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21/3/23

¿UN CUBANO QUE ESCRIBE EN FRANCÉS O UN ESCRITOR FRANCÓFONO?

 ¿UN CUBANO QUE ESCRIBE EN FRANCÉS O UN ESCRITOR FRANCÓFONO? 

Como cada año, este 20 de marzo se celebra la Jornada Internacional de la Francofonía y la Lengua Francesa.



Actualmente, 321 millones de personas de todos los continentes tienen el francés como lengua materna, principal, de uso frecuente o referencial; razón por la cual se festeja en naciones donde no es idioma oficial y por la que el evento se centra no solo en la literatura y otras formas artísticas basadas en el lenguaje, sino en un más amplio concepto cultural, social o político (la Organización Internacional de la Francofonía surgió en 1988 de la “simple” Agencia de Cooperación Cultural y Técnica creada en 1970 y cuenta hoy con el reconocimiento de la ONU). 


en la librería internacional NQL
París, 1998


Yo nací en Cuba y no conocí otro idioma que el castellano hasta los 13 años, cuando comencé a estudiar inglés de manera más o menos irregular. Sin embargo, pese a dominar antes el portugués, es el francés la única lengua que me permite hoy considerarme bilingüe. Todo empezó cuando me casé con una francesa en 1989 y, aunque por dos años nos comunicamos en portugués (vivíamos en Brasil), paulatinamente pasamos a la “lengua de Molière” que, tras llegar a Francia en septiembre de 1994, se fue imponiendo no solo en mis relaciones sociales, sino incluso en mis pensamientos y sueños.

 

selección de mis libros en francés (1998-2017)



Si mis novelas las he escrito hasta hoy en castellano, varios de mis cuentos y algún texto periodístico los he escrito, desde 1992, directamente en francés. Pero independientemente de la lengua en que los escribí, algunos de mis libros han aparecido antes en francés. Es el caso de Mi tesoro te espera en Cuba (estrenado como Cuba destination trésor dos años antes), La tremenda bruja de La Habana Vieja (brevemente precedida por Malicia Horribla Pouah, la pire des sorcières), La leyenda de taita Osongo (con su edición francesa dos años antes que la mexicana y cinco antes de la primera versión cubana) o La canción del castillo de arena (seis meses antes en francés). Incluso tengo varios textos escritos en francés que acabaron finalmente editados solo en castellano y/o traducidos a otras lenguas como La bruja Pelandruja está malucha o los tres episodios de la serie Gatito), e incluso uno, Petit chat noir a peur du soir, que ha cumplido más de diez años de versiones galas, sin haber aparecido jamás en mi lengua natal.


Petit chat noir a peur du soir.
Bayard. París (varias versiones entre 2008 y 2020)

Cosa más curiosa: a menudo tomo notas, escribo diálogos y situaciones -en francés- para libros que finalmente escribo en español. Me ocurre como en los sueños, que ciertas ideas se presenten en francés aunque su destino, o las circunstancias evocadas nada tengan que ver con Francia.


diálogo con el colega Lemy Coco en el Espacio Ultramar
Salón del Libro de París, marzo de 2013

Lo cierto es que he llegado a tener más presencia en la edición y en la promoción del libro en Francia que en mi propio país de origen. Con un número de títulos similar, pero mayor presencia en el mercado, mi bibliografía francesa refleja mis diversas formas de expresión y temáticas (realismo realzado por la aventura, historia matizada por la fantasía, cuentos parabólicos o cercanos a los cuentos de hadas, humor… sean de ambiente cubano o universal). También he hecho talleres de escritura e ilustración o presentado mis libros en toda Francia, y en escuelas y colegios franceses en el extranjero (Bilbao, Bogotá, Buenos Aires, La Habana, Madrid, Munich) y he sido invitado a ferias internacionales como un escritor francés más (Brasil, Panamá, Grecia). 

en la Feria Internacional del libro de Panamá (2012), con Francia como país invitado, intervine en un coloquio sobre mi admirado Julio Verne.


ante el poster de la delegación francesa en la
feria internacional del libro de Tesalónica (Grecia, 2008)
 

Al participar en numerosas ferias y festivales del libro, y ser parte de asociaciones que trabajan en la promoción del libro infantil y juvenil he tenido muchas ocasiones de conocer a mis colegas, a los jóvenes lectores galos y de comprobar en el terreno, y no solo a través de la lectura, lo que se produce en Francia/en francés para los chicos.

con mis lectores en el colegio de Maripasoula
localidad de la Guayana Francesa en plena selva amazónica

 

Si solo se tratara de escribir o publicar en francés, la cuestión de la Francofonía podría resultarme ajena.

En un abordaje primitivo se suele considerar que escritores franceses son los nacidos en el territorio nacional (específicamente en el hexágono que dibujan sus fronteras europeas) y que los escritores francófonos serían aquellos que escriben en francés en Bélgica, Suiza, Quebec, Haití y en un amplio abanico de países otrora pertenecientes al imperio colonial galo (principalmente en África Occidental y Asia) o en departamentos franceses de ultramar como Guadalupe, Guyane, Martinica, La Reunión o la Polinesia francesa. El asunto es polémico, puesto que un buen escritor de expresión -pero no nacionalidad- francesa no ve una diferencia fundamental entre su trabajo y el de un colega residente en los 551.695 km² que ocupa Francia en el continente europeo.

En Maripasoula (Guayana Francesa) con los lectores de mi novela 
La leyenda de Taita Osongo (publicada en francés en 2004)


 Al haber publicado en dos editoriales ultramarinas y colaborar en varios proyectos relacionados con el mundo francófono, he tenido diversas ocasiones de conversar sobre estos temas con colegas (algunos son incluso autores muy reconocidos). 

Es indudable que el francés, como lengua internacional, no puede limitarse a las formas, acentos y contenidos del territorio en que nació y excluir a aquellos en los que echó raíces y fructificó  durante décadas o siglos de coloniaje. Los intelectuales franceses más lúcidos están perfectamente convencidos de la contribución estilística y temática de las diversas culturas que se expresan en francés (incluidos aportes de las otras lenguas que sus colegas practican en sus territorios de origen). Al mismo tiempo, la alta cultura francesa reconoce y respeta las diferencias históricas, geográficas, de flora y fauna, de costumbres, creencias, gastronomía, psicología colectiva, interpretación de los fenómenos sociales, etc, que son específicas de los autores de otros territorios y países.

 

La leyenda de Taita Osongo, que considero mi mejor novela
fue estrenada en francés por Ibis Rouge (Guayana Francesa, 2004)
 y reeditada por Orphie (La Reunión, 2017) esta vez con mis propias ilustraciones

Yo, por cubano y por ende caribeño (“vecino” de haitianos, martiniqueses e incluso, de los más lejanos habitantes de la Guayana Francesa o La Reunión con quienes compartimos la esclavitud, los aportes étnicos africanos, el cultivo de la caña de azúcar y la experiencia colonial), ¿puedo considerarme un escritor francófono? Sí, cuando en libros como “La leyenda de Taita Osongo” o “El camino del monte” abordo asuntos y paisajes que nos son comunes, pero menos cuando trato temas específicamente cubanos o “universales”. Cuando se trata de aportes lingüísticos la cuestión es bien distinta, puesto que si hubiera huellas de castellano en mi francés, eso sería un defecto y no una contribución como cuando esas enriquecedoras impurezas proceden del creol o de otras lenguas que tienen un legítimo y fecundo contacto con el francés en los países y territorios verdaderamente francófonos.


con dos de mis mejores libros en edición cubana y francesa
frente al ayuntamiento de París durante la visita oficial de Raúl Castro

¿He de considerarme entonces como una rara especie de escritor cubano de expresión francesa o simplemente como un cubano que, de vez en cuando, escribe en francés? Lo último implicaría nigar la influencia del ambiente francés (literatura, historia, filosofía, gastronomía, paisajes, costumbres) en que estoy inserto desde 1989. Eso haría de mí un escritor anclado en el pasado y encerrado en una burbuja ajena a su realidad cotidiana.

El asunto es demasiado complejo para dedicarle más tiempo que el que merece la importancia de mi obra… Pero aunque sea solo hoy, 20 de marzo, Día Internacional de la Lengua Francesa y la Francofonía, tengo la obligación de consagrarle unas líneas.

 

#Francophoniedelavenir #Mon20mars #literaturafrancesa #francofonía #lenguayliteratura

6/3/22

UN CUENTO DE GUERRA


Este cuento de guerra no habla de la agresión rusa a Ucrania, pero habla de una guerra provocada por el delirio de grandeza de un gobernante sin escrúpulos, capaz de mentir y poner en riesgo a su propio pueblo con tal de satisfacer su megalomanía.

Los aventureros de la cometa
Editorial Panamericana
Bogotá, 2020
ilustraciones de Jaime Troncoso
https://www.panamericana.com.co/los-aventureros-de-la-cometa-589294/p


LOS AVENTUREROS DE LA COMETA es mi más reciente libro latinoamericano... pero no es tan reciente si miramos bien. La primera versión de este libro apareció en 1996 con el título de "Las aventuras de Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes" en la editorial El Arca (Barcelona) o "Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan de los Palotes" en la editorial Capiro (Santa Clara, Cuba). Dos años después se publicó en francés y bastante más tarde en Argentina.


La Biblioteca Internacional de la Juventud (con sede en Munich, Alemania) escogió esta novela fantástica como uno de los mejores libros infantiles publicados en el mundo. Varios críticos de diversos países también lo han elogiado y, personalmente, lo creo uno de mis mejores libros.




He aquí un fragmento del capítulo-cuento número seis, que comienza con una extraña carta del soberano de los protagonistas:







      

 

PAIS REINO PUEBLO                   

Día cuarto del quinto mes del sexto año.

 

 

Sres. Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes.

Almirantes del Aire, Condes de la Cometa, Marqueses del Barrilete, Duques del 

 Volantín y futuros Príncipes del Papalote.    

En algún lugar del cielo                        

Distantes súbditos:

Bien podéis imaginar que solo una grave circunstancia puede hacer a un REY olvidar un agravio (aún carezco de un campo de golf digno de mi regia persona), pero por encima de los sentimientos y orgullos del MONARCA están los intereses de su ESTADO (hasta el punto de que, incluso si tuviera dónde, faltaríanme ánimos y tiempo para recrearme con los placeres del juego).

Vayamos, sin más dilación, a los hechos: ¡NUESTRO AMADO REINO CORRE MORTAL PELIGRO! Mi CORONADA CABEZA sufre preocupación y desasosiego, y lo comparte con sus súbditos, ante la actitud amenazante del Gran Imperio Ote.

En nombre de vuestro amor a la TIERRA NATAL y ejerciendo mi autoridad como SOBERANO, os convoco.

No tardéis.  LA PATRIA os necesita.

 

Don Cacho Quinto

REY POR LA GRACIA DE DIOS Y DEL PUEBLO     

 

 

–¿Peligro mortal!

–¡El Gran Imperio Ote?

Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes quedaron tan impresionados por la carta que descuidaron el pilotaje y la cometa fue atrapada por un remolino.

Todo el que ha empinado cometas, barriletes, papalotes o volantines sabe lo complicado que resulta sacarlos de un mal viento. Imagínate entonces lo que sucede cuando uno está en la cometa caída en desgracia.

Ante la gravedad de la situación, Perico tuvo que saltar por  la borda y, colgando en el vacío, luchó con los frenillos. Rosa, por su parte, redujo el peso de la cometa tirando muebles y cacerolas, y después se empeñó en destrenzar la cola. La frágil embarcación aérea dejó de volar en círculos y de dar peligrosas zambullidas en el aire, pero todavía tuvieron que faenar un buen rato antes de ponerla sobre una brisa segura.

–¿Qué rumbo llevamos? –preguntó Perico en cuanto pudo trepar a bordo.

–El rumbo del País Reino Pueblo, naturalmente.

Entonces pudieron releer la chiringa real, pero no sacaron nada en limpio. El rey no adelantaba el menor detalle sobre la repentina amenaza del Gran Imperio Ote.

La última vez que los imperiotanos habían invadido a su minúsculo vecino fue durante el reinado del belicoso emperador Macro Altonio el Malversador (el mismo que, sin ser poeta, había escrito el larguísimo Himno Imperial, cuyo verso más conocido es aquel que dice: "Imperio tan Extenso, ¡oh, Brújula del Universo!"). Pero de eso hacía veinte años y desde entonces las dos naciones habían mantenido relaciones normales. Lo cierto es que a los imperiotanos les gustaba tanto tragar territorios ajenos como saborear las miniaturas de chocolate que eran una exclusividad del País Reino Pueblo. Y  como el gigantismo con que se hacía todo en el Gran Imperio Ote, resultó funesto para la producción de miniaturas de chocolate, a los tres meses de ocupación, ambos países firmaron el Tratado de Quitaypón, que garantizaba la independencia del País Reino Pueblo y devolvió el trono a la dinastía Pulgar y al rey Cacho Tercero–Cuarto.

 

La casa voladora surcaba hacía dos semanas el cielo del Gran Imperio Ote. Asomados por la borda, Perico en las mañanas y Rosa por las tardes, pasaron todo ese tiempo tratando de descubrir algún indicio de preparativos bélicos, pero nada detectaron.

Caía la tarde de un jueves claro, cuando avistaron en el horizonte una masa multicolor que flotaba a respetable altura: ¡era el Barrio Aéreo del País Reino Pueblo! El lugar que con su trabajo en la Real Fábrica de Arquitecturas Volantes, habían fundado Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes.

–Siento un bulto aquí, en el fondo de la garganta –dijo ella.

–Yo también, pero lo mío es en el comienzo del estómago.

–Es como una alegría asustada.

–Eso –concluyó él–: unas ganas de reír y llorar al mismo tiempo.

Era la emoción del regreso al terruño.

Cuando estuvieron más cerca comprobaron que el Barrio Aéreo había crecido mucho. Eran tantos los cometas, papalotes, barriletes y volantines que las cuerdas que los ataban al suelo formaban una barrera impenetrable y la sombra que proyectaban era espesa como nubes de tormenta.

Rosa y Perico se miraron. Todavía no habían descubierto en qué consistía la amenaza del Gran Imperio Ote, pero tuvieron la certeza de que problemas no faltaban en el País Reino Pueblo.

 

 


 II. La ciudad abandonada

 

Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes fueron recibidos con una fiesta de pompa y alegría desaforadas. El colorido, de por sí chillón, de los cometas, barriletes, papalotes y volantines había sido reforzado con lentejuelas y pegatinas; serpentinas con los colores del reino tendían ligeros puentes entre las diversas "obras de arquitectura volante" y verdaderas trombas de confeti caían sobre los recién llegados. Hasta algunos fuegos artificiales (lanzados con extrema prudencia) celebraron el arribo de los que, por todas partes, carteles y banderolas calificaban como "BENEFACTORES DEL REINO" y "SALVADORES DE LA PATRIA".

Rosa y Perico fueron conducidos hasta el nuevo Palacio Real Volante, que ocupaba los cuatrocientos metros cuadrados de papel de china de la mayor cometa que haya existido jamás.

–¿Qué os parece, mis entrañables súbditos? –preguntó don Cacho Quinto, que había salido a recibirlos a la escalinata de papier maché–. ¿No es éste un palacio digno de la dinastía Pulgar?

–Me parece que debe necesitar demasiado viento para mantenerse a flote –consideró Rosa.

–Y ha de proyectar una sombra enorme –estimó Perico.

Sus observaciones levantaron un rumor de inquietud entre los cortesanos. Por razones que sabrás más adelante, las palabras ‘viento’ y ‘sombra’ habían adquirido matices subversivos. El Canciller intentó disimular las críticas de  Rosa y Perico.

–Indudablemente el nuevo palacio real no tendría defectos si hubiera sido diseñado por vosotros, Exquisitos Arquitectos de su Alteza Real.

Perico iba a responder que ellos nunca hubiesen construido semejante disparate volante, pero Rosa se lo impidió con un oportuno pisotón, al tiempo que decía:

–Su Majestad nos mandó venir porque un gran peligro amenaza al País Reino Pueblo. Estamos ansiosos por saber de qué se trata.

A un gesto del rey, los cortesanos se retiraron. En la sala del trono sólo quedaron el Canciller, el Ministro de Defensa y el Consejero Real para la Industria y el Comercio. Don Cacho Quinto se sentó y los demás lo imitaron.

–Nuestros envidiosos vecinos del Gran Imperio Ote no soportan que el País Reino Pueblo crezca hacia arriba –comenzó a explicar el Canciller.

–Han declarado materiales estratégicos el papel de china, el hilo grueso y las cañas imprescindibles para la construcción de arquitecturas volantes –precisó el Consejero Real para la Industria y el Comercio–, y como el Tratado de Quitaypón nos prohibe...

–¡Preparan secretamente la guerra! –intervino, iracundo, el Ministro de Defensa.

El rey abrió los brazos y declaró con serenidad grave, algo nerviosa:

–El bienestar de mi pueblo está amenazado.

Rosa y Perico se consultaron con la mirada. Tras una pausa preguntaron qué era lo que se esperaba de ellos.

–Necesitamos un medio capaz de protegernos de los imperiotanos –explicó el Canciller.

–Un medio persuasivo –precisó el Consejero Real para la Industria y el Comercio

–¡Que los haga bajar la cabeza y renunciar de una vez a decidir lo que podemos hacer o no! –chilló el Ministro de Defensa.

 Rosa y Perico volvieron a mirarse, preocupados.

–¿Qué medio sería ese?

–Un arma.

–¡Un arma invencible!

–Os hemos llamado –declaró Cacho Quinto con los ojos brillantes como las piedras de su corona– para que construyáis una poderosa escuadra de cometas de combate.

 

 

Rosa y Perico pidieron veinticuatro horas para reflexionar. Una escolta regiamente uniformada los condujo hasta el alojamiento que el Canciller les había preparado.

–Aquí podrán descansar sin miedo a ser molestados –informó el jefe de la escolta–. Mis hombres y yo respondemos de ello.

El Pabellón de Visitantes Ilustres era una casa-cometa del más fino papel de China, con varetas de palisandro y paredes de papel pintado; las ventanas eran de papel de celofán y el suelo estaba cubierto por un espeso tapiz de papel crepé bordado con hilos de papel de plata.

–Esto es una jaula de oro, Perico.

–Lo mismo pienso, Rosa. Y temo, además, que nos estén ocultando cosas.

No tuvieron tiempo para más conjeturas: una chiringa mensajera acababa de colarse por el balcón con una graciosa pirueta. Estaba hecha con la portadilla de un libro en cuyo centro se podía leer:

VER EL BOSQUE Y NO VER LOS ÁRBOLES

–¡Es un mensaje en clave! –dedujo Rosa.

Una hora más tarde, otra chiringa se coló por una ventana. Estaba hecha con la portadilla de otro libro donde se leía:

PEDIR PERAS AL OLMO

–Hay alguien verdaderamente interesado en explicarnos lo que sucede en el País Reino Pueblo –concluyó Perico.

–¿Tienes alguna sospecha?

–Sí, y vamos a ir en busca de nuestro anónimo mensajero.

–¿Cómo podremos hacerlo? Ya has visto que estamos aislados en esta cometa de lujo.

–Mientras haya brisa y una cuerda vegetal, Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes tienen por donde escapar...

Caía la noche cuando lo tuvieron todo listo: el paracaídas improvisado con el tapiz de papel crepé debía proporcionarle a Rosa un apacible descenso, mientras la gruesa capa de cebo aplicada por Perico a su cinturón le permitiría deslizarse por la cuerda que ataba a tierra firme el Pabellón de Visitantes Ilustres.

Se despidieron en la cola de la cometa.

–Tengo miedo –confesó Rosa– ... por ti.

–Soy yo quien teme que pueda ocurrirte algo malo –contestó Perico.

–Entonces todo irá bien –aseguró la muchacha–. Si pensamos el uno en el otro, todo irá bien.

–Nos encontramos en el centro del pueblo.

Rosa planeó lentamente, poniendo toda su atención en evitar las cuerdas que ataban las numerosas cometas, papalotes, barriletes y volantines. Perico, por su parte, tenía que frenar a todo momento su descenso para evitar que el roce le calentara demasiado el cinturón. Fue un trayecto penoso, pero instructivo para ambos.

El Barrio Aéreo se componía de "calles" dispuestas en tres niveles. El nivel alto lo formaban las gigantescas cometas de lujo en las que reposaban el palacio real, las mansiones de los grandes funcionarios y las de los comerciantes ricos; todas con jardines, piscinas y garajes para las pequeñas cometas de transporte, último modelo.

El nivel intermedio lo formaban los amplios barriletes, papalotes y volantines en los que se hallaban los teatros, restaurantes y oficinas, así como las extrañas cometas y barriletes de apartamentos en que vivía la clase media.

En el tercer nivel sólo había pequeñas y anticuadas casitas voladoras, pues las mejores brisas las consumían las pretensiosas “arquitecturas volantes” de los niveles superiores. De todas formas, hasta allí llegaba tan poco sol que para nada habrían servido jardines y piscinas.

Cuando tocaron tierra, Rosa y Perico se hallaban en extremos opuestos del pequeño reino. Los dos se pusieron inmediatamente en camino hacia el lugar de la cita, descubriendo con sorpresa que no les resultaba fácil orientarse.

¡El País Reino Pueblo había cambiado tanto...! En lugar de las casitas apretujadas y multicolores que tan bien conocían, ahora no había más que almacenes de cacao y papel de china, depósitos de cordeles y cañas, fábricas de chocolates en miniatura y cometas gigantes...

Por todas partes reinaban la oscuridad y el moho. Pero lo más sorprendente fue que no se cruzaron con un solo ser vivo en todo el trayecto desde los límites del pueblo (que eran los del reino) hasta el centro, donde se alzaban sus únicos dos árboles. El olmo y el peral permanecían juntos como siempre; pero a pesar de no ser invierno, en sus copas sólo había unas pocas hojas amarillentas.

–¿Viste a alguien? –preguntó Rosa en cuanto se reunió con Perico.

–¡Ni siquiera gatos vagabundos, perros callejeros o gorriones! –respondió él–. Parece una ciudad abandonada.

–Es que es una ciudad abandonada –precisó una voz cavernosa. 


III. El arma secreta

 

El que había hablado se hallaba sentado entre el olmo y el peral. Su ropa, su piel y sus cabellos tenían el mismo color de polvo y hojas muertas que dominaba el pueblo. De no ser por el brillo de sus ojos, mal hubieran podido distinguirlo del montón de libros mohosos sobre los que se hallaba sentado.

–¡El filósofo del reino! –exclamaron Rosa y Perico.

–Ex filósofo del reino –corrigió el hombre–. Ahora simplemente soy el Sereno de la Nación. Sólo yo vivo aquí abajo. Los demás vienen únicamente durante el día, a trabajar en las fábricas y depósitos, y a las cinco de la tarde se produce la estampida hacia las alturas. En el País Reino Pueblo nadie más tiene los pies en la tierra; todos duermen con la cabeza en las nubes y sueñan con poseer un castillo en el aire.

–¿Fue usted quien nos mandó las dos chiringas mensajeras! –afirmó, más que preguntó, Rosa.

–¿Puede contarnos lo que verdaderamente está pasando! –suplicó, más que interrogó, Perico.

El ex filósofo del reino resumió lo acontecido desde que ellos abandonaran el pequeño país. Todo había ocurrido tan rápidamente que nadie se dio cuenta de hacia donde iban, y después les resultó imposible dar marcha atrás.

–Siempre nos había gustado vivir codo a codo y lo superfluo era mirado con indiferencia, pero de repente todos quisieron tener más espacio, todos quisieron ascender. Ganamos altura, pero perdimos el cielo. Basta dar una mirada en torno para ver lo que ha sido de nuestra tierra desde que las “obras de arquitectura volante” le quitan el sol.

–¡Esto no puede seguir así! –decidió Perico–. Pero antes tendremos que ocuparnos del conflicto con el Gran Imperio Ote.

–No sé de ningún peligro o amenaza que venga de afuera: nuestro enemigo somos nosotros mismos –apuntó filosóficamente el ex filósofo del reino–. Pero si hablas del motivo por el cual les han hecho venir, sólo se me ocurre pensar en el proyecto de Su Majestad de utilizar la fuerza aérea para recuperar la grandeza perdida de la dinastía Pulgar.

–Entonces ¿no es para proteger al País Reino Pueblo que nos han convocado? –se asombró Rosa–. ¿Las cometas de combate no se usarán como arma defensiva?

El ex filósofo  soltó su célebre risita sarcástica.

–Arma defensiva... arma ofensiva... ¡El mismo perro con distinto collar!

Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes estaban confundidos. Se sentían atrapados entre falsas mentiras y aparentes verdades. Necesitaban consejo, pero el único que podría darles uno se negaba tozudamente.

–Dar un consejo es lo mismo que tomar la decisión que corresponde a otro. Y decidir en nombre de los demás es la causa de todos los males del siglo.

–Pero ¿a qué le teme? –exclamó Rosa–. Usted es un sabio.

–¡Tonterías! Un filósofo no es un sabio. La filosofía sirve para explicar cómo le parece a uno que funciona el mundo y no para decir qué hay que hacer para que el mundo funcione bien.

Y con esas palabras les dio la espalda. Volvió a sentarse entre los libros apilados bajo los dos árboles del reino y arrancó una página para confeccionar una pajarita de papel. Parecía haberse olvidado completamente de sus visitantes y se puso a canturrear:

Al hombre de seso gordo

que ve el bosque sin ver los árboles,

peras tomadas de un olmo

tendremos que recetarle...

 

De regreso al Pabellón de Visitantes Ilustres, Rosa y Perico se pusieron a trabajar febrilmente. Le habían encontrado un sentido a la coplilla del filósofo y estaban dispuestos a cumplir con lo que creían su deber... al precio que fuera necesario.

Al día siguiente, los planos estaban listos y entregados al Ministro de Industria y Comercio y al Secretario de Defensa, encargados de su ejecución.

–Lo que estamos haciendo es muy peligroso –dijo Rosa, abrazando a Perico–. Creo que no me atrevería si no estuviéramos juntos.

–También el filósofo está con nosotros, aunque no haya querido decirlo claramente.

–Pedir lo imposible –murmuró Rosa–: es decir, que tú y yo nos convirtamos en traidores y que el enemigo disponga de un arma capaz de salvar al País Reino Pueblo.

–Nos esperan momentos difíciles –suspiró Perico–. Pero algún día se comprenderá que fuimos olmos dando fruta y no perales que parieron estériles hojas.

Con la rapidez y discreción que correspondía a la creación de un arma secreta, se realizaron modificaciones a la más rápida cometa de transporte existente, y en su cola prendieron cuatro enormes cuchillas, especialmente forjadas por el herrero del reino.

El rey Cacho Quinto y sus ministros habían invitado a los cortesanos importantes a presenciar el vuelo de prueba, pero como no había lugar para un polígono secreto, y como en el País Reino Pueblo todo acaba por saberse, muchos fueron los que se levantaron aquella madrugada para escudriñar por los visillos el histórico acontecimiento.

El rey dio personalmente la orden de empinar la cometa tripulada por Perico de los Palotes y Rosa de los Vientos. Hábilmente, los muchachos la colocaron sobre una brisa y evolucionaron con precisión y donaire, arrancando gritos de entusiasmo a la selecta concurrencia.

Cuando ya parecía que la experiencia iba a concluir, la cometa de combate hizo un giro inesperado y segó con las cuchillas de su cola la cuerda que sostenía el Pabellón de Visitantes Ilustres, la del Campo de Marte y la suya propia. Las dos gigantescas cometas oficiales se fueron a pique, mientras la que tripulaban Rosa y Perico, libre de toda sujeción, volaba hacia la frontera, ¡ay!, tan cercana.

El Secretario de Defensa fue el primero en comprender que no se trataba de un accidente, sino de una demostración de fuerza del arma terrible que Rosa de los Vientos y Perico de los Palotes estaban llevándose a territorio enemigo.

El rey no tardó en comprenderlo también y con aquellas “arquitecturas volantes” vio hundirse sus sueños de grandeza y la esperanza de tener su ansiado coto de caza en los bosques situados al otro lado de la frontera con el Gran Imperio Ote.

 *  *  *

 












11/7/19

UN VIEJO ESCRITOR Y UN JOVEN ILUSTRADOR


SOY UN VIEJO ESCRITOR Y UN JOVEN ILUSTRADOR

Testimonio y reflexión

  
Soy un viejo escritor y un joven ilustrador. El primero de mis 33 libros apareció en 1983, pero hasta 2006 ninguno de ellos llevó dibujos míos. Sin embargo, siempre me gustó dibujar. Mi primera historia, cuando tenía 10 años, contaba en forma de comic las aventuras de un tal Súper Pecho…
y las novelitas que comencé a escribir con 12 años llevaron en su mayor parte dibujos en la tapa o en el interior.

Incluso, mi primera publicación, a los 19 años, fue un dibujo humorístico, incluido (un mes antes de mi primer texto)  en el semanario Melaíto, de mi casi natal ciudad de Santa Clara, en el centro de Cuba.
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Hice otros muchos dibujos e incluso comencé un par de historietas. Pero el director de la publicación no encontró nada mejor que decirme un día: “Lo tuyo es la literatura, deja el dibujo para otros”.
Triste consejo que me apartó de lápices, plumillas y pinceles durante 40 años…

El libro infantil es un libro ilustrado
A diferencia de la literatura para adultos, cuando hablamos de LIJ no solo nos referimos a textos (literarios, pero también paradidácticos y recreativos) sino a las ilustraciones que no solo en el caso del álbum, actualmente el género más característico de nuestra especialidad, es indisociable de la parte escrita.
Los libros para chicos han incluido ilustraciones desde siempre. La primera obra creada explícitamente para los más jóvenes, el Orbis Pictus (1658), del pedagogo Jan Amos Comenius, era una obra abundantemente e inteligentemente ilustrada; verdadero predecesor del libro ilustrado actual.



Si muchas de las obras que le siguieron y que cuentan como sillares de la literatura infantojuvenil, como los Cuentos de Mamá Oca (1697), de Charles Perrault o las Aventuras de Telémaco (1699) , de Fenelón, aparecieron originalmente sin ilustraciones e incluso sin dibujo de tapa, es por las limitaciones que por entonces tenían las técnicas de reproducción de imágenes. Pero ya en el siglo XIX, que es la edad de oro de la literatura infantil y juvenil occidental, las ilustraciones –en particular grabados en blanco y negro, pero también en color- la ilustración alcanza un gran momento. Mencionaré en particular Alicia en el País de las Maravillas (1865), de Lewis Carroll no solo por ser quizás la mejor ponderada pieza de la novela infantil universal, sino porque fue ricamente ilustrada, tanto en la versión manuscrita que el propio autor obsequió a Alicia Liddel, la niña que le inspiró…

como en la primera edición en libro para la cual el autor escogió al gran John Tenniel.

Carroll dibujaba bien, pero aspiraba a lo mejor para su obra. Por otra parte, estoy convencido de que el gran escritor inglés intuyó desde tan temprana época que no basta con que los dibujos sean buenos, sino que la colaboración con otro artista permite introducir en la obra matices que no están ni en el texto ni en las intenciones del escritor. Lo que es una forma sutil, e infalible, de autorizar al lector a poner lo suyo en la obra que lee.
Carroll sabía, no temo afirmarlo, que existía eso que tardaríamos más de un siglo en llamar lector activo.

Paréntesis un poquito teórico
Entre el escritor y el lector hay varios lectores previos: el primero de todos es el propio escritor, que lee su obra con unos ojos íntimos de los que debe desconfiar y tratar de distanciarse: sin ello, su texto no cobrará la madurez y polisemia necesarias para que los demás puedan apropiárselo, y se convertirá uno más entre los millones de manuscritos que jamás llegarán a verse impresos y solo serán leídos por familiares o amigos su autor.
Luego del escritor, el lector previo más frecuente e importante es el editor, que es quien decide la publicación o no de un libro, y para ello ha de evaluar sus posibilidades de alcanzar un público más o menos numeroso. La obra del editor es su catálogo, por lo que su lectura de un manuscrito está condicionada por lo que ya ha publicado y por lo que busca para su propuesta editorial, y no estrictamente por eso que llamamos, sin poderlo definir de manera objetiva y consensual, “calidad literaria”. El riesgo es que a veces, procurando la coherencia y eficacia de su propuesta editorial, el editor sitúe la obra en coordenadas de lectura que no le corresponden como son la colección, los paratextos presentes en las tapas, solapas, etc), la publicidad e incluso la época del año en que se publique. Son rasgos exteriores y aparentemente insignificantes, pero que pueden desorientar a muchos lectores o hacer que un número incluso mayor decida que tal o más cual libro no son para él.
La mediación que corresponde al ilustrador y al traductor (si se trata de una obra procedente de otra lengua) son más importantes aún, puesto que estarán incorporadas al texto en de las propias páginas del libro. El primero puede permitirse más libertades que el segundo (que se compromete no solo a ser fiel a la obra, sino a la lengua en que la vierte) puesto que la lectura de texto e imagen pueden, en gran medida, disociarse.
Sobre la misión y el trabajo del ilustrador volveré en detalle más adelante. Antes quiero mencionar otros lectores previos: prologuistas, críticos, periodistas, maestros, bibliotecarios, familiares y amigos… que influyen, en diversa medida, no solo en la decisión de leer cierto libro, sino en la manera en que el lector destino lo interpretará.
Los prólogos suelen limitarse a los clásicos, y muchos lectores se lo saltan, o los leen solo al final. Estos textos suelen situar cronológicamente una obra, subrayando las relaciones de la misma con la vida del autor, con hechos históricos relacionados con la trama o con otras obras (del mismo o diferente autor). Por el prestigio que tiene o se atribuye a la figura del prologuista, su influencia puede ser muy grande, comparable con la de un profesor o un crítico conocido. No leemos igual una obra de la que nada sabemos que la que se nos presenta como canónica, ya por su lugar en la historia literaria o en la identidad nacional, o porque ha recibido un premio. Muchos maestros, la mayoría de los bibliotecarios y no pocos familiares hacen una recomendación menos formal y argumentada, basándose en su propia experiencia lectora. Por su parte, la recomendación de amigos puede limitarse a un “está buenísimo” que, sin revelar detalles de la trama ni orientar la interpretación de los mensajes, cumple su misión de estímulo.

Mi camino como ilustrador
Aunque muchos de mis libros han tenido excelentes ilustradores, entre 2006 y 2008 decidí encargarme de las imágenes de tres libros que, de otra manera, hubieran caído en manos que me parecían aún más torpes que las mías. Fue una experiencia nueva que me dio la ocasión  de desarrollar mi vieja afición al dibujo
Pero lo que realmente importa es que adquirí la capacidad de participar en la doble comunicación –texto/imagen– que es la que mejor conviene a niños de hasta 7 años, lo que me abrió a un público que hasta entonces había tenido poco en cuenta.
Todo empezó en el País Vasco español, cuando Desclée decidió traducir al euskera un libro que ya yo había publicado dos veces, con dibujos ajenos:

De los primeros lejanos tiempos la lechuza me contó (Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1987), con ilustraciones del cubano Vicente Rodríguez Bonachea fue el segundo título de mi bibliografía como autor. Ampliada y corregida, la versión definitiva es de 2004: 

Editorial Progreso. México
Dibujos de Fabiola Graullera

Ambos ilustradores eran verdaderos profesionales, pero los originales del primero se habían perdido y mi editor vasco no estaba dispuesto a comprar los derechos de mi ilustradora mexicana.
El problema es que las ilustraciones de todos los libros que yo había visto en Desclée me habían decepcionado. Parecían hechas por estudiantes de artes plásticas… sin talento. Así que me compré una caja de temperas y elaboré tres o cuatro dibujos en el papel que tenía a mano. Cuando recibió los escáneres, el editor respondió: “No me disgustaron”… y comprendí que no le habían gustado ni un poquito.
Miré un poco en librerías y bibliotecas, compré papel de calidad y probé de nuevo. Esta vez el editor me respondió: “¡Yo  no sabía que dibujabas tan bien!”. El elogio no se me subió a la cabeza por dos razones: los ilustradores con que se me comparaba eran mediocres, y uno de ellos era yo mismo… solo tres meses antes.

                                                    Dos versiones del mismo dibujo (la primera inédita; la segunda incluida
en la edición de Hontzak kontatu zidan. Desclée. Bilbao, 2006

En realidad yo estaba lejos de comprender hasta qué punto lo ignoraba todo de la ilustración. De lo contrario no hubiera escogido mejor el negocio donde me hicieron los escáneres y los hubiese enviado en un formato más adecuado; también hubiera tomado en cuenta el papel y el tipo de impresión característicos de la colección. Cuando vi mis dibujos, reproducidos en blanco y negro, en baja definición y sobre un papel de escaso gramaje, sufrí una gran decepción.
La lechuza me contó es una colección de fábulas.  Solo debí hacer un dibujo o una viñeta por texto, y además se trataba de animales y plantas estilizados. Una dificultad muy superior me esperaba, un año después, cuando propuse a mi editor de la Guyana Francesa, las ilustraciones para un viejo cuento que traduje en ese momento.

Esta vez se trataría de un álbum ilustrado: tenía que hacer una mayoría de ilustraciones a página completa, cubriendo las 48 del volumen, y mantener una unidad de estilo… en torno a personajes humanos y animales. Fue la segunda vez que trabajé con temperas, pero esta vez la impresión sería a todo color y el editor se encargó del escaneado.

Casi todos los defectos de ese libro son míos… y de ellos algo aprendí cuando, seis meses más tarde, mi nueva editorial vasca, A Fortiori, me pidió algunos cambios para su doble edición –en castellano y en euskera– de La canción del castillo de arena. El resultado fue muy satisfactorio… salvo, una vez más, por mis propias limitaciones técnicas, mi falta de formación académica y mi inexperiencia.
La canción del castillo de arena es mi primer álbum ilustrado y no lo dibujé simplemente porque me parecía poder hacerlo mejor que los ilustradores ya presentes en la colección, sino porque había cosas que yo quería decir sin modificar el texto, tomado de una colección que yo había publicado en Brasil, en 1991, y en España, cuatro años después, cada vez con una pequeña ilustración a línea, de reputados ilustradores de dichos países.
Aunque no me lo planteé de entrada, ya a esas alturas yo no podía ignorar que lo que mejor distingue un libro ilustrado de un libro álbum es que el relato lo comparten de manera cabal texto e ilustraciones; eso significa que el ilustrador no puede limitarse a representar fielmente lo que dicen las palabras del autor.
El caso es que desde el primer boceto, y sin haberlo premeditado, situé la historia en una playa tropical. Los dos personajes principales: un niño y su padre, los dibujé mestizo y negro, respectivamente. Nada en el texto, sin embargo, aludía a la raza de los personajes o a su ubicación geográfica, y lo que sucedió es que reviví las circunstancias en que imaginara la historia 25 años antes: la playa Siboney de Santiago de Cuba, con sus bañistas, mayoritariamente negros y mestizos, y su suelo de diminutas piedras con las que es imposible construir los castillos de arena.
Yo no soy un escritor realista y tampoco soy dado a contar anécdotas vividas. Así que en mi cuento, la playa es de perfecta arena y mis personajes tienen una relación armoniosa, completamente opuesta a la que vivía con su padre el joven amigo que me acompañaba el día de mi inspiración. Sucede, además, que en 1992, en Copenhague, la lectura hecha por una sobrina francesa que sufría el divorcio de sus padres, me había revelado el hecho de que mi cuento hablaba de una familia dividida, puesto que el padre y el niño están solos en la playa y la única fémina de la historia es la princesa caracola que el pequeño imagina en sus castillos de arena. Esa princesa la dibujé blanca (¡nada más natural!) y es la madre que el niño añora.

El mestizaje se introdujo así, a través de mis ilustraciones, en un texto que no lo mencionaba… y que yo estaba ilustrando unos meses después de la tan esperada publicación en castellano de La leyenda de Taita Osongo, mi principal obra sobre asunto de la mezcla de razas y culturas que dio origen al pueblo cubano.

Mi siguiente álbum ilustrado,  Beste bat, nahi dut! Quiero otro!) incluye también un mestizaje subliminal, puesto que los seis miembros de la familia -abuela y abuelo, madre y padre y hermanos- forman un verdadero arcoíris racial. Pero no es lo primero que me propuse trasmitir, sin recurrir al lenguaje, en esta historia de un niño tirano al que su parentela (hasta el gato) terminan por ponerle freno. A lo largo de las 48 páginas se ve evolucionar un personaje (un pájaro) que no existe en el texto, y ocurren otras anécdotas paralelas, igualmente “mudas”. Incluso el final, abierto en cuanto al texto, es “cerrado” por un mensaje únicamente gráfico, reservado a la última página y al dibujo de contratapa. Con tales recursos asumo claramente el hecho de que en el álbum la ilustración puede (¿debe?) tener una elevada autonomía respecto al texto.
No es mi intención recorrer paso a paso mi corta carrera de ilustrador (13 años, frente a los 36 que me separan de mi primer libro como autor), sino explicar por qué en algún momento decidí ilustrar y no solo escribir algunos de mis libros. Insisto en que solo algunos porque cuando no tengo nada que añadir, o estimo que otro puede hacerlo mejor, dejo tranquilos los pinceles.
La leyenda de Taita Osongo es otro de mis libros que ya tenían varias versiones (la francesa, de 2004; la mexicana, de 2006 y la brasileña, de 2007) ilustradas por otros artistas. La que más me gusta es la edición del Fondo de Cultura Económica, puesto que aceptó ilustrarlas mi amigo y gran ilustrador cubano Ajubel (que también trabajó en otros tres de mis libros, consiguiendo con uno de ellos, El pájaro libro, el cotizado Premio a la Mejor Labor de Ilustración, de España). También me resultó muy interesante el trabajo del brasileño Fernando Vilela quien, al recrear la técnica de ilustración de los tradicionales libros de cordel ayuda al joven lector brasileño a identificarse con mi historia al establecer un vínculo implícito con el pasado esclavista de su país (tan próximo al del mío propio).


Fue en 2009, cuando se me presentó la primera ocasión de compartir La leyenda…  con mis compatriotas, que decidí hacer mi primer trabajo de ilustración en blanco y negro, y destinado a chicos de más de 10 años. Por las dificultades técnicas y materiales que padece el libro cubano, esa edición me decepcionó mucho. La revancha la obtuve ocho años después, cuando pude ilustrar la segunda edición francesa.  Una vez más recurrí al acrílico, pero combinando apenas el blanco con el gris de Payne para obtener varios tonos de un gris azulado. La monocromía es frecuente en la edición juvenil porque, resultando mucho más económica que la cuatricomía, permite obtener efectos subjetivos que subrayan los sentimientos de los personajes y la atmósfera del relato. Esa técnica va muy bien con el tono de narración poética y mágica de La leyenda… En los dibujos realizados en 2009 yo había estilizado mucho las figuras, y eso las privó de una cubanía que no era mi intensión suprimir.
Ediciones Capiro. Santa Clara, 2009


Para la nueva versión, intenté reforzar esos rasgos en el magisterio de Wifredo Lam, gran pintor y grabador del Caribe, contemporáneo de Nicolás Guillén (cuya estética me guio en la escritura) y de mi abuela paterna (cuya historia fue una de las fuentes que me inspiró la trama). Otra cosa los une a los tres: nacieron en el mismo año y eran mestizos. Guillén tenía ancestros blancos y negros, Lam, genitores negros y chinos, y mi abuela, antepasados negros y aborígenes.  En varias de las ilustraciones nuevas que hice para la edición de 2017, se reconocen motivos de la plástica de Lam.
Editions Orphie. Saint-Denis de La Réunion,2017
El dibujo de tapa, como se ve, es un homenaje a La Jungla, el más importante cuadro de Wifredo Lam… y probablemente de toda la pintura cubana moderna.

Cuando estaba lejos de imaginar que un día publicaría mis dibujos, muchos de mis manuscritos llevaban aquí y allá unos dibujos que me servían para mejor visualizar un personaje, situación a paisaje que me estaba costando trabajo describir. 

Dibujos tomados de los manuscritos de mis novelas Mi tesoro te espera en Cuba, que cuenta tres versiones ilustradas por otros (Hachette. París, 2000 y Sudamericana. Buenos Aires, 2002) o sin ilustraciones  (Edelvives. Zaragoza, 2008), así como de Exploradores en el lago (Madrid: Alfaguara, 2009 y Loqueleo, 2016) y de La Isla de las Alucinaciones (sin ilustraciones: Premium. Sevilla, 2017)



Algunos de esos dibujos llegaron a pasar del estado de esbozos y preceder en varios años la aparición del libro que, por razones editoriales, salió sin ilustraciones. 

La cuarta versión de MI TESORO TE ESPERA EN CUBA (Verbum. Madrid) me llevó a trabajar nuevamente en blanco y negro. He aquí algunos bocetos y dibujos terminados:

 


Un poco como me ocurrió en La canción del castillo de arena, pero esta vez de manera deliberada, la localización de una historia me animó a ilustrarla. 
Aventuras de Sheila Jólmez por el docto Juancho es uno de mis raros libros situado en un escenario concreto . Ese escenario es Santa Clara (centro de Cuba), mi ciudad casi natal; donde pasé la mayor parte de mis estudios y me formé como escritor. Quizás por esas necesidades de los escritores emigrados, el deseo de evocar un lugar entrañable de la patria lejana, me asalta cada vez más a menudo. Pero en este caso se trata de una descripción bastante detallada de un escenario que, por otra parte, participa claramente de la trama.

El dibujo de tapa parte de una foto que hice del teatro La Caridad, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Tras modificarla vía Photoshop y dibujar encima, añadí el retrato de los protagonistas. Cualquiera que conozca Santa Clara, reconocerá el monumento que aparece en el fondo. El lector que no sepa nada de dicha ciudad, podrá no obstante sentir el aire de misterio que trasmite la imagen... o eso espero.

última versión de proyecto de tapa


                                                tapa con la que, finalmente, salió la edición 
                                                               Capiro (Santa Clara, 2017)  

Confesión final
Si he de ser sincero, debo admitir que me gusta dibujar. Empecé dibujando las aventuras de Super Pecho en los márgenes de mi cuaderno de matemáticas de quinto grado, y he seguido haciéndolo toda la vida, en los márgenes de otros cuadernos de clase, en mis agendas, en papelitos sueltos, durante las reuniones aburridas o en noches en las que bien pude tener otras cosas interesantes que hacer.

Pero a veces el proceso se invierte: tengo bastantes dibujos para historias que todavía no he escrito, y hasta alguna vez he decidido escribir una historia para que un dibujo que mucho me gusta no se quede para siempre inédito.

dibujo inspirado en un cartel del famoso
artista hispano-cubano Eduardo Muñoz Bachs
para una historia aún sin escribir


Por estas cosas comprendo a los ilustradores que piden que no se hable de “autor” e “ilustrador” sino de escritor e ilustrador; puesto que el primero es autor de textos y el segundo autor de imágenes. Esto sin llegar a confundir los roles, porque generalmente, el escritor no se limita a redactar, a poner en palabras, sino que inventa un mundo que el ilustrador, por lo general recrea, enriquece…pero no “saca de la nada”. Hay, por supuesto autores-ilustradores plenos, que conciben sus propias historias, y no queda excluido que comiencen por el proyecto gráfico y solo después le pongan texto.
Pero no es mi caso.
Yo soy un escritor que dibuja.
Nada más.






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