20/6/23

El camino de la ilustración y "El camino del monte"

ilustración original para tapa y contratapa de
El camino del monte


El camino del monte fue mi sexto libro como autor e ilustrador y el segundo de cuantos he publicado en mi país natal donde no solo el texto ha salido de mis manos. Era entonces mi más ambicioso proyecto en este campo, pero ciertas intervenciones en el diseño, y la impresión con tintas y papel de escasa calidad, hicieron que su edición me causara una dolorosa decepción.

           
                                   tapas de Taita Osongo: el camino del monte.
                                      Editorial Gente Nueva. La Habana, 2016

Que mi anterior trabajo de ilustración publicado en Cuba tuviera el mismo protagonista y similitudes en tema y ambiente es casual, pues entre ambos títulos había ilustrado otros cuatro para editoriales de España, Francia y Colombia. Por otra parte, si La leyenda de taita Osongo (Santa Clara, 2009) era una novela para adolescentes con solo un puñado de ilustraciones en blanco y negro, El camino del monte era un álbum ilustrado con imágenes a todo color y, casi siempre, a plena página. 
 
Lo cierto es que yo raramente doy por terminado un trabajo, sea de escritura o de ilustración. Veo la creación como un work-in-progress que con cada traducción o nueva edición relanza un ciclo. Así, para la versión francesa que publica en julio de 2023 La Lucarne des Ecrivains, no solo he pulido considerablemente el texto, sino que he retrabajado la mayor parte -y rehecho tres- de las ilustraciones, incluidas las de tapa.

ilustración de tapa y contratapa de 
Le chemin de la forét
La Lucarne des Ecrivains. París,  2023

... y cuatro ilustraciones interiores sin cambios:






Aunque he dibujado toda mi vida, solo me planteé seriamente la necesidad de ilustrar a fines de 2005, cuando me percaté de que no me gustaba lo que veía en el catálogo de la editorial que había de publicar mi próximo libro. Comprendí, por otra parte, que los dibujos pueden expresar cosas que el texto no dice. Así que eché mano a lo que mejor conocía para el color (la témpera o gouache, que erróneamente creí la más fácil de las técnicas) y emprendí un primer proyecto (impublicable) seguido de un segundo que plugo al editor. La reproducción en blanco y negro sobre un mal papel no auguraba nada bueno... para unos originales que ya tenían sus propios defectos.

Pero así comenzó mi carrera de ilustrador. 





Hontzak kontatu zidan (Desclée. Bilbao, 2006), es la traducción al euskera de mi cuaderno de cuentos ecológicos La lechuza me contó (Editorial Progreso México, 2004), versión ampliada y corregida, a su vez, de mi segundo libro publicado (De los primeros lejanos tiempos, la lechuza me contó. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1987). Fue pues en esta tercera ocasión que añadí a mi prosa el producto de mis pinceles. 

                              


Por la presencia de personajes humanos y por el carácter más realista del texto, mi segundo trabajo de ilustración resultó claramente naif. Tanto por circunstancias editoriales como por exigencias de mi joven carrera de ilustrador, La canción del castillo de arena tuvo dos versiones en el mismo año: la primera en francés (febrero de 2007) y la segunda, siete meses después, que publicó en  castellano y euskera la editorial A Fortiori. Fue un trabajo mucho más complejo puesto que ya no se trataba de dotar ocho cuentos de su respectiva ilustración sino de concebir un álbum ilustrado completo, donde el texto se inserta, las más de las veces, dentro de una ilustración que cubre la doble página.

La chanson du chàteau de sable
Ibis Rouge. Cayenne, febrero de 2007

La canción del castillo de arena
A Fortiori. Bilbao, septiembre de 2007

edición en euskera
A Fortiori, 2007

Inmediatamente después ilustré mi cuento "¡Quiero otro!",  hasta hoy inédito en castellano. Beste bat, nahi dut! (A Fortiori. Bilbao, 2008) es un álbum ilustrado que no demuestra un gran avance en mi técnica. No obstante, me permitió confirmar que el acrílico se adecua más a mis posibilidades artísticas y al universo cromático que deseo para mis libros (albumes ilustrados o no) y, sobre todo, me dio la ocasión de explorar la posibilidad que tienen los dibujos de contar algo que no está en el texto. Sin habérmelo propuesto desde el comienzo, permití a un personaje en principio puramente decorativo vivir una aventura paralela a la del protagonista; enriqueciéndola sin pronunciar palabra. La estética se aparta levemente del realismo naif del  álbum precedente, gracias a un recurso gráfico que en lo adelante utilizaré bastante sistemáticamente.



Aunque tampoco implica un gran avance en mi capacidad técnica y expresiva, Había una vez un espantapájaros (Libros & Libros. Bogotá, 2015) destaca por ser el primer, y hasta ahora único, libro que he ilustrado para un editor sudamericano (tras un proyecto con la editorial venezolana El perro y la rana que nunca salió de imprenta). Al ser un libro para pequeños, con el uso imperativo de pictogramas, procuré sencillez, grandes espacios de color puro o completamente blancos y líneas curvas bien definidas.

Había una vez un espantapájaros
Bogotá, 2015


Las mencionadas curvas dominan las ilustraciones interiores de la primera edición cubana de La leyenda de taita Osongo, cuyo protagonista es el mismo de El camino del monte sin que se trate de una continuación (los hechos que narra el album cubren los años, a mitad de la novela, en que nada se sabe del héroe). Tampoco esta vez el público es adolescente sino niños que solo años después habrían de descrubrir una historia, más densa y compleja, que escribí y comencé a publicar décadas antes. 

tapa de la primera edición cubana de La leyenda de Taita Osongo
Editorial Capiro. Santa Clara, 2009

Conociendo las limitadas posibilidades de las ediciones territorialeses cubanas, que trabajan básicamente con imprentas ligeras Risograph, y con papel y tintas de baja calidad, así como los eventuales problemas en la trasmisión de los ficheros numéricos de mi trabajo, decidí simplificar al máximo las que debían ser mis primeras ilustraciones para un público adolescente y destinadas a ser impresas en blanco y negro. Hice cada dibujo en el mismo formato que el futuro libro, utilizando acrílicos de color gris de payne y blanco de titanio que mezclé cuando necesitaba  matices y contrastes.

Mi inexperiencia, falta de técnica (¿y de talento?) se reflejan en algunas ilustraciones y, sobre todo, en la tapa. No fue la única razón por la que, seis años más tarde, cuando fui solicitado para una nueva edición francesa, decidi retocar las ilustraciones más logradas y rehacer completamente las que me parecían fallidas. 



La leyenda de taita Osongo (París, 2004; México, 2009; Brasil, 2007; Cuba, 2009 y 2015, etc) es mi libro más ambicioso, el más comprometido con la historia de mi familia y de mi país, y el que aborda temáticas más serias (racismo, lucha por la libertad y la igualdad, esclavitud de los africanos en las colonias europeas de tres continentes). Aunque solo algunos atentos lectores cubanos lo perciban, el texto rinde homenaje a grandes figuras de la literatura cubana como Nicolás Guillén, Onelio Jorge Cardoso y Lino Novás Calvo. Deseoso de reflejar mi deuda con otras ramas de nuestra cultura, en particular la plástica, busqué inspiración en la mayor figura de la plástica afrocubana: Wifredo Lam.

La ilustración de tapa parte del maravilloso cuadro de Lam, La jungla, y en varias ilustraciones interiores intento recrear elementos centrales o marginales de otras de sus pinturas, grabados y dibujos (en la medida de mis modestas aptitudes).

La Jungla, de Wifredo Lam
Museo de Arte Moderno de Nueva York

                  ilustración de tapa y contratapa para la edición francesa de 2017
 
             

                 
Cuatro de las ilustraciones creadas para 
La légenda de Taïta Osongo
Editions Orphie. Saint-Denis de la Réunion, 2017


Lo que sigue es una muestra de cómo construyo una ilustración. Este estudio, no incluido en libro alguno, se detiene antes de la etapa final: los colores imprecisos y su tratamiento en "modo acuarela" lo evidencian.





La ilustración es un elemento indispensable al libro infantil contemporáneo y no solo en el proceso de creación y de su lectura, sino en términos de comunicación. 

De hecho, fue en el Festival del libro de Cherburgo (Francia, 2001), mucho antes de que comenzase a dibujar sistemáticamente y aún más a proponer mis ilustraciones a editor alguno, que me percaté de la atención que los visitantes de un salón o feria (niños y adultos) prestan a un autor que dibuja sus dedicatorias. El proceso creativo de una ilustración puede ser demostrado en unos minutos, algo que resulta imposible en el caso de la escritura literaria. 


Dibujando la dedicatoria ilustrada de uno de mis libros en el Salón del libro de París (2007)
 
En la Feria Internacional del Libro de Salónica (Grecia, 2008)
utilicé dibujos para mejorar la comunicación con alumnos del liceo francés
de la citada ciudad que dominaban mal la lengua de Molière. Yo, por mi parte, soy incapaz de enunciar la más elemental frase en la lengua de Homero... o de Cavafis, que está mucho más cerca de lo que realmente se habla en la república helénica.
 
Dedicando un álbum en el Salón del libro de Firminy
2012

A veces ocupo una espera haciendo dibujitos... como en este restaurante parisino donde esbocé a Taita Osongo en una servilleta.







También yo tengo mis "objetos derivados". Algunos son meros ejercicios (como los imanes que adornan mi refrigerador) y otros, regalos destinados a mis amigos. Pero no falta algunos que me ha acompañado a ferias del libro y eventos similares... y terminan en manos de quienes han comprado (¡o no!) uno de mis libros.





Yo comencé contando historias sin texto que a lo que más se parecían es a tiras cómicas. Tendría yo unos diez años cuando comencé a dibujar en el cuaderno de Matemáticas las aventuras de Super Pecho. Eran simples historias de batallas de un superhéroe bastante parecido a Superman donde las únicas letras servían para expresar los ruidos de puñetazos, explosiones, insultos o amenazas de los estereotipados personales. 

Así era Super Pecho (reconstruido de memoria)


No obstante, poco más de un año después escribí mi primer cuento y casi enseguida mi primera novela (inspirada a la vez por las novelas de niños detectives de Enid Blyton y por la película de Yves Robert La guerra de los botones.

tapa de mi primera novelita, terminada en noviembre de 1967
(el número 2 no indica el lugar que ocupó en mi producción temprana sino el que acabó correspondiéndole en una serie que llegó a la veintena de títulos)


Tanto aquel cuento, que perdí, como aquella novela, que conservo, estaban acompañadas de dibujos. 

Así que mi carrera de ilustrador era algo que debía continuar un día...

De hecho, mi primera publicación, con 19 años, fue un dibujo humorístico incluido en el semanario Melaíto, de Santa Clara, Cuba.
Solo un mes más tarde, el mismo tabloide publicó mi primer texto (sin dibujo).




18/6/23

CUBA EN DOS NOVELAS. FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2023

Tras seis años de ausencia, volví en mayo de 2023 a la Feria del Libro de Madrid. 

En los stands de las editoriales Verbum y Premium presenté mis dos novelas de ambiente cubano más realistas; respectivamente MI TESORO TE ESPERA EN CUBA y LA ISLA DE LAS ALUCINACIONES.




https://editorialpremium.es/tienda/la-isla-de-las-alucinaciones/
                       

            


En realidad, ambas novelas deberían estar juntas en el mismo catálogo editorial, puesto que tienen idénticos protagonistas (Paloma, una niña española que viaja a Cuba y los amigos que allí hace), época (contemporánea), objetivo (explicar a adolescentes extranjeros las contradicciones de mi país natal entre fines de los años 1990 y hoy), forma (novela de aventura de pandilla, de meollo detectivesco y fondo geográfico y socio-político). 

Pero la vida editorial es a veces muy complicada y quien desee conocer ambas historias tendrá que moverse de la madrileña editorial Verbum a la sevillana Premium. En fin de cuentas, ambas están en España y cuentan con distribución nacional y tienda electrónica que facilita la adquisición de ambas obras, en formato virtual o impresas en buen papel, desde cualquier sitio del mundo... por no hablar de los numerosos mecanismos de venta por Internet de las principales librerías hispánicas.

MI TESORO TE ESPERA EN CUBA

Estrené Mi tesoro te espera en Cuba en su versión francesa, en el año 2000. Si no me equivoco, comencé a escribirla poco después de mi llegada a Brasil, cuando comenzó a hacérseme evidente que no iba a poder volver a mi país natal tan fácilmente como se me había dicho. Sin que pueda identificarme con uno de los protatonistas de la novela, un viejo emigrante español que debió abandonar amor y fortuna al triunfo de la revolución castrista, su trágico destino fue uno de los motores de la historia... junto a la visible incomprensión de la realidad cubana que encontré en la mayoría de los extranjeros que me hablaban de Cuba. 

versiones francesas, argentina y españolas de 
Mi tesoro te espera en Cuba

Paloma, sobrina biznieta del citado español, llega a Cuba invitada por una tía que trabaja en la construcción de un hotel en Varadero. Tras disfrutar durante unos días del famoso balneario, la chica viaja con su amigo Jorge al interior, y descubre la difícil realidad que viven los cubanos. Es también entonces que comienza realmente la búsqueda del tesoro que da título a la novela.

La edición francesa obtuvo uno de los premios más hermosos de mi carrera: el que le dieron los niños de 29 escuelas del norte de Francia, organizados en eficaz jurado del Festival del Libro de Cherburgo, en 2001. Al año siguiente la novela se publicó en Argentina y en 2008 tuvo una primera edición española. 

Pese al tiempo transcurrido, cuando preparé el texto para su reaparición este año, me percaté de que la trama se ajustaba a la situación actual en Cuba, tan distinta y paradójicamente sejemante a la de fines de los 90 (escasez, apagones, diferencias económicas, manipulación ideológica). 

Seguramente los diez años durante los cuales trabajé el manuscrito me hicieron centrarme en los aspectos esenciales de una realidad que solo cambiaba en la superficie.

En algún momento del proceso editorial se sustituyó el proyecto de tapa que había recibido mi aprobación (a base de la ilustración que realicé, como las interiores, a ese efecto) por una versión "pasteurizada" por un robot. Nadie me explicó el porqué, pero temo que la fascinación que ejerce actualmente la llamada Inteligencia Artificial nos imponga más ingerencias de este tipo. Los matices e intenciones, perfectamente justificadas por la trama, que quise aportar a la tapa quedaron anuladas por la frialdad "perfeccionista" de un filtro numérico. 

                            


en la caseta de la editorial Verbum en la Feria del Libro de Madrid

LA ISLA DE LAS ALUCINACIONES

También pasaron diez años entre el momento en que comencé a escribir La Isla de las Alucinaciones y el momento en que el jurado del Premio Avelino Hernández de Novela Juvenil anunció, en Soria, que le concedía el premio de su quinta convocatoria. 

Supongo que una larga maduración es el destino de las novelas para adolescentes que abordan una cuestión política... que no concierne el país donde habrán de ser publicadas. El caso es que durante aquellos diez años la propuse a varias editoriales de América Latina, España y Francia, y la presenté a dos o tres premios literarios, antes de conseguir el veredicto unánime que la condujo a su impresión en agosto de 2017.

Los mismos héroes de Mi tesoro te espera en Cuba: la española Paloma y el cubano Jorge (ambos de unos doce años) se encuentran esta vez en La Habana con motivo del matrimonio entre la tía de la primera y el padre del segundo. Pero la historia se aleja de la mitad occidental de la isla, donde se desarrolló la primera historia, para ubicarse en un imaginario poblado de la costa norte-oriental cercano al enigmático lugar que da nombre a la novela. Esta Isla de las Alucinaciones (al margen de otras sugerencias) debe su nombre a ciertas peculiaridades geográficas y, sobre todo, al hecho de haber sido utilizada en el tráfico de mano de obra china, en el siglo XIX, y a otro turbio tráfico internacional... que prefiero no anticipar.



firmando mi primer ejemplar de La Isla de las Alucinaciones
en la caseta de Premium


Cuando comencé a organizar mi visita a la Feria del libro, contaba presentar también mi segundo libro del año: Dani y el dinosaurio (Edebé), pero ese cuento para pequeños pertenece al plan de otoño de la editorial barcelonesa. Así que en la feria madrileña de 2023 presenté únicamente mis más recientes novelas de ambiente cubano editadas en España.





21/3/23

¿UN CUBANO QUE ESCRIBE EN FRANCÉS O UN ESCRITOR FRANCÓFONO?

 ¿UN CUBANO QUE ESCRIBE EN FRANCÉS O UN ESCRITOR FRANCÓFONO? 

Como cada año, este 20 de marzo se celebra la Jornada Internacional de la Francofonía y la Lengua Francesa.



Actualmente, 321 millones de personas de todos los continentes tienen el francés como lengua materna, principal, de uso frecuente o referencial; razón por la cual se festeja en naciones donde no es idioma oficial y por la que el evento se centra no solo en la literatura y otras formas artísticas basadas en el lenguaje, sino en un más amplio concepto cultural, social o político (la Organización Internacional de la Francofonía surgió en 1988 de la “simple” Agencia de Cooperación Cultural y Técnica creada en 1970 y cuenta hoy con el reconocimiento de la ONU). 


en la librería internacional NQL
París, 1998


Yo nací en Cuba y no conocí otro idioma que el castellano hasta los 13 años, cuando comencé a estudiar inglés de manera más o menos irregular. Sin embargo, pese a dominar antes el portugués, es el francés la única lengua que me permite hoy considerarme bilingüe. Todo empezó cuando me casé con una francesa en 1989 y, aunque por dos años nos comunicamos en portugués (vivíamos en Brasil), paulatinamente pasamos a la “lengua de Molière” que, tras llegar a Francia en septiembre de 1994, se fue imponiendo no solo en mis relaciones sociales, sino incluso en mis pensamientos y sueños.

 

selección de mis libros en francés (1998-2017)



Si mis novelas las he escrito hasta hoy en castellano, varios de mis cuentos y algún texto periodístico los he escrito, desde 1992, directamente en francés. Pero independientemente de la lengua en que los escribí, algunos de mis libros han aparecido antes en francés. Es el caso de Mi tesoro te espera en Cuba (estrenado como Cuba destination trésor dos años antes), La tremenda bruja de La Habana Vieja (brevemente precedida por Malicia Horribla Pouah, la pire des sorcières), La leyenda de taita Osongo (con su edición francesa dos años antes que la mexicana y cinco antes de la primera versión cubana) o La canción del castillo de arena (seis meses antes en francés). Incluso tengo varios textos escritos en francés que acabaron finalmente editados solo en castellano y/o traducidos a otras lenguas como La bruja Pelandruja está malucha o los tres episodios de la serie Gatito), e incluso uno, Petit chat noir a peur du soir, que ha cumplido más de diez años de versiones galas, sin haber aparecido jamás en mi lengua natal.


Petit chat noir a peur du soir.
Bayard. París (varias versiones entre 2008 y 2020)

Cosa más curiosa: a menudo tomo notas, escribo diálogos y situaciones -en francés- para libros que finalmente escribo en español. Me ocurre como en los sueños, que ciertas ideas se presenten en francés aunque su destino, o las circunstancias evocadas nada tengan que ver con Francia.


diálogo con el colega Lemy Coco en el Espacio Ultramar
Salón del Libro de París, marzo de 2013

Lo cierto es que he llegado a tener más presencia en la edición y en la promoción del libro en Francia que en mi propio país de origen. Con un número de títulos similar, pero mayor presencia en el mercado, mi bibliografía francesa refleja mis diversas formas de expresión y temáticas (realismo realzado por la aventura, historia matizada por la fantasía, cuentos parabólicos o cercanos a los cuentos de hadas, humor… sean de ambiente cubano o universal). También he hecho talleres de escritura e ilustración o presentado mis libros en toda Francia, y en escuelas y colegios franceses en el extranjero (Bilbao, Bogotá, Buenos Aires, La Habana, Madrid, Munich) y he sido invitado a ferias internacionales como un escritor francés más (Brasil, Panamá, Grecia). 

en la Feria Internacional del libro de Panamá (2012), con Francia como país invitado, intervine en un coloquio sobre mi admirado Julio Verne.


ante el poster de la delegación francesa en la
feria internacional del libro de Tesalónica (Grecia, 2008)
 

Al participar en numerosas ferias y festivales del libro, y ser parte de asociaciones que trabajan en la promoción del libro infantil y juvenil he tenido muchas ocasiones de conocer a mis colegas, a los jóvenes lectores galos y de comprobar en el terreno, y no solo a través de la lectura, lo que se produce en Francia/en francés para los chicos.

con mis lectores en el colegio de Maripasoula
localidad de la Guayana Francesa en plena selva amazónica

 

Si solo se tratara de escribir o publicar en francés, la cuestión de la Francofonía podría resultarme ajena.

En un abordaje primitivo se suele considerar que escritores franceses son los nacidos en el territorio nacional (específicamente en el hexágono que dibujan sus fronteras europeas) y que los escritores francófonos serían aquellos que escriben en francés en Bélgica, Suiza, Quebec, Haití y en un amplio abanico de países otrora pertenecientes al imperio colonial galo (principalmente en África Occidental y Asia) o en departamentos franceses de ultramar como Guadalupe, Guyane, Martinica, La Reunión o la Polinesia francesa. El asunto es polémico, puesto que un buen escritor de expresión -pero no nacionalidad- francesa no ve una diferencia fundamental entre su trabajo y el de un colega residente en los 551.695 km² que ocupa Francia en el continente europeo.

En Maripasoula (Guayana Francesa) con los lectores de mi novela 
La leyenda de Taita Osongo (publicada en francés en 2004)


 Al haber publicado en dos editoriales ultramarinas y colaborar en varios proyectos relacionados con el mundo francófono, he tenido diversas ocasiones de conversar sobre estos temas con colegas (algunos son incluso autores muy reconocidos). 

Es indudable que el francés, como lengua internacional, no puede limitarse a las formas, acentos y contenidos del territorio en que nació y excluir a aquellos en los que echó raíces y fructificó  durante décadas o siglos de coloniaje. Los intelectuales franceses más lúcidos están perfectamente convencidos de la contribución estilística y temática de las diversas culturas que se expresan en francés (incluidos aportes de las otras lenguas que sus colegas practican en sus territorios de origen). Al mismo tiempo, la alta cultura francesa reconoce y respeta las diferencias históricas, geográficas, de flora y fauna, de costumbres, creencias, gastronomía, psicología colectiva, interpretación de los fenómenos sociales, etc, que son específicas de los autores de otros territorios y países.

 

La leyenda de Taita Osongo, que considero mi mejor novela
fue estrenada en francés por Ibis Rouge (Guayana Francesa, 2004)
 y reeditada por Orphie (La Reunión, 2017) esta vez con mis propias ilustraciones

Yo, por cubano y por ende caribeño (“vecino” de haitianos, martiniqueses e incluso, de los más lejanos habitantes de la Guayana Francesa o La Reunión con quienes compartimos la esclavitud, los aportes étnicos africanos, el cultivo de la caña de azúcar y la experiencia colonial), ¿puedo considerarme un escritor francófono? Sí, cuando en libros como “La leyenda de Taita Osongo” o “El camino del monte” abordo asuntos y paisajes que nos son comunes, pero menos cuando trato temas específicamente cubanos o “universales”. Cuando se trata de aportes lingüísticos la cuestión es bien distinta, puesto que si hubiera huellas de castellano en mi francés, eso sería un defecto y no una contribución como cuando esas enriquecedoras impurezas proceden del creol o de otras lenguas que tienen un legítimo y fecundo contacto con el francés en los países y territorios verdaderamente francófonos.


con dos de mis mejores libros en edición cubana y francesa
frente al ayuntamiento de París durante la visita oficial de Raúl Castro

¿He de considerarme entonces como una rara especie de escritor cubano de expresión francesa o simplemente como un cubano que, de vez en cuando, escribe en francés? Lo último implicaría nigar la influencia del ambiente francés (literatura, historia, filosofía, gastronomía, paisajes, costumbres) en que estoy inserto desde 1989. Eso haría de mí un escritor anclado en el pasado y encerrado en una burbuja ajena a su realidad cotidiana.

El asunto es demasiado complejo para dedicarle más tiempo que el que merece la importancia de mi obra… Pero aunque sea solo hoy, 20 de marzo, Día Internacional de la Lengua Francesa y la Francofonía, tengo la obligación de consagrarle unas líneas.

 

#Francophoniedelavenir #Mon20mars #literaturafrancesa #francofonía #lenguayliteratura

16/2/23

La última cuerda de un olvidado violín

 

La última cuerda de un olvidado violín

No sé cómo la distinguí en la densa penumbra invernal: un estuche negro que, abierto y vacío, dejaba ver su maltratado revestimiento escarlata. Contuvo alguna vez un instrumento musical; un clarinete con toda probabilidad. Ni le hubiese dedicado dos pensamientos de no ser porque de repente, sin razón visible, me deslumbró como un chispazo el recuerdo de un estuche semejante en la casa de mi infancia en Santa Clara, remota capital del centro de Cuba.

¿Cómo es posible que haya borrado de mi mente aquel violín y su estuche; al punto de ni siquiera recordarlos cuando, hace dieciséis años, buscaba desesperadamente inspiración para una historia de violines?

En 2007 me invitaron a un evento de promoción de la lectura en el cual debía presentar un texto inspirado en obras de museos madrileños relacionadas con la música. De los tres documentos que me hicieron llegar solo recuerdo dos (bien se ve que mi memoria es niña díscola): un Stradivarius conservado en el Prado y un cuadro titulado “Pescador tocando un violín” que se atribuye a Frans Hals.

Escribí tres cuentos malos y, ya con la soga al cuello, una semana antes de mi partida a Madrid, uno que me gustó al punto de, tras los aplausos de los niños y adultos que llenaron la Casa Encendida aquella tarde de agosto, servir de punto de partida para uno de mis mejores libros: “Concierto nº7 para violín y brujas”. 


tapa de la edición internacional
Fondo de Cultura Económica. México, 2013

Ya he contado en otro sitio (https://elpajarolibro.blogspot.com/p/httpwww.html)el largo y tortuoso camino de lo que empezó como mera secuencia de tres cuentos, luego cinco, y al fin siete… y medio que, interconectados, llegaron a constituir novela.

No insistiré, pues, en ese asunto. 


tapa de la edición cubana:
Cauce. Pinar del Río, 2014

                                                       

Lo que me he propuesto con esta reflexión al teclado es comprender cómo y por qué olvidé totalmente que un violín acompañó los años en que comencé a escribir… precisamente cuando me vi obligado a componer una historia de violines. 

Mi familia nunca fue de melómanos y, fuera de mi hermana, que maltrató durante cinco años el piano y la paciencia de una maestra de música, ningún Rosell-Gómez prosperó en los arcanos de la ejecución musical. La honestidad me obliga, entonces, a no proseguir sin aclarar que el violín que nos ocupa no era más que un juguete. 

Lo había recibido mi hermano, al igual que yo obtuve un acordeón y mi hermana un diminuto piano, el seis de enero del año en que mayores fueron las esperanzas paternas y maternas de legar un concertista a la patria. Los tres niños hicimos la prueba de admisión al Conservatorio Musical que había decidido (o se había visto conminado por el poder revolucionario) a abrir sus hasta entonces elitistas puertas a infantes de toda condición. 

No sé si mi hermano carecía de competencias musicales o simplemente de motivación ni recuerdo qué pasó con mi hermana. El caso es que mi oído musical fue ensalzado por los evaluadores (orejón he sido siempre), pero mi capacidad de asimilación del solfeo no rebasó el escoyo de la clave de Fa y, tras semanas de ausencias y mentiras, causé baja del Conservatorio. Un par de años después, el mismo local acogería la Biblioteca Provincial “Martí” y esta vez comencé una exitosa carrera de lector. Aún tenía yo doce años cuando, gracias a los inestimables modelos que contenían los bien surtidos estantes, comencé a escribir mis propias historias de aventura y misterio. 

Pero esa es, también, otra historia… 



ilustración del autor no incluida en libro

El caso es que las esperanzas musicales de mi familia duraron mucho menos que la vida útil de nuestros sonoros juguetes. Que mi hermana le pidiera a “los Reyes” un piano era natural pues por entonces todas las niñas de clase media (incluso de clase media baja y sin raíces como nosotros) le daban al teclado. Mi hermano, tal vez por asociación fálica entre arco y bate de béisbol, escogió el violín. Yo me decidí por el acordeón, instrumento fetiche de mi personaje preferido (Consejo, personificado por el actor Bernardo Menéndez) en “20 mil leguas de viaje submarino”, la serie que a la sazón trasmitía el espacio Aventuras del canal 6 (tan mal llamado, puesto que la televisión cubana no contaba por entonces más que dos). 

Pronto fuimos demasiado grandes para jugar con el pianito, de teclas mudas cada vez más numerosas; el indomable acordeón, que sonaba lo mismo cuando abríamos el fuelle que cuando lo cerrábamos, y el violín que, si bien tenía la lucida apariencia de un verdadero hijo de luthier, emitía solo escalofriantes chillidos. Como éramos, pese a todo, niños cuidadosos, los tres objetos llegaron en perfecto estado a la jubilación y quedaron de adorno en el cuarto de mi hermana, colindante con la sala que alojaba a los “muebles buenos” y al rey del hogar: el viejo televisor Motorola (en blanco y negro, por supuesto). 

El feroz clima del Caribe (la humedad, los comejenes) terminaron el proceso de destrucción iniciado con la llegada de mi primo Pedro Pérez González, alias Atila o La Tambocha, quien no solo desguazó sus propios juguetes (un básico y dos adicionales cada año) sino los que heredó (sin autorización formal) de mi hermano, mi hermana y yo. Pero injusto y poco fiel a la realidad sería si no reconozco que la atención de Pedro-Atila-La Tambocha se concentró en víctimas más interesantes y alcanzables como los soldaditos de plástico y los autitos de lata. 

El estuche del violín demostró, con todo, una capacidad de resistencia sin parangón. La última vez que lo vi habrá sido en 1981, cuando recogí mis bártulos para mudarme a Santiago de Cuba, donde mi futura esposa. El estuche, más cartón que madera y más vinil que cuero, había encontrado abrigo en el inexpugnable armario de cedro de mi padre y servía entonces de receptáculo para negativos y fotos. 

Después, precisamente como muchas de aquellas imágenes en celuloide y papel cromo, el estuche y su violín fantasma se borraron de mi mente… para solo resurgir ahora, en una oscura calle parisina, al pasar junto a la caja negra y vacía que alguna vez contuvo un clarinete… ¿profesional o de juguete?


La tercera novela detectivesca juvenil cubana cumple 40 años

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