Estuve
en España del 10 al 15 de junio con motivo de recibir, en la castellanísima
ciudad de Soria, el Premio Avelino Hernández de Novela Juvenil… que me fuera
anunciado, como auténtico regalo de Reyes, el 7 de enero pasado. La premiación
estaba prevista a mediados de febrero, pero yo me encontraba en Cuba,
participando en la Feria Internacional del Libro de La Habana y en las de
Cienfuegos y Santa Clara, mi estancia se prolongó hasta mediados de abril.
Finalmente acordamos aprovechar mi paso por la Feria del Libro de Madrid, ya en
junio, y una vez comenzado el proceso de edición del libro premiado (por
Premium Editorial, que lo imprime en julio) para realizar la entrega oficial.
40ºC al sol (bueno, a la sombra solo 38' |
Llegué a Madrid el
sábado a mediodía y me fui directamente a la Feria del Libro. La gerente de la
editorial Kalandraka, mi excelente amiga Belén Sáez, me indicó cómo llegar al
hotel, estratégicamente situado a mitad de camino entre el Parque del Retiro
(sede histórica de la septuagenaria feria) y el espacio Kalandraka (calle Santa
María nº16, en pleno Barrio de las Letras) que invito a todos los amantes de
los libros bellos e inteligentes a visitar.
Quienes han viajado a España saben que allá se almuerza tarde (ellos
llaman a eso la “comida”, y a la de la noche –quizás porque también es tarde-
cena). Con los calores que estaban haciendo (38ºC a la sombra) el cierre entre
3 y 5 de la tarde era más que oportuno y por eso, después de dejar mis cosas en
el hotel y de una microsiesta de 30 minutos, para recuperarme de mi levantada a
las cinco de la mañana, me fui a almorzar sin salir del barrio.
Volví
a la feria pasadas las 6, cuando el solazo comenzaba a dar una tregua y el
público era más numeroso (probablemente el más numeroso de toda la feria, pues
era su penúltimo día).
Mal
conseguí acercarme a los mostradores de las casetas donde, más que comprar, me
interesaba observar la oferta de literatura infantil, a fin de orientarme un
poco sobre los rumbos de la edición actual. No fue posible esto último, no tanto
porque había demasiada gente (en algunas casetas, en definitiva, no), sino
porque en realidad una feria popular como la de Madrid no te permite informarte
sobre la identidad de una editorial o sobre la actualidad de su catálogo, como
si ocurriría en una feria de negocios como Liber (que nunca he visitado),
Frankfurt (que tampoco) o Bolonia (estuve en 2005 y me fue muy útil) o París
(que he visitado muy frecuentmente) y Montreuil (la especializada en literatura
infantil y juvenil de Francia). Lo que mostraban las casetas de las editoriales
era sobre todo libros de fácil venta: mucho colorín, mucha serie, algún título
clásico, y sobre todo sus best-sellers.
O
sea, lo que menos me interesaba. Porque si bien es cierto que yo quería
averiguar qué buscan hoy los editores peninsulares (Portugal, que también queda
en la Ibérica, era el invitado de la feria; pero no conseguí ver muestra
ordenada de su producción), no me interesa demasiado ver qué buscan en materia
de libros facilongos, porque esos yo no sé escribirlos. Me interesaban, por
ejemplo, los premios SM, Edelvives, Edebé y Anaya, y solo encontré un par de
ellos (me fue mejor en una librería de Soria), y de los varios títulos que
traía anotados (recomendaciones de revistas que no creo fueran muy viejas, no hallé
ninguno (al día siguiente me dirían en la reputada Casa del Libro, en la Gran Vía) que esos
cuatro títulos están simplemente descatalogados (demasiado buenos,
aparentemente, para seguir a la venta).
El
domingo estuve firmando en la caseta de Kalandraka, de 11 a 3 de la tarde (hora
en que ayudé a cerrar y nos fuimos a almorzar a la Cruz Blanca (un excelente
restaurante sobre una de las calles que rodean el Parque Retiro por el norte).
Firmé una veintena de ejemplares de “Gatito y las vacaciones” y “Gatito y la
nieve” (el primer libro de la serie está actualmente agotado), lo que está muy
bien teniendo en cuenta que no se trata de libros nuevos. Visité al editor de
mi novela recién premiada, que prepara la publicación de "La Isla de las
Alucinaciones" para presentarla en agosto en la Feria del Libro de Soria.
Premium
Editorial solo lleva cinco años en el mercado y se ha venido especializando en
narrativa de terror, ciencia-ficción y en premios sobre todo de Andalucía. Pero
tienen ambiciosos programas en materia de literatura juvenil. A veces más vale
ser cabeza de ratón que cola de león, y ellos consideran un honor tener en su
catálogo autor con mi trayectoria de más de 30 libros editados en 12 países y
en hasta 10 lenguas (cosa que no parece impresionar a nadie en Cuba… por
aquello de que “nadie es profeta en su…”) y con 40 años de vida literaria
pública.
En compañía de Jesús Moracho editor de "La Isla de las Alucinaciones" en la caseta de la editorial Premium |
La feria me
impresionó menos que en otras ocasiones. Aunque había muchos expositores y
muchos libros, no logré ver editoriales que me interesaban (las que no pueden o
no consideran útil pagarse una caseta aparte, se asocian a otra editorial o
depositan libros en una de las numerosas librerías presentes en la feria (con
la ventaja para el público de presentar un fondo más variado). Noté, como ya
dije, un predominio de libros muy comerciales que volvían invisibles los de
mejor calidad, premios incluidos. Los primeros estaban horizontales, en el
mostrador y los otros, si acaso, de canto en los estantes del fondo, fuera del
alcance de los visitantes.
Quiero
creer que es por eso que -fuera de los que firmé en la caseta de Kalandraka- en
la feria no vi más que uno de los seis o siete que me quedan en el mercado
español. Resultó ser “Los cuentos del mago y el mago del cuento”, que data de
1995 y es el más antiguo de mis libros europeos. Es que Ediciones de la Torre
no vende mucho, pero es muy fiel a su catálogo. No obstante, hace un par de
años solo firmé un par de ejemplares en las dos horas que estuve con ellos, así
que este año ni evocamos la posibilidad de sentarme a afrontar el público… que
pasa.
La verdad es que organicé mal mi viaje. Solo caminando por la feria me dije que podía haber gestionado entrevistas con algunos de mis editores, aunque probablemente la fecha no era la más fácil para obtenerlas, y tampoco esperaba mucho de esos eventuales contactos pues no tengo nada que ofrecerles que ya no les haya enviado por correo electrónico. Para conseguir más publicaciones en España, parece que la única solución es aceptar las reglas de juego: ponerme a escribir con los temas y formas (ligeras) que se estilan, y resignarme a la idea de que cada libro solo vivirá unos pocos años. Es extraño porque los catálogos no renuncian a grandes valores del siglo pasado (me refiero al xx, claro) que no serían referencia de haber aparecido en las condiciones que el mercado editorial impone actualmente.
La
Feria del libro de Madrid ha cumplido 76 años y se desarrolla en una de las más
anchas alamedas del inmenso y bello Parque de Retiro, situado en el centro de
Madrid, cerca de sitios os como la calle de Alcalá, la fuente de Cibeles, el
Museo del Prado y la Estación de trenes de Atocha. Las editoriales, librerías y
otras instituciones que exponen y venden, están instaladas en casetas alineadas
a ambos lados de una ancha alameda sombreada por inmensos plátanos. Incluso
cuando hay mucho público, algunos paseantes habituales pasan en patines,
haciendo jogging o con un cochecito o un perro. Si no, los no lectores circulan
por los amplios senderos que acompañan la alameda tras la hilera de casetas y
de copudos árboles. La sombra que arrojan esos árboles es bienvenida cuando
hace tanto calor como este año. Hubo momentos en la tarde en que la temperatura
andaba cerca de los 40ºC. Mi hotel estaba a unos 15 minutos a pie. Eso no
impidió que caminara mucho durante mis cuatro días madrileños. Como a veces no
tuve tiempo, o ganas de comer, y debo haber sudado bastante, al regresar a
París había perdido más de un kilogramo.
en prixmarck, nuevo templo del consumo en la Gran Vía |
Soria
El martes, a las 8 de la mañana debía coger el autocar para Soria. Me levanté a las seis y a las 7:15 ya estaba en camino. Pero mi memoria me jugó una mala pasada y me bajé en la Plaza Colón, donde hace 15 años estaba la terminal de autobuses y no en su sitio actual. De los cuatro preguntados, dos eran extranjeros y los otros no tenían ni idea de dónde estaba la actual estación; hasta que yo mismo mencioné de Avenida de América y un amable señor me recomendó el ómnibus 27 (el mismo que yo había abandonado erróneamente unos minutos antes). El chófer prometió avisarme dónde bajar, pero si no estoy atento… Todavía tuve que coger allí el metro; era solo una estación, pero eso suponía un buen kilómetro y ya estaba atrasado. Mirando todo el tiempo la hora, en que los minutos corrían más rápido que yo por los interminables pasillos y escaleras que caracterizan el metro de Madrid, llegué a la estación de autobuses casi a la hora de partida del mío. Y no me iban a dejar subir sin el billete… que vendían en una taquilla con lenta cola. Compré el boleto en una máquina, pero igual cuando llegué al andén ya habían pasado sus buenos 10 minutos. Perdí dos horas y media sentado en el feo sótano de la estación. Al llamar a Soria me dijeron que no era grave. La prensa, por lo menos, no faltó a la cita y apenas entrar al ayuntamiento una docena reporteros comenzó a ametrallarme con sus flashes. Al entrar en la sala de actos encendieron cámaras y grabadoras y me hicieron las previsibles preguntas sobre el premio, mi obra, mi presencia en Soria… y sobre la situación en Cuba.
palacio de los Condes de Gómara, fabuloso edificio renacentista
quizás el más bello de Soria
Soria es una ciudad pequeña, de solo 35 mil habitantes. La zona estaba poblada antes de la ocupación romana y desempeñó un rol importante en la conquista y unificación de España. Se encuentra a solo cinco kilómetros de Numancia, famosa ciudad celtíbera que se inmoló con tal de no caer en manos del invasor… por lo que inspiró a Fidel Castro en los días funestos en que lanzó el Período Especial, tras quedarse sin “campo socialista”. Se conservan solo unas piedras de la antiquísma aldea arévaca; pero Soria es rica en iglesias, partes de edificios y fragmentos de murallas medievales, y posee un abundante y bello patrimonio de los siglos XVII-XVIII. Recorrí buena parte de la ciudad y algunos de sus monumentos. Fue en una librería situada en la plaza San Blas y El Rosel (Sic.) que completé la bibliografía que traje de esta primera estancia española desde 2015. Hay allí huellas diversas de Antonio Machado y Gerardo Diego, que allí fueron profesores. Gustavo Adolfo Bécquer y Machado vivieron aventuras sentimentales que nutrieron varias de sus respectivas obras y, en el último dejó incluso en un hermoso cementerio el cuerpo de su primera esposa.
Antonio Machado está muy presente en Soria
El premio
De
mi conversación con los miembros del jurado que pude conocer, saqué en claro
que mi novela fue leída atentamente y que les causó excelente impresión, tanto
por su trama y personajes como por su prosa que no tiene esos alardes poéticos
o coloquiales que tanto gustan a mis compatriotas, pero sí fue definida como
muy precisa y cuidada. No oculté a la prensa ni a los jurados que ese libro ya
llevaba sus añitos esperando una oportunidad. Con toda sinceridad puedo afirmar
que quienes se equivocaron fueron los que antes no premiaron y/o decidieron
publicar “La Isla de las Alucinaciones”.
El premio Avelino Hernández de Novela Juvenil se convocó en 2016 por quinta vez, habiéndolo ganado en sus cuatro ediciones anteriores los escritores españoles Rafael Alcalde con “Cuatro en París” (2013), Juana Cortes con “Sonrisas” (2011), Kiko Reinoso con “Los buscadores de lluvia” (2009) y César Ibáñez con “La cueva de los 10 acertijos” (2008). Solo dos de los autores me resultaban conocido, pero todavía no he podido leer ninguno de los libros premiados pues la editorial Everest que tradicionalmente publicó los premios Ayelino Hernández desapareció a fines de 2015 (pese a sus 40 años de andadura y un excelente catálogo resultó una víctima más de la crisis económica y editorial española desatada en 2008 por la crisis financiera de las surprimes). En todo caso soy uno de los raros escritores latinoamericanos no residentes en España que ha recibido allí recientemente un premio de este rango… aunque curiosamente la que me precedió cuenta las aventuras de unos chicos españoles en París, la ciudad donde vivo.
En
su nota de prensa, la entidad convocante precisa:
proyecto de tapa la novela será presentada en agosto en la feria del libro de Soria |
“La Isla de las Alucinaciones” narra la historia de una adolescente
española y sus cinco amigos cubanos, que se ven envueltos en una aventuras en
torno a una misteriosa isla, históricamente ligada al tráfico de braceros
chinos con los que se intentó sustituir la mano de obra esclava en la segunda
mitad del siglo xix. La trama, situada en la época actual, aborda la cuestión
del tráfico de drogas entre el norte y el sur de América, y la corrupción de
policías y militares.
De regreso a Madrid, me encontré con mi
colega y amiga Paloma Sánchez Ibarzábal, con quien descubrí el Espacio
Kalandraka, mangífico centro de exposición, venta y promoción del trabajo de
esa editorial, quizás la más distinguida de cuantas en España se especializan
en álbumes y libros ilustrados.
Al día siguiente, antes de correr al aeropuerto, pasé por Bodegas Rosell, un restaurante de tienda de bebidas y licores que mi herman Eunice me recomendó (no había abierto todavía, así que queda para el próximo viaje comer allí… y ver si realmente tienen algún vino que lleve mi apellido)
... y seguí rumbo al Museo del Prado que, al organizar Madrid la Fiesta Mundial del Orgullo Gay este año, había compuesto un itinerario especial dentro su colección permanente titulada “La mirada del otro: Escenarios para la diferencia” con cuadros y esculturas que reflejaban la cuestión de la homosexualidad masculina o femenina o informaban sobre los problemas que sus protagonistas o creadores tuvieron en vida por sus inclinaciones sexuales. Fue el caso del emperador Adriano y su amante Antínoo, de los pintores Alejandro Da Vinci, Rafael, Cornelis van Haarlem, Caravaggio, Botticelli, Rubens, Rosa Bonheur y otros. Aproveché para ver de nuevo (colecciones de la importancia del Prado o el Louvre nunca se agotan) varios Goya, el Greco, Velázquez… y Fortuny (pintor que tanto gustara a Martí) y otros de los muchos artistas plásticos anteriores al siglo XX que atesora el Prado.
con Belén Sáez en el Espacio Kalandraka
Con mi amiga y colega Paloma Sánchez Ibarzábal en el Espacio Kalandraka |
Al día siguiente, antes de correr al aeropuerto, pasé por Bodegas Rosell, un restaurante de tienda de bebidas y licores que mi herman Eunice me recomendó (no había abierto todavía, así que queda para el próximo viaje comer allí… y ver si realmente tienen algún vino que lleve mi apellido)
... y seguí rumbo al Museo del Prado que, al organizar Madrid la Fiesta Mundial del Orgullo Gay este año, había compuesto un itinerario especial dentro su colección permanente titulada “La mirada del otro: Escenarios para la diferencia” con cuadros y esculturas que reflejaban la cuestión de la homosexualidad masculina o femenina o informaban sobre los problemas que sus protagonistas o creadores tuvieron en vida por sus inclinaciones sexuales. Fue el caso del emperador Adriano y su amante Antínoo, de los pintores Alejandro Da Vinci, Rafael, Cornelis van Haarlem, Caravaggio, Botticelli, Rubens, Rosa Bonheur y otros. Aproveché para ver de nuevo (colecciones de la importancia del Prado o el Louvre nunca se agotan) varios Goya, el Greco, Velázquez… y Fortuny (pintor que tanto gustara a Martí) y otros de los muchos artistas plásticos anteriores al siglo XX que atesora el Prado.
Mi regreso a París fue otro stress. Las compañías de aviación discount (bajo precio permite disimular el exacto sentido de barato) te mandan mucha información para que gastes más en detalles superfluos como reservación de asiento, facturación de equipaje adicional, checking anticipado, reserva de hotel y auto… pero no se ocupan de darte información indispensable como la terminal del inmenso aeropuerto de Madrid de donde sale tu avión. Tuve además la mala idea de regresar al aeropuerto en un tren de cercanías (merece divulgación lo confuso de sus trayectos) y después de trabajosamente identificar mi terminal de salida tuve que circular por lo menos 15 minutos en el ómnibus interno que va de la terminal 4 a la 2 (ambas enormes), pero no en orden. Cuando llegué a mi puerta de embarque me dijeron que el avión estaba lleno y que mi maleta de mano tendría que ir en la panza del avión, como la otra que había despachado antes. Lo mismo me lo habían hecho en mi viaje a Cuba y en el viaje desde París: parece ser una nueva costumbre de las compañías de aviación, discount o no: calculan mal la capacidad para absorber equipaje en cabina (el otro te lo hacen pagar aparte, las discount) y luego te salen con que no hay lugar. Sí había lugar, así que hice bien en no dejar a la entrada del avión, para que la mandaran a la panza del aparato, mi maleta pequeña.
Al llegar a París tuve la impresión de haber
pasado mucho más tiempo qu
e seis días incompletos en España. No solo por lo
variado y agitado de mi viaje sino porque me esperaban tenía montones que
cosas… todas urgentes, como de costumbre.
Joel Franz Rosell
París, 7/7/17
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