Laura Devetach recibe en estos días el Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, con que la Fundación SM distingue, por el conjunto de su obra, a los más destacados autores de España y América Latina.
Conocí a Laura Devetach durante mi estancia en Argentina (2000-2004), pero nuestro primer encuentro tuvo lugar en 1975, en las páginas de su libro Monigote en la arena, publicado en Cuba tras obtener el prestigioso premio Casa de las Américas, en su primera convocatoria de literatura infantil.
Aunque he leído muchos otros de sus libros, solo he escrito sobre La plaza del piolín, una novela que me impresionó particularmente por la forma tan ingeniosa en que la prestigiosa autora entreteje su concepción de la literatura con una historia humana y socialmente comprometida. Tres elementos que, junto con el dominio del lenguaje y una poderosa imaginación, son característicos de su obra.
La plaza del piolín, de Laura Devetach
Buenos Aires, Alfaguara, 1993, il.: Nancy Fiorini.
Desde 10 años
La plaza del piolín es un libro inclasificable; está formado por una pluralidad de materiales literarios (viñeta poética, cuento, crónica social o costumbrista, sucedido, receta de cocina, algún poema) y vivenciales (recuerdos de una infancia provinciana, modos de vida y de gastronomía típicamente argentinos, trozos de la cotidianidad de un barrio popular porteño, reflexiones sobre la literatura, algún sueño), además de algunos juegos de palabras y piruetas de la imaginación... todo enhebrado como la pelota de piolines de Cecilia, una de las niñas protagonistas.
La historia arranca con la llegada y descubrimiento de Buenos Aires por una familia “pajuerana” (de fuera de la capital federal), que emigra en busca de trabajo y se instala en un barrio popular, en el mismo edificio donde vive la escritora (que resulta originaria de la misma ciudad, Reconquista, lo que establece una primera complicidad). Entre otras anécdotas, hay algunas situaciones graciosas en torno al choque cultural, pero lejos de burlarse de los provincianos, la autora lo que se propone es ampliar la visión de sus lectores (probablemente porteños en su mayoría), quienes pueden así tener otra perspectiva de su espacio cotidiano y recibir una implícita lección de respeto hacia realidades y valores diferentes.
Si bien los personajes de sectores socio-económicos desfavorecidos no son demasiado raros en la narrativa infantil argentina contemporánea, no es tampoco frecuente que la vida cotidiana de niños pobres sea representada con ese respeto a su individualidad que evita la reducción a típicos representantes de su clase. Al mismo tiempo, la autora enfoca con lucidez los problemas de la pobreza (la emigración económica desde el interior, la precariedad o ausencia de domicilio, la ignorancia) e incluso hace alguna propuesta de resistencia (la recuperación de la plaza y la reacción de los vecinos al inmovibilismo burocrático de la administración local). Estos temas, muy bien integrados a la trama, alternan además con viñetas costumbristas, poemas que no temen al non sense o con texto tan ingenioso e hilarante como “Catástrofes”, en que dos versiones de un mismo hecho se presentan en narraciones paralelas: la “objetiva” (un perro atacado de pulgas) y la imaginativa (la percepción que tienen las pulgas de los esfuerzos que hace el can por librarse de ellas). Por otra parte, todo lo que compone la vida del niño común (mayoritariamente tratado en la narrativa para chicos como si fuera exclusivo de la clase media) está presentado con esa sobriedad, poesía e inteligencia que son características de Laura Devetach: amistad, incipiente amor, coquetería, aburrimiento, conflictos generacionales y entre varones y mujeres, problemas escolares...
La plaza del piolín tiene un segundo centro ideotemático, que es el que le da coherencia y estructura: el personaje de la escritora (que narra en primera persona) está tratando de escribir un libro. Un libro que se presenta difícil y cuyo método composicional le resulta revelado por Cecilia y su pelota de piolines de todas clases y procedencias. El libro que escribe el personaje y el que leemos es el mismo, formado por trozos enhebrados de la vida de Cecilia, su hermana, sus amigos, su familia y sus vecinos, y de recuerdos y realidad de la propia escritora-personaje, que comparte las preocupaciones y gustos de los chicos y grandes del edificio y el barrio, mientras trata de terminar su libro.
Al principio, asistimos a una discusión doméstica en que el padre de Cecilia, Eusebio, se opone a que la pequeña comience la escuela: “Amanda contestó con otras palabrotas. Después, cansada, se sentó y dijo con firmeza: -¡Abrite la cabeza o perdiste, Eusebio! Lo que va a pasar aquí es que todas vamos a saber leer menos vos, eso va a pasar!”. El final de la obra es una fiesta con la plaza adornada por textos escritos por los niños del barrio y colgados de los famosos piolines de Cecilia, quien dice a la escritora: “Vos terminaste el libro, ¿no? ¡Voy a buscar a los chicos para que lo muestres de una vez!”.
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Laura Devetach nació el 5 de octubre de 1936 en Reconquista, provincia de Santa Fe, Argentina. Licenciada en Letras Modernas de la Universidad de Córdoba, ha desarrollado una importancia labor como editora y coordinadora de talleres literarios, como docente y periodista. Co-fundadora de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina (sección nacional de la IBBY, la Organización Internacional del Libro Infanto-juvenil). Autora de una vasta obra, coherente y ambiciosa, en el terreno de la literatura infantil (también ha escrito literatura para adultos y algunos ensayos sobre literatura infantil), goza en su país de un altísimo reconocimiento.
Joel Franz Rosell
Tomado de A través del espejo. Libros, lectura y escritura literaria en los libros infantiles y juveniles. Buenos Aires, 2004. col. Cuadernos de ALIJA, nº 1, II época.
Conocí a Laura Devetach durante mi estancia en Argentina (2000-2004), pero nuestro primer encuentro tuvo lugar en 1975, en las páginas de su libro Monigote en la arena, publicado en Cuba tras obtener el prestigioso premio Casa de las Américas, en su primera convocatoria de literatura infantil.
Aunque he leído muchos otros de sus libros, solo he escrito sobre La plaza del piolín, una novela que me impresionó particularmente por la forma tan ingeniosa en que la prestigiosa autora entreteje su concepción de la literatura con una historia humana y socialmente comprometida. Tres elementos que, junto con el dominio del lenguaje y una poderosa imaginación, son característicos de su obra.
La plaza del piolín, de Laura Devetach
Buenos Aires, Alfaguara, 1993, il.: Nancy Fiorini.
Desde 10 años
La plaza del piolín es un libro inclasificable; está formado por una pluralidad de materiales literarios (viñeta poética, cuento, crónica social o costumbrista, sucedido, receta de cocina, algún poema) y vivenciales (recuerdos de una infancia provinciana, modos de vida y de gastronomía típicamente argentinos, trozos de la cotidianidad de un barrio popular porteño, reflexiones sobre la literatura, algún sueño), además de algunos juegos de palabras y piruetas de la imaginación... todo enhebrado como la pelota de piolines de Cecilia, una de las niñas protagonistas.
La historia arranca con la llegada y descubrimiento de Buenos Aires por una familia “pajuerana” (de fuera de la capital federal), que emigra en busca de trabajo y se instala en un barrio popular, en el mismo edificio donde vive la escritora (que resulta originaria de la misma ciudad, Reconquista, lo que establece una primera complicidad). Entre otras anécdotas, hay algunas situaciones graciosas en torno al choque cultural, pero lejos de burlarse de los provincianos, la autora lo que se propone es ampliar la visión de sus lectores (probablemente porteños en su mayoría), quienes pueden así tener otra perspectiva de su espacio cotidiano y recibir una implícita lección de respeto hacia realidades y valores diferentes.
Si bien los personajes de sectores socio-económicos desfavorecidos no son demasiado raros en la narrativa infantil argentina contemporánea, no es tampoco frecuente que la vida cotidiana de niños pobres sea representada con ese respeto a su individualidad que evita la reducción a típicos representantes de su clase. Al mismo tiempo, la autora enfoca con lucidez los problemas de la pobreza (la emigración económica desde el interior, la precariedad o ausencia de domicilio, la ignorancia) e incluso hace alguna propuesta de resistencia (la recuperación de la plaza y la reacción de los vecinos al inmovibilismo burocrático de la administración local). Estos temas, muy bien integrados a la trama, alternan además con viñetas costumbristas, poemas que no temen al non sense o con texto tan ingenioso e hilarante como “Catástrofes”, en que dos versiones de un mismo hecho se presentan en narraciones paralelas: la “objetiva” (un perro atacado de pulgas) y la imaginativa (la percepción que tienen las pulgas de los esfuerzos que hace el can por librarse de ellas). Por otra parte, todo lo que compone la vida del niño común (mayoritariamente tratado en la narrativa para chicos como si fuera exclusivo de la clase media) está presentado con esa sobriedad, poesía e inteligencia que son características de Laura Devetach: amistad, incipiente amor, coquetería, aburrimiento, conflictos generacionales y entre varones y mujeres, problemas escolares...
La plaza del piolín tiene un segundo centro ideotemático, que es el que le da coherencia y estructura: el personaje de la escritora (que narra en primera persona) está tratando de escribir un libro. Un libro que se presenta difícil y cuyo método composicional le resulta revelado por Cecilia y su pelota de piolines de todas clases y procedencias. El libro que escribe el personaje y el que leemos es el mismo, formado por trozos enhebrados de la vida de Cecilia, su hermana, sus amigos, su familia y sus vecinos, y de recuerdos y realidad de la propia escritora-personaje, que comparte las preocupaciones y gustos de los chicos y grandes del edificio y el barrio, mientras trata de terminar su libro.
Al principio, asistimos a una discusión doméstica en que el padre de Cecilia, Eusebio, se opone a que la pequeña comience la escuela: “Amanda contestó con otras palabrotas. Después, cansada, se sentó y dijo con firmeza: -¡Abrite la cabeza o perdiste, Eusebio! Lo que va a pasar aquí es que todas vamos a saber leer menos vos, eso va a pasar!”. El final de la obra es una fiesta con la plaza adornada por textos escritos por los niños del barrio y colgados de los famosos piolines de Cecilia, quien dice a la escritora: “Vos terminaste el libro, ¿no? ¡Voy a buscar a los chicos para que lo muestres de una vez!”.
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Laura Devetach nació el 5 de octubre de 1936 en Reconquista, provincia de Santa Fe, Argentina. Licenciada en Letras Modernas de la Universidad de Córdoba, ha desarrollado una importancia labor como editora y coordinadora de talleres literarios, como docente y periodista. Co-fundadora de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina (sección nacional de la IBBY, la Organización Internacional del Libro Infanto-juvenil). Autora de una vasta obra, coherente y ambiciosa, en el terreno de la literatura infantil (también ha escrito literatura para adultos y algunos ensayos sobre literatura infantil), goza en su país de un altísimo reconocimiento.
Joel Franz Rosell
Tomado de A través del espejo. Libros, lectura y escritura literaria en los libros infantiles y juveniles. Buenos Aires, 2004. col. Cuadernos de ALIJA, nº 1, II época.
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