Yo esperaba ver más sobre la hazaña hecha realidad
el 21 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin se convirtieron en
los primeros hombres en pisar la Luna, mientras su camarada Michel Collins
permanecía en órbita del artefacto de la NASA que debía traerlos unos días
después a la Tierra. Pero como indica el título completo de la muestra, el
objetivo era recorrer de manera más amplia la muy antigua relación entre la
Humanidad y la Luna.
composición mía a partir de un dibujo de "Objetivo Luna", de Hergé |
Hace 50 años, Cuba vivía enfrascada en la Guerra
Fría y si nuestra prensa nos daba hasta el último detalle de la extraordinaria
aventura espacial soviética, prefería subrayar cuanto pequeño fracaso pudiera
sufrir la NASA norteamericana (cada vez que un cohete norteamericano se
estrelló, se escucharon risotadas en la prensa escrita, radial y televisiva y
cada vez que los soviéticos tuvieron un percance… silencio absoluto).
Así que el 21 de julio de 1969 tuve que conformarme
con escuchar, en la radio de onda corta que teníamos casi escondida en la
cocina de la casa familiar en Santa Clara (centro de Cuba) el reportaje de la
Voz de las Américas en torno a la llegada del hombre (dos norteamericanos,
“desgraciadamente”) al cuerpo espacial más cercano a nuestro planeta
(400 000 km, que no es poco).
Desde hacía días yo estaba al tanto de lo que debía
ocurrir esa noche… gracias a la misma radio y la misma emisora. La prensa
cubana si algo publicó al día siguiente (quiero creer que sí) no fue una plena
página entusiasta como la de Ouest France, presente en una de las vitrinas del
Grand Palais.
Viví aquel silencio como una afrenta personal. Yo
era, y sigo siendo, un apasionado de la aventura espacial y si “los míos” eran
entonces los soviéticos; la pasión no me cegó como a los dirigentes de mi país.
La conquista de la Luna yo la había “vivido” en la densa novela Dos niños en la
Luna, de David Craigie y, sobre todo, en el doble álbum en que el historietista
belga Hergé cuenta la aventura lunar de Tintín, Milú, el capitán Haddock, el
profesor Tornasol y los otros.
la primera versión de esta aventura en dos partes apareción en la revista Tintín entre 1950 y 1951, y en formato álbum tres años después |
Esos libros no los encontré en librería alguna, pues
no circulaban en Cuba desde el triunfo de la Revolución. De esos y otros libros
españoles se encontraba algún ejemplar en la red nacional de bibliotecas (creo
que a partir de 1968, fue la llamada Ofensiva Revolucionaria la que puso fin a
esas importaciones de títulos, y los lectores cubanos debimos conformarnos con
las ediciones cubanas y las producciones en lenguas extranjeras de los hermanos
“países socialistas”).
dibujo realizado por Hergé en julio de 19 |
Tanto me interesaba la cuestión de la exploración
lunar que escribí una novelita titulada “Buscando la Luna”
entre el 14 y el 18 de mayo (¡solo cuatro días!) de 1969 (aunque tengo alguna
duda sobre el año, pues solo conservo una quincena de los 54 manuscritos que
escribí en mi adolescencia, y en el inventario que elaboré en 1973 algunos
títulos aparecen fechados así: “¿ 68 ó 69?”).
Mis protagonistas no eran ni rusos ni norteamericanos, sino franceses,
y su viaje había sido organizado por un supuesto Centro Francés de
Investigación Espacial situado en los Pirineos. Nada recuerdo de la historia,
pero sí que el protagonista (Javier, un niño pelirrojo de unos 10 u 12 años) y
sus compañeros astronautas escuchaban la noticia de que el asesino de Kennedy
había sido devorado por una manada de lobos en Alaska). En todo caso supongo
que mi primera fuente de inspiración fuera la aventura lunar de mi adorado
Tintín.
De la expedición de Apolo XI, casi no hay en la exposición del Grand
Palais otra cosa que la reproducción de un casco espacial y de la huella que
dejó Buzz Aldrin en el polvo lunar. La performance artística de Mircea Cantor
incita a comparar su pie con la huella… e hice como todo el mundo.
Las más ricas son las secciones de la exposición consagradas al sueño
(obsesión podría decirse) de la Humanidad por ese extraño astro que aparece y
desaparece, en apariencia caprichosamente, del cielo terrestre. Ya en el siglo
II d.n.e. Lucien de Samosate publicó un primer relato lunar y muy famosas
son películas como la que, en los
primeros tiempos del cine, realizó el gran Georges Meliès (versión cómica y muy libre de la novela de Julio Verne "De la Tierra a la Luna", publicada en 1865). Sin embargo, desde
mucho antes la religión, la ciencia y el ciudadano común se interrogó sobre la
Luna, utilizándola no solo para explicar el supuesto espíritu inconstante de la
mujer, sino para calcular el paso del tiempo.
"La mujer de la Luna", de Fritz Lang (1929) |
Las más diversas civilizaciones, continentes y épocas están
representados en el culto lunar del que recoge numerosas muestras la exposición.
Me llamaron particularmente la
atención un
símbolo lunar-solar
incaico de pura plata, un
calendario lunar perpetuo de la
civilización africana yoruba,
varias figurillas egipcias,
babilónicas, del imperio chino,
una máscara de la actual
República Centroafricana y un reloj astronómico construido bajo la dirección
de Charles
Perrault (el mismo que inaugurara la literatura infantil con sus
famosos “Cuentos del mamá
Oca, era un funcionario de la corte de Luis XIV que
se ocupaba de las cosas más diversas).
Pierre Fardoil (relojero), Doménico Cucci (ebanista), Jacques Caffieri(broncista), François Girardon ( escultor), Antoine Coypel (pintor) bajo la dirección de Charles Perrault 1699 |
un casi incunable mapa lunar ilustrado con amorcillos
|
Lo más abundante son pinturas, esculturas y obras de arte, desde los
egipcios a nuestra época que dan buena muestra de cuánto la Humanidad ha dejado
volar su imaginación o ha intentado representar la belleza y misterio de la
Luna.
La Luna es un motivo casi omnipresente en la obra de Marc Chagall |
dos piezas de la serie de Leonid Tishkov Privet moon |
fragmento del cuadro de La nuit un port de mer au clair de lune, 1771 de Claude-Joseph Vernet |
Yo soy un astronauta (cosmonauta o espacionauta) frustrado
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