El 21 de julio
de 1969, hace 44 años, el Hombre pisó por primera vez el suelo lunar. Colosal
victoria de la ciencia que, es cierto, fue motivada por la carrera armamentista
entre Estados Unidos y la URSS, que se esforzaban, en plena Guerra Fría, por mostrar
quién era el más fuerte en materia de balística estratégica. Era este aspecto
el que contaba para las autoridades de mi país. Cuba nunca había sido más
dependiente de la Unión Soviética que entonces. Si el más insignificante éxito
de la ciencia espacial rusa era celebrado por todo lo alto, con mayor
entusiasmo aún de festejaba cada percance de la conquista norteamericana del
espacio (abundantes en un terreno complejo y nuevo; aunque los americanos no
podían ocultar sus fracasos tan bien como la Dictadura del Proletariado).
Así que, como la mayoría de los
cubanos, no tuve derecho a ver los pasos de Armstrong en la Luna. La televisión
cubana ocultó el hecho, y si la prensa escrita lo mencionó –con la mayor
circunspección posible- yo ni me enteré. Y eso que yo era ya –con apenas 14
años- un apasionado de todo cuanto concernía al espacio. Debí esperar 30 años para descubrir las
apasionantes imágenes de la primera visita al satélite natural de La Tierra:
fue en julio de 1989, cuando yo llevaba exactamente un mes viviendo en Brasil.
Si seguí el viaje de Apolo 11
desde el despegue mismo, fue gracias a La Voz de las Américas, emisora
anticomunista prohibida por el gobierno castrista, pero que la vieja radio de
onda corta familiar conseguía captar, gracias a una antena colgada en las ramas
de una mata de mango, en la discreción de la cocina. En mi casa
nadie escuchaba las “informaciones” políticas de la radio enemiga,
pero esa “ventana al mundo” nos permitía descubrir las nuevas canciones de los
Beatles, entre otros temas tan interesantes como, precisamente, el proyecto
Apolo.
dibujo de Hergé publicado en ocasión de la hazaña de la Apolo 11 |
Yo ya “había estado” en la
Luna en compañía de Tintín, gracias a los ejemplares del doble álbum de Hergé
“Objetivo Luna“ que se encontraban en la biblioteca provincial (jamás se
vendieron en librería ni llegaron a otras bibliotecas; e incluso pronto se les haría
desaparecer discretamente de la sección de préstamo).
Antes incluso de la hazaña del
Apolo 11, yo consagré una de las
novelitas de aventuras que había comenzado a escribir dos años antes, titulada « Buscando la Luna » a
una aventura fuertemente inspirada de la de Tintín. Posteriormente, mandé al
mismo personaje, un francesito llamado Javier, a Marte (esta vez, inspirado por
las “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury). Mis héroes partieron de un centro
espacial que situé en los Pirineos franceses. Lejos estaba de imaginar que un
día Francia y otros países europeos desarrollarían el ambicioso programa Ariane
y que el centro de lanzamiento espacial europeo estaría en la Guayana Francesa;
tanto como que el único cubano que haya visitado el espacio, el teniente
coronel Arnaldo Tamayo, lo haría en una Soyuz soviética. Cosas de la vida, una
de las investigaciones científicas propuestas por Cuba, el proyecto Cortex,
sobre el funcionamiento del cerebro en condiciones de ingravidez, tenía entre
sus creadores al esposo de Dora Alonso, la gran escritora cubana que diera tan
sabios consejos en 1977, cuando presenté por primera vez una novela a una
editorial.Este álbum no existe, por supuesto Fabriqué esta tapa a partir de una imagen de Objetivo Luna, de Hergé |
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