17/10/21
21/4/21
La tremenda bruja de La Habana Vieja Edebé Barcelona, 2001 y 2005 |
1. ¿PCM?
2. ¡POR UN PELO!
3. TÉ-RRIBLE
4. MÁS TÉ-RRIBLE TODAVIA
5. LAS BUJAS SE DIVIERTEN
6. LA CARTA
7. SECRETO DE FAMILIA
8. LA AYUDA VETUSTA DE CADUCA CICUTA
9. GWENDOLYNN HALLOWEEN DE BROOKLYN, BRUJA
MODERNA
10. LA BRUJA SE
DISPUTA
11. ¿ASUNTO
CONCLUIDO?
12. Y GWENDOLYNN
HALLOWEEN DECIDIO REGRESAR A BROOKLYN
13. COGER LA NIÑA POR
LOS CUERNOS
14. EDUCACION
BRUJANTE: PRIMERA LECCIÓN
15. EDUCACION
BRUJANTE: SEGUNDA LECCIÓN (PRÁCTICA)
16. SEMBRANDO CIZAÑA
EN LA ESCUELA
17. LA ESPECTACULAR
TRANSFORMACIÓN DE LA MAESTRA
18. LA DUDA
19. LA ÚLTIMA
FECHORIA DE PCM
20. ESTO TENÍA QUE
ACABAR MAL...
21. ¿VOLVER A
EMPEZAR?
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ilustración de Amílcar Chacón |
1.
¿PCM?
Una vieja muy vieja. Montada en una escoba. Con un enorme sombrero y un gato negro.
No tengo que decirte más para
que sepas que estoy hablando de… ¡una bruja, claro!
También sabes que las brujas
tienen arrugas y verrugas, una olla para preparar pócimas fatales y libracos
llenos de fórmulas que explican cómo hacer conjuros diabólicos.
Que a las brujas les gusten
tanto las escobas voladoras, los gatos negros, las ollas mágicas y las
verrugas, es algo que tiene fácil explicación. Más complicado es explicar por
qué las brujas prefieren habitar una ruinosa casucha perdida en un bosque intrincado
y sombrío.
Todo el mundo ha oído hablar de
brujas escocesas y gallegas. Pero también hay brujas en Hungría y en Rumania,
en Rusia y en Finlandia, en Nigeria y en Canarias… y no en todos esos países
hay bosques densos y umbríos.
La verdad, la cruda verdad…
(fíjate que voy a revelarte un secreto secretísimo: no te pongas a repetirlo
por ahí) es que todas las brujas provienen de un mismo país: oscuro y remoto,
cubierto de bosques impenetrables y brumosos. Un país que no vale la pena
buscar en las geografías porque es un país perdido en las brumas del tiempo.
Pero de eso hablaremos en otro sitio.
Porque este libro de quien
habla es de una bruja actual. Una bruja fea y sinvergüenza, como debe ser (ella
hasta dice que es la bruja más fea del hemisferio occidental), pero que no vive
en una casucha perdida en un bosque neblinoso, sino en un país tropical, en una
capital habitada por dos millones de gente bullanguera.
Es que la protagonista de esta
historia había sido nombrada Bruja Municipal de La Habana y tuvo que abandonar
su bosque tenebroso para instalarse en un barrio populoso, lleno de sol y brisas
marinas.
Como no podía luchar contra su
naturaleza, nuestra bruja buscó alojamiento en el lugar más lúgubre que pudo
encontrar en la capital cubana: un ruinoso caserón del siglo XVIII popularmente
conocido como La Cochambre.
El edificio era ideal: tenía
rincones oscuros y malolientes, paredes húmedas y manchadas, escaleras torcidas
y crujientes, y un tejado tan deteriorado que todos los días dejaba caer una
teja en la cabeza de un vecino. Las cucarachas, las arañas y las ratas sarnosas
eran tan numerosas que tenían voz y voto en el Comité de Residentes que se
reunía el tercer miércoles de cada mes.
O sea que nuestra bruja vivía
en La Habana Vieja. En su única calle realmente siniestra. En su caserón más
inmundo y achacoso. Y en el último piso, justo debajo del tejado, para poder
salir disparada en su escoba voladora sin tropezar con el edificio de en
frente.
Así que ya lo sabes: si alguna vez te hace falta una bruja (para que desaparezca a alguien, para conseguir alguna cosa o para que te convierta en lo que más te gusta) solo tienes que ir a La Habana Vieja. Aunque el caserón achacoso está dividido en un millar de apartamentuchos cochambrosos, no tienes pérdida.
En una plaquita de metal
chamuscado, al lado de la puerta, nuestra bruja ha escrito su nombre:
PORFIRIA CENTOLLA MASTUERZA
En realidad, las brujas se
llaman Qmtrzz, Hcklsst, Gfpfrd y cosas por el estilo, pero para que la gente no
sepa que son brujas se ponen nombres menos sospechosos. Sus preferidos son
Fulana, Zutana, Mengana y Esperanceja. Pero las más astutas se hacen llamar
Carola, doña Margarita, Viuda de Pérez o Señora Directora.
La bruja de La Habana Vieja decidió llamarse Porfiria Centolla Mastuerza y está muy orgullosa de ese nombre.
Pero yo, para no hacer muy largo
este cuento, la mayoría de las veces la llamaré simplemente PCM... así que ya
estás sobre aviso.
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La bruja de La Habana Vieja (Para que se enteren de lo traviesa que es...) Editorial Capiro Santa Clara, 1999 (versión abreviada) 80 000 ejemplares |
Malicia Horribla Pouah, la pire des sorcières Hachette Paris, 2001 Traduction de Mireille Meissel |
14/2/21
"SUEÑOS". Un cuento de amor
Había una vez un hombre que
soñaba. Soñaba mucho y tan intensamente que se convertía en la materia de sus
sueños.
Fue así desde chiquito y sus padres se habituaron a encontrar en la cuna
un conejito, un biberón o una pelota de lunares azules en lugar del niño
dormido.
Cuando el hombre que soñaba se casó, lo primero que hizo fue sentarse en
un borde de la cama matrimonial y decirle a su mujer: a mí me pasa esto y lo otro.
‑Bueno‑ contestó ella‑. A todo se acostumbra una cuando hay amor y
confianza.
Al principio les fue bien. La esposa hasta encontraba excitante despertar
en medio de la noche y descubrir a su lado un enorme zapato con los cordones
sueltos, un ramillete de flores relucientes de rocío o un unicornio de crines
celestes.
Pero el hombre también tenía pesadillas y una noche fue despertado por
los chillidos de su aterrorizada mujer.
Nunca podremos saber en qué se había convertido esa vez, pues ella a
nadie lo dijo. El caso es que nuestro hombre, decidido a todo, fue a ver a un tío suyo que era médico, mago
e inventor.
‑¡Bah, bah, bah; no es para tanto!‑ le respondió‑ Mira, aquí tienes
estas pildoritas: tómate una cada noche y sanseacabó.
Las píldoras eran cuadradas, transparentes como gotas de lluvia y, lo más
extraordinario, llevaban dentro un hombrecito dormido. Cada vez que nuestro
héroe se pusiera a soñar, el transformado sería el personajillo de la píldora.
Desde ese día, la esposa del soñador pudo descansar tranquila.
Pero un mes más tarde, el que se había enfermado de pura tristeza era él.
‑Antes, dormir era una linda aventura; ahora, me paso la noche con la
cabeza en blanco, es decir, en negro: mi sueño es como un televisor apagado.
Esta vez la que se consultó con el tío médico, mago e inventor fue la
mujer.
‑Prefiero morirme de susto a que él viva como un pozo seco.
El tío sonrió y le dio unas palmaditas en la espalda:
‑Todo tiene solución cuando hay confianza y amor‑ sentenció y le puso en
la mano un frasco de píldoras estrelladas, transparentes, en cuyo interior
giraban volutas de un vapor añil.
‑Tómate una siempre que vayas a dormir. Y dile a mi sobrino que suspenda
el tratamiento que le indiqué.
Desde esa noche, el hombre volvió a soñar y a convertirse en zapato
gigante, en ramo de flores, en unicornio de crines azules... y su mujer no tuvo
despertares sobresaltados porque ella también soñaba: que era el pie que
calzaba el zapato, el vaso que sostenía las flores, o la amazona de ojos
marinos que, sin bridas ni fatiga, cabalgaba el unicornio.
(La Habana, diciembre de 1988)
Ediciones de la Torre. Madrid, 1995 y 2006.
Premio La Rosa Blanca de la Unión de Escritores de Cuba a
los mejores libros infantojuveniles publicados en el año.
7/11/20
TABÚES EN LA NARRATIVA CUBANA PARA NIÑOS Y JOVENES
En el contexto de la COVID-19 y a fin de mantener la distanciación social el encuentro se celebra de manera vitrual.
TABÚ OR NOT TABÚ: ESE ES EL TEMA
por Joel Franz Rosell
Demasiado se ha citado a Mirta Aguirre cuando, en 1972, pidió que la literatura infanto-juvenil cubana no le ocultara a nuestros niños y adolescentes las “aristas duras o costados feos de la vida”. No he encontrado esta frase en el volumen que contiene lo esencial de las intervenciones del Forum sobre literatura infantil y juvenil, pero sí esta otra que me parece más completa puesto que presenta los dos aspectos, inseparables, de la cuestión:
¿…Hemos de temer hablarles de la tristeza, de la sangre o de la muerte? O debemos los adultos, actuando como intermediarios inteligentes, afrontar todo eso, explicar todo eso y aprovechar todo eso de manera tal que lo literario pueda ser utilizado como puente para que la dura, implacable verdad histórica pueda ser asimilada por la inteligencia y la sensibilidad de los hombres del mañana.[1]
En ese evento, que resultó de uno de los acuerdos del Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971, destinado a enmarcar la política cultural cubana en el marxismo-leninismo ortodoxo de la época, la misma lúcida poeta y ensayista reaccionó a la “cacería de hadas” que allí asomó su peluda oreja advirtiendo: “¿Qué es lo que tenemos que evitar? Que eso nos conduzca a una estrechez que borre toda la imaginación, toda la fantasía, todos los recursos poéticos de esa literatura que estamos llamados a crear”[2].
El destacado papel que desempeñó Mirta Aguirre en el Forum (con luminosos aliados como Eliseo Diego y Onelio Jorge Cardoso) se apoyaba en su preocupación, ya entonces con amplios antecedentes, por la existencia en Cuba de buenos y variados libros para niños y jóvenes. De ahí que en varias ocasiones destacara la necesidad de una literatura que hablara de todos los aspectos de la realidad, al tiempo que subrayó algo que los paladines de los “temas tabúes” callan interesadamente:
…No hay que derivar de aquí que lo que se propugna es que conduzcamos a nuestros niños a moverse de manera exclusiva y constante, en un mundo literario de horror (…) Infeliz quien no crea que lo hermoso y lo tierno forman parte de la verdad de la vida…[3].
¿Acaso no deja Mirta Aguirre suficientemente claro la importancia de la adecuación del discurso a las capacidades y necesidades de los niños y adolescentes, reconociendo plenamente que la implacable verdad histórica ha de ser transformada en destellante verdad literaria y lo ha de hacer desde el conocimiento y reconocimiento de su destinatario explícito?
El investigador, editor, promotor y escritor Enrique Pérez Díaz ha expresado innúmeras veces su convicción de que la visión crítica de la familia y el ambiente escolar son los rasgos que definen y engrandecen la LIJ cubana de las últimas dos décadas y media:
Hace poco, conversando con Eudris Planche Savón, evocaba mis inicios en el
mundo de la literatura cubana para niños en una época feliz donde pequeños y
mayores vivían en total armonía, en el mejor de los mundos posibles y sin
contradicción alguna que resolver o dilemas existenciales por enfrentar.
En ese mundo no había adultos abusadores y llenos de prejuicios que, con la mejor de las intenciones posibles, llevaran a sus menores por el peor de los caminos. Los niños eran obedientes, siempre decían “sí”; se consideraba pecaminoso no estudiar o no entender a las excelentes maestras y escapar de casa (o del aula) si te sentías maltratado y hasta era algo impensable dudar de las verdades que esgrimían los grandes o creernos que, siendo bajos de estatura, no estuviéramos equivocados. [4]
¿Es posible aplicar esta caricatural descripción a un cuento como “Caballito blanco” (1974) de Onelio Jorge Cardoso, que es la historia de un niño enfermo y confinado, que desobedece a una tía miedosa y ridiculiza a un médico viejo, bueno y vanidosillo, y se atreve a correr el mundo que le está prohibido? El libro (homónimo) está compuesto por cuentos en que todos los personajes se rebelan contra lo que les aconsejan, contra la costumbre, contra la tradición e incluso contra el poder político, para trazar su propio camino.
Tampoco
puede ser que Pérez Díaz se refiera a Memorias
de una cubanita que nació con el siglo (1964), de Renée Méndez Capote, que
desde el primer párrafo deja claro el tono y los sucesos anticonvencionales de
ese inigualable libro de memorias que los jóvenes cubanos supieron apropiarse:
“Yo nací inmediatamente antes que la República. Yo en noviembre de 1901 y ella en mayo de 1902, pero desde el nacimiento nos diferenciamos: ella nació enmendada y yo nací decidida a no dejarme enmendar.”[5]
No menos idealizadas resultan las familias en Dora Alonso. Huérfanos de madre (dicho explícita o no) y en permanente búsqueda de trascendencia son los protagonistas de Aventuras de Guille: en busca de la gaviota negra (1966) y de El cochero azul (1974), por no hablar de Ponolani (1966), libro basado en la vida de dos generaciones de mujeres negras y pobres, que con poderosa fuerza testimonial reconstruye alguien que conoció sus destinos de cerca.
Y
¿cómo calificar de conformista a Kike
(1984), de Hilda Perera, primer libro juvenil en abordar el exilio cubano,
revelando la terrible experiencia de niños que fueron exilados (solos) por sus
familias, temerosas de una presunta intención del gobierno revolucionario de
privarlos de su autoridad parental? En esa valiente novela, no solo los adultos
les fallan gravemente a sus hijos, sino que éstos se muestran duros e
incomprensivos cuando al fin llega la hora de reconstruir el vínculo filial.
Por su parte, Cuentos de Guane (1976), de Nersys Felipe, ¿es un mundo idóneo y sin conflictos en su abordaje sin precedentes (narrado en primera persona por un niño) de la muerte en el seno de una familia?
Tampoco lo es Roman Elé (1978), que narra la difícil vida de un niño negro, pobre, huérfano, nieto de esclavos, en la finca donde se le hace trabajar sin escuela, y se le discrimina y maltrata…?
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ilustración de Boiry tomada de mi novela Cuba destination trésor Hachette. Paris, 2000 |
Los libros que he mencionado (en su mayoría elegidos por una representativa muestra de autores y especialistas en literatura infantil como los más importantes publicados antes de 1987), contienen conflictos humanos y personajes negativos. ¿Acaso no cuentan a los ojos de los “tabuístas” porque las contradicciones de clase predominan sobre las contradicciones internas? En realidad en los libros de los primeros 30 años de la LIJ cubana moderna hay a menudo conflictos más sólidos (y basados en situaciones reales muy concretas) que en muchos de esos libros que hoy se pondera porque dejan ver la estructura carcomida de la familia o la escuela… incluso si el edificio narrativo en cuestión se desploma porque pesan más las ideas, intenciones y mensajes que la trama y la coherencia de los personajes.
No pretendo negar el hecho indudable de que entre 1959 y 1989 las editoriales cubanas publicaron un elevado número de textos promotores del modelo de comportamiento y justicia social enarbolados por la Revolución. Pero resulta de una simplificación inaceptable concluir que TODA o incluso una ABRUMADORA MAYORÍA de esa producción estaba sometida a tan limitados objetivos y falta de ambición estética.
Ciertamente (en los 60 y 70, sobre todo) domina la LIJ cubana (y también en no poca literatura extranjera, de países socialistas o capitalistas) la vieja idea de que los libros para chicos deben ser globalmente ejemplarizantes y tranquilizadores, y constituir un nido de paz en el que los chicos puedan acumular fuerzas antes de lanzarse a la dura realidad de la vida. Pero de ahí a menospreciar a las generaciones que debieron cumplir la hazaña de crear, casi desde la nada, la literatura cubana para chicos de la que somos herederos (en la que aprendimos a leer y a escribir) me parece tan inverosímil como ingrato.
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ilustración de Ares, tomada de Hermanas de intercambio, de Eudris Planche Gente Nueva. La Habana, 2016 |
En realidad, lo que ocurre en la literatura cubana, como reflejo del cambio ideológico, económico, social y político de las últimas tres décadas es un cambio de paradigma. Pasamos de ver como enemigos del progreso social al capitalismo, el imperialismo y las “lacras del pasado” (un enemigo exterior), a detectar como enemigos a las contradicciones e inconsecuencias del propio modelo (un enemigo interno). De ahí que la literatura cubana (tanto la infantojuvenil como la destinada a adultos) pasara de un período “épico” en que nuestra sociedad hacía frente común a su enemigo externo, a un período “patético” en que Cuba se analiza a sí misma y denuncia sus males internos.
Concluir que la LIJ actual es mejor que la de las anteriores décadas por el simple hecho de que cambie de paradigma social y refleje con más realismo la familia, la escuela y algunos otros estamentos sociales, equivale a revestir un avatar del viejo didactismo y mantener la visión pragmática y utilitarista que reduce la calidad literaria a su capacidad de reflejar la realidad objetiva, en vez de asumir que buena literatura es la que crea una consistente verdad estética.
Una lectura atenta de los libros más representativos del período 1959-1989 nos permite descubrir que la familia, la escuela y la sociedad cubanas no fueron siempre representadas en términos tan estereotipados como pretenden quienes, visiblemente, no se han tomado el trabajo de releer. En aquellos 30 años se llevó a cabo un largo y complejo proceso de creación que incluyó, por supuesto, numerosos fiascos; pero no en mayor medida que la literatura actual. No hay generación superior a otra, sino generaciones distintas, con objetivos que corresponden a su tiempo. Es dentro de cada generación y dentro de la obra de cada autor, que se puede atisbar una mayor o menor originalidad, pertinencia y rigor.
En todo caso, el deseo o necesidad de hacer una literatura que refleje de manera más realista –o crítica– nuestra realidad, tampoco surgió de la nada. Algunos autores que posteriormente desarrollarían lo que se ha dado en llamar “temas tabúes” publicaron, a fines de los ochentas, relatos con personajes anti modélicos, en particular brujas buenas o alternativas, que marcaron la transición de uno a otro paradigma.
Las entrevistas incluidas en el volumen El fuego sagrado (2006) reflejan una obsesión ética que resulta en realidad bastante problemática: “Un autor de LIJ ha de ser una persona sin vicios, cumplidor de sus deberes, ejemplo dentro de la sociedad en que vive. Para enfrentarse a lo mal hecho que critica en sus obras, tiene que actuar consecuentemente”[8]. Si la primera frase de Celima Bernal exige de la condición de escritor una perfección moral no solamente inalcanzable sino desmentida por la historia de la literatura universal; la segunda presupone que la Misión de la literatura es criticar y mejorar la sociedad… lo que tampoco responde a la concepción y práctica generales (en Cuba y en el resto del mundo occidental, hoy y en otras épocas). No muy diferente es la posición de Pablo René Estévez cuando define al autor ideal como: “un ente con profundas convicciones éticas y estéticas, portador de altos valores humanos y orgánicamente insertados en su realidad social”[9].La literatura, como toda actividad artística, suele tener entre sus grandes motivaciones la compresión del ser humano, pero convertirla en instrumento de reforma moral nos devuelve a los tan criticados tiempos en que la LIJ cubana se fijaba el objetivo de “formar y desarrollar en nuestros niños y jóvenes una personalidad integral y cabal, como debe corresponder a los futuros comunistas”[10].
[1]VARIOS: Primer fórum sobre literatura infantil y juvenil. Boletín para las
bibliotecas escolares. La Habana, marzo-junio de 1973, Año III, nro. 2-3, p. 173
[2] Op.Cit.,
p.147
[3] Idem,
p. 174
[4] PÉREZ DÍAZ, Enrique. http://www.caimanbarbudo.cu/literatura/resena-de-libros/2017/10/las-ninas-sus-abuelas-y-los-libros-para-ninos-que-quizas-no-entiendan-las-abuelas/
[5] MÉNDEZ CAPOTE, Renée: Memorias de una cubanita que nació con el
siglo. Ediciones Unión, La Habana, 1976; p. 9
[6] VÁZQUEZ GALLO, Antonio: Nachito. Editora Juvenil. La Habna, 1965
[7] PITA RODRÍGUEZ, Félix: Niños de Viet Nam. Gente Nueva. La
Habana, 1968; p. 5
[8] BERNAL, Celima. In: Pérez
Díaz, Enrique: El fuego sagrado. Los
escritores cubanos para niños se confiesan. Editorial El Mar y la Montaña.
Guantánamo, 2006, p. 18
[9] ESTÉVEZ, Pablo René. In:
Pérez Díaz, Enrique (2006), p. 80
[10] ROMERO, Cira y COFIÑO,
Manuel: Primer fórum sobre literatura infantil y juvenil. Op.Cit., p.147
empecé a escribir a los doce años
El monstruo de Perlique School es mi primera novelita de ambiente y personajes no cubanos. Escrita en poco más de un mes, a comienzos de ...

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