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18/6/23

CUBA EN DOS NOVELAS. FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2023

Tras seis años de ausencia, volví en mayo de 2023 a la Feria del Libro de Madrid. 

En los stands de las editoriales Verbum y Premium presenté mis dos novelas de ambiente cubano más realistas; respectivamente MI TESORO TE ESPERA EN CUBA y LA ISLA DE LAS ALUCINACIONES.




https://editorialpremium.es/tienda/la-isla-de-las-alucinaciones/
                       

            


En realidad, ambas novelas deberían estar juntas en el mismo catálogo editorial, puesto que tienen idénticos protagonistas (Paloma, una niña española que viaja a Cuba y los amigos que allí hace), época (contemporánea), objetivo (explicar a adolescentes extranjeros las contradicciones de mi país natal entre fines de los años 1990 y hoy), forma (novela de aventura de pandilla, de meollo detectivesco y fondo geográfico y socio-político). 

Pero la vida editorial es a veces muy complicada y quien desee conocer ambas historias tendrá que moverse de la madrileña editorial Verbum a la sevillana Premium. En fin de cuentas, ambas están en España y cuentan con distribución nacional y tienda electrónica que facilita la adquisición de ambas obras, en formato virtual o impresas en buen papel, desde cualquier sitio del mundo... por no hablar de los numerosos mecanismos de venta por Internet de las principales librerías hispánicas.

MI TESORO TE ESPERA EN CUBA

Estrené Mi tesoro te espera en Cuba en su versión francesa, en el año 2000. Si no me equivoco, comencé a escribirla poco después de mi llegada a Brasil, cuando comenzó a hacérseme evidente que no iba a poder volver a mi país natal tan fácilmente como se me había dicho. Sin que pueda identificarme con uno de los protatonistas de la novela, un viejo emigrante español que debió abandonar amor y fortuna al triunfo de la revolución castrista, su trágico destino fue uno de los motores de la historia... junto a la visible incomprensión de la realidad cubana que encontré en la mayoría de los extranjeros que me hablaban de Cuba. 

versiones francesas, argentina y españolas de 
Mi tesoro te espera en Cuba

Paloma, sobrina biznieta del citado español, llega a Cuba invitada por una tía que trabaja en la construcción de un hotel en Varadero. Tras disfrutar durante unos días del famoso balneario, la chica viaja con su amigo Jorge al interior, y descubre la difícil realidad que viven los cubanos. Es también entonces que comienza realmente la búsqueda del tesoro que da título a la novela.

La edición francesa obtuvo uno de los premios más hermosos de mi carrera: el que le dieron los niños de 29 escuelas del norte de Francia, organizados en eficaz jurado del Festival del Libro de Cherburgo, en 2001. Al año siguiente la novela se publicó en Argentina y en 2008 tuvo una primera edición española. 

Pese al tiempo transcurrido, cuando preparé el texto para su reaparición este año, me percaté de que la trama se ajustaba a la situación actual en Cuba, tan distinta y paradójicamente sejemante a la de fines de los 90 (escasez, apagones, diferencias económicas, manipulación ideológica). 

Seguramente los diez años durante los cuales trabajé el manuscrito me hicieron centrarme en los aspectos esenciales de una realidad que solo cambiaba en la superficie.

En algún momento del proceso editorial se sustituyó el proyecto de tapa que había recibido mi aprobación (a base de la ilustración que realicé, como las interiores, a ese efecto) por una versión "pasteurizada" por un robot. Nadie me explicó el porqué, pero temo que la fascinación que ejerce actualmente la llamada Inteligencia Artificial nos imponga más ingerencias de este tipo. Los matices e intenciones, perfectamente justificadas por la trama, que quise aportar a la tapa quedaron anuladas por la frialdad "perfeccionista" de un filtro numérico. 

                            


en la caseta de la editorial Verbum en la Feria del Libro de Madrid

LA ISLA DE LAS ALUCINACIONES

También pasaron diez años entre el momento en que comencé a escribir La Isla de las Alucinaciones y el momento en que el jurado del Premio Avelino Hernández de Novela Juvenil anunció, en Soria, que le concedía el premio de su quinta convocatoria. 

Supongo que una larga maduración es el destino de las novelas para adolescentes que abordan una cuestión política... que no concierne el país donde habrán de ser publicadas. El caso es que durante aquellos diez años la propuse a varias editoriales de América Latina, España y Francia, y la presenté a dos o tres premios literarios, antes de conseguir el veredicto unánime que la condujo a su impresión en agosto de 2017.

Los mismos héroes de Mi tesoro te espera en Cuba: la española Paloma y el cubano Jorge (ambos de unos doce años) se encuentran esta vez en La Habana con motivo del matrimonio entre la tía de la primera y el padre del segundo. Pero la historia se aleja de la mitad occidental de la isla, donde se desarrolló la primera historia, para ubicarse en un imaginario poblado de la costa norte-oriental cercano al enigmático lugar que da nombre a la novela. Esta Isla de las Alucinaciones (al margen de otras sugerencias) debe su nombre a ciertas peculiaridades geográficas y, sobre todo, al hecho de haber sido utilizada en el tráfico de mano de obra china, en el siglo XIX, y a otro turbio tráfico internacional... que prefiero no anticipar.



firmando mi primer ejemplar de La Isla de las Alucinaciones
en la caseta de Premium


Cuando comencé a organizar mi visita a la Feria del libro, contaba presentar también mi segundo libro del año: Dani y el dinosaurio (Edebé), pero ese cuento para pequeños pertenece al plan de otoño de la editorial barcelonesa. Así que en la feria madrileña de 2023 presenté únicamente mis más recientes novelas de ambiente cubano editadas en España.





16/2/23

La última cuerda de un olvidado violín

 

La última cuerda de un olvidado violín

No sé cómo la distinguí en la densa penumbra invernal: un estuche negro que, abierto y vacío, dejaba ver su maltratado revestimiento escarlata. Contuvo alguna vez un instrumento musical; un clarinete con toda probabilidad. Ni le hubiese dedicado dos pensamientos de no ser porque de repente, sin razón visible, me deslumbró como un chispazo el recuerdo de un estuche semejante en la casa de mi infancia en Santa Clara, remota capital del centro de Cuba.

¿Cómo es posible que haya borrado de mi mente aquel violín y su estuche; al punto de ni siquiera recordarlos cuando, hace dieciséis años, buscaba desesperadamente inspiración para una historia de violines?

En 2007 me invitaron a un evento de promoción de la lectura en el cual debía presentar un texto inspirado en obras de museos madrileños relacionadas con la música. De los tres documentos que me hicieron llegar solo recuerdo dos (bien se ve que mi memoria es niña díscola): un Stradivarius conservado en el Prado y un cuadro titulado “Pescador tocando un violín” que se atribuye a Frans Hals.

Escribí tres cuentos malos y, ya con la soga al cuello, una semana antes de mi partida a Madrid, uno que me gustó al punto de, tras los aplausos de los niños y adultos que llenaron la Casa Encendida aquella tarde de agosto, servir de punto de partida para uno de mis mejores libros: “Concierto nº7 para violín y brujas”. 


tapa de la edición internacional
Fondo de Cultura Económica. México, 2013

Ya he contado en otro sitio (https://elpajarolibro.blogspot.com/p/httpwww.html)el largo y tortuoso camino de lo que empezó como mera secuencia de tres cuentos, luego cinco, y al fin siete… y medio que, interconectados, llegaron a constituir novela.

No insistiré, pues, en ese asunto. 


tapa de la edición cubana:
Cauce. Pinar del Río, 2014

                                                       

Lo que me he propuesto con esta reflexión al teclado es comprender cómo y por qué olvidé totalmente que un violín acompañó los años en que comencé a escribir… precisamente cuando me vi obligado a componer una historia de violines. 

Mi familia nunca fue de melómanos y, fuera de mi hermana, que maltrató durante cinco años el piano y la paciencia de una maestra de música, ningún Rosell-Gómez prosperó en los arcanos de la ejecución musical. La honestidad me obliga, entonces, a no proseguir sin aclarar que el violín que nos ocupa no era más que un juguete. 

Lo había recibido mi hermano, al igual que yo obtuve un acordeón y mi hermana un diminuto piano, el seis de enero del año en que mayores fueron las esperanzas paternas y maternas de legar un concertista a la patria. Los tres niños hicimos la prueba de admisión al Conservatorio Musical que había decidido (o se había visto conminado por el poder revolucionario) a abrir sus hasta entonces elitistas puertas a infantes de toda condición. 

No sé si mi hermano carecía de competencias musicales o simplemente de motivación ni recuerdo qué pasó con mi hermana. El caso es que mi oído musical fue ensalzado por los evaluadores (orejón he sido siempre), pero mi capacidad de asimilación del solfeo no rebasó el escoyo de la clave de Fa y, tras semanas de ausencias y mentiras, causé baja del Conservatorio. Un par de años después, el mismo local acogería la Biblioteca Provincial “Martí” y esta vez comencé una exitosa carrera de lector. Aún tenía yo doce años cuando, gracias a los inestimables modelos que contenían los bien surtidos estantes, comencé a escribir mis propias historias de aventura y misterio. 

Pero esa es, también, otra historia… 



ilustración del autor no incluida en libro

El caso es que las esperanzas musicales de mi familia duraron mucho menos que la vida útil de nuestros sonoros juguetes. Que mi hermana le pidiera a “los Reyes” un piano era natural pues por entonces todas las niñas de clase media (incluso de clase media baja y sin raíces como nosotros) le daban al teclado. Mi hermano, tal vez por asociación fálica entre arco y bate de béisbol, escogió el violín. Yo me decidí por el acordeón, instrumento fetiche de mi personaje preferido (Consejo, personificado por el actor Bernardo Menéndez) en “20 mil leguas de viaje submarino”, la serie que a la sazón trasmitía el espacio Aventuras del canal 6 (tan mal llamado, puesto que la televisión cubana no contaba por entonces más que dos). 

Pronto fuimos demasiado grandes para jugar con el pianito, de teclas mudas cada vez más numerosas; el indomable acordeón, que sonaba lo mismo cuando abríamos el fuelle que cuando lo cerrábamos, y el violín que, si bien tenía la lucida apariencia de un verdadero hijo de luthier, emitía solo escalofriantes chillidos. Como éramos, pese a todo, niños cuidadosos, los tres objetos llegaron en perfecto estado a la jubilación y quedaron de adorno en el cuarto de mi hermana, colindante con la sala que alojaba a los “muebles buenos” y al rey del hogar: el viejo televisor Motorola (en blanco y negro, por supuesto). 

El feroz clima del Caribe (la humedad, los comejenes) terminaron el proceso de destrucción iniciado con la llegada de mi primo Pedro Pérez González, alias Atila o La Tambocha, quien no solo desguazó sus propios juguetes (un básico y dos adicionales cada año) sino los que heredó (sin autorización formal) de mi hermano, mi hermana y yo. Pero injusto y poco fiel a la realidad sería si no reconozco que la atención de Pedro-Atila-La Tambocha se concentró en víctimas más interesantes y alcanzables como los soldaditos de plástico y los autitos de lata. 

El estuche del violín demostró, con todo, una capacidad de resistencia sin parangón. La última vez que lo vi habrá sido en 1981, cuando recogí mis bártulos para mudarme a Santiago de Cuba, donde mi futura esposa. El estuche, más cartón que madera y más vinil que cuero, había encontrado abrigo en el inexpugnable armario de cedro de mi padre y servía entonces de receptáculo para negativos y fotos. 

Después, precisamente como muchas de aquellas imágenes en celuloide y papel cromo, el estuche y su violín fantasma se borraron de mi mente… para solo resurgir ahora, en una oscura calle parisina, al pasar junto a la caja negra y vacía que alguna vez contuvo un clarinete… ¿profesional o de juguete?


La tercera novela detectivesca juvenil cubana cumple 40 años

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