23/10/17

Ocho respuestas a mis lectores bolivianos



Recientemente, un grupo de chicos bolivianos leyeron mi cuento "¡Socorro, se hunde la casa!" en la Biblioteca Thuruchapitas de Cochabamba, Bolivia, que dirige la escritora Gaby Vallejo Canedo. Los chicos me comentaron lo mucho que les había gustado el cuento y me formularon unas preguntas que a continuación respondo.


¿Cómo se inspiró para crearlo?

Ese cuento lo escribí cuando vivía en Copenhague, la capital de Dinamarca. La idea me surgió al leer un libro del ilustrador danés Ib Spang Olsen, que me gusta mucho, basado en una ronda tradicional sobre “el niño de la Luna”. El protagonista de este libro se cae de la Luna y en el libro lo vemos pasar por una nube, la copa de un alto árbol, la chimenea de una casa, los dos pisos de la casa, la tienda que está en los bajos, el canal delante del cual está la casa… hasta llegar al fondo donde encuentra un espejo que le llevará de regalo a la Luna. Esto me dio la idea de hacer cuento también vertical, pero donde quien se cae es la casa y no una de las personas que en ella vive.
La imaginación de los escritores tiene muchos caminos y por cada uno de ellos andan ideas diferentes, que no se conocen, y que un día se encuentran y se unen para formar una historia… y fue por uno de esos caminos que venía andando la idea de contar las reacciones diferentes de personas diferentes frente a un mismo hecho.





¿Era usted el escritor que vivía en el desván?

El edificio donde yo vivía en Copenhague era un edificio de cinco pisos y un desván, situado en la esquina y con el número 17; todo como en mi cuento. Casi todas las viejas casas de Dinamarca son de ladrillos, pero los de mi edificio no se veían, pues los muros estaban cubiertos de argamasa y pintura gris; la que sí dejaba ver sus bonitos ladrillos rojos era la casa de enfrente, la que yo veía todos los días por mis ventanas. Pero me tomé una “licencia poética”, que es el permiso que tenemos los escritores de apartarnos un poquito de la realidad, para que esta se vea mejor. 
En el  desván de la casa situada en Odensegade #17 vivíamos mi esposa de la época y yo. De modo que sí, yo soy ese escritor de mi cuento.

                                

Por cierto, Odensegade significa “calle de Odense”, y Odense es la ciudad natal de Hans Christian Andersen, el llamado “príncipe de los cuentos”, de quien ciertamente ustedes conocen “La Sirenita”, “La Reina de las Nieves”, “El soldadito de plomo” y otros muy famosos cuentos. Yo admiro mucho a Andersen y quería escribir un cuento danés para rendirle homenaje. Ese cuento es “¡Socorro, se hunde la casa!” que tiene algo de la manera de escribir de Andersen.


Me llamó la atención que la gente no se percate y se interese en el desastre del hundimiento de la casa. ¿Por qué?

A los escritores a veces nos preguntan cosas que no tienen nada que ver con nuestras obras. Como trabajamos con los pensamientos y las palabras, nuestros lectores y los periodistas creen a veces que somos sabios, y por eso nos piden nuestra opinión sobre asuntos de política, economía, etc. Yo no me creo sabio y digo en mi cuento que los escritores solo sabemos escribir, y a veces preferimos escribir a hacer otras cosas, incluso urgentes e importantes. Pero en fin de cuentas, lo que hace el escritor de mi cuento es menos egoísta y tonto que lo que hacen el “ciudadano medio”, el político, el abogado o la señorona.
Un escritor que solo se interese en la literatura (en su técnica, en su estilo, en otros escritores…) sería un mal escritor por bien que redacte. Un escritor escribe sobre la vida, sobre el mundo (el real y el imaginario… que es una forma soñada de la realidad). Por eso los distintos personajes de mi cuento solo miran el hundimiento de la casa desde sus muy personales intereses o desde su oficio, sin ver más allá: el peligro que significa para sus vidas y para los demás, el hundimiento de su casa.


Es algo que sucede hoy en el mundo: hay políticos, hombres y mujeres de negocios, gente rica y poderosa que no ve más allá de sus narices, que no piensan nada más que en sí mismos, y que no ven que el mundo se está hundiendo bajo sus pies… a veces en gran parte por el peso de su propio egoísmo. Y resulta que personas que no poseen gran cosa –como el pobre escritor de mi cuento- son las que se percatan del mal y tratan de resolverlo… aunque sea lanzando un grito de alerta, que es lo que mejor saben hacer.

¿Cuántos viajes hizo en su vida?

Yo he viajado mucho; tanto que he perdido la cuenta. He viajado en avión, en barco, en tren, en bus, en coche de caballos, en bicicleta y andando. eE Viajé por toda Cuba, y luego empecé a viajar al extranjero: Ecuador, Italia, Suecia, Noruega, España, Suiza, la Guayana Francesa, Chile, Alemania, Austria, Grecia, Panamá, Colombia y Puerto Rico están entre los países que he visitado. Pero también, desde que dejé Cuba en 1989, he vivido algunos años en países como Brasil, Dinamarca, Argentina y Francia.


ante el volcán El Teide
en Nueva York
Skikampen, Noruega

En Tierra del Fuego


Vivir en un país es la mejor manera de viajar, porque uno conoce más personas y porque las ve a ellas y se ve a sí mismo en momentos distintos, y así comprende mejor. Fue en Dinamarca que yo descubrí la cuatro estaciones, por ejemplo. Hasta entonces, en Cuba y en Brasil, yo solo conocía una especie de eterno verano con algunas temporadas de mal tiempo; pero entre septiembre de 1991 y agosto de 1992 vi por primera vez eso que solo conocía en libros, películas o fotos: los árboles que se vuelven amarillos y luego marrones, que pierden todas sus hojas, la niebla, la nieve y el frío, y un día, la reaparición de la vida: una flor hoy, otra mañana, y luego la explosión de colores de la primavera y de verdes en verano. En Europa he visto antiguos castillos y lujosos palacios, en Nueva York los famosos rascacielos, en América del Sur montañas que tocan el cielo. El mundo es muy interesante.

¿Cuál fue el viaje que más le gustó?

Cada uno de mis viajes me ha aportado experiencias diferentes y no puedo decir cuál viaje me gustó más. En las Islas Canarias dormí por única vez en el cráter de un volcán (apagado, por supuesto) y caminé por un bosque formado únicamente por laureles y donde llueve casi siempre; en Austria visité la Cámara del Tesoro Imperial donde vi cosas que uno solo lee en los libros como “brocados de oro y plata”, un purísimo zafiro, un ópalo del tamaño de un huevo de ganso y una esmeralda –la mayor que existe, con sus 2680 kilates, del tamaño de un puño, y en su Museo de Ciencias Naturales vi por única vez al más misterioso de los animales cubanos; un fósil viviente llamado almiquí (había varios ejemplares, todos disecados, por supuesto); en Noruega esquié (a 17 grados bajo cero) por primera y última vez, y en una mina de Pinar del Río, en el oeste de Cuba, bajé a más de 1000 metros de profundidad. Hay lugares muy especiales y que uno olvida difícilmente, como Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, y otros más modestos, pero no menos inolvidables, como una escuelita en plena selva amazónica, en Guayana, donde me encontré con niños de todos los colores, que habían leído mis libros.

En Maripasoula, Guayana Francesa

¿Cuántos libros escribió?

mi primera novela, iniciada con 12 años, en un cuaderno escolar

He escrito muchos más libros que los que he publicado. Es lógico, puesto que comencé a escribir a los 11 años y que al cumplir 20 ya tenía 54 novelas completamente impublicables. Fue por entonces, más o menos, que comencé a escribir en serio y, tres años después, me presenté por primera vez a un premio literario importante… que no gané, pero que me puso en el camino de mi primer libro publicado (en 1983). Desde entonces he publicado más de 30; algunos de esos libros son muy cortos, otros bastante largos; muchos en los que solo hice el texto y otros para los que también realicé los dibujos; dos de ellos que no existen en castellano. Algunos son cómicos, otros más serios; muchos son fantásticos y otros realistas; algunos para pequeñitos, otros para chicos mayores y hasta uno para adultos. Mis libros han sido publicados en 12 países y en hasta 10 lenguas; los más en España, Francia, Cuba, Argentina y México. Ninguno en Bolivia, lamentablemente… pero no es demasiado grave porque muchos de mis libros están en editoriales que venden en otros países que aquel donde tienen su principal oficina. Seguramente en vuestra biblioteca hay alguno de mis libros.

mis libros


¿Cómo fue el tiempo que vivió sin libertad de expresión en Cuba?

Eso de la libertad de expresión es bastante complicado. Incluso en los tiempos es que los dirigentes cubanos se pusieron más mandones, nunca me dijo nadie: “sobre eso no puedes escribir”; pero sabían muy bien cómo decirte: “ah, eso sí que está muy bien, sigue por ahí”, que era una manera de recortarte las alas. Y uno mismo se prohibía las cuestiones conflictivas. Sin embargo, de todo se puede extraer un aprendizaje, algo positivo. Yo pienso que la autocensura me enseñó a escribir para alguien que está lejos o que tiene muy buena vista y sabe leer entre líneas. Por eso mis libros se publican y se leen en otras lenguas y países; porque incluso quien no comparte mis preocupaciones y problemas, puede entender, entretenerse y sentirse involucrado en los problemas de mis personajes. Mis únicas dos novelas que hablan de los problemas de la Cuba actual han sido premiadas en Francia (2001) y España (2017), por personas que nunca habían estado en Cuba y que, sin embargo, comprendieron muy bien lo que yo decía. Para mí eso es la literatura: un secreto que se puede compartir con miles de personas sin gritar, sin subirse a una tribuna, y sin que esas personas hayan vivido lo mismo que tú. Universalidad, le llaman a eso los críticos literarios.

Cuba, destination trésor. Paris. Hachette, 2000
Prix de la Ville de Cherbourg, 2001
&
La Isla de las Alucinaciones. Premium. Sevilla, 2017
Premio Avelino Hernández, 2016

P.S.


Al “glotón boliviano” que me preguntó “qué clase de gastronomía tienen en Francia y cuál es su comida favorita” puedo decirle que es un tema como para escribir libros (y en Francia se publican muchísimos libros sobre el tema). El general De Gaulle, que fue un gran político francés entre 1940 y 1969, comentó una vez –en broma, pero en serio- “¿Cómo se puede gobernar un país que tiene más de 300 tipos de queso”. Esa es una de las claves de la gastronomía francesa: sus quesos, tan variados que puede ser duros como una piedra o casi líquidos, apestosos o sin olor; salados o dulces, blanquísimos o amarronados; picantes o sosos… pero siempre deliciosos. También son famosos los embutidos franceses (pero a mi salazones y chacinas no me gustan) y sus platos cocidos mucho tiempo, a fuego lento, casi siempre con crema de leche. Los franceses hablan mucho de comida. Yo diría que las palabras forman parte de la receta. Por eso su gastronomía es inimitable.


* "¡Socorro, se hunde la casa!" es uno de los once textos que integran Los cuentos del mago y el mago del cuento (Ediciones de la Torre. Madrid, 1995) y uno de mis cuentos preferidos... al punto de escogerlo para la plaquette que hice imprimir en Argentina, en 2004 para utilizarlo como "tarjeta de presentación" y modo de llegar a mis amigos en aquellos países donde mis libros circulan menos. Siempre he acariciado la posibilidad de ver ses cuento "socialmente comprometido" en forma de álbum independiente. Pero como la mayoría de las editoriales ven el álbum como algo reservado a niños pequeños, sigo esperando la oportunidad.


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