El Juego Literario es un proyecto de promoción de la lectura inventado en
Medellín hace 22 años. Siendo uno de los escritores invitados al evento, el
prolífico escritor catalán Jordi Sierra i Fabra se enamoró del evento, de la
pasión y el rigor de sus organizadores y de la propia ciudad colombiana, y
decidió ayudar a financiarlo. Para ello creó la Fundación Taller de Letras
Jordi Sierra i Fabra y el evento prosiguió su marcha cada vez más vigorosa.
En 2013 fui uno de los numerosos escritores invitados a Medellín y este
año, he tenido el honor de ser uno de los dos escritores escogidos para el I
Juego Literario de Barcelona. Patrocinado
por la Casa de América de Cataluña, la Fundación Jordi Sierra i Fabra,
el Fondo de Cultura Económica y Bibliotecas de Barcelona, con el apoyo de
instituciones colombianas que hoy sostienen el Juego Literario de Medellín, la
invitación a dos autores latinoamericanos era perfectamente natural. La
colombiana Irene Vasco y yo, representando a Cuba, tenemos en común el haber
publicado con el Fondo de Cultura Económica obras asequibles a los chicos de 8
a 11 años escogidos para esta primera edición en Cataluña, en la cual
participaron las escuelas Patronat Domènech y Lluís Vives.
Pero nuestra presencia en Barcelona también incluyó la participación en el
décimo festival del libro infantil Món Llibre, con un programa de más de 50
actividades gratuitas, entre ellas la jornada profesional en la que Irene y yo,
en compañía de Cristina Osorno, de la Casa de América de Cataluña hicimos una
aplaudida presentación de la literatura infantil latinoamericana y una firma de
nuestros libros.
El vuelo entre París y Barcelona dura apenas dos horas. Un vuelo apacible
en alas de un Airbus de Air Europa desde cuyas ventanillas pude contrastar los
paisajes rurales cercanos a París (bastante al norte de Europa Occidental) con
las inmediaciones de la “ciudad condal”, entre abruptas colinas mediterráneas y
urbanización galopante.
En el aeropuerto de Barcelona todo está escrito en catalán y castellano. Es
un aeropuerto internacional acostumbrado a recibir millones de viajeros de todo
el planeta y la señalética (perdónenme esta horrible palabra) me orientó
fácilmente hasta el autocar que permite alcanzar el centro por un precio
bastante módico.
Mapa y libreta de direcciones en mano, descendí en la segunda parada,
“Universidad”, donde tomé un taxi que, en diez minutos, me dejó en la puerta de
mi hotel, el excelente Gran Catalonia
Diagonal Centro, en la calle Balmes, paralela al Passeig de Gràcia y la Rambla
de Catalunya que son las principales arterias del Eixample (Ensanche), elegante
barrio del centro de Barcelona.
la bandera independentista catalana, flota en el edificio que hace frente a mi hotel. |
A solo media cuadra, doblando la esquina, está la Casa de
América de Cataluña, principal organizador de mi estancia, y a similar
distancia, dos estaciones de metro. El Eixample es el distrito más densamente
poblado de Cataluña y España, pero sigue siendo un sector elegante, moderno,
que aloja muchas de las joyas de la arquitectura modernista. Creado en en el
siglo XIX a fin de expandir una ciudad que rebasaba apenas su perímetro feudal,
se diferencia claramente del laberíntico casco antiguo, el famoso Barrio Gótico
que todo el mundo conoce por las aventuras de los detectives Carvalho (para
adultos) y Flanagan (para adolescentes). Las calles del Eixample son anchas,
rectas y con amplias aceras, a veces arboladas. Siempre hay un edificio que hace
fachada en la esquina, de manera que se forma una especie de plazoleta triangular cuyo objetivo inicial era permitir
al transeúnte doblar la esquina con la tranquilidad de saber que al otro lado
no se agazapaba un delincuente. Es un concepto trasladado a Buenos Aires.
Cuentan que un
viajero llegó a Barcelona, y después de asegurarse lugar donde dormir y comer entró en una librería… que me salió al paso mientras bajaba la Rambla de Cataluña
rumbo a la plaza del mismo nombre, donde se halla el buró de información
turística en que adquirí un pase que me permitiría disponer de reducciones
interesantes en los numerosos museos y atracciones turísticas. En fin de
cuentas, no llegué a usar el pase, pues nunca dispuse de dos días enteros para
consagrarlos al turismo, y terminé por regalarlo a una amiga, estudiante
francesa en Barcelona. Lo cierto es que
los servicios turísticos de la Ciudad Condal (no averigüé porqué la llaman así)
son extremadamente caros. La ciudad vive del turista y no hace el menor
esfuerzo por disimularlo. Pero cuando uno ve las oleadas de extranjeros que desfilan
el casco histórico o invaden las joyas de la arquitectura modernista, ha de
admitir que “la defensa es permitida”.
La Casa del Libro de la Rambla de Catalunya impresiona: se
extiende hasta el centro de la manzana, donde asoma un jardincillo precedido por una sala de actos con capacidad para unas
40 personas y la sección infantil. El único de mis títulos que figuraba en el
catálogo era “En gatet i la pilota”, la traducción catalana del segundo libro
de mi serie Gatito (y mi último libro español, publicado a fines de 2012). Pero
ni el librero ni yo conseguimos localizarlo entre los libros de Kalandraka o
entre los álbumes para los más pequeños.
De hecho, fuera de los títulos puestos a la venta en el
festival Món Llibre, solo vi uno de mis títulos a la venta: “Gatito y el balón”
(mi antepenúltimo título español, publicado a fines de 2011) en La Central, librería
que me habían encomiado y que me salió al paso el domingo, mientras deambulaba
por el barrio Gótico.
"Gatito y el balón" en la oferta de álbumes de La Central |
Lo cierto es que las librerías catalanas me dejaron
bastante frustrado pues su oferta se ve limitada por el hecho de que por lo
menos la mitad de la oferta está en catalán (hasta los 12 años la lectura se
practica cada vez más en la lengua regional que en castellano, mientras que
entre jóvenes y adultos la edición se reparte aproximadamente en mitades
iguales). Puedo leer, con un algún esfuerzo, en esa lengua; pero finalmente
solo compré dos tristes libritos, y eso que me había ilusionado con la
posibilidad de ponerme al día respecto a la edición española. Con decir que ni
siquiera quedé deslumbrado por la oferta en cinco lenguas de la librería
Abracadabra, donde, por recomendación de la Casa de América, éramos esperados
Irene y yo el jueves por la mañana. Pura visita de cortesía. Ni siquiera había
el menor libro nuestro a la venta, pero la conversación con el propietario fue
agradable y nos conocer algunos datos sobre el comercio del libro infantil en
Barcelona.
Con Irene Vasco y Ricardo,
propietario de la librería Abracadabra
Será porque varias me fueron recomendadas por la Casa de
América y el Fondo de Cultura Económica, pero el hecho es que tres de las seis
librerías donde entré en Cataluña, tres tenían propietario latinoamericano (dos
colombianos y una uruguaya).
Primera visita
al Barrio Gótico
En algunos sitios se perciben las tres épocas (romana, mozárabe y medieval) y funciones (militar, política y religiosa) de lo que hoy es la catedral.
|
Esa primera tarde, y en otros momentos de mi visita, tuve
ocasión de hacer escapadas al famoso Barrio Gótico, el Raval y las Ramblas
(escenarios privilegiado por la novela negra catalana), que constituye la zona
más antigua y turística de Barcelona: la Ciutad Vella. Los restos de la pequeña
ciudad romana de Barcino, algún resto del período Mozárabe y bastante del
período medieval del reino de Barcelona, dominado por la inmensa catedral y el
antiguo palacio real.
Inmensa y lujosa catedral |
Al bajar del metro en la estación Liceu, me llamó la
atención una curiosa escultura que presenta a un dragón (San Jordi, el que mató
al dragón, es el patrono de la ciudad) en
compañía de un paraguas (¿llueve tanto en Barcelona? Bajo el sol que reinaba en
esos primeros días de abril cuesta imaginarlo).
Visité el hermoso, pero abarrotado Mercado de la Boquería
y la pequeña iglesia, con su encantador claustro, de Santa Ana.
Y más tarde pasé ante el abigarrado Palau de la Música,
mi primer contacto –superficial- con el modernismo arquitectónico catalán.
El Juego Literario
El primer elemento de mi agenda oficial era el encuentro con los niños de
las escuelas Lluís Vives (barrio de Sants) y Patronat Domènech (barrio de Gracia) en el espacio cultural de la Fundación Jordi Sierra i
Fabra, en el popular barrio de Sants. El local posee excelentes condiciones
para la labor de promoción de la lectura al tiempo que rinde homenaje a su
fundador, el escritor vivo con más amplia bibliografía. Toda una pared del
entresuelo está ornada por los más de 400 títulos del apasionado polígrafo
catalán mientras varias vitrinas muestran manuscritos y tebeos que remontan a
su infancia de creador, testimonios de su amplia trayectoria de escritor,
periodista y promotor. Tres de sus máquinas de escribir completan la muestra.
De una de ellas, me contó el propio Jordi esa tarde, llegó a poseer dos
ejemplares idénticos: tecleaba a tal velocidad que la máquina se le bloqueaba;
mientras esperaba por el mecánico continuaba escribiendo en la otra.
Cristina Osorno me presenta (en el entresuelo se advierte un viejo escritorio de Jordi con máquinas similares a las utilizadas por Jodi Sierra i Fabra y una vitrina con sus trofeos literarios |
La muy simpática y eficaz dinamizadora Zulma Sierra había organizado el encuentro
dentro del mismo espíritu lúdico que caracteriza el Juego Literario. Antes de
la llegada de los chicos, me enviaron a la
oficina del entresuelo. Cuando los chicos terminaban de armar el puzzle (en
Cuba decimos “rompecabezas”) del cartel del evento, irrumpí con la última pieza.
Aunque no soy muy buen actor y los chicos sabían que ese día iban a conocerme,
mi aparición arrancó aplausos.
Ayudándome con las imágenes presentadas por un video-pantalla y con
ejemplares de mis libros y manuscritos, comencé a resumir mi trayectoria
literaria desde que a los 10 años dibujé una historieta protagonizada por Super
Pecho, mi primer héroe de ficción o a los 11, cuando contaba a mi hermana las
aventuras que supuestamente vivían cuatro de sus muñecos mientras la familia se
marchaba al trabajo y la escuela, o a los 13 años, cuando escribí mis primeras
novelas, inspiradas por la película francesa "La guerra de los botones", en las
novelas detectivescas de Enid Blyton y en las historietas protagonizadas por
Tintín, entre otras influencias.
Si en encuentros de este tipo es frecuente que los autores recibamos
dibujos y comentarios sobre nuestras obras, en esta ocasión también los chicos
me trasmitieron diversos testimonios de su vida e intereses. Retroalimentación
muy útil para un escritor como yo, que no se dirije a sus coetáneos y
conciudadanos, sino a un público que puede ser hasta 50 años más joven y que reside
en los países más diversos (estoy traducido en siete lenguas; desde el cercano
catalán al muy remoto coreano y tengo tres libros estrenados en México, donde
no he estado ni de paso).
En el ambiente de agitación política actual, los chicos de la escuela Patronat Domènech sintieron la necesidad de hablarme de Cataluña, y no solo de sus paisajes
o de elementos culturales como el famoso “pan con tomate”, la más sencilla y
admirable invención de su gastronomía, sino incluso abordando el complicado asunto
de la autodeterminación de esta histórica región de España. Me reglaron una
bandera independentista (que ya había visto flotar en numerosos balcones y que asociaba
a un equipo de fútbol) y un “burro catalán” vestido con los mismos colores (aunque
los chicos que me lo ofrecieron, me aclararon que hubieran preferido un burro
tradicional, pero no lo consiguieron) y un CD con canciones que incluían desde
el gran Lluis Llach hasta el “himno nacional de Catalunya”.
Oriundo de un país donde se politiza a los niños desde muy temprano,
desconfío de los efectos de la movilización en torno a ideas demasiado
complejas para una mente todavía insuficientemente crítica e independiente. La asociación
con Cuba me resultó inevitable puesto que se me explicó que si la bandera
independentista une a las tradicionales franjas rojas y amarillas de Cataluña
un escudo con bandera solitaria es por Cuba y su tradición revolucionaria. Lo
cierto es que el escudo cubano es rojo. Azul, en cambio, es el de Puerto Rico,
que no es un país independiente, sino una semi-colonia de Estados Unidos.
foto pendiente de autorización parental |
Es que si lo catalán pesa mucho en muchos de los chicos de la escuela Patronat Domènech (del barrio Gracia, más acomodado), entre los de Lluís Vives, de un barrio popular que acoge muchos emigrantes como Sants, había niños nacidos en Ucrania, República Dominicana, China, Paquistán, Salvador,
Perú, Rumania, Bolivia, etc, los cuales mantienen vivas sus raíces. Cuando llegó la hora de las dedicatorias tuve que pedir me deletrearan
no pocos nombres.
Debo aclarar que no dediqué ejemplares de mis libros sino la fotocopia de
la tapa de aquel que cada chico prefirió:
“Concierto n°7 para violín y brujas” (Fondo de Cultura Económica), “Pájaros en
la cabeza” y “Don Agapito el apenado” (Kalandraka), “El pájaro libro” y “La
bruja Pelandruja está malucha” (SM) fueron los más apreciados.
maestras encantadas con la colección de libros de los dos autores participantes en el Juego Literario que les fueron ofrecidos por la organización del evento. |
En el actual contexto de crisis económica, no cabe esperar que cada chico
pudiese adquirir un ejemplar de su libro preferido. De ahí que la Fundación
Jordi Sierra i Fabra y la Casa de América obsequiaran a la escuela una
colección de esos libros que tanto gustaron a los chicos, de manera que el
Juego Literario siga funcionando ya en modo de lectura libre e independiente…
durante el tiempo que los ejemplares sobrevivan a numerosas manos infantiles.
El verdadero objetivo de todo programa de promoción de la lectura no es
procurar horas, días o semanas de actividad literaria placentera, sino instalar
de manera durable el “sano vicio” de la lectura entre niños que frecuentemente
carecen de una biblioteca personal o de frecuentación habitual de los libros allí
donde éstos viven: bibliotecas públicas o escolares y librerías. Es
imprescindible que los chicos que tanto disfrutaron de un proyecto como el
Juego Literario puedan seguir disfrutando (releyendo el mismo libro o descubriendo
otros del mismo autor, o de género, temática o estilo semejantes). Si no es
posible asegurarse de que cada niño posea un libro del autor con quien tuvo tan
estimulante contacto, por lo menos hay que conseguir que la escuela y/o la
biblioteca más cercana, permitan la prolongación de la experiencia por cada
chico interesado o gracias a la iniciativa de los maestros, bibliotecarios o
padres, una vez que los especialistas de promoción se han marchado a proseguir
su labor en otro sitio.
El taller
Volví a la Fundación Jordi Sierra i Fabra la misma tarde.
Veinticinco adultos, en su mayoría maestros y bibliotecarios, se habían
apuntado a mi taller sobre la narración oral en la promoción de la lectura. Pero
en la sala había muchos más, que habíamos autorizado a asistir, aunque la
metodología y los materiales previstos no les permitieran participar en la
parte activa del taller. En fin de cuentas la parte teórica y autobiográfica de
mi relación con la narración oral como forma de promoción de la lectura es probablemente
la parte más “nutritiva”.
Siete meses antes, en el XXI Juego Literario de Medellín había hecho una intervención semejante, ahora enriquecida con experiencias nuevas. Entre otras cosas, pude utilizar mi propio “butai” (retablillo portátil) para presentar uno de mis cuentos según los principios del “kamishibai” (sucedáneo japonés de la narración oral que consiste en leer cuentos parapetado tras las ilustraciones que llevan en su dorso el texto).
Jordi Sierra i Fabra asistió al encuentro. Es un escritor
compulsivo, que acompaña la actualidad con obras a menudo comprometidas y
palpitantes de suspenso. Ha dedicado parte de las jugosas ganancias que produce
su vasta obra a proyectos de estímulo a los jóvenes escritores y de promoción
de la lectura. El Juego Literario de Barcelona es iniciativa suya, pero han
ayudado a pagarlo las instituciones colombianas que convocan el Juego Literario
de Medellín… que en otra época Jordi financiara. O sea que en estos tiempos de
crisis, América Latina ayuda a la Madre Patria.
El taller no se prolongó mucho porque esa noche había un
partido de la final de una de las múltiples copas europeas de fútbol y en
España el deporte de las patadas es sagrado. En fin de cuentas, el Futbol Club
de Barcelona perdió frente al Real Madrid (¿o era el Atlético…?). Me di cuenta
por el silencio que reinaba en la calle mientras yo cenaba en un restaurante al
lado del hotel, un enorme biftec que, pese a pedirlo bien cocido, me sirvieron
medio crudo, que es como consumen los buenos gastrónomos europeos.
Món Llibre
El viernes 11 de abril tuvo lugar la jornada profesional (inaugural) del festival del libro infantil Món
Llibre (Mundo Libro en catalán) que
se desarrollaría ese fin de semana en el fastuoso Centro de Cultura
Contemporánea de Barcelona (CCCB).
El evento ya tiene 10 años y está vinculado a la
tradicional fiesta literaria de Saint Jordi (San Jorge, el que mató el dragón,
es el santo patrón de Barcelona) que se celebra el 23 de abril (fecha del
facimiento, en 1616, de William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el Inca
Garcilaso de la Vega, por lo que la UNESCO lo adoptó como Día Mundial del Libro
y los Derechos de Autor). En Cataluña, y cada vez en más países, se celebra en
tal fecha el Día del libro y la rosa (a los hombres se les regalaba un libro y
a las mujeres una flor; machismo hoy caduco pues las mujeres son más asiduas
lectoras que los hombres). El Sant Jordi concentra las mayores ventas de libros
en Cataluña, pero este año Pascuas y sus respectivas vacaciones cayeron en la
segunda quincena de abril, por lo que el Juego Literario y el Món Llibre se
adelantaron.
Cristina Osorno (Casa de América de Cataluña) y Francisco
Arbós (Fondo de Cultura Económica en Cataluña) nos acompañaban. Empezamos por
una visita guiada de las instalaciones que el CCCB puso a disposición del
festival del libro infantil: una gran sala de lectura, con abundantes libros,
ordenadores, decorado alusivo y animadores; un corredor donde se exponían obras
de varios ilustradores, espacios diversos adaptados al encuentro entre niños de diversas edades y los libros...
por algo mi libro más reciente se titula "Concierto n°7 para violín y brujas" |
La visita al CCCB terminó con el recorrido de la
magnífica exposición “Metamorfosis”, consagrada al artista gráfico y
cinematográfico checo Jan Šmankmajer. La muestra contiene, entre otras cosas,
los muñecos, decorados, maquetas y otros objetos con que Švankmajer realizó
notables filmes de animación (inventó el stop-motion en los años 1930),
inspirados en las fábulas de La Fontaine, el Fausto de Goethe o la Alicia de
Lewis Carrol.
Poso antes el decorado y personajes de Švankmajer para la película “Fausto” |
Se trata de un artista original, talentoso y muy
completo, y la muestra incluía obras de otros artistas contemporáneos con los
que está relacionado (más bien sus continuadores) y objetos de procedencia
diversa (arte africano, animales disecados, caracoles, etc) pertenecientes al
“gabinete de curiosidades” que Šmankmajer reunió en su castillo en Bohemia y
que han servido de inspiración a su trabajo intensamente surrealista.
con el director de la editorial Juventud, Luis Zendrera |
Irene Vasco, mi colega colombiana, me presentó al
director de la Editorial Juventud. De esa editorial catalana procedía uno de
los primeros ejemplares de mi biblioteca (regalo por mis 10 años) y sin dudas
el primer libro español que poseí: A
orillas del Yang-tsé, de una autora inglesa cuyo nombre no retuve; entre otros
que marcaron mis inicios como lector y precoz escritor: novelas detectivescas de
Enid Blyton, divertidas aventuras de Teban Sventon, disparatadas andanzas de
Kásperle o historietas de Tintín. Juventud entró en perigeo en los 80, pero su
actual director (hijo o nieto del que la dirigía en “mis tiempos”) la ha sabido
renovar. Juventud S.A. no solo mantiene en catálogo los Tintín y muchas de las
novelas de otrora, sino que se ha convertido en uno de los más principales
editores españoles de álbumes ilustrados. Irene Vasco será la primera
latinoamericana en el catálogo de Juventud y, bromeé con el señor Zendrera, no
me molestaría nada ser el segundo.
Tanto nos demoramos Irene, Zendrera y yo en la exposición
de Šmankmajer, que cuando salimos ya los demás estaban en la sala de
conferencias y habían comenzado los debates. Tras una mesa de jóvenes
ilustradores, nos tocó a mi colega colombiana y a mí. Fuimos presentados por
Cristina Osorno, de la Casa de América, quien introdujo la temática con apoyo de
un power point convincente. A continuación tracé un panorama de la LIJ
latinoamericana, empezando por Martí, Pombo, Quiroga y otros clásicos, y
terminando con autores y tendencias recientes de una producción que, pese a “la
lengua común que nos separa” es mal conocida y peor distribuida en España. Por
su parte, Irene “ilustró” mi apasionada defensa de la LIJ latinoamericana leyendo
fragmentos de dos escritoras que dieron un vuelco al género en los 60-70: la poeta,
narradora y cantautora argentina María Elena Walsh y la novelista brasileña Lygia Bojunga Nunes
(primera latinoamericana en obtener los más importantes premios internacionales
de la literatura infantil: el Andersen (1982) y el Astrid Lindgren (2004).
en la mesa de ponentes, con Irene y Cristina |
La jornada profesional concluyó con un original “almuerzo
de trabajo”. Cada participante tenía puesto asignado en una mesa (redonda y con
capacidad para una decena de personas) y a cada una de estas correspondía un tema
de conversación profesional. Tras los postres, un representante de cada mesa,
previamente designado presentó, micrófono en mano, un resumen de lo tratado por
cada grupo. Una forma original y “digestiva” de prolongar el debate.
Al salir del CCCB dejé a Irene en compañía de unos
amigos, y caminé por la vieja ciudad, que ya había recorrido en parte la
víspera. Esta vez me dirigí hacia la zona costera y llegué hasta el antiguo
barrio de marineros La Barceloneta. La avenida costera ha sido modernizada y no
hay planta baja que no acoja un restaurante, bar o tienda de suvenires.
Probablemente los edificios de esa avenida han sido remozados y los
apartamentos sean caros, pero el resto del barrio sigue siendo eminentemente
popular (con bares sencillos y vecinos jugando al fútbol en las plazuelas). Al
llegar a la playa, ya caía la noche, pero me quité los zapatos y avancé por el
borde del mar.
Es la primera vez que me mojo los pies en el Mediterráneo;
aunque ya en mi primer viaje a Europa, en diciembre de 1989, metí la mano en
las aguas que bañan las inmediaciones de la localidad francesa de
Saintes-Maries de la Mer (no creo que sea por casualidad que la iglesia que
fundaron hace varios siglos los pescadores de la Barceloneta también se llama
Santa María del Mar: esa virgen debe ser protectora de marineros). A fines de
los 90 estuve en Niza, pero con tan mala suerte de que, por primera vez en 25
años, había nevado en la famosa ciudad de la Riviera francesa. Así que ni
entonces ni ahora, cuando acabo de volver del salón del libro de Mèze, a solo
un par de kilómetros del Mediterráneo he podido disfrutar de sus aguas: mi
estancia en Mèze fue de solo 48 y ni siquiera probé las aguas salobre del lago
que separa esta localidad del mítico mar. Sufro probablemente de la maldición
lanzada por Neptuno, Polifemo, la hechicera Circe u otra de las deidades
homéricas del Mesogeios Thalassa.
El caso es que encontré el agua de La Barceloneta menos
fría de lo que hacía suponer la temperatura ambiente. No era como para bañarse,
pero aguanté perfectamente diez minutos con el agua en los tobillos. La arena
es dorada, pero gruesa y me arañó las plantas de los pies cuando caminé hasta
una acera donde secármelos y volver a calzarlos. Comí en un restaurante frente
al mar, especializado en tapas (comidas ligeras), y cogí el metro hasta la
Sagrada Familia. Lloviznaba y no había nadie, pero de todos modos la basílica
estaba cerrada. De noche es bastante fea, pues sus nada convencionales formas
necesitan los colores que solo la luz diurna permite apreciar bien.
Promoviendo
nuestros libros
El sábado por la mañana, en compañía de Irene Vasco,
Cristina Osorno y Francisco Arbós (el representante del Fondo de Cultura
Económica en Barcelona) tomamos un “tren de cercanías” en la estación Diagonal,
situada bajo la misma calle de mi hotel. Los transportes públicos son muy
eficientes en Barcelona: una decena de líneas de metro, varias de trenes de
cercanías, numerosos ómnibus y taxis (mucho más baratos que en París), por no
hablar de las bicicletas municipales que se pueden alquilar en muchas esquinas
y para las que abundan unas agradables pistas reservadas en las principales
avenidas. Nada de eso evita los embotellamientos, pues la gente sigue usando el
automóvil, sobre todo quienes viven o trabajan en los numerosos suburbios que,
aunque a veces no están muy lejos, obligan a largos trayectos debido a la
accidentada geografía de esta parte de Cataluña.
con Irene Vasco y Francisco Arbós en la librería latinoamericana de Sabadell |
Atravesamos varios pueblitos y hermosos bosques en
nuestro camino hasta Sabadell, población donde se halla Librerío de la Plata,
la librería latinoamericana (la propietaria es uruguaya) donde teníamos
pendiente una actividad de promoción coordinada por el Fondo de Cultura Económica,
editor de mis libros “La leyenda de Taita Osongo” y “Concierto n°7 para violín
y brujas”, y de sendas obras de mi colega colombiana. La librera debió recibir
20 ejemplares de cada uno de mis libros, pero al comenzar la firma de
ejemplares, descubrimos que había 36 de “La leyenda…” y solo 4 de “Concierto…”
que es precisamente el libro que yo defendí más esa mañana puesto que era el
más apropiado para la mayoría de los niños presentes, menores de 12 años.
Cecilia, la librera, fue la primera en solicitarme una dedicatoria: toda buena librera es una apasionada lectora: eso no tiene vuelta de hoja |
Lamentablemente no había ninguno otro de mis libros para
pequeños. No creo que el FCE se hubiese opuesto expresamente, pero seguramente
la librera consideró descortés “invitar” a “la competencia”. En realidad no
sería tal, puesto que de todos modos un niño de 4 ó 7 años no iba a comprar
ninguno de los libros que tanto Irene como yo hemos publicado en el Fondo, pues
todos se destinan a chicos de 11 años en adelante.
En todo caso, la actividad se desarrolló en un clima de
plena atención y buen humor. Yo leí un capítulo de “La leyenda de Taita Osongo”
y otro de “Concierto n°7 para violín y brujas”. Fue la primera ocasión en que
pude asistir en directo a la reacción del público a éste, mi más reciente
libro. Pero tanto Irene como yo, enmarcamos nuestras lecturas con anécdotas y
“secretos de cocina” de esos escritores que somos.
De regreso a Barcelona, almorzamos en uno de los
restaurantes próximos al hotel, y nos dirigimos al CCCB donde se había
anunciado una firma de nuestros libros.
En el patio del centro cultural había una gran carpa con
numerosos libros de varias editoriales –en catalán y castellano- entre los
cuales se hallaban los libros que Irene y yo tenemos en el Fondo de Cultura
Económica.
Al salir, caminamos hasta el Ensanche, buscando una papelería donde Irene, que es tan fanática de Tintín como yo, esperaba encontrar objetos derivados de la saga. En realidad lo que hallamos no era mucho ni muy interesante.
este "Capitán Haddock" no está nada logrado, pero cómo resisitir la invitación |
Irene siguió con sus compras y yo me fui a visitar la Casa Batlló, edificio de apartamentos construido por Antoni Gaudi principios del siglo XX para una pudiente familia que todavía habita uno de los apartamentos y han convertido el resto en museo.
Deben vivir del prestigioso inmueble porque cobran
carísimo la entrada, además alquilar de vez en cuando el piso principal a
personas, instituciones y empresas que desean celebrar allí eventos de prestigio
(lo que me impidió visitarla el día antes).
Es innegable que la Casa Batlló es una absoluta
maravilla. No solo por el buen gusto de Gaudí, capaz de convertir una escalera,
un “patio de luz”, una chimenea y hasta el inodoro en obra de arte. Gaudi
inventaba soluciones para problemas prácticos como aprovechar la luz natural,
evitar la humedad y las temperaturas extremadamente frías o calurosas, crear
impresión de amplitud en espacios exiguos, etc. La arquitectura modernista
catalana (muy próxima del Art Déco y el Art Nouveau) se caracteriza por
las líneas curvas, la abundancia de decorado
y los colores, pero Gaudi llevó estos rasgos a su expresión más acabada… cuando
no los introdujo.
El domingo fue el único día que pude destinar totalmente
al turismo. Comencé por el Palacio Güell, que fue una de las primeras obras de
Gaudí. Será por eso o porque es lo que esperaba la pudiente familia que se lo
encargó, que es un palacio señorial y algo severo, todo en mármoles pardos,
pero no por ello menos ingenioso y pasmosamente lujoso.
De allí fui a la Plaza Reial, la clásica “plaza mayor”
que posee toda ciudad española. Decidí almorzar en uno de sus numerosos
restaurantes y como pedí cangrejo, la laboriosa tarea de sacarle la carnita a
animal tan enrevesado me dejó tiempo de sobra para descansar las extremidades
inferiores y disfrutar de la hermosa plaza. Si la mayoría de los comensales eran
turistas extranjeros, el mercadillo de antigüedades era frecuentado por
españoles.
Deambulé un poco por la parte del casco histórico que aún
no conocía, por ejemplo el Call (antiguo barrio judío) y la parte occidental de
la actual catedral. Atravesé una avenida que merecía el apelativo de rambla sin
tenerlo y renunciar a visitar una reputada iglesia (la entrada, fuera de las
horas de servicio religioso, costaba demasiado cara).
Considerando que, por esta vez, ya había explorado lo
suficiente el Barrio Gótico, cogí el metro hasta la estación donde un funicular
permite subir hasta las primeras atracciones del Montjuic. Ya era tarde para
entrar en alguno de los muchos museos de la zona y seguí en teleférico hasta la
cumbre, a fin de visitar el castillo que corona la colina.
Esta vieja fortaleza fue muy odiada por los barceloneses
pues sirvió en diversas épocas para reprimir a revolucionarios, republicanos,
obreros y nacionalistas catalanes. Allí también fue sumariamente juzgado y
fusilado por el franquismo el primer presidente de la Generalitat (gobierno
autónomo regional). Pero ya a principios del siglo xx, esa bien situada elevación acogió las espectaculares
construcciones de una Exposición Universal y actualmente es un pulmón verde y
conjunto recreativo muy cercano al centro (hay un segundo teleférico que comunica
con la súper turística zona portuaria, pero cuesta una barbaridad). La vista
sobre la ciudad, a un lado, y sobre el puerto y el mar, por otro, es
impresionante.
Terminé mi tarde dominical de turismo en la Sagrada
Familia, que esta vez pude apreciar en toda su insensata belleza exterior.
Este monumento que Gaudí dejó inconcluso al morir en
1926, hubiese exigido, en opinión de su creador, dos siglos de obras. Las
técnicas modernas permiten esperar su conclusión en 2026 (un siglo después de
la muerte del genial arquitecto, como quiera que sea). Hay mucha polémica por
la continuación de las obras usando esas técnicas modernas y basándose solo en
la maqueta (los planos originales se quemaron durante la Guerra Civil). Pero
tanto eso, como la inaudita audacia, originalidad y belleza del proyecto,
explican su inmensa popularidad. La cosa de entrada era tan prolongada que se
recomienda reservar un acceso. Finalmente, no pude entrar.
De regreso
Al llegar al aeropuerto el lunes a mediodía, mi maleta
tenía 4 kilos de más. Se trataba básicamente de libros, pues además de los 8 ejemplares de mi álbum más
voluminoso, que su editor me había hecho llegar desde Bilbao, y los libros de
segunda mano que compré para mi insaciable lector de hermano (siempre frustrado
con la escasa y poco atractiva oferta cubana) estaba mi flamante retablillo de
Kamishibai. Afortunadamente no me atendió en el mostrador de Air Europa ni un
estricto catalán ni un cubano atravesado, sino un polaco flexible que me
propuso trasladar parte del peso a mi mochila. Su experiencia profesional debía
advertirle que ésta última ya estaba cargadita, pero hice un rápido trasvase de
libros. Tan rápido que olvidé ponerle de
nuevo el candado a mi maleta, que viajó cerrada con un simple zipper. Sin
embargo, nada me hurtaron.
Mi ángel de la guardia estaba haciendo horas extras, pero
no me echó una mano cuando debí afrontar las numerosas y obsoletas escaleras
del metro parisino: el enemigo número uno del viajero en “clase económica”.
También me esperaba el triste cielo parisino: el bello sol de Cataluña quedó atrás. |
1 comentario:
Muy interesante el blog y la entrada. Por cierto, se llama la ciudad condal porque en la Edad Media Cataluña era un condado, el condado de Barcelona, y a partir de este condado original se fue vertebrando el resto de Cataluña. Y después nunca fue reino ni tuvo rey, sino que siempre tuvo conde.
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