Editorial Gente Nueva La Habana, 2016 |
Otra vez el camino del monte
por Lázaro Andrés
Alguna
vez he contado como la bibliotecaria de mi pueblo me llevó a conocer la obra de
Joel Franz Rosell. Por entonces tendría yo unos doce años y mi interés en
cuanto a la llamada Literatura Infantil y Juvenil se centraba en las novelas de
misterio de Enid Blyton. Casualmente, ya
no quedaba en la biblioteca ningún libro de esta autora que yo no hubiese leído
y la amable bibliotecaria (qué tiempos aquellos en que las personas que
trabajaban en estos lugares eran amables, eficientes y conocedoras del oficio)
me sugirió la lectura de El secreto del colmillo colgante. Muchos años
después pude leer otros libros de este autor, descubriendo su capacidad para
transitar desde el misterio y la aventura detectivesca de la pandilla de Robin
Red Corsair hasta las travesuras de una bruja habanera o las peripecias de
Taita Osongo.
Y
justo me propongo comentar El camino del monte, un libro en el que Taita
Osongo es protagonista y que fuera publicado en la colección Tesoro de la
Editorial Gente Nueva en el 2016 con ilustraciones del propio autor.
Para
comenzar el análisis habría que aclarar dos aspectos: el primero, que este
pequeño cuaderno se emparenta con una obra mucho mayor, La leyenda de Taita Osongo, donde el personaje del título y los que lo rodean son perfilados más claramente, constituyendo toda
una saga que escapa a este somero escrutinio y, en segundo lugar, que esta obra
sigue una tradición en el manejo del tema central, la esclavitud, que ya había aparecido en Yan
el cimarrón de Edwigis Barroso, publicado en 1984 por la propia editorial
Gente Nueva y Tatanene cimarrón de Teresa Cárdenas Ángulo, publicada por
la Casa Editora Abril en 2006.
Desde
el nombre de su protagonista, que evoca el Sóngoro Cosongo de Nicolás Guillén,
Joel Franz Rosell deja claras sus intenciones de rescate de un elemento
fundamental en la formación de la nacionalidad cubana, aunque ello no impide
que en su obra prevalezca la vocación por la universalidad del mensaje, como
señalaremos más adelante. Su Taita Osongo se hermana con Yan o Simbao, el
abuelo de Tatanene, en el origen, el sufrimiento, la lucha, en el conocimiento
de la naturaleza y lo que puede ofrecer al hombre en esa búsqueda del camino
del monte que para todos estos personajes deviene camino hacia la libertad.
Pero si en los libros de Barroso y Cárdenas sus protagonistas desarrollan sus
vidas en Cuba, Rosell opta por la ambivalencia.
Taita Osongo es rey y hechicero de un pequeño país de África donde es apresado por los traficantes de esclavos que lo traen a América. Si en el citado libro de Teresa Cárdenas, Tatanene precisa fijar las coordenadas geográficas de su antepasado y el abuelo Yan deviene colaborador activo de nuestros mambises en las guerras de independencia, Joel Franz Rosell hace del escenario mágico convencional tan propio de los cuentos tradicionales un arma para concederle universalidad a su texto, pues la trama podría desarrollarse perfectamente en Cuba, Colombia, Brasil, Haití o el sur de los Estados Unidos, por ejemplo.
Dicho en pocas palabras: Rosell busca y alcanza un equilibrio entre los elementos identitarios que definen la nacionalidad cubana y aquellos que pueden ser asumibles en otros entornos.
Taita Osongo es rey y hechicero de un pequeño país de África donde es apresado por los traficantes de esclavos que lo traen a América. Si en el citado libro de Teresa Cárdenas, Tatanene precisa fijar las coordenadas geográficas de su antepasado y el abuelo Yan deviene colaborador activo de nuestros mambises en las guerras de independencia, Joel Franz Rosell hace del escenario mágico convencional tan propio de los cuentos tradicionales un arma para concederle universalidad a su texto, pues la trama podría desarrollarse perfectamente en Cuba, Colombia, Brasil, Haití o el sur de los Estados Unidos, por ejemplo.
Dicho en pocas palabras: Rosell busca y alcanza un equilibrio entre los elementos identitarios que definen la nacionalidad cubana y aquellos que pueden ser asumibles en otros entornos.
En
el libro de Edwigis Barroso, escrito en una época poco feliz para la literatura
cubana en general, los elementos mágico-religiosos son considerados una superstición debida a la ignorancia de los esclavos. Cárdenas y Rosell, que
escriben en una época de mayor apertura, dan relevancia a estos aspectos, al
punto de ser parte esencial del relato, con lo que recuperan para el universo
infantil ese mundo que ya describiera Carpentier en El reino de este mundo.
Otras
inevitables coincidencias podrían señalarse en los tres textos: la crueldad con
la que se trata a los esclavos, la aparición del personaje del rancheador con
sus perros jíbaros, la descripción de la huida, pero, más que insistir en
rasgos comunes al hablar de estas tres obras, o buscar otras referencias en el
manejo del folclore y las tradiciones presentes en la obra de Dora Alonso,
quiero detenerme en algunos aspectos que pueden hacer de El camino del monte,
más que una revisitación al universo del esclavo cimarrón, un texto único e interesante
para el público infantil.
Joel Franz Rosell basa su historia en la clásica dicotomía entre el héroe que debe vencer diferentes obstáculos para alcanzar sus propósitos y el antihéroe que vuelve a tener un nombre que es todo un símbolo de opresión: Severo Blanco. Enriquecido gracias a la trata negrera, el antihéroe es un latifundista, dueño de la vida de Taita Osongo, a quien maltrata, pero cuyos poderes mágicos teme. Así, decide deshacerse del esclavo, imponiéndole como condición que abandone sus extensos dominios. Para lograr su meta, Taita Osongo deberá sobreponerse a la fatiga y, en un recurso habitual en los cuentos tradicionales, encontrará a lo largo de su recorrido a diversos personajes a los que ayudará y que, a su vez, le ayudarán en el futuro.
Joel Franz Rosell basa su historia en la clásica dicotomía entre el héroe que debe vencer diferentes obstáculos para alcanzar sus propósitos y el antihéroe que vuelve a tener un nombre que es todo un símbolo de opresión: Severo Blanco. Enriquecido gracias a la trata negrera, el antihéroe es un latifundista, dueño de la vida de Taita Osongo, a quien maltrata, pero cuyos poderes mágicos teme. Así, decide deshacerse del esclavo, imponiéndole como condición que abandone sus extensos dominios. Para lograr su meta, Taita Osongo deberá sobreponerse a la fatiga y, en un recurso habitual en los cuentos tradicionales, encontrará a lo largo de su recorrido a diversos personajes a los que ayudará y que, a su vez, le ayudarán en el futuro.
El
universo mágico propio de las fábulas y la influencia de los elementos de la
tradición y leyendas de la cultura africana, sus huellas en el folclore de
Cuba, dominan el recorrido del héroe. Está el güije, presencia reiterada en el
imaginario del centro de la isla, la lechuza y el majá, este último retomando
la leyenda africana de la pérdida de sus extremidades, pero con un giro
interesante: la desaparición de las patas no es un castigo divino, sino una opción
que el animal aprueba y supone una liberación.
El encuentro de Taita Osongo con estos personajes sigue un patrón idéntico. El protagonista en fuga descubre al personaje secundario en deplorables condiciones físicas e inquiere los motivos. Los interrogados, a modo de queja, afirman no poder soportar su situación actual. Taita Osongo quiere saber si es que carecen de libertad y, al conocer que no es esa la causa de sus penas, busca los motivos y justo en la explicación de los mismos, Joel Franz Rosell hace un guiño al momento actual. El güije ha visto reducido su espacio vital, su laguna ha desaparecido por el uso indiscriminado del agua; la lechuza no soporta el ruido, la agitación del universo que la rodea, y el majá sufre para sobrevivir debido a que sus extremidades más que contribuir a su desplazamiento lo imposibilitan, un guiño a la necesidad de deshacernos de lo superfluo en pro de lo que resulta imprescindible. Velada o no, hay una referencia ecologista, un mensaje subliminal para los más pequeños respecto a la necesidad de proteger nuestro entorno y los recursos de que disponemos.
Pese
a su agotamiento, Taita Osongo socorre a los tres personajes, no solo
proponiendo una solución, sino contribuyendo a llevarla a cabo, transmitiendo
con ello el mensaje de solidaridad, de la necesidad de hacer siempre el bien al
prójimo para sentirnos bien con nosotros mismos, más allá de la espera de
cualquier recompensa. La ayuda que el protagonista recibe para alcanzar el
triunfo que significa respirar a sus anchas el aire verde y puro de la libertad
deviene, más que premio a la bondad y el desprendimiento, justicia; pleno reconocimiento de que la amistad consiste en dar lo que se tiene y no solo lo que sobra, incitando a los
pequeños lectores (ojo, no hay que considerarlos nunca lectores de pequeñeces)
a recordar esa cita martiana que afirma que se es bueno porque sí.
Con
un lenguaje diáfano, muy acorde con las características del grupo etario al que
va dirigido, El camino del monte apoya su diégesis con imágenes
resueltas en pocos trazos y figuras humanas simplificadas, variedad cromática y
elementos simbólicos como el bastón y el calzón corto que definen la humildad y
fatiga de Taita Osongo, o la corpulencia,
sombrero y bigote de negreros y/o rancheadores.
A diferencia de la defensa de
una negritud ninguneada o al menos menospreciada que propone Cárdenas con Tatanene…,
o el exceso de corrección y detalle del texto de Barroso, Rosell apela a contar
una historia más sencilla, cuyo mensaje pueda ser asimilado por niños de
cualquier geografía y probablemente allí radique su mérito, ese duende que
recorre toda la narrativa de este autor y lo convierte en alguien capaz de
convencer con lo que escribe y de vivir muriendo hasta alcanzar (…) la
perfección soñada, palabras de la gran autora de libros para niños Nersys
Felipe, aparecidas en el libro El fuego sagrado. Los escritores cubanos para
niños se confiesan para describir el ideal de un autor de literatura
infantil.
Alonso,Dora: Ponolani. La Habana. Ediciones Granma, 1966.
Barroso, Edwigis: Yan el cimarrón. La Habana. Gente Nueva, 1984.
Blyton, Enid posee una amplísima bibliografía publicada en España por las editoriales Molino y Juventud en los años 60)
Cárdenas Ángulo, Teresa: Tatanene cimarrón. La Habana. Casa Editora Abril, 2006.
Carpentier, Alejo: El reino de este mundo. México, D.F. Edición y Distribución Iberoamericana de Publicaciones, 1949.
Felipe, Nersys: "La escritora que a veces soy" en El fuego sagrado. Los escritores cubanos para niños se confiesan. La Habana. Editorial Gente Nueva, 2013 (primera versión: Guantánamo. El Mar y la Montaña, 2006).
Guillén, Nicolás: Sóngoro Cosongo. Poemas mulatos. La Habana. Úcar García, 1931.
Rosell, Joel Franz: El secreto del colmillo colgante. La Habana. Gente Nueva, 1983,
____________: La bruja de La Habana Vieja (para que se enteren de lo taviesa que es Porfiria Xenobia Marieka). Santa Clara. Editorial Capiro, 1999.
____________: Taita Osongo. El camino del monte. La Habana. Editorial Gente Nueva, 2016. Ilustraciones del autor.
____________: La leyenda de Taita Osongo. Fondo de Cultura Económica. México, 2006; Editorial Capiro. Santa Clara, 2010 y Ediciones Matanzas, 2014). Primera edición, en lengua francesa: 2004 (Ibis Rouge. Cayena). Edición más reciente, en francés, con ilustraciones del autor: 2017 (Orphie. Saint-Denis de La Réunión)