Los pabellones latinoamericanos de la Exposición Universal de París (1889) en la revista LA EDAD DE ORO, de José Martí
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página de títulos del número 3 de La Edad de Oro Nueva York, septiembre de 1889 (imagen tomada de la edición facsimilar coeditada por el Centro de Estudios Martíanos y la Editorial Letras Cubanas. La Habanam 1989) |
De los artículos redactados por el escritor, poeta, periodista y político
cubano José Martí (1853-1895) para su única obra explícitamente dedicada a la
infancia, La Edad de Oro (inicialmente una revista, sus únicos cuatro números
aparecieron en Nueva York de julio a octubre de 1889), sobresale por su
importancia “La exposición de París”. Se trata en rigor de un reportaje… salvo
que Martí no visitó la exposición universal organizada con mucha pompa por la
República Francesa a fin de celebrar su primer centenario (de hecho, solo
estuvo en Francia en dos breves ocasiones: a fines de 1874 y en diciembre de
1879).
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sumario del número 3 de La Edad de Oro reproducido en la edición facsimilar coeditada por el Centro de Estudios Martíanos y la Editorial Letras Cubanas en ocasión del centenario de la famosa revista martiana. |
Fue para la Exposición Universal de 1889 que se levantó la torre Eiffel,
que asombraría al mundo con su prodigiosa estructura de hierro, de 300 metros de
altura, a orillas del Sena. A su alrededor, a sus pies podríamos decir, se
construyeron los diversos sitios de la exposición: la inmensa Galería de las
Máquinas, que rivalizó en popularidad con la misma torre, el Palacio de las
Industrias, y el de las Bellas Artes y de las Artes Liberales; una reproducción
de la Bastilla (cuyo asalto un siglo atrás había dado inicio a la Revolución
Francesa), la Exposición Colonial y su tristemente célebre Zoológico humano (en
que súbditos del imperio colonial francés representaban su propio papel para
diversión e instrucción de los franceses). También merecen destaque la Historia
de la Habitación Humana que, por cierto, ya había aportado –en texto e
imágenes– el material para otro artículo memorable: “Historia del hombre contada
por sus casas”).
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vista general de la Exposición Universal de París 1889 |
Todas las construcciones e instalaciones tenían carácter temporal, y si la
Galería de las Máquinas resistió hasta 1909, a la torre Eiffel solo la salvó su
utilización como antena de radio durante la primera guerra mundial. De los
pabellones nacionales, alguno que otro fue trasladado a diversos lugares de
Francia e incluso al extranjero. Es el caso fabuloso pabellón argentino que,
tras una accidentada negociación viajó a Buenos Aires y se convirtió en Museo
de Bellas Artes hasta que una infausta decisión urbanística acabó con él en
1933. Más suerte tuvo el pabellón de Chile, que fue inicialmente trasladado a
Viña del Mar y actualmente es sede del Museo Arquetín, en Santiago.
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pabellón de Chile |
Llama la atención que de los 42 países que aceptaron la invitación oficial
(muchos reinos de Europa se negaron a asistir –oficialmente al menos- a un
evento que celebraba el centenario de la sangrienta caída de la monarquía francesa),
15 fueran latinoamericanos: Argentina, Bolivia,
Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay,
República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
Cada país era libre del contenido y forma de su presencia en la exposición,
pero desgraciadamente nuestras jóvenes repúblicas no expusieron otra cosa que
productos agrícolas y materias primas, descuidando toda presencia de las artes
e incluso de la artesanía. Siguiendo una lógica parecida, los pabellones fueron
diseñados por arquitectos franceses que raramente tuvieron en cuenta las
tradiciones arquitectónicas de los diferentes países. Solo los pabellones de
México y Ecuador rindieron homenaje a su ilustre pasado precolombino.
vista frontal del pabellón mexicano donde se reconocen líneas de la arquitectura azteca
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pabellón de Ecuador inspirado en un templo inca |
El imponente pabellón mexicano fue muy celebrado, tanto como el del entonces Imperio de Brasil; pero no tanto como el de la República Argentina que llegó a ser considerado como una de las maravillas de la exposición (y como tal aparece en la postal promocional que reproduje al comienzo de este artículo.
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el fastuoso pabellón de Argentina todo en hierro y cristal |
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pabellón del Imperio del Brasil |
En su artículo “La exposición de París” (incluido en el tercer número de La
Edad de Oro; en septiembre de 1889, cuando aún el evento recibía público) Martí
incluyó imágenes de los pabellones latinoamericanos. Eran grabados de segunda
mano, de escasa calidad y por eso me he esforzado por ilustrar estas notas con
imágenes más claras halladas en internet.
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el colorido pabellón de Bolivia |
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pabellón de Costa Rica |
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pabellón de la república de El Salvador en una postal de época |
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el pabellón de Guatemala con unos aires germánicos que serían corregidos por un pabellón de aires más centroamericanos en la exposición de 1900 |
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pabellón de Paraguay |
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pabellón de la República Dominicana |
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pabellón del Uruguay |
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el pabellón venezolano logra incorporar rasgos del barroco latinoamericano |
Si Martí se excusó ante sus lectores
por no haber encontrado un grabado del pabellón de Ecuador, nada dijo de la
ausencia del pabellón de Honduras… que tampoco yo he logrado encontrar en los
bancos de imágenes de internet (un amigo me informa que Honduras y Haití solo
presentaron algunos de sus productos en unos sencillos kioscos (más bien
vitrinas de tienda). Si bien ignoro lo que llevó a Honduras a esa decisión, en
el caso de Haití ya sabía que la confusa situación política impidió la
participación de la primera república latinoamericana en la Exposición Universal.
El pabellón haitiano fue vendido a Hawái y, tras la clausura del evento, fue
remontado en La Garenne-Colombes, no lejos de París, y aún es posible ver el
nombre de Haití en uno de los paneles de cerámica que cubren sus fachadas.
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pabellón de Hawai, inicialmente concebido para la república de Haití tal como se lo puede ver actualmente no lejos de París. |
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