FERIA DEL LIBRO DE LA HABANA
2018: EL UNICO CUBANO CON TRES LIBROS EN CHINO
UN
CUENTO CHINO
Grande fue mi
sorpresa al descubrir en la XXVI Feria Internacional del Libro de La Habana la versión
china de mis libros “Gatito y el balón”,
“Gatito y las vacaciones” y “Gatito y la nieve”. Esta serie de cortas historias
para prescolares con ilustraciones de la alemana Constanze v. Kitzing fue
estrenada por la editorial española Kalandraka entre 2012 y 2015. Inicialmente
publicada en las lenguas oficiales de la península ibérica, ha sido también
traducida al inglés, el francés, el portugués, el italiano y el coreano.
Mis tres libritos
no se hallaban a la venta sino expuestos en la vitrina “Traducción mutua entre ChinayCuba”,
a la entrada del vasto espacio ocupado por el país invitado de la vigesimosexta
edición de la FILH. Hasta donde pude comprobar, fui el único cubano con libros
infantiles en la muestra, el único con tres libros y el único vivo, entre
figuras emblemáticas como José Martí, Ernesto Guevara, Fidel Castro y el
clásico decimonónico “Cecilia Valdés”.
Yo sabía que el
primer libro de la serie había sido publicado en China, pero ni siquiera había
visto una imagen de tapa, y mucho menos sabía que la segunda y tercera
aventuras de Gatito ya estaban en la lengua de Confucio. Al orgullo de
descubrirlos como únicos representantes de toda la literatura infantil y
juvenil cubana en la edición china, se mezcló la frustración de no poder
cogerlos en mis manos y hojearlos por primera vez, pues la vitrina estaba
herméticamente cerrada.
Todos los libros
del espacio consagrado a la República Popular China que estaban en mandarín
poseían una tarjeta con datos en castellano. Pero algunas de esas tarjetas no
facilitaban más que título y editorial, y en ese caso se hallaban los míos. Por
eso, solo alguien que hubiera visto las tapas (prácticamente iguales en todas
las lenguas) que he colgado en la web y ofrecido a alguna biblioteca
cubana hubiera podido reconocer los libros
e identificar a su autor. En un primer momento me sorprendió que ninguno de los
escritores, editores, promotores y otros profesionales que visitaron el stand
de China, sintiera curiosidad por saber quién era el autor (de tres títulos,
nada menos) que se osaba poner junto a Martí, Villaverde, Fidel o el Che.
Hubiera bastado con preguntaro a los estudiantes de chino que atendían el
stand.
Si en el espacio
consagrado a China había centenares de títulos (pocos en castellano, algunos en
bilingüe inglés-mandarín), las tres vitrinas de “Traducción mutua entre China y
Cuba” contenían demasiados pocos títulos para no que no llamaran la atención
los únicos inconfundiblemente consagrados a la infancia, tan distintos de las
tapas más bien severas de la predominante literatura política o informativa.
Solo descubrí mis libros unas horas antes de que la vitrina fuera desmantelada y los ejemplos de “traducción mutua” fuesen empaquetados (para ser enviados a la embajada china, al Instituto Confucio y a la Biblioteca Nacional, me dijeron). Me hubiese encantado hablar con mi editor, de estar presente, y presentarle –a él o a otro de sus colegas-mi novela La Isla de las Alucinaciones (Premio Avelino Hernández de Novela Juvenil 2016 en España). Esa obra, publicada en agosto pasado por la editorial Premium (Sevilla) concede un importante lugar a la emigración china en la Cuba de los siglos XIX y XX.
(mi cuarto libro en chino)
Probablemente nunca
sabré si tuve cerca al editor de tres de mis cuatro libros chinos (el otro es El paraguas amarillo, también estrenado
por Kalandraka en 2012), pues me dijeron que a los dos días de inaugurada la
feria, casi toda la importante delegación asiática había abandonado Cuba. Y eso
que la FILH había sido adelantada para no coincidir con las celebraciones del
Año Nuevo Lunar.
En resumen, que
nadie me avisó: ni la editorial china a través de mi editor español (que al
cederle los derechos le comunicó, visiblemente, mi nacionalidad), ni la cámara
cubana del libro (que probablemente recibió una lista de los autores cubanos
traídos por la delegación asiática) ni alguno de los muchos periodistas o
funcionarios cubanos que debieron interesarse en el asunto.
En todo caso: que me quiten lo bailao… al son de la corneta china.
UNA MERIENDA DE
LOCOS BASTANTE CUERDA
Mesa de autores de
ciencia-ficción, fantasy y terror. Al micrófono la subdirectora editorial GretelAvila.
El Encuentro teórico “Una merienda de locos.
Niños autores y libros” que organiza la editorial Gente Nueva para presentar y
debatir la actualidad del libro para niños y adolescentes, reflejó en esta
décimo segunda edición los aires de cambio que mueven a su actual directiva, al
tiempo que cerró las celebraciones por el cincuentenario de una editorial que
no es solo la más antigua del país, sino la única especializada en libros para
niños y jóvenes con categoría nacional.
Durante las dos jornadas en el ya habitual escenario
de la Sociedad José Martí, se abordaron temas relacionados con el mercado del
libro, el diseño e ilustración, las fronteras de la LIJ y las literaturas
fantástica, de ciencia-ficción y de terror. También fue la ocasión idónea para
la entrega de los premios La Edad de Oro (concurso de manuscritos más
importante del país, que abarca todos los géneros en grupos que se alternan año
sí, año no) en novela (EldysBaratute), álbum ilustrado (Alberto Peraza y Yan
Carlos Perugorría) y poesía (José Raúl Fraguela),siendo presentados libros de la
edición precedente porYoss (José Miguel Sánchez) en ciencia-ficción y Valerio
(Yunier Serrano) en libro para prescolares. Igualmente se entregaron los
premios La Rosa Blanca que concede la sección de literatura infantil de la
Unión de Escritores a los mejores libros publicados en el año (la presidenta de
la sección deploró la imposibilidad de incluir las categorías de diseño, al no
estar integrada esta profesión a la UNEAC).
Fraguela, Peraza y Perugorría
con sus diplomas de La Edad de Oro
Durante mi intervención en la mesa sobre el
mercado del libro y la relación autor-editor/autor-lector contrapuse mi
experiencia con editores de diversos países a la expuesta un momento antes por
Yoss (en el sentido de una fuerte intervención del editor occidental en los
libros que se le proponen). Por otra parte, insistí enlas reservas que tengo
respecto a la “anualidad” del libro cubano. Cada año el grueso de los títulos
cubanosse publicado en diciembre-enero, con vistas a la cadena de eventos
literarios que se extienden de la Feria Internacional del Libro de La Habana, a
principios de febrero, a la feria del libro de Santiago de Cuba, en mayo. La
presión es muy fuerte sobre el personal editorial, sobre la industria
poligráfica y sobre la promoción, generando cuellos de botella y stress en la
poligrafía y la distribución. Por hábito, por necesidad o por costumbre, los
libros son tratados como frutos anuales que doce meses después han desaparecido
totalmente del mercado, o no gozan de atención alguna. El resultado es un
excesode títulos de tiradas cortas que raramente cubren los gastos,que reportan
insuficientes ingresos y satisfacciones espirituales a sus autores.
En Cuba raramente se reedita un título, sea
cual sea su comportamiento comercial, y no se pagan derechos de autor
porcentualessino cantidades fijas, a modo de anticipo y en sumas que nada
tienen que ver con la realidad de costos y beneficios. Los escritores que
pretenden vivir de su obra se ven obligados a incrementar el ritmo de escritura
(con la consecuente pérdida de rigor estilístico, variedad temática y solidez argumental),
mientras que editores, ilustradores y diseñadores trabajan a una velocidad que perjudica
la calidad editorial; por su parte, los lectores “sueltan el bofe” tratando de
conseguir un ejemplar de tiradas que no alcanzan, y los críticos y periodistas
tienen que dejar pasar en silencio una gran parte de dicha producción
precipitada y efímera. Por si no fuera poco, el Estado se ve obligado a
subvencionar libros que, si se imprimieran en suficiente cantidad y con mayor
respeto de la demanda, tendrían mayores posibilidades de ser rentables.El otro
problema es que el grueso del papel que se consume en Cuba es importado,
pagándolo en divisas, mientras que los libros se venden fundamentalmente en
moneda nacional –no convertible– y muy por debajo del precio de costo. El nudo
gordiano se cierra en torno al hecho de que la mayoría de los libros cubanos no
tiene calidad para ser exportado y que la producción nacional, dominada por un
exceso de publicaciones de carácter político-ideológico, no se completa con títulos
importados, cuyos precios –de todos modos– muy pocos cubanos podrían abonar.
En compañía de Yanira
Morejón, editora de segunda versión cubana de La leyenda de Taita Osongo quien lamentó que no se nos hubiera
entregado, ni a la editorial Matanzas ni a mí constancia alguna del premio La
Rosa Blanca otorgado en 2016 a dicha novela.
Sin miedo a herir susceptibilidades, repetí lo
que ya he escrito en algún sitio: demasiados autores de talento se ven
coartados a proponerobras sin las necesarias inspiración y originalidad, por no
haberles consagrado el tiempo necesario a su maduración; algo que se podría
evitar pagando mejor libros que, con mayores tirada y tiempo de
explotaciónalcanzarían mayor número de lectores, y dispondrían de mejor crítica
y promoción. También los editores, ilustradores, diseñadores e impresores disfrutarían
de mejores condiciones para realizar su trabajo. Mejoradaptadas a la demanda y
a las necesidades de la población, nuestras literatura y edición mejorarían su
salud, y la cadena completa del libro resultaría más económicamente viable y
eficaz. El Estadoeconomizaría logística y hasta salarios al tiempo que todos,
desde los autores e ilustradores hasta el último almacenista o librero,
ganarían más por una cantidad de trabajo igual.
El sistema mismo de las ferias del libro
debería pasar a una frecuencia bienal, realizándose en el año sin feria un
programa de festivales literarios menos costoso y no menos productivo en el
plano cultural.
El carismático escritor
EldysBaratute hace reír a sus compañeros de mesa, mientras la chistera del
sombrero loco de Alicia en el País de las Maravillas justifica el sobrenombre
de “Merienda de locos” recibido por el Encuentro desde sus orígenes.
DE VUELTA A LA FERIA
En 2018la Feria Internacional del
Libro de La Habana propuesto a los lectores un número de títulos inferior al
del año pasado. No que los planes fueran menos ambiciosos, sino que las
diversas dificultades económicas resultantesdel endurecimiento del embargo por
el gobierno de Donald Trump y el huracán Irma, así como las exigencias en papel
de la campaña electoral en curso, han impedido el cumplimiento de los planes.
Entre las víctimas de los atrasos
editoriales se encuentra mi único libro cubano del año: Aventuras de Sheila Jólmez, por el docto Juancho (Editorial Capiro, Santa Clara). Su lanzamiento nacional
estaba anunciado el jueves 8 de febrero en la sala Tesoro de Papel del recinto
ferial de La Cabaña. Acudí a la cita para no hacer mentira El Cañonazo (órgano
oficial de la FILH… queno debe su nombre a lahistoria militar del monumento que
acoge la feria, sino al tradicional cañonazo que desde sus baluartes anuncia a
la capital que son exactamente las nueve de la noche). Me vi forzado a cometer,
como en2015, cuando tampoco llegó a tiempo mi noveletaConcierto nº7 para violín y brujas, una “presentación surrealista”;
es decir, el lanzamiento de un libro que aún no existe, que nadie puede ver ni
tocar y que solo podrá ser leído… cuando
dios quiera (y el dios del libro cubano es griego: no tiene calendario).
Los adolescentes asistentes a los
talleres del espacio Tesoro de Papel y algunos de sus coordinadores adultos
escucharon con ejemplar cortesía cuanto quise contarles de mi colección de
cuentos policíacos protagonizados por dos jovencitos de la Cuba actual cuyas
aventuras se inspiran en algunas de las más famosas creadas por sir Arthur
Conan Doyle para Sherlock Holmes y el doctor Watson. Además de adaptados a las
posibilidades e intereses de chicos de doce años, mis cuatro historias tienen
un reconocible escenario villaclareño (raramente representado en libros
juveniles). Quise creer que alcanzaría a presentar mi …Sheila Jólmez… en alguna de las ferias que tendrán lugar hasta el
20 de abril, cuando cojo el avión de regreso a París; pero es muy probable que
ni siquiera alcance a tener unprimer ejemplar en mano, pues la feria de Santa
Clara, donde radica su editor, ha sido desplazada a la última semana de abril...
aparentemente con la esperanza de conseguir el papel y la capacidad poligráfica
necesarias.
tapa que no llevará mi libro. Por un error de edición, el
diseñador utilizó la segunda de mis propuestas y no la definitiva y mejor (las
desgracias nunca vienen solas)
tapa que finalmente ha previsto la editorial Capiro
El 8 de febrero, una hora después de presentar mi libro fantasma en La Cabaña, llegué a la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, a varios kilómetros de distancia, para presentar la novela El paraíso de Jesús Arcángel (Ediciones Unión) de mi amigo (y esta vez no colega, pues se trata de una de sus novela para adultos), Luis Cabrera Delgado. Casualmente, esta obra también tiene a Santa Clara por escenario; pero las calles, barrios y edificios han recibido, como los personajes, nombres bíblicos; lo que consolida la intención desmitificadora de esta singular novela picaresca de Cabrera Delgado.
Al carecer de tiempo para terminar de
recorrer la feria el jueves, volví al día siguiente a atravesar el túnel bajo
la bahía de La Habana. Compré algunas ediciones cubanas que no había visto en
mis dos visitas anteriores; entre ellas cuatro títulos de la cuidada colección
de cuentos para dibujar “Espejo”, de Ediciones de la Luz (Holguín), y un
excelente diccionario de cubanismos, así como un puñado de libros extranjeros,
nuevos o de segunda mano, que se venden en C.U.C. (el mal llamado “peso convertible”)
y que destiné a mi hermana y sobrinos; voraces lectores a quienes no satisface
la poco lúdica oferta editorial cubana.
Solo cuando estaba por terminar mi
visitaentré al fin al amplio espacio consagrado a la República Popular China,
país invitado de honor de la XXVI Feria Internacional del Libro de La Habana.
Según la prensa, se exponían allí un millar de libros chinos; en su mayoría
impresos en la indescifrable caligrafía delCeleste
Imperio. Pese a la imposibilidad de leerlos, los examiné parsimoniosamente,
tratando de comprender por las ilustraciones, el formato y los escasos datos en
castellano, algo de las tendencias de la edición china actual; sobre todo de lo
que se destina a niños y adolescentes.
Ya me referí antes a la agradable
sorpresa que me esperaba a la entrada del stand: tres de mis cuatro libros
chinos estaban expuestos junto a un par de clásicos cubanos y textos de figuras
políticas, y a material diverso de las ediciones chinas en castellano.
No había tantísimos visitantes en los puntos
de exposición y venta dedicados a la República PopularChina. Ignoro qué acogida
habrán tenido los títulos de ese país editados enCuba, pero es de suponer que,
dado lo poco que conocemos de dicha literatura y, es mi impresión, laineficiente
promoción, el exótico invitado de lavigésimo sexta FILH no será de los que mayor
huella dejeen el lector cubano.Me parece que la India, invitado oficial en
2015, logró un mejor impacto… aunque nunca comparable con invitados de nuestra
lengua y área geográfica y culturalcomoMéxico, Ecuador o Venezuela.
Como aún ignoraba que no quedaba editor
chino alguno en La Cabaña, volví una vez más el sábado, penúltimo día de la
feria. El contenido de la vitrina “Mutua traducción entre China y Cuba” había
desaparecido y no pude consolidar mis impresiones de la víspera, así que tras intercambiar
impresiones con los chinos (escasos)y cubanos que se ocupaban del stand, me fui
con mi música a otra parte.
Como suele ocurrir los fines de
semana, había muchísima gente y era suicida adentrarse en los angostos pasillos
y celdas de piedra donde se acumula la oferta de libritos infantiles de texto
indigente y colores chillones, diccionarios baratos, falsos best-sellers,
libros de autoayuda o manualidades que arrebatan 3, 5 y más dólares a una horda
de no-lectores (tan fieles a esa subliteratura como a la oferta recreativa y
gastronómica que invade los accesos a la fortaleza).No soy el único que no
comprende que la Cámara del Libro, el Instituto Cubano del Libro y otras
entidades organizadoras de la FILH acepten pasivamente la captación (monetaria
y cultural) de los cubanos con menos solidez intelectual por estos nuevos
colonizadores, que cambian espejitos y trapitos de colores por las pepitas del
C.U.C. (peso convertible). Sin dudas, la cifra de visitantes de la feria
bajaría considerablemente sin el llamado de sirena de esos libros sin ambición;
pero aumentarían las posibilidades de que esos no-lectores se encontraran con
las gemas que, pese a todo, la edición cubana ofrece o puede ofrecer. Lo prueba
el abundante público que acude al Pabellón Cuba, principal subsede de la feria
habanera, y el que acude a las 16 ferias provinciales del libro, donde no hay
pacotilla impresa.
Los accesos de La Cabaña
colapsan ante el asedio de miles de personas… que no siempre compran libros
En mis cuatro visitas a la FILH pude
comprobar que las salas de presentaciones y debates solían estar medio vacías,
y no fueron excepción los dos únicos eventos externos en los que participé: el
lanzamiento de un libro para adultos de mi colega, amigo y paisano Luis Cabrera
Delgado en la sede de la Unión de Escritores y Artistas, en el Vedado, y el XII
Encuentro de Literatura Infantil y Juvenil “Una merienda de locos”, que
organiza la cincuentenaria editorial Gente Nueva (única nacional especializada
en libros para chicos) en la Sociedad Cultural José Martí, también en el
Vedado.
En el Encuentro de LIJ había un
aceptable número de personas al menos en parte de la jornada. Pero cada año
somos más o menos los mismos: en su mayoría autores, ilustradores,
profesionales de la edición y algunos promotores. Es una pena que los criterios
que allí se intercambian sobre distintos aspectos de la creación y recepción
del libro para niños y adolescentes no sean aprovechados por una mayor cantidad
de esos maestros, bibliotecarios -públicos y escolares- y otros profesionales
de la infancia y el libro que tanto necesitan mejorar su formación e
información. En un país donde es tan fácil sacar a un trabajador de su área de trabajo,
resulta inexplicable el despilfarro de talentos en beneficio de pocos.
Las presentaciones de
libros de las “ediciones territoriales” suelen estar entre las más concurridas
de la FILH. Es lógico puesto que desde la provincia en cuestión –en la foto,
Cienfuegos- viene un ómnibus lleno de escritores, profesionales del libro… y
algún amigo o pariente que aprovecha la ocasión para visitar la feria.
Pero estaba hablando de mi última
visita a La Cabaña. Al salir del pabellón chino me dirigí a la sala de
encuentros profesionales donde estaba anunciada una mesa sobre el diseño del
libro con la participación de José Alberto Menéndez Sigarroa, Premio Nacional de Diseño, el director
del Plan de Lectura, Enrique Pérez Díaz, y el director de Ediciones Matanzas
Alfredo Zaldívar. Este último declinó la invitación por no considerarse idóneo
para abordar el tema, y Enrique me invitó a sumarme a la mesa, afirmando –con
extrema generosidad- que mis experiencias como ilustrador y con editores de
varios países, me permitirían decir cosas de interés sobre el asunto. Lo cierto
es que ya unos días antes en la “Merienda de locos” yo había compartido con mis
colegas algunos conceptos y experiencias adquiridos en Francia, Argentina y
España, y al repetirlas, ahora con más claridad, aporté la conceptualización
que había faltado en las intervenciones de mis dos colegas de mesa, que más
habían abundado en lo anecdótico y en el pasado del diseño (indiscutiblemente
mejor) del libro en la Cuba revolucionaria.
El público terminó siendo más numeroso de lo previsto, y vi varios jóvenes
–probablemente estudiantes de diseño– tomar nota. Tras algunas preguntas de la
asistencia, en particular sobre los aspectos teóricos o sobre el panorama
internacional, un periodista del Noticiero Cultural de televisión entrevistó a
Enrique Pérez Díaz y al Premio Nacional de Diseño. Como suele suceder con todos
los cubanos residentes en el exterior, quedé excluido del medio de comunicación
masiva de comunicación de nuestro país (una amiga me comentaría, más tarde,
haber escuchado una frase –dudoso resumen de mi intervención– en Radio Reloj.
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