Vieja, sin ser el único, ha venido a refrescar el ámbito de la literatura para niños en la isla. Ya en 1996, Rosell enseñó la cuerda de esta literatura que ahora cultiva con la publicación de Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan de los Palotes, editada simultáneamente en Cuba por Ediciones Capiro y en España por El Arca/Grijalbo; la que resultó ganadora de uno de los premios La Rosa Blanca de 1997 que otorga la Seccción de Literatura Infantil de la UNEAC a los mejores libros para niños publicados en el período. Es, además, el único libro cubano incluído, en la década de los noventa, en la selección “The White Ravens”, donde la Biblioteca Internacional de la Juventud, con sede en Munich, incluye los mejores libros infantiles publicados en el mundo cada año. La bruja... se enmarca dentro de la literatura del absurdo; y cuando digo absurdo, no me estoy refiriendo a la categoría estética de negación existencial, sino en el sentido de la más estricta lógica infantil, la que, absurda a los ojos de los adultos, conduce a una interpretación diferente, pero válida, de la realidad; ello hace que las tan aparentemente alocadas situaciones que nos presenta el libro, sean del agrado de los pequeños lectores. Joel Franz utiliza una de las vías que Alexandra Issayeva, crítica y especialista rusa de literatura infantil, plantea como posibilidades para crear lo fantástico, y es en este caso, la intromisión de un elemento extraordinario en un mundo común, o sea: un ser mitológico en una realidad concreta, lo cual queda definido en la primera oración del libro: “Pues, esta era una bruja que vivía en La Habana”. Ello da pie para la sarta de situaciones que a partir de ahí pueden ocurrir, algunas de las cuales el escritor ha plasmado en el texto y de otras muchas que el lector imaginará. Conocedor de las características que debe reunir la buena literatura que pretenda establecer un vínculo de comunicación con el niño, Joel Franz, le echa mano a unas cuantas de ellas: un programa narrativo de acentuado dinamismo diegético dado por la secuencia ininterrumpida de situaciones dramáticas que nos presenta; imágenes de gran plasticidad y de fácil evocación en la imaginación infantil: "Habitualmente las brujas viven en comarcas brumosas, en una casucha perdida en lo intrincado de un bosque o en el sótano de un castillo en ruinas (...), la nuestra se fue al lugar más lúgubre que pudo encontrar en La Habana: un ruinoso caserón del siglo XVIII lleno de rincones mugrientos, donde las escaleras crujían, todos los días le caía una teja en la cabeza a un vecino, y pululaban las cucarachas, las arañas y las ratas sarnosas" (p.3). El lenguaje cuenta con la sencillez requerida para el caso, pero con el aprovechamiento de la riqueza de recursos fonético-semánticos utilizables en la literatura infantil. Señalo en este sentido el nombre mismo del personaje, Porfiria Xenobia Marieka, y el té-rrible que acostumbraba a tomar a las cinco de la tarde. Por último, me quiero referir, en este sentido, a los elementos humorísticos presentes en el libro, pues estos se encuentran, tanto en la esencia misma de la anécdota como en el tratamiento de los personajes y situaciones: 

La bruja isleña abrió los ojos como platos y dio un sorbito al té-rrible.
-¡Ahh! -exclamó con un escalofrío-. ¡Asqueroso! -¿Verdad? -comentó PXM, encantada-. ¡Sabía que iba a disgustarte! Pero acéptame una segunda taza: verás que el efecto es realmente re-pug-nan-te. -Con mucho disgusto -respondió Burbruja muy educadamente y extendió hacia su sobrina la abollada taza de plomo" (p.5). [...]

 En el panorama de la literatura infantil van quedando atrás las narraciones llanas, los lenguajes rectos, los textos simplones y los libros con una explícita función pragmática ideologizante que pautaron por tanto tiempo el quehacer de escritores, editores, libreros y promotores de esta isla. Enrique Pérez Díaz en su artículo "Literatura para niños: renovación y ruptura en los 90", publicado en La Gaceta de Cuba no. 3. Mayo/Junio de 1998, decía que: "El cambio de signo de la serie literaria cubana para niños aventura al lector y a la crítica por horizontes insospechados". En La Habana Vieja hay una bruja que lo ratifica. 

Luis Cabrera Delgado.
Miami. Cuatrogatos.org, octubre-diciembre 2000. 
www.geocities.com/cuatrogatos4/bruja.html Santa Clara (Cuba), revista Umbral, primavera 2003


Selección de respuestas enviadas por e-mail a los mensajes que me entregaron durante una gira por España los lectores de La tremenda bruja de La Habana Vieja.

Todas las cartas fueron muy interesantes, pero son muchas y no voy a contestarlas una por una en detalle. He escogido de cada una lo que me parece más original. Si falta alguien será porque se me extravió con tanto cambio de maletas o que no entendí bien el nombre.
 Pero a todos, incluso a los que no me entregaron una carta o un dibujo los recuerdo con cariño y esto va escrito para todos: María del Arco pregunta cómo son los personajes que no aparecen dibujados: Perfecto, Medusa, Florcita... Pues cada personaje del libro tiene la cara que tú les quieras poner. Cuando un escritor escribe un libro no lo sabe todo de sus personajes. Ellos parece como si llevaran su propia vida y a veces sorprenden al escritor. Yo no sé como son EXACTAMENTE ni Florcita ni su papá. Está claro que se parecen, pero Perfecto es más alto y, ahora que lo pienso, tiene bigote. Florcita es lindísima, eso es seguro, y no solo porque lo diga su tío Cristóbal, el de Colón, provincia de Matanzas. Y tiene que tener los ojos verdes, como todas las brujas. Pero no tiene el pelo rojo (y eso que dicen que las brujas son pelirrojas) porque ella es una niña cubana y en Cuba hay muy poca gente con el pelo rojo. Medusa, como las otras brujas, es muy fea, pero es menos vieja que PCM y está siempre muy inelegante, con sus mantones matones, sus joyas radiactivas y un maquillaje que la hace parecerse al monstruo de Frankestein. También me preguntas porqué los dibujos son blancos, verdes y negros. Eso es porque las tintas de color cuestan muy caras y para poder vender el libro a un precio más asequible la editorial usa un solo color. 
Como la colección se llama Tucán Verde, escogieron el verde. Pero el verde es un buen color para un libro de brujas (mucho peor hubiera sido si yo hubiera escrito un libro sobre el desierto, porque allí nada es verde, o sobre el planeta Marte, porque allí todo es rojo, o si la editorial hubiera tenido la idea de llamar a su colección Tucán Rosa, porque entonces un libro de terror, aunque sea de terror cómico, tendría que aparecer con dulces ilustraciones color bombón). A las brujas les gusta mucho el verde (por algo tienen, como ya dije, los ojos de ese color). Lo que no les he contado es que las brujas también tienen la lengua verdosa. 
Es por eso comen lápiz labial rojo tan a menudo como les gustaría a ustedes comer chocolate: para que la gente no se dé cuenta de que tienen la lengua verdosa y se enteren de que son brujas. Varios de ustedes hicieron dibujos muy bonitos. Inmaculada Guzmán, por ejemplo, le puso a sus dibujos los colores que no tiene el libro. Eso siempre se puede hacer. Cuando les guste un libro, dibujen los personajes y cámbien todo lo que no les gustó en los dibujos del libro o pongan en sus dibujos todo lo que les parece que faltó en el libro. Los lectores también son co-autores de los libros que leen.

Carmen Colmenero Ordoñez me hace una pregunta muy importante: ¿qué pelo tuvo Porfiria Centoya Mastuerza después del pelo de fuego? Pues no había pensado en eso, y está muy mal, porque un escritor debe pensar bien en lo que les sucede a sus personajes, que son como sus hijos, ya están en el mundo por decisión suya. Menos mal que ahí están los lectores para llamarnos a capítulo (esta expresión es muy rara, pregúntenle a sus maestros que significa). Ahora puedo decirles que después del pelo de fuego a PCM le quedó el cráneo muy caliente, así que cuando empezaron a salirle pelillos nuevamente (después de estar calva durante tres semanas y con cabeza de recluta durante dos meses, como dije en el libro), esos pelillos eran simplemente de hielo derretido; o sea: agua. De manera que la bruja de La Habana Vieja tenía que pasarse el día con la cabeza envuelta en una toalla que tenía que exprimir cada media hora. Por eso tardó tanto en tener pelo de nuevo, porque su nuevo pelo de agua acababa en el desagüe. Sin embargo, no olvidemos que nuestra bruja no tenía un pelo de tonta, ni era una bruja de medio pelo, ni se dejaba tomar el pelo, y prefería tener los pelos de punta a tener los pelos de agua. Así que PCM acabó por dar con una fórmula mágica muy antigua, poderosa y eficaz, inventada por la famosa bruja Greñuda Capilar Vellosa, más conocida como “la vieja Pelucona”, y acabó por salirle un pelo de juego... Como lo oyen: un pelo que hacía juego con todo: si hacía sol, tenía pelo de sudor, si hacía frío tenía pelo de escarcha, si iba a la playa, tenía pelo bronceado, si iba al cementerio, tenía pelo de luto y si iba al estadio tenía el pelo del color de su club favorito.
Como el pelo de PCM tomaba un aspecto acorde con lo que hacía o donde se hallaba, su pelo se volvió invisible. Por eso, las brujas malhabladas, deslenguadas y canallas como Medusa Bambolla y Felipoma la Bretera, alias Cara de Bache, andan diciendo por ahí que PCM acabó con pelo de nada, que se quedó calva, calvísima, como su bola de cristal. Carmen Velar Ortega (no sé si entendí bien tu primer apellido) me dice que le gustó mucho el libro porque podía imaginarse la acción que se desarrollaba. Eso es algo muy importante cuando uno escribe cuentos y novelas, pero no es nada fácil de conseguir. Para narrar bien es importante no usar demasiadas palabras raras, ni dar detalles que no hacen falta, ni andar dando sermones dentro de la historia. Uno de los elogios más grandes que se le puede hacer a un escritor es decirle que lo que escribe se puede ver con la imaginación. Eso es la literatura: palabras mágicas que encienden la imaginación del lector. Elena fue muy amable al decir que mi libro es uno de los mejores que ha leído “porque tiene mucha imaginación”. Dice que lo lee siempre antes de irse a dormir. Espero que ella no tenga demasiada imaginación porque si sueña con mis brujas va a sufrir pesadillas y al día siguiente va a parecer que estuvo con escarlatina, diarreas y anginas por la cara de bruja con que va a amanecer. 
Ana Isabel Colmenero y Belén fueron todavía más amables y escribieron que mi libro es el más interesante y el mejor que han leído. Me puse tan orgulloso que me inflé como un balón y tuve que ir al gimnasio a correr 20 kilómetros por día y hacer 200 abdominales por la mañana y 200 por la tarde hasta que que se me bajara la hinchazón. 
A Laura Barajas también le gustó mucho mi libro y ha hecho lo mejor que cabe hacer en ese caso: recomendárselo a sus mejores amigas. Yo cuando hago o veo algo bueno se lo recomiendo a otras personas. El bien compartido toca a más y es muy agradable poder conversar con los amigos sobre las cosas que uno prefiere. Alguna vez se ha dicho que leer es una actividad solitaria y hay hasta quienes pretenden que no es divertido. No les crean a esos, que a lo mejor tuvieron mala suerte y solo encontraron libros malos o equivocados. No hay nada más divertido que un libro divertido, y resulta super-hiper-mega-divertido si uno lo comparte con sus amigos. Uno puede leerse muchas veces la parte del libro que más le gustó, y encontrar esa parte es más fácil que en el vídeo. También es mejor darle a leer a tu amigo la parte más divertida de un libro que contarle el pedazo mejor de una película, porque tu amigo lo leerá con sus propios ojos, como lo leíste tú, en vez de oirlo con las palabras que tu encuentres para contar las imágenes que te gustaron en la peli, lo que nunca es igual que verla. Y cuando hayas compartido el libro que te gustó con varios amigos, puedes jugar a ese libro. Por ejemplo, ahora vosotros, los de quinto y sexto del colegio Pedro Poveda podéis decirle a cualquiera: ¡Que te parta un rayo! sin que sea una grosería, sino algo gracioso. Y el que no está en el secreto hasta podrá pensar que tú y la persona a quien le digas eso están peleados, cuando no es así, sino que que están acordándose de cómo se despedían las brujas en el libro. 
 Alba pregunta cómo se llama el primer libro que escribí. La verdad es que no estoy seguro, porque no estoy seguro de cual fue el primero (yo tenía entonces doce años, hace un montón de tiempo y no me acuerdo) y hasta me parece que aquel primer libro era tan primero que ni siquiera tenía título. Lo que sí te puedo decir es cómo se tituló el primer libro que publiqué (o sea, del que se hicieron muchos ejemplares en una imprenta, para venderlo en las librerías a miles de personas). Ese libro se llamó El secreto del colmillo colgante y se publicó en Cuba hace nada menos que ¡20 años! Ese libro les gustó a los chicos de aquella época tanto como os ha gustado a vosotros La tremenda bruja... Por eso estoy preparando ese libro para publicarlo de nuevo y ¡a ver si os gusta! No es un libro de brujas, sino de detectives: de niños detectives que deben investigar un misterioso robo y resolver un secuestro. 
María Rodríguez Huerta dice que le gustaría que yo la ponga en un libro, pero para eso tendría que conocerla muy bien. Los escritores solo ponemos en los libros a la gente que conocemos bien, y como a alguna gente no le gusta verse en los libros, sobre todo si le toca un personaje malvado o desagradable, los escritores tenemos que disimular. Lo mejor es inventar nuestros personajes, así no hay problemas... Pero les voy a contar un secreto: muchas veces, detrás de un personaje imaginario puede distinguirse la silueta de un personaje real: basta con mirar bien para darse cuenta... Pero de todas formas, los niños que voy conociendo en las charlas escolares aparecen de una manera especial en mis libros. Como yo voy aprendiendo cómo son, qué es lo que les gusta, qué entienden y qué les aburre, pues es como si estuvieran en el libro, ¡y en la posición más importante: al lado del escritor! 
 Alvaro Escudero dice que le gustaría ver dónde he nacido. Yo nací en un pueblo que se llama Cruces, en el centro de Cuba. No es un lugar demasiado bonito, ¡para qué voy a mentirles! Está medio abandonado mi pueblo y las casas se están cayendo de puro viejas (se está poniendo tan feo, que al final se van a mudar allí todas las brujas). Pero cada vez que vuelvo a Cruces (vaya nombrecito, ¿eh?) tengo la esperanza loca de encontrar algo que perdí cuando mis padres nos llevaron a mí y a mis hermanos para la capital de la provincia. Yo solo tenía cuatro años y medio (¡hace un montonzazo de tiempo!) y lo que perdí entonces a lo mejor explica porqué me hice escritor. Resulta que en Cruces teníamos una casa grande, con un patio de tierra y una iguana amaestrada, que comía en la mano de mi papá (una iguana es como un cocodrilo chiquito, por si no lo sabéis). También en el patio había un cuartito lleno de historietas y de juguetes. Pero cuando nos mudamos para la capital de la provincia, las historietas no cabían en nuestra nueva casa y se quedaron en el pueblo. Yo nunca olvidé aquellas historietas que tanto me gustaba leer, y pienso que es por eso que me hice escritor, ¡para que nunca más me puedan quitar las historias que me gustan! 
 Al igual que Pablo Rodríguez, Eduardo García Martínez dice que le gustaría ser escritor y que quiere conocer mi método para escribir cosas tan graciosas como las que les que hacen mis brujas; cosa que también me pide Alejando Pérez Miras. A lo mejor lo primero de mi método está en que me divertí mucho escribiendo esas cosas, pero eso no bastaría sin lo segundo del método: hay que trabajar mucho para que se te ocurran muchas cosas. A veces se me ocurrieron delante del ordenador, cuando ya estaba escribiendo, pero otras veces fue mientras dormía, mientras iba en autobús, mientras estaba comiendo, o con amigos, o dando una clase en la universidad... Un escritor trabaja siempre y en cualquier situación en que se encuentre. Por eso es muy importante tener a mano papel y bolígrafo para tomar apuntes. También uno debe estar prestando atención a cuanto pasa su alrededor o a lo que oye decir, pues eso alimenta la literatura. Unas veces uno toma las cosas muy parecidas a como suceden en la realidad, y ahí uno es escritor realista, y otras veces uno se inspira en esas cosas para volverlas al revés, o cambiarles detalles hasta convertirlas en cuentos humorísticos o fantásticos: esto es lo que yo hago más. Macarena Millán Cruz me cuenta que su profesor, Gregorio, lee muy bien y pone una voz distinta para cada personaje. A mí me hubiera gustado oír a Gregorio leyendo un capítulo de La tremenda bruja... Pero pienso que nada es mejor que leer uno mismo los libros, porque así uno puede detenerse donde quiere, y releer muchas veces la parte que más le gusta, o pasar rápido la parte que le aburre o le da miedo, y fijarse bien en las palabras más sabrosas o detenerse a mirar de cerca los dibujos... Gracias, Macarena, por desearme que me vaya bien en La Habana (para decirlo con las palabras de la bruja Chiripa Chapuza: “¡Que te descauarijingüe un relámpago retorcío, desgracia’o!”). 
En realidad ya hace tiempo que yo no vivo en La Habana (ahora vivo en un departamento en Buenos Aires). Pero voy de vez en cuando a La Habana y pienso que la próxima vez me irá tan bien como tú deseas; porque no solo las brujas tienen el poder de convertir en realidad sus deseos; ellas solo pueden conseguir que pasen cosas malas, mientras que los niños, cuando ponen el corazón en las cosas pueden ser muy mágicos. Paula me dice que le encantan los libros de brujas, que escriba más. Son muchos los chicos que me han pedido una segunda parte de La tremenda bruja de La Habana Vieja. Pues claro que la habrá: ya estoy escribiendo una aventura en la que Florcita tiene que ir a Escocia a buscar a PCM y deberá encontrarse con muchas brujas, algunas cómicas.... y otras peligrosas. Alvaro Ruiz me pregunta si en el próximo libro PCM y Perfecto Puro Dulce Bueno se hacen amigos y viven juntos. Pues... verás... no quiero adelantar mucho de lo que pasará en ese nuevo libro, pero sí puedo decirte que se harán amigos y que Perfecto y Florcita van a vivir en el apartamentucho del último piso ruinoso del edificio achacoso de la única calle verdaderamente siniestra de La Habana Vieja... 
 Antonio Romero me pide que no me canse de escribir libros y de inventar nombres. Yo creo que no me voy a cansar nunca de escribir porque es lo que más me gusta. Lo que pasa es que a veces no es fácil y uno tiene que pensar mucho para resolver algunos problemas que se presentan en la historia o en la manera de contarla. Ya lo de inventar nombres estrambóticos me resulta mucho más fácil. Se me ocurren así, como si nada y tengo tantos que algunos ni siquiera sé en qué libro podré usarlos. 
Rafa Cota Villa me ha echado un encantamiento de refuerzo para escribir más. Debe haber funcionado bien porque esta carta ha salido larguísima... Pero voy a aprovechar su encantamiento para seguir escribiendo el libro de la bruja buena de La Habana Vieja. Así tendréis que esperar menos tiempo para leerlo. Elena Araque me hizo una poesía muy graciosa (“Naranjas, naranjas, limones limones/que tengo un escritor, que vale millones”) para agradecerme lo mucho que se divirtió leyendo sobre mis brujas. Quiero que sepan que gracias a ustedes, a sus cartas tan simpáticas y al encuentro tan agradable que tuvimos, me puse a escribir como un loco al llegar a mi casa en Buenos Aires. Así que pronto tendrán nuevos libros míos... y espero les resulten tan divertidos e interesantes como La tremenda bruja de La Habana Vieja. Para terminar, solo me queda darles muchas desgracias por sus cartas y dibujos y desear que los parta un relámpago retorcí’o... o aunque sea que se pinchen con la punta de un lápiz bien afilado. 
 CariñBrujosamente, Joel Franz Rosell

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