Mi primer encuentro con Papá Noel tuvo lugar en algún libro soviético o de otro país de Europa Oriental allá por los años sesenta, cuando yo apenas acababa de descubrir la verdad sobre los Reyes Magos.
Papá Noel no vino a suplantar las figuras míticas que no solo desmanteló el sentido de realidad que con la edad yo venía adquiriendo, sino la campaña de calumnias lanzadas por el materialismo dialéctico que se volvía la filosofía oficial cubana contra aquella “tradición cristiana, europea, oscurantista y ajena a nuestras raíces”.
Para mí, Papá Noel no era ni folclore extranjero ni creencia familiar, era un personaje literario. Pienso que por eso le he seguido siendo fiel pese a que hace varias décadas que la vida arremete contra mis más dorados sueños. La otra razón que mantiene rozagante a Papá Noel mientras que los pobres Reyes Magos ya no cuentan para nada en mi espíritu, es que el mofletudo, barbiblanco e invernal personaje se renueva cada año con decenas de libros –álbumes, novelas, libros ilustrados, historietas gráficas y hasta libros documentales- mientras que los pobres Reyes Magos repiten la misma leyenda más o menos bíblica de oro y la mirra al niño Jesús. A lo mejor me equivoco, pues vivo en un país que rinde culto a Papá Noel y lo ignora todo –o casi- de sus tres camélidas majestades, y es por mi ausencia de las librerías españolas que no veo llegar cada año, en vísperas de Navidad, decenas de libros en torno a Gaspar, Melchor y Baltazar.
Para mí, Papá Noel no era ni folclore extranjero ni creencia familiar, era un personaje literario. Pienso que por eso le he seguido siendo fiel pese a que hace varias décadas que la vida arremete contra mis más dorados sueños. La otra razón que mantiene rozagante a Papá Noel mientras que los pobres Reyes Magos ya no cuentan para nada en mi espíritu, es que el mofletudo, barbiblanco e invernal personaje se renueva cada año con decenas de libros –álbumes, novelas, libros ilustrados, historietas gráficas y hasta libros documentales- mientras que los pobres Reyes Magos repiten la misma leyenda más o menos bíblica de oro y la mirra al niño Jesús. A lo mejor me equivoco, pues vivo en un país que rinde culto a Papá Noel y lo ignora todo –o casi- de sus tres camélidas majestades, y es por mi ausencia de las librerías españolas que no veo llegar cada año, en vísperas de Navidad, decenas de libros en torno a Gaspar, Melchor y Baltazar.
El caso es que, más que creer en Papá Noel, he contribuido no poco a su patrimonio cultural contemporáneo. Sí, yo mismo he escrito y dibujado mucho en torno a él. Y aquí sigue una muestra más o menos exhaustiva. Algunos son meros bocetos, otros dibujos terminados, coloreados y que he enviado a mis amigos y hasta colgado en algún escaparate virtual; entre los textos, algunos me han servido de mensaje de año nuevo a familiares, amigos y colegas, por lo que es posible que tú ya conozcas alguno.
Había una vez un año nuevo.
Era realmente nuevo. No tenía nada que ver con años anteriores, algo realmente nunca visto, absolutamente fascinante, lleno de cosas buenas, de excelentes noticias y fabulosos resultados.
Lo llamaron “el año que viene” y se sentaron a esperar que estuviera listo.
Muchos son los que siguen esperando, y cada 1 de enero ven comenzar el mismo período gris, con días correctos y otros mediocres, más uno que otro francamente malo.
Pero hay quienes comprendieron el secreto, y cada 31 de diciembre toman las medidas necesarias para que el año nuevo sea realmente FANTÁSTICO.
Lo ayudan a nacer y a mantenerse en vida, fresco y rozagante hasta el último de sus 365 días.
Divulguen este secreto: mientras más seamos en practicar un año BUENO,
más nuevo será el que le sigue.
Y lo será para todos…
... ¿o no?
me gustaría un Papá Noel multicultural
(No tengo la menor prueba, pero sospecho que Papá Noel se pasa todo el año... excepto tal vez el mes de diciembre vacacionando en una soleada playa tropical) ¿A que sí?
EL MALDITO REGALO DE PAPÁ NOEL
Todos los años es lo mismo. Yo me escondo, pero Papá Noel siempre me encuentra.
Ya probé a esconderme entre las plumas de un espeso edredón, entre las botellas vacías del festín de Nochebuena, en una playa de sol cegador y arenas ardientes, e incluso, una vez, en el mismísimo Polo Norte, donde dicen que vive Papá Noel, pensando que allí precisamente él no iba a encontrarse, ocupado como está, por estas fechas, regalando juguetes en las cuatro esquinas del planeta…
¡Pena perdida! Siempre me encuentra el ocambo astuto y me suelta su temible e irrefutable obsequio: UN AÑO MÁS.
Y entonces se larga, tan contento, dispuesto a volver el año próximo, con infalible puntualidad.
Hay que reconocer que tuvo una genial idea, el maldito. Cada año me ofrece un año, ¡pero no un año cualquiera! El que me ofrece es su año, el que ya no tendrá él que cumplir porque soy yo quien habrá de cumplirlo en su lugar.
Es así como se las arregla para no envejecer.
Y cuando me haya liquidado, se buscará a otro para que pague por él los años rotos.
Pero como Papá Noel es símbolo de infancia, ilusiones y alegría: siempre nos traerá algún regalito: yo "me pongo" con algunos bocetos más, que saqué de varios cuadernos de apuntes más o menos recientes.
Ojalá les gusten.
Ojalá les gusten.
1 comentario:
Joel, no sé cómo seas y viniendo de "Allá" uno despierta cierta perspicacia, pero...
escribes para niños y siempre eso anticipa primaveras, me gusta mucho lo que escribes. Esto último lo compartiré con mis retoños y desde lejos, te digo que leerte me anima a volver a escribir, así que gracias y con el nuevo año casi listo, no envejezcas.
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