22/7/13

Brasil: más libros y menos iglesias

Durante mi estancia de un mes, hace tres años, en Brasil, estuve en la favela Manguinhos, que visitará el Papa Francisco durante su primera visita apostólica al mayor país católico del mundo. La estancia papal ocurrirá durante las Jornada Mundial de la Juventude católica, que acoge Río de Janeiro del 23 al 28 de julio.

No fui a ni a la pequeña iglesia que visitará Su Santidad ni a ninguna otra. El objeto de mi visita fue la magnífica biblioteca levantada por el gobierno del estado de Río dentro del marco del proyecto Biblioteca-parque, que cuenta con la cooperación de los servicios culturales de la Embajada de Francia.


Las muy motivadas bibliotecarias de Manguinhos me contaron la función pacificadora que cumple la institución, situada en lo que antes se conocía como “la banda de Gaza” porque, al ser la frontera entre las zonas de influencia de dos pandillas de narcotraficantes, servía de terreno para enfrentamientos. Las abandonadas instalaciones de un antiguo cuartel fueron remodeladas y consagradas a diversas funciones sociales, entre ellas la amplia, luminosa y muy bien dotada biblioteca, que recibe niños y adultos en sus salas de lectura y informática, y que incluso acoge reuniones de concertación de los vecinos.


 Taller con niños de la favela Manguinhos
Con todo el respeto que requiere la religión, en tanto que construcción espiritual de cada individuo, la proyección de ciertas instituciones religiosas no deja de plantearse dudas en cuanto a su sinceridad y honestidad. En Brasil, los que se declaran católicos siguen siendo mayoría, pero el crecimiento de la membresía de las iglesias evangelistas, de estilo ruidoso y seductor, es exponencial, sobre todo entre las clases populares.



La pequeña capilla diseñada por Oscar Niemeyer (a pedido de la esposa del presidente Kubitschek) para el “bloque modelo” en el ala Sur de Brasilia. Fue la primera iglesia de la capital federal y uno de sus monumentos históricos, junto a la famosa catedral, obra del mismo genial arquitecto. Niemeyer era comunista y consecuentemente ateo, pero comprendía la función social y la necesidad de sitios de culto en una ciudad brasileña. El “bloque modelo” incluía casas y edificios de apartamentos, comercios, escuelas, biblioteca, cine y otros diversos lugares de esparcimiento, entre jardines y demás equipamiento urbano.


vista frontal de la famosa catedral de Brasilia, una de las más logradas obras
de Oscar Niemeyer

Uno de los objetivos de la visita del Papa es, precisamente, tratar de recuperar esos fieles que dejaron la iglesia católica para probar suerte en los diversos cultos evangélicos.


Capilla privada, a la sombra de añosos bambúes, en el hotel-hacienda Sao Bento

 

Las iglesias evangelistas ofrecen « cultos de milagros » y « cultos de liberación”. La manipulación de las palabras no tiene límites.


« Participe y sea bendecido », entre otros lemas de inspiración claramente comercial
Por todas partes se encuentra la publicidad religiosa, sin que a veces se perciba gran diferencia entre el anuncio de un show musical y un culto evangelista. A menudo, en la misma cuadra se alinean varios templos.



Muchas veces, el templo es la edificación más vistosa, y la única que se puede calificar de “lujosa” en poblaciones muy modestas.


Cuando uno circula por las carreteras y pueblos de Brasil prácticamente no hay poste eléctrico, árbol o pared en la que no haya un cartel con mensaje evangelista. Una auténtica estrategia de “ocupación del espacio”




Si hubiera un Papa de la Lectura y una Jornada Mundial de la Juventud Lectora, harían bien en visitar Brasil. Es a través de la cultura –y el gobierno, la sociedad civil y los intelectuales brasileños lo saben- que se salva pueblos de la miseria y el desencanto. Los programas de lectura, de bibliotecas populares, de dotación de libros para las escuelas, las ferias del libro y otras iniciativas son numerosas y exitosas en los ocho millones y medio de kilómetros del país de Machado de Assis, Jorge Amado, Drummond d’Andrade, Monteiro Lobato, Cecilia Meireles…

Programa Maleta de Libros: minibibliotecas públicas en el metro de Brasilia
 

Biblioteca pública de Taguatinga (ciudad satélite de Brasilia). Lleno casi total a las 9 de la mañana

 
Participé en el I Salón del libro infantil y juvenil de San Bernardo do Campo (Sao Paulo), popular iniciativa de la Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil (FNLIJ) con el apoyo del gobierno local. Miles de niños vinieron cada día a las actividades y encuentros con escritores e ilustradores.

 

El día que Fidel Castro me escondió la Luna




El 21 de julio de 1969, hace 44 años, el Hombre pisó por primera vez el suelo lunar. Colosal victoria de la ciencia que, es cierto, fue motivada por la carrera armamentista entre Estados Unidos y la URSS, que se esforzaban, en plena Guerra Fría, por mostrar quién era el más fuerte en materia de balística estratégica. Era este aspecto el que contaba para las autoridades de mi país. Cuba nunca había sido más dependiente de la Unión Soviética que entonces. Si el más insignificante éxito de la ciencia espacial rusa era celebrado por todo lo alto, con mayor entusiasmo aún de festejaba cada percance de la conquista norteamericana del espacio (abundantes en un terreno complejo y nuevo; aunque los americanos no podían ocultar sus fracasos tan bien como la Dictadura del Proletariado). 

Así que, como la mayoría de los cubanos, no tuve derecho a ver los pasos de Armstrong en la Luna. La televisión cubana ocultó el hecho, y si la prensa escrita lo mencionó –con la mayor circunspección posible- yo ni me enteré. Y eso que yo era ya –con apenas 14 años- un apasionado de todo cuanto concernía al espacio.  Debí esperar 30 años para descubrir las apasionantes imágenes de la primera visita al satélite natural de La Tierra: fue en julio de 1989, cuando yo llevaba exactamente un mes viviendo en Brasil.

Si seguí el viaje de Apolo 11 desde el despegue mismo, fue gracias a La Voz de las Américas, emisora anticomunista prohibida por el gobierno castrista, pero que la vieja radio de onda corta familiar conseguía captar, gracias a una antena colgada en las ramas de una mata de mango, en la discreción de la cocina.  En mi casa nadie escuchaba las “informaciones” políticas  de la radio enemiga, pero esa “ventana al mundo” nos permitía descubrir las nuevas canciones de los Beatles, entre otros temas tan interesantes como, precisamente, el proyecto Apolo.


dibujo de Hergé publicado en ocasión de la hazaña de la Apolo 11

Yo  ya “había estado” en la Luna en compañía de Tintín, gracias a los ejemplares del doble álbum de Hergé “Objetivo Luna“ que se encontraban en la biblioteca provincial (jamás se vendieron en librería ni llegaron a otras bibliotecas; e incluso pronto se les haría desaparecer discretamente de la sección de préstamo).
Antes incluso de la hazaña del Apolo 11,  yo consagré una de las novelitas de aventuras que había comenzado a escribir dos años antes, titulada « Buscando la Luna »  a una aventura fuertemente inspirada de la de Tintín. Posteriormente, mandé al mismo personaje, un francesito llamado Javier, a Marte (esta vez, inspirado por las “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury). Mis héroes partieron de un centro espacial que situé en los Pirineos franceses. Lejos estaba de imaginar que un día Francia y otros países europeos desarrollarían el ambicioso programa Ariane y que el centro de lanzamiento espacial europeo estaría en la Guayana Francesa; tanto como que el único cubano que haya visitado el espacio, el teniente coronel Arnaldo Tamayo, lo haría en una Soyuz soviética. Cosas de la vida, una de las investigaciones científicas propuestas por Cuba, el proyecto Cortex, sobre el funcionamiento del cerebro en condiciones de ingravidez, tenía entre sus creadores al esposo de Dora Alonso, la gran escritora cubana que diera tan sabios consejos en 1977, cuando presenté por primera vez una novela a una editorial.

Este álbum no existe, por supuesto
Fabriqué esta tapa a partir de una imagen de
Objetivo Luna, de Hergé


La tercera novela detectivesca juvenil cubana cumple 40 años

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