17/7/12

Aviñón: del retablo papal al teatro democrático

carteles en la rue des lices
Aviñón, ciudad fundada por los galos antes de la conquista romana y una de las perlas de la dulce Provenza, en el sur de Francia, se ha hecho famosa por dos cosas: varios papas instalaron en ella su capital durante el agitado siglo XIV, y desde hace 66 años es la capital del teatro mundial. Yo había hecho una corta estancia en Aviñón hace más de tres lustros, pero en pleno invierno (del 31 de diciembre al 1 de enero) y no podía imaginar la fiesta fabulosa que es esta ciudad en el mes de julio: cuando el cielo es de un azul cubano, el aire deliciosamente cálido se anima con el canto inmutable de las cigarras, y las calles se inundan de carteles y actores que invitan a presenciar uno de los 1142 espectáculos escénicos (teatro, danza, música, circo) que participan del festival oficial (el “In”) y del extraoficial (el “Off”); sin contar las performances de calidad dudosa, pero que atraen la abundante muchedumbre veraniega, siempre dispuesta a “matar el tiempo” gratis, que es lo que podríase llamar el festival “Out”.


Yo no soy un aficionado al teatro. Raramente voy a espectáculos escénicos, y no iba a viajar a Aviñón para ponerme al día. Pero por razones que no vienen al caso, estuve allí casi tres días y les regalo algunas de las fotos que hice de la variada arquitectura aviñonesa y del ambiente festivo que se extiende durante los 22 días del formidable evento fundado en 1947 por el actor y director teatral Jean Villar (quien nació hace 100 años, precisamente). Villar fue un visionario de la democratización de la cultura que decía: “El teatro es un alimento tan indispensable”’ a la vida como el pan y el vino… Es, ante todo, un servicio público. Como el gas, el agua y la electricidad”, pero a la gratuidad ocasional que contenta las conciencias, prefería una política de precios accesibles todo el año. La ideología progresista y democrática de la Reconstrucción (tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi) marcó la importante acción de Jean Villar, que no solo fundó el Festival de Aviñón precisamente dos años después de la Liberación, sino que fundó y dirigió el Teatro Nacional Popular de 1951 a 1963 y contó con el apoyo de artistas tan brillantes como Gerard Philippe, Maria Cassarès y Maurice Béjart.
otra calle en ambiente festivalero

Solo vi dos espectáculos y no pienso comentarlos, pues ya dije que no soy un conocedor del teatro francés (francófono, como prefiere ser considerado el festival, pues se abre a la escena mundial en la lengua de Molière –nunca mejor utilizada la fórmula, puesto que de teatro hablamos) e incluso a otras lenguas. Este año la gran estrella de la Cour d’honneur (el Patio Central del Palacio de los Papas, que es la mayor y más prestigiosa “sala” del festival) es el estreno mundial de “El maestro y Margarita”, de Mijail Bulgakov, en la elogiada adaptación del británico Simon McBurney. Gran Bretaña es el país invitado de la 66ª edición del festival.



Me dediqué sobre todo a pasear la ciudad y a delectarme con el ambiente de inmensa, variada, ecléctica y cambiante obra de teatro coral que es Aviñón durante su festival.



los distintos espectáculos hacen el "appel" en traje y tono de cada obra

Empecé por volver a visitar Palacio de los Papas. Pero comencé la visita a las 6 de la tarde y con los guardianes en los talones, que iban cerrando detrás de mí las distintas salas. Me consta que no visité partes el inmenso y laberíntico edificio (de hecho son dos palacios: el “Viejo” y el “Nuevo”, cuya construcción implicó tres papas: Benito XII, Clemente VI e Inocente VI) donde estuve la primera vez, a mediados de los 90, pero no sé si fue por falta de tiempo o porque durante el festival parte del palacio resulta inaccesible.

vista interior del palacio de los papas (siglos XII-XIV)
El otro gran monumento de la “ciudad papal” es el Puente Saint-Benézet, construido en el siglo XII y reconstruido varias veces hasta que, cinco siglo después, hubo que rendirse a la evidencia de que el lugar estaba mal escogido, pues la corriente era demasiado revoltosa. Si es quizás el más famoso puente de Francia es a causa de una vieja canción infantil que  repite: “Sur le pont d’Avignon on y danse, on y danse…” (En el puente de Aviñón bailamos, bailamos…”) lo que no es exacto, pues el puente era demasiado estrecho para permitir el jolgorio… que ocurría, en realidad, DEBAJO del puente, en las acogedoras márgenes del Ródano.
El puente se rompió muchas veces. A fines del siglo XVII desistieron de reconstruirlo. Tras la capilla se prolonga el puente unas decenas de metros más hasta quedar interrumpido a unos 30 ó 40 metros de la otra orilla

Por ese gusto francés por las paradojas (pensemos en “Los Tres Mosqueteros”, que canta la gloria de D’Artagnan, el cuarto mosquetero), lo que quizás ha hecho tan famoso al Puente de Aviñón, al margen de su belleza y antigüedad, es que ya nadie lo cruza, pues quedó roto definitivamente desde finales del siglo XVII.

 Si vi pocos espectáculos, en cambio recorrí minuciosamente la ciudad intra-muros (la muralla, del siglo XVII) se conserva en toda su extensión y en muy buen estado de conservación), y mi preferencia va para la zona sudeste, en torno a las calles Bonnetire y Teinturiers donde se conservan un canal y los molinos de agua que suministraban la energía necesaria a los talleres textiles.




Aviñón fue la capital de la cristiandad durante siglo y medio, e incluso después de los papas a Roma, alojó a dos “anti-papas”, siendo administrada por los sumos pontífices hasta la revolución que estalla en 1789 y arrasa los abundantísimos monasterios e iglesias.
Añadir leyenda
 Los dos momentos históricos: el dominio de la religión y el anticlericalismo se superponen de manera sorprendente en esta ciudad: no conseguí caminar cinco minutos sin pasar delante de una iglesia o capilla de suntuosa arquitectura… y sin embargo no logré entrar en templo alguno: o estaban cerrados (¿a causa de la hora?) o habían sido transformados en salas de espectáculo u otra instalación cultural.
Agricol parece haber sido nombre corriente en el país provenzal. El más famoso fue obispo y le dejó su nombre a esta bonita iglesia.












También me asombró la peculiaridad de las librerías aviñonesas. Para una ciudad con Universidad y dominada por evento cultural de la dimensión del festival de teatro, hay muy pocas, y todas las que vi vendían libros antiguos, caros, evidentemente destinados a los ricos franceses –que predominan en el soleado sur de Francia- o extranjeros –que lo mismo- y no verdaderos lectores. Di por casualidad con una calle que concentraba varias librerías especializadas en historieta (género muy popular entre niños, adolescentes y adultos en Francia), pero no vi ni una sola librería generalista. 


De manera que no vi un solo libro infantil, fuera del mercado de libros de segunda mano (todos antiguos, también) instalado junto a la Porte de la Republique, la principal de la ciudad puesto que conecta la calle homónima, principal de Aviñón, con la estación de trenes, situada al otro lado de la muralla.

Miento, vi libros infantiles en la biblioteca municipal. La Sección Infanto-juvenil está excelentemente instalada en un vasto edificio con amplio jardín desde el cual se accede directamente a la amplia y luminosa sala destinada a los más jóvenes que cuenta al pie de una atractiva escalera de caracol con un rincón decorado por un fresco de alegres colores, que parece un libro abierto.

Muebles adaptados a los pequeños completan el decorado. Una amable bibliotecaria me informó que tenían mi penúltimo libro francés, y que el último estaba en otra de las bibliotecas de la ciudad y en el bibliobús.

Aunque tengo por costumbre entrar en al menos una biblioteca de cuanta ciudad visito, llegué allí por casualidad, pues mientras deambulaba decidí visitar el museo de Angladon, que sí aparecía en mi mapa, y se hallaba en la acera de enfrente. Este museo, instalado en una de esas mansiones que en Francia llaman “hôtel particulier” (hotel particular) presenta la ecléctica colección de arte de un rico modista de principios de siglo (algunos Picasso, Degas, Cézanne, Modigliani, Sisley, Van Gogh, Foujita) y obras de arte chino, y oportuna exposición temporal de los grandes fotógrafos Nadar (padre e hijo), centrada en imágenes de grandes figuras del teatro a fines del siglo XIX y durante la Belle Epoque (la Bella Otero, Sarah Bernard, Mistinguet y otras cuyos nombre reconocí, pero ahora no recuerdo).
América Latina estaba presente de una u otra manera en el Festival de Aviñón. Entre los carteles, que empapelan toda la ciudad distinguí varias obras que aludían a Argentina, entre ellas “Eva Perón” del extravagante genio dramatúrgico argentino-francés Copi y “Correo Express” de un autotitulado “Théâtre del Caballero de Cuba” con foto del Che Guevara… que también distinguí en alguna camiseta, producto comercial o vitrina (del café El Cubanito, que incluso planta al “guerrillero heroico” en medio del menú)



Este último hallazgo lo hice demasiado tarde para entrar en el local. Pero ya sé que no hay ciudad francesa que no tenga su café, bar o restaurante cubano (sin cocineros cubanos y con oferta gastronómica que poco tiene que ver con las recetas de Nitza Villapol o de mi abuela).





Caminé tanto por las calles de Aviñón que me gasté los pies. Entre las lindas tiendas de la ciudad hubo una donde descubrí el nombre de Gardel (¿no dicen que era francés?).



Sin embargo, preferí la más modesta boutique de un fabricante de zapatos artesanales. Eran más bonitos que cómodos, pero… ¿cómo resistirme a una marca casi idéntica a mi propio nombre?



La tercera novela detectivesca juvenil cubana cumple 40 años

https://elpajarolibro.blogspot.com/2017/01/la-novela-detectivesca-juvenile-siempre.html EL SECRETO DEL COLMILLO COLGANTE La tercera novela d...