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20/6/23

El camino de la ilustración y "El camino del monte"

ilustración original para tapa y contratapa de
El camino del monte


El camino del monte fue mi sexto libro como autor e ilustrador y el segundo de cuantos he publicado en mi país natal donde no solo el texto ha salido de mis manos. Era entonces mi más ambicioso proyecto en este campo, pero ciertas intervenciones en el diseño, y la impresión con tintas y papel de escasa calidad, hicieron que su edición me causara una dolorosa decepción.

           
                                   tapas de Taita Osongo: el camino del monte.
                                      Editorial Gente Nueva. La Habana, 2016

Que mi anterior trabajo de ilustración publicado en Cuba tuviera el mismo protagonista y similitudes en tema y ambiente es casual, pues entre ambos títulos había ilustrado otros cuatro para editoriales de España, Francia y Colombia. Por otra parte, si La leyenda de taita Osongo (Santa Clara, 2009) era una novela para adolescentes con solo un puñado de ilustraciones en blanco y negro, El camino del monte era un álbum ilustrado con imágenes a todo color y, casi siempre, a plena página. 
 
Lo cierto es que yo raramente doy por terminado un trabajo, sea de escritura o de ilustración. Veo la creación como un work-in-progress que con cada traducción o nueva edición relanza un ciclo. Así, para la versión francesa que publica en julio de 2023 La Lucarne des Ecrivains, no solo he pulido considerablemente el texto, sino que he retrabajado la mayor parte -y rehecho tres- de las ilustraciones, incluidas las de tapa.

ilustración de tapa y contratapa de 
Le chemin de la forét
La Lucarne des Ecrivains. París,  2023

... y cuatro ilustraciones interiores sin cambios:






Aunque he dibujado toda mi vida, solo me planteé seriamente la necesidad de ilustrar a fines de 2005, cuando me percaté de que no me gustaba lo que veía en el catálogo de la editorial que había de publicar mi próximo libro. Comprendí, por otra parte, que los dibujos pueden expresar cosas que el texto no dice. Así que eché mano a lo que mejor conocía para el color (la témpera o gouache, que erróneamente creí la más fácil de las técnicas) y emprendí un primer proyecto (impublicable) seguido de un segundo que plugo al editor. La reproducción en blanco y negro sobre un mal papel no auguraba nada bueno... para unos originales que ya tenían sus propios defectos.

Pero así comenzó mi carrera de ilustrador. 





Hontzak kontatu zidan (Desclée. Bilbao, 2006), es la traducción al euskera de mi cuaderno de cuentos ecológicos La lechuza me contó (Editorial Progreso México, 2004), versión ampliada y corregida, a su vez, de mi segundo libro publicado (De los primeros lejanos tiempos, la lechuza me contó. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1987). Fue pues en esta tercera ocasión que añadí a mi prosa el producto de mis pinceles. 

                              


Por la presencia de personajes humanos y por el carácter más realista del texto, mi segundo trabajo de ilustración resultó claramente naif. Tanto por circunstancias editoriales como por exigencias de mi joven carrera de ilustrador, La canción del castillo de arena tuvo dos versiones en el mismo año: la primera en francés (febrero de 2007) y la segunda, siete meses después, que publicó en  castellano y euskera la editorial A Fortiori. Fue un trabajo mucho más complejo puesto que ya no se trataba de dotar ocho cuentos de su respectiva ilustración sino de concebir un álbum ilustrado completo, donde el texto se inserta, las más de las veces, dentro de una ilustración que cubre la doble página.

La chanson du chàteau de sable
Ibis Rouge. Cayenne, febrero de 2007

La canción del castillo de arena
A Fortiori. Bilbao, septiembre de 2007

edición en euskera
A Fortiori, 2007

Inmediatamente después ilustré mi cuento "¡Quiero otro!",  hasta hoy inédito en castellano. Beste bat, nahi dut! (A Fortiori. Bilbao, 2008) es un álbum ilustrado que no demuestra un gran avance en mi técnica. No obstante, me permitió confirmar que el acrílico se adecua más a mis posibilidades artísticas y al universo cromático que deseo para mis libros (albumes ilustrados o no) y, sobre todo, me dio la ocasión de explorar la posibilidad que tienen los dibujos de contar algo que no está en el texto. Sin habérmelo propuesto desde el comienzo, permití a un personaje en principio puramente decorativo vivir una aventura paralela a la del protagonista; enriqueciéndola sin pronunciar palabra. La estética se aparta levemente del realismo naif del  álbum precedente, gracias a un recurso gráfico que en lo adelante utilizaré bastante sistemáticamente.



Aunque tampoco implica un gran avance en mi capacidad técnica y expresiva, Había una vez un espantapájaros (Libros & Libros. Bogotá, 2015) destaca por ser el primer, y hasta ahora único, libro que he ilustrado para un editor sudamericano (tras un proyecto con la editorial venezolana El perro y la rana que nunca salió de imprenta). Al ser un libro para pequeños, con el uso imperativo de pictogramas, procuré sencillez, grandes espacios de color puro o completamente blancos y líneas curvas bien definidas.

Había una vez un espantapájaros
Bogotá, 2015


Las mencionadas curvas dominan las ilustraciones interiores de la primera edición cubana de La leyenda de taita Osongo, cuyo protagonista es el mismo de El camino del monte sin que se trate de una continuación (los hechos que narra el album cubren los años, a mitad de la novela, en que nada se sabe del héroe). Tampoco esta vez el público es adolescente sino niños que solo años después habrían de descrubrir una historia, más densa y compleja, que escribí y comencé a publicar décadas antes. 

tapa de la primera edición cubana de La leyenda de Taita Osongo
Editorial Capiro. Santa Clara, 2009

Conociendo las limitadas posibilidades de las ediciones territorialeses cubanas, que trabajan básicamente con imprentas ligeras Risograph, y con papel y tintas de baja calidad, así como los eventuales problemas en la trasmisión de los ficheros numéricos de mi trabajo, decidí simplificar al máximo las que debían ser mis primeras ilustraciones para un público adolescente y destinadas a ser impresas en blanco y negro. Hice cada dibujo en el mismo formato que el futuro libro, utilizando acrílicos de color gris de payne y blanco de titanio que mezclé cuando necesitaba  matices y contrastes.

Mi inexperiencia, falta de técnica (¿y de talento?) se reflejan en algunas ilustraciones y, sobre todo, en la tapa. No fue la única razón por la que, seis años más tarde, cuando fui solicitado para una nueva edición francesa, decidi retocar las ilustraciones más logradas y rehacer completamente las que me parecían fallidas. 



La leyenda de taita Osongo (París, 2004; México, 2009; Brasil, 2007; Cuba, 2009 y 2015, etc) es mi libro más ambicioso, el más comprometido con la historia de mi familia y de mi país, y el que aborda temáticas más serias (racismo, lucha por la libertad y la igualdad, esclavitud de los africanos en las colonias europeas de tres continentes). Aunque solo algunos atentos lectores cubanos lo perciban, el texto rinde homenaje a grandes figuras de la literatura cubana como Nicolás Guillén, Onelio Jorge Cardoso y Lino Novás Calvo. Deseoso de reflejar mi deuda con otras ramas de nuestra cultura, en particular la plástica, busqué inspiración en la mayor figura de la plástica afrocubana: Wifredo Lam.

La ilustración de tapa parte del maravilloso cuadro de Lam, La jungla, y en varias ilustraciones interiores intento recrear elementos centrales o marginales de otras de sus pinturas, grabados y dibujos (en la medida de mis modestas aptitudes).

La Jungla, de Wifredo Lam
Museo de Arte Moderno de Nueva York

                  ilustración de tapa y contratapa para la edición francesa de 2017
 
             

                 
Cuatro de las ilustraciones creadas para 
La légenda de Taïta Osongo
Editions Orphie. Saint-Denis de la Réunion, 2017


Lo que sigue es una muestra de cómo construyo una ilustración. Este estudio, no incluido en libro alguno, se detiene antes de la etapa final: los colores imprecisos y su tratamiento en "modo acuarela" lo evidencian.





La ilustración es un elemento indispensable al libro infantil contemporáneo y no solo en el proceso de creación y de su lectura, sino en términos de comunicación. 

De hecho, fue en el Festival del libro de Cherburgo (Francia, 2001), mucho antes de que comenzase a dibujar sistemáticamente y aún más a proponer mis ilustraciones a editor alguno, que me percaté de la atención que los visitantes de un salón o feria (niños y adultos) prestan a un autor que dibuja sus dedicatorias. El proceso creativo de una ilustración puede ser demostrado en unos minutos, algo que resulta imposible en el caso de la escritura literaria. 


Dibujando la dedicatoria ilustrada de uno de mis libros en el Salón del libro de París (2007)
 
En la Feria Internacional del Libro de Salónica (Grecia, 2008)
utilicé dibujos para mejorar la comunicación con alumnos del liceo francés
de la citada ciudad que dominaban mal la lengua de Molière. Yo, por mi parte, soy incapaz de enunciar la más elemental frase en la lengua de Homero... o de Cavafis, que está mucho más cerca de lo que realmente se habla en la república helénica.
 
Dedicando un álbum en el Salón del libro de Firminy
2012

A veces ocupo una espera haciendo dibujitos... como en este restaurante parisino donde esbocé a Taita Osongo en una servilleta.







También yo tengo mis "objetos derivados". Algunos son meros ejercicios (como los imanes que adornan mi refrigerador) y otros, regalos destinados a mis amigos. Pero no falta algunos que me ha acompañado a ferias del libro y eventos similares... y terminan en manos de quienes han comprado (¡o no!) uno de mis libros.





Yo comencé contando historias sin texto que a lo que más se parecían es a tiras cómicas. Tendría yo unos diez años cuando comencé a dibujar en el cuaderno de Matemáticas las aventuras de Super Pecho. Eran simples historias de batallas de un superhéroe bastante parecido a Superman donde las únicas letras servían para expresar los ruidos de puñetazos, explosiones, insultos o amenazas de los estereotipados personales. 

Así era Super Pecho (reconstruido de memoria)


No obstante, poco más de un año después escribí mi primer cuento y casi enseguida mi primera novela (inspirada a la vez por las novelas de niños detectives de Enid Blyton y por la película de Yves Robert La guerra de los botones.

tapa de mi primera novelita, terminada en noviembre de 1967
(el número 2 no indica el lugar que ocupó en mi producción temprana sino el que acabó correspondiéndole en una serie que llegó a la veintena de títulos)


Tanto aquel cuento, que perdí, como aquella novela, que conservo, estaban acompañadas de dibujos. 

Así que mi carrera de ilustrador era algo que debía continuar un día...

De hecho, mi primera publicación, con 19 años, fue un dibujo humorístico incluido en el semanario Melaíto, de Santa Clara, Cuba.
Solo un mes más tarde, el mismo tabloide publicó mi primer texto (sin dibujo).




6/3/22

UN CUENTO DE GUERRA


Este cuento de guerra no habla de la agresión rusa a Ucrania, pero habla de una guerra provocada por el delirio de grandeza de un gobernante sin escrúpulos, capaz de mentir y poner en riesgo a su propio pueblo con tal de satisfacer su megalomanía.

Los aventureros de la cometa
Editorial Panamericana
Bogotá, 2020
ilustraciones de Jaime Troncoso
https://www.panamericana.com.co/los-aventureros-de-la-cometa-589294/p


LOS AVENTUREROS DE LA COMETA es mi más reciente libro latinoamericano... pero no es tan reciente si miramos bien. La primera versión de este libro apareció en 1996 con el título de "Las aventuras de Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes" en la editorial El Arca (Barcelona) o "Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan de los Palotes" en la editorial Capiro (Santa Clara, Cuba). Dos años después se publicó en francés y bastante más tarde en Argentina.


La Biblioteca Internacional de la Juventud (con sede en Munich, Alemania) escogió esta novela fantástica como uno de los mejores libros infantiles publicados en el mundo. Varios críticos de diversos países también lo han elogiado y, personalmente, lo creo uno de mis mejores libros.




He aquí un fragmento del capítulo-cuento número seis, que comienza con una extraña carta del soberano de los protagonistas:







      

 

PAIS REINO PUEBLO                   

Día cuarto del quinto mes del sexto año.

 

 

Sres. Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes.

Almirantes del Aire, Condes de la Cometa, Marqueses del Barrilete, Duques del 

 Volantín y futuros Príncipes del Papalote.    

En algún lugar del cielo                        

Distantes súbditos:

Bien podéis imaginar que solo una grave circunstancia puede hacer a un REY olvidar un agravio (aún carezco de un campo de golf digno de mi regia persona), pero por encima de los sentimientos y orgullos del MONARCA están los intereses de su ESTADO (hasta el punto de que, incluso si tuviera dónde, faltaríanme ánimos y tiempo para recrearme con los placeres del juego).

Vayamos, sin más dilación, a los hechos: ¡NUESTRO AMADO REINO CORRE MORTAL PELIGRO! Mi CORONADA CABEZA sufre preocupación y desasosiego, y lo comparte con sus súbditos, ante la actitud amenazante del Gran Imperio Ote.

En nombre de vuestro amor a la TIERRA NATAL y ejerciendo mi autoridad como SOBERANO, os convoco.

No tardéis.  LA PATRIA os necesita.

 

Don Cacho Quinto

REY POR LA GRACIA DE DIOS Y DEL PUEBLO     

 

 

–¿Peligro mortal!

–¡El Gran Imperio Ote?

Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes quedaron tan impresionados por la carta que descuidaron el pilotaje y la cometa fue atrapada por un remolino.

Todo el que ha empinado cometas, barriletes, papalotes o volantines sabe lo complicado que resulta sacarlos de un mal viento. Imagínate entonces lo que sucede cuando uno está en la cometa caída en desgracia.

Ante la gravedad de la situación, Perico tuvo que saltar por  la borda y, colgando en el vacío, luchó con los frenillos. Rosa, por su parte, redujo el peso de la cometa tirando muebles y cacerolas, y después se empeñó en destrenzar la cola. La frágil embarcación aérea dejó de volar en círculos y de dar peligrosas zambullidas en el aire, pero todavía tuvieron que faenar un buen rato antes de ponerla sobre una brisa segura.

–¿Qué rumbo llevamos? –preguntó Perico en cuanto pudo trepar a bordo.

–El rumbo del País Reino Pueblo, naturalmente.

Entonces pudieron releer la chiringa real, pero no sacaron nada en limpio. El rey no adelantaba el menor detalle sobre la repentina amenaza del Gran Imperio Ote.

La última vez que los imperiotanos habían invadido a su minúsculo vecino fue durante el reinado del belicoso emperador Macro Altonio el Malversador (el mismo que, sin ser poeta, había escrito el larguísimo Himno Imperial, cuyo verso más conocido es aquel que dice: "Imperio tan Extenso, ¡oh, Brújula del Universo!"). Pero de eso hacía veinte años y desde entonces las dos naciones habían mantenido relaciones normales. Lo cierto es que a los imperiotanos les gustaba tanto tragar territorios ajenos como saborear las miniaturas de chocolate que eran una exclusividad del País Reino Pueblo. Y  como el gigantismo con que se hacía todo en el Gran Imperio Ote, resultó funesto para la producción de miniaturas de chocolate, a los tres meses de ocupación, ambos países firmaron el Tratado de Quitaypón, que garantizaba la independencia del País Reino Pueblo y devolvió el trono a la dinastía Pulgar y al rey Cacho Tercero–Cuarto.

 

La casa voladora surcaba hacía dos semanas el cielo del Gran Imperio Ote. Asomados por la borda, Perico en las mañanas y Rosa por las tardes, pasaron todo ese tiempo tratando de descubrir algún indicio de preparativos bélicos, pero nada detectaron.

Caía la tarde de un jueves claro, cuando avistaron en el horizonte una masa multicolor que flotaba a respetable altura: ¡era el Barrio Aéreo del País Reino Pueblo! El lugar que con su trabajo en la Real Fábrica de Arquitecturas Volantes, habían fundado Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes.

–Siento un bulto aquí, en el fondo de la garganta –dijo ella.

–Yo también, pero lo mío es en el comienzo del estómago.

–Es como una alegría asustada.

–Eso –concluyó él–: unas ganas de reír y llorar al mismo tiempo.

Era la emoción del regreso al terruño.

Cuando estuvieron más cerca comprobaron que el Barrio Aéreo había crecido mucho. Eran tantos los cometas, papalotes, barriletes y volantines que las cuerdas que los ataban al suelo formaban una barrera impenetrable y la sombra que proyectaban era espesa como nubes de tormenta.

Rosa y Perico se miraron. Todavía no habían descubierto en qué consistía la amenaza del Gran Imperio Ote, pero tuvieron la certeza de que problemas no faltaban en el País Reino Pueblo.

 

 


 II. La ciudad abandonada

 

Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes fueron recibidos con una fiesta de pompa y alegría desaforadas. El colorido, de por sí chillón, de los cometas, barriletes, papalotes y volantines había sido reforzado con lentejuelas y pegatinas; serpentinas con los colores del reino tendían ligeros puentes entre las diversas "obras de arquitectura volante" y verdaderas trombas de confeti caían sobre los recién llegados. Hasta algunos fuegos artificiales (lanzados con extrema prudencia) celebraron el arribo de los que, por todas partes, carteles y banderolas calificaban como "BENEFACTORES DEL REINO" y "SALVADORES DE LA PATRIA".

Rosa y Perico fueron conducidos hasta el nuevo Palacio Real Volante, que ocupaba los cuatrocientos metros cuadrados de papel de china de la mayor cometa que haya existido jamás.

–¿Qué os parece, mis entrañables súbditos? –preguntó don Cacho Quinto, que había salido a recibirlos a la escalinata de papier maché–. ¿No es éste un palacio digno de la dinastía Pulgar?

–Me parece que debe necesitar demasiado viento para mantenerse a flote –consideró Rosa.

–Y ha de proyectar una sombra enorme –estimó Perico.

Sus observaciones levantaron un rumor de inquietud entre los cortesanos. Por razones que sabrás más adelante, las palabras ‘viento’ y ‘sombra’ habían adquirido matices subversivos. El Canciller intentó disimular las críticas de  Rosa y Perico.

–Indudablemente el nuevo palacio real no tendría defectos si hubiera sido diseñado por vosotros, Exquisitos Arquitectos de su Alteza Real.

Perico iba a responder que ellos nunca hubiesen construido semejante disparate volante, pero Rosa se lo impidió con un oportuno pisotón, al tiempo que decía:

–Su Majestad nos mandó venir porque un gran peligro amenaza al País Reino Pueblo. Estamos ansiosos por saber de qué se trata.

A un gesto del rey, los cortesanos se retiraron. En la sala del trono sólo quedaron el Canciller, el Ministro de Defensa y el Consejero Real para la Industria y el Comercio. Don Cacho Quinto se sentó y los demás lo imitaron.

–Nuestros envidiosos vecinos del Gran Imperio Ote no soportan que el País Reino Pueblo crezca hacia arriba –comenzó a explicar el Canciller.

–Han declarado materiales estratégicos el papel de china, el hilo grueso y las cañas imprescindibles para la construcción de arquitecturas volantes –precisó el Consejero Real para la Industria y el Comercio–, y como el Tratado de Quitaypón nos prohibe...

–¡Preparan secretamente la guerra! –intervino, iracundo, el Ministro de Defensa.

El rey abrió los brazos y declaró con serenidad grave, algo nerviosa:

–El bienestar de mi pueblo está amenazado.

Rosa y Perico se consultaron con la mirada. Tras una pausa preguntaron qué era lo que se esperaba de ellos.

–Necesitamos un medio capaz de protegernos de los imperiotanos –explicó el Canciller.

–Un medio persuasivo –precisó el Consejero Real para la Industria y el Comercio

–¡Que los haga bajar la cabeza y renunciar de una vez a decidir lo que podemos hacer o no! –chilló el Ministro de Defensa.

 Rosa y Perico volvieron a mirarse, preocupados.

–¿Qué medio sería ese?

–Un arma.

–¡Un arma invencible!

–Os hemos llamado –declaró Cacho Quinto con los ojos brillantes como las piedras de su corona– para que construyáis una poderosa escuadra de cometas de combate.

 

 

Rosa y Perico pidieron veinticuatro horas para reflexionar. Una escolta regiamente uniformada los condujo hasta el alojamiento que el Canciller les había preparado.

–Aquí podrán descansar sin miedo a ser molestados –informó el jefe de la escolta–. Mis hombres y yo respondemos de ello.

El Pabellón de Visitantes Ilustres era una casa-cometa del más fino papel de China, con varetas de palisandro y paredes de papel pintado; las ventanas eran de papel de celofán y el suelo estaba cubierto por un espeso tapiz de papel crepé bordado con hilos de papel de plata.

–Esto es una jaula de oro, Perico.

–Lo mismo pienso, Rosa. Y temo, además, que nos estén ocultando cosas.

No tuvieron tiempo para más conjeturas: una chiringa mensajera acababa de colarse por el balcón con una graciosa pirueta. Estaba hecha con la portadilla de un libro en cuyo centro se podía leer:

VER EL BOSQUE Y NO VER LOS ÁRBOLES

–¡Es un mensaje en clave! –dedujo Rosa.

Una hora más tarde, otra chiringa se coló por una ventana. Estaba hecha con la portadilla de otro libro donde se leía:

PEDIR PERAS AL OLMO

–Hay alguien verdaderamente interesado en explicarnos lo que sucede en el País Reino Pueblo –concluyó Perico.

–¿Tienes alguna sospecha?

–Sí, y vamos a ir en busca de nuestro anónimo mensajero.

–¿Cómo podremos hacerlo? Ya has visto que estamos aislados en esta cometa de lujo.

–Mientras haya brisa y una cuerda vegetal, Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes tienen por donde escapar...

Caía la noche cuando lo tuvieron todo listo: el paracaídas improvisado con el tapiz de papel crepé debía proporcionarle a Rosa un apacible descenso, mientras la gruesa capa de cebo aplicada por Perico a su cinturón le permitiría deslizarse por la cuerda que ataba a tierra firme el Pabellón de Visitantes Ilustres.

Se despidieron en la cola de la cometa.

–Tengo miedo –confesó Rosa– ... por ti.

–Soy yo quien teme que pueda ocurrirte algo malo –contestó Perico.

–Entonces todo irá bien –aseguró la muchacha–. Si pensamos el uno en el otro, todo irá bien.

–Nos encontramos en el centro del pueblo.

Rosa planeó lentamente, poniendo toda su atención en evitar las cuerdas que ataban las numerosas cometas, papalotes, barriletes y volantines. Perico, por su parte, tenía que frenar a todo momento su descenso para evitar que el roce le calentara demasiado el cinturón. Fue un trayecto penoso, pero instructivo para ambos.

El Barrio Aéreo se componía de "calles" dispuestas en tres niveles. El nivel alto lo formaban las gigantescas cometas de lujo en las que reposaban el palacio real, las mansiones de los grandes funcionarios y las de los comerciantes ricos; todas con jardines, piscinas y garajes para las pequeñas cometas de transporte, último modelo.

El nivel intermedio lo formaban los amplios barriletes, papalotes y volantines en los que se hallaban los teatros, restaurantes y oficinas, así como las extrañas cometas y barriletes de apartamentos en que vivía la clase media.

En el tercer nivel sólo había pequeñas y anticuadas casitas voladoras, pues las mejores brisas las consumían las pretensiosas “arquitecturas volantes” de los niveles superiores. De todas formas, hasta allí llegaba tan poco sol que para nada habrían servido jardines y piscinas.

Cuando tocaron tierra, Rosa y Perico se hallaban en extremos opuestos del pequeño reino. Los dos se pusieron inmediatamente en camino hacia el lugar de la cita, descubriendo con sorpresa que no les resultaba fácil orientarse.

¡El País Reino Pueblo había cambiado tanto...! En lugar de las casitas apretujadas y multicolores que tan bien conocían, ahora no había más que almacenes de cacao y papel de china, depósitos de cordeles y cañas, fábricas de chocolates en miniatura y cometas gigantes...

Por todas partes reinaban la oscuridad y el moho. Pero lo más sorprendente fue que no se cruzaron con un solo ser vivo en todo el trayecto desde los límites del pueblo (que eran los del reino) hasta el centro, donde se alzaban sus únicos dos árboles. El olmo y el peral permanecían juntos como siempre; pero a pesar de no ser invierno, en sus copas sólo había unas pocas hojas amarillentas.

–¿Viste a alguien? –preguntó Rosa en cuanto se reunió con Perico.

–¡Ni siquiera gatos vagabundos, perros callejeros o gorriones! –respondió él–. Parece una ciudad abandonada.

–Es que es una ciudad abandonada –precisó una voz cavernosa. 


III. El arma secreta

 

El que había hablado se hallaba sentado entre el olmo y el peral. Su ropa, su piel y sus cabellos tenían el mismo color de polvo y hojas muertas que dominaba el pueblo. De no ser por el brillo de sus ojos, mal hubieran podido distinguirlo del montón de libros mohosos sobre los que se hallaba sentado.

–¡El filósofo del reino! –exclamaron Rosa y Perico.

–Ex filósofo del reino –corrigió el hombre–. Ahora simplemente soy el Sereno de la Nación. Sólo yo vivo aquí abajo. Los demás vienen únicamente durante el día, a trabajar en las fábricas y depósitos, y a las cinco de la tarde se produce la estampida hacia las alturas. En el País Reino Pueblo nadie más tiene los pies en la tierra; todos duermen con la cabeza en las nubes y sueñan con poseer un castillo en el aire.

–¿Fue usted quien nos mandó las dos chiringas mensajeras! –afirmó, más que preguntó, Rosa.

–¿Puede contarnos lo que verdaderamente está pasando! –suplicó, más que interrogó, Perico.

El ex filósofo del reino resumió lo acontecido desde que ellos abandonaran el pequeño país. Todo había ocurrido tan rápidamente que nadie se dio cuenta de hacia donde iban, y después les resultó imposible dar marcha atrás.

–Siempre nos había gustado vivir codo a codo y lo superfluo era mirado con indiferencia, pero de repente todos quisieron tener más espacio, todos quisieron ascender. Ganamos altura, pero perdimos el cielo. Basta dar una mirada en torno para ver lo que ha sido de nuestra tierra desde que las “obras de arquitectura volante” le quitan el sol.

–¡Esto no puede seguir así! –decidió Perico–. Pero antes tendremos que ocuparnos del conflicto con el Gran Imperio Ote.

–No sé de ningún peligro o amenaza que venga de afuera: nuestro enemigo somos nosotros mismos –apuntó filosóficamente el ex filósofo del reino–. Pero si hablas del motivo por el cual les han hecho venir, sólo se me ocurre pensar en el proyecto de Su Majestad de utilizar la fuerza aérea para recuperar la grandeza perdida de la dinastía Pulgar.

–Entonces ¿no es para proteger al País Reino Pueblo que nos han convocado? –se asombró Rosa–. ¿Las cometas de combate no se usarán como arma defensiva?

El ex filósofo  soltó su célebre risita sarcástica.

–Arma defensiva... arma ofensiva... ¡El mismo perro con distinto collar!

Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes estaban confundidos. Se sentían atrapados entre falsas mentiras y aparentes verdades. Necesitaban consejo, pero el único que podría darles uno se negaba tozudamente.

–Dar un consejo es lo mismo que tomar la decisión que corresponde a otro. Y decidir en nombre de los demás es la causa de todos los males del siglo.

–Pero ¿a qué le teme? –exclamó Rosa–. Usted es un sabio.

–¡Tonterías! Un filósofo no es un sabio. La filosofía sirve para explicar cómo le parece a uno que funciona el mundo y no para decir qué hay que hacer para que el mundo funcione bien.

Y con esas palabras les dio la espalda. Volvió a sentarse entre los libros apilados bajo los dos árboles del reino y arrancó una página para confeccionar una pajarita de papel. Parecía haberse olvidado completamente de sus visitantes y se puso a canturrear:

Al hombre de seso gordo

que ve el bosque sin ver los árboles,

peras tomadas de un olmo

tendremos que recetarle...

 

De regreso al Pabellón de Visitantes Ilustres, Rosa y Perico se pusieron a trabajar febrilmente. Le habían encontrado un sentido a la coplilla del filósofo y estaban dispuestos a cumplir con lo que creían su deber... al precio que fuera necesario.

Al día siguiente, los planos estaban listos y entregados al Ministro de Industria y Comercio y al Secretario de Defensa, encargados de su ejecución.

–Lo que estamos haciendo es muy peligroso –dijo Rosa, abrazando a Perico–. Creo que no me atrevería si no estuviéramos juntos.

–También el filósofo está con nosotros, aunque no haya querido decirlo claramente.

–Pedir lo imposible –murmuró Rosa–: es decir, que tú y yo nos convirtamos en traidores y que el enemigo disponga de un arma capaz de salvar al País Reino Pueblo.

–Nos esperan momentos difíciles –suspiró Perico–. Pero algún día se comprenderá que fuimos olmos dando fruta y no perales que parieron estériles hojas.

Con la rapidez y discreción que correspondía a la creación de un arma secreta, se realizaron modificaciones a la más rápida cometa de transporte existente, y en su cola prendieron cuatro enormes cuchillas, especialmente forjadas por el herrero del reino.

El rey Cacho Quinto y sus ministros habían invitado a los cortesanos importantes a presenciar el vuelo de prueba, pero como no había lugar para un polígono secreto, y como en el País Reino Pueblo todo acaba por saberse, muchos fueron los que se levantaron aquella madrugada para escudriñar por los visillos el histórico acontecimiento.

El rey dio personalmente la orden de empinar la cometa tripulada por Perico de los Palotes y Rosa de los Vientos. Hábilmente, los muchachos la colocaron sobre una brisa y evolucionaron con precisión y donaire, arrancando gritos de entusiasmo a la selecta concurrencia.

Cuando ya parecía que la experiencia iba a concluir, la cometa de combate hizo un giro inesperado y segó con las cuchillas de su cola la cuerda que sostenía el Pabellón de Visitantes Ilustres, la del Campo de Marte y la suya propia. Las dos gigantescas cometas oficiales se fueron a pique, mientras la que tripulaban Rosa y Perico, libre de toda sujeción, volaba hacia la frontera, ¡ay!, tan cercana.

El Secretario de Defensa fue el primero en comprender que no se trataba de un accidente, sino de una demostración de fuerza del arma terrible que Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes estaban llevándose a territorio enemigo.

El rey no tardó en comprenderlo también y con aquellas “arquitecturas volantes” vio hundirse sus sueños de grandeza y la esperanza de tener su ansiado coto de caza en los bosques situados al otro lado de la frontera con el Gran Imperio Ote.

 *  *  *

 












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