6/3/18

Chinos y cubanos en la Feria Internacional del libro de La Habana 2018




FERIA DEL LIBRO DE LA HABANA 2018: EL UNICO CUBANO CON TRES LIBROS EN CHINO

UN CUENTO CHINO

Grande fue mi sorpresa al descubrir en la XXVI Feria Internacional del Libro de La Habana la versión china de mis libros  “Gatito y el balón”, “Gatito y las vacaciones” y “Gatito y la nieve”. Esta serie de cortas historias para prescolares con ilustraciones de la alemana Constanze v. Kitzing fue estrenada por la editorial española Kalandraka entre 2012 y 2015. Inicialmente publicada en las lenguas oficiales de la península ibérica, ha sido también traducida al inglés, el francés, el portugués, el italiano y el coreano.



Mis tres libritos no se hallaban a la venta sino expuestos en la vitrina “Traducción mutua entre ChinayCuba”, a la entrada del vasto espacio ocupado por el país invitado de la vigesimosexta edición de la FILH. Hasta donde pude comprobar, fui el único cubano con libros infantiles en la muestra, el único con tres libros y el único vivo, entre figuras emblemáticas como José Martí, Ernesto Guevara, Fidel Castro y el clásico decimonónico “Cecilia Valdés”.





Yo sabía que el primer libro de la serie había sido publicado en China, pero ni siquiera había visto una imagen de tapa, y mucho menos sabía que la segunda y tercera aventuras de Gatito ya estaban en la lengua de Confucio. Al orgullo de descubrirlos como únicos representantes de toda la literatura infantil y juvenil cubana en la edición china, se mezcló la frustración de no poder cogerlos en mis manos y hojearlos por primera vez, pues la vitrina estaba herméticamente cerrada.

Todos los libros del espacio consagrado a la República Popular China que estaban en mandarín poseían una tarjeta con datos en castellano. Pero algunas de esas tarjetas no facilitaban más que título y editorial, y en ese caso se hallaban los míos. Por eso, solo alguien que hubiera visto las tapas (prácticamente iguales en todas las lenguas) que he colgado en la web y ofrecido a alguna biblioteca cubana  hubiera podido reconocer los libros e identificar a su autor. En un primer momento me sorprendió que ninguno de los escritores, editores, promotores y otros profesionales que visitaron el stand de China, sintiera curiosidad por saber quién era el autor (de tres títulos, nada menos) que se osaba poner junto a Martí, Villaverde, Fidel o el Che. Hubiera bastado con preguntaro a los estudiantes de chino que atendían el stand.

Si en el espacio consagrado a China había centenares de títulos (pocos en castellano, algunos en bilingüe inglés-mandarín), las tres vitrinas de “Traducción mutua entre China y Cuba” contenían demasiados pocos títulos para no que no llamaran la atención los únicos inconfundiblemente consagrados a la infancia, tan distintos de las tapas más bien severas de la predominante literatura política o informativa.

Solo descubrí mis libros unas horas antes de que la vitrina fuera desmantelada y los ejemplos de “traducción mutua” fuesen empaquetados (para ser enviados a la embajada china, al Instituto Confucio y a la Biblioteca Nacional, me dijeron). Me hubiese encantado hablar con mi editor, de estar presente, y presentarle –a él o a otro de sus colegas-mi novela La Isla de las Alucinaciones (Premio Avelino Hernández de Novela Juvenil 2016 en España). Esa obra, publicada en agosto pasado por la editorial Premium (Sevilla) concede un importante lugar a la emigración china en la Cuba de los siglos XIX y XX.

(mi cuarto libro en chino)

Probablemente nunca sabré si tuve cerca al editor de tres de mis cuatro libros chinos (el otro es El paraguas amarillo, también estrenado por Kalandraka en 2012), pues me dijeron que a los dos días de inaugurada la feria, casi toda la importante delegación asiática había abandonado Cuba. Y eso que la FILH había sido adelantada para no coincidir con las celebraciones del Año Nuevo Lunar.   

En resumen, que nadie me avisó: ni la editorial china a través de mi editor español (que al cederle los derechos le comunicó, visiblemente, mi nacionalidad), ni la cámara cubana del libro (que probablemente recibió una lista de los autores cubanos traídos por la delegación asiática) ni alguno de los muchos periodistas o funcionarios cubanos que debieron interesarse en el asunto.

En todo caso: que me quiten lo bailao… al son de la corneta china.

UNA MERIENDA DE LOCOS BASTANTE CUERDA

Mesa de autores de ciencia-ficción, fantasy y terror. Al micrófono la subdirectora editorial GretelAvila.

El Encuentro teórico “Una merienda de locos. Niños autores y libros” que organiza la editorial Gente Nueva para presentar y debatir la actualidad del libro para niños y adolescentes, reflejó en esta décimo segunda edición los aires de cambio que mueven a su actual directiva, al tiempo que cerró las celebraciones por el cincuentenario de una editorial que no es solo la más antigua del país, sino la única especializada en libros para niños y jóvenes con categoría nacional.

Durante las dos jornadas en el ya habitual escenario de la Sociedad José Martí, se abordaron temas relacionados con el mercado del libro, el diseño e ilustración, las fronteras de la LIJ y las literaturas fantástica, de ciencia-ficción y de terror. También fue la ocasión idónea para la entrega de los premios La Edad de Oro (concurso de manuscritos más importante del país, que abarca todos los géneros en grupos que se alternan año sí, año no) en novela (EldysBaratute), álbum ilustrado (Alberto Peraza y Yan Carlos Perugorría) y poesía (José Raúl Fraguela),siendo presentados libros de la edición precedente porYoss (José Miguel Sánchez) en ciencia-ficción y Valerio (Yunier Serrano) en libro para prescolares. Igualmente se entregaron los premios La Rosa Blanca que concede la sección de literatura infantil de la Unión de Escritores a los mejores libros publicados en el año (la presidenta de la sección deploró la imposibilidad de incluir las categorías de diseño, al no estar integrada esta profesión a la UNEAC).

Fraguela, Peraza y Perugorría con sus diplomas de La Edad de Oro

Durante mi intervención en la mesa sobre el mercado del libro y la relación autor-editor/autor-lector contrapuse mi experiencia con editores de diversos países a la expuesta un momento antes por Yoss (en el sentido de una fuerte intervención del editor occidental en los libros que se le proponen). Por otra parte, insistí enlas reservas que tengo respecto a la “anualidad” del libro cubano. Cada año el grueso de los títulos cubanosse publicado en diciembre-enero, con vistas a la cadena de eventos literarios que se extienden de la Feria Internacional del Libro de La Habana, a principios de febrero, a la feria del libro de Santiago de Cuba, en mayo. La presión es muy fuerte sobre el personal editorial, sobre la industria poligráfica y sobre la promoción, generando cuellos de botella y stress en la poligrafía y la distribución. Por hábito, por necesidad o por costumbre, los libros son tratados como frutos anuales que doce meses después han desaparecido totalmente del mercado, o no gozan de atención alguna. El resultado es un excesode títulos de tiradas cortas que raramente cubren los gastos,que reportan insuficientes ingresos y satisfacciones espirituales a sus autores.

En Cuba raramente se reedita un título, sea cual sea su comportamiento comercial, y no se pagan derechos de autor porcentualessino cantidades fijas, a modo de anticipo y en sumas que nada tienen que ver con la realidad de costos y beneficios. Los escritores que pretenden vivir de su obra se ven obligados a incrementar el ritmo de escritura (con la consecuente pérdida de rigor estilístico, variedad temática y solidez argumental), mientras que editores, ilustradores y diseñadores trabajan a una velocidad que perjudica la calidad editorial; por su parte, los lectores “sueltan el bofe” tratando de conseguir un ejemplar de tiradas que no alcanzan, y los críticos y periodistas tienen que dejar pasar en silencio una gran parte de dicha producción precipitada y efímera. Por si no fuera poco, el Estado se ve obligado a subvencionar libros que, si se imprimieran en suficiente cantidad y con mayor respeto de la demanda, tendrían mayores posibilidades de ser rentables.El otro problema es que el grueso del papel que se consume en Cuba es importado, pagándolo en divisas, mientras que los libros se venden fundamentalmente en moneda nacional –no convertible– y muy por debajo del precio de costo. El nudo gordiano se cierra en torno al hecho de que la mayoría de los libros cubanos no tiene calidad para ser exportado y que la producción nacional, dominada por un exceso de publicaciones de carácter político-ideológico, no se completa con títulos importados, cuyos precios –de todos modos– muy pocos cubanos podrían abonar.

En compañía de Yanira Morejón, editora de segunda versión cubana de La leyenda de Taita Osongo quien lamentó que no se nos hubiera entregado, ni a la editorial Matanzas ni a mí constancia alguna del premio La Rosa Blanca otorgado en 2016 a dicha novela.

Sin miedo a herir susceptibilidades, repetí lo que ya he escrito en algún sitio: demasiados autores de talento se ven coartados a proponerobras sin las necesarias inspiración y originalidad, por no haberles consagrado el tiempo necesario a su maduración; algo que se podría evitar pagando mejor libros que, con mayores tirada y tiempo de explotaciónalcanzarían mayor número de lectores, y dispondrían de mejor crítica y promoción. También los editores, ilustradores, diseñadores e impresores disfrutarían de mejores condiciones para realizar su trabajo. Mejoradaptadas a la demanda y a las necesidades de la población, nuestras literatura y edición mejorarían su salud, y la cadena completa del libro resultaría más económicamente viable y eficaz. El Estadoeconomizaría logística y hasta salarios al tiempo que todos, desde los autores e ilustradores hasta el último almacenista o librero, ganarían más por una cantidad de trabajo igual.

El sistema mismo de las ferias del libro debería pasar a una frecuencia bienal, realizándose en el año sin feria un programa de festivales literarios menos costoso y no menos productivo en el plano cultural.

El carismático escritor EldysBaratute hace reír a sus compañeros de mesa, mientras la chistera del sombrero loco de Alicia en el País de las Maravillas justifica el sobrenombre de “Merienda de locos” recibido por el Encuentro desde sus orígenes.


DE VUELTA A LA FERIA


En 2018la Feria Internacional del Libro de La Habana propuesto a los lectores un número de títulos inferior al del año pasado. No que los planes fueran menos ambiciosos, sino que las diversas dificultades económicas resultantesdel endurecimiento del embargo por el gobierno de Donald Trump y el huracán Irma, así como las exigencias en papel de la campaña electoral en curso, han impedido el cumplimiento de los planes.

Entre las víctimas de los atrasos editoriales se encuentra mi único libro cubano del año: Aventuras de Sheila Jólmez, por el docto Juancho (Editorial Capiro, Santa Clara). Su lanzamiento nacional estaba anunciado el jueves 8 de febrero en la sala Tesoro de Papel del recinto ferial de La Cabaña. Acudí a la cita para no hacer mentira El Cañonazo (órgano oficial de la FILH… queno debe su nombre a lahistoria militar del monumento que acoge la feria, sino al tradicional cañonazo que desde sus baluartes anuncia a la capital que son exactamente las nueve de la noche). Me vi forzado a cometer, como en2015, cuando tampoco llegó a tiempo mi noveletaConcierto nº7 para violín y brujas, una “presentación surrealista”; es decir, el lanzamiento de un libro que aún no existe, que nadie puede ver ni tocar y que solo podrá ser leído… cuando dios quiera (y el dios del libro cubano es griego: no tiene calendario).
Los adolescentes asistentes a los talleres del espacio Tesoro de Papel y algunos de sus coordinadores adultos escucharon con ejemplar cortesía cuanto quise contarles de mi colección de cuentos policíacos protagonizados por dos jovencitos de la Cuba actual cuyas aventuras se inspiran en algunas de las más famosas creadas por sir Arthur Conan Doyle para Sherlock Holmes y el doctor Watson. Además de adaptados a las posibilidades e intereses de chicos de doce años, mis cuatro historias tienen un reconocible escenario villaclareño (raramente representado en libros juveniles). Quise creer que alcanzaría a presentar mi …Sheila Jólmez… en alguna de las ferias que tendrán lugar hasta el 20 de abril, cuando cojo el avión de regreso a París; pero es muy probable que ni siquiera alcance a tener unprimer ejemplar en mano, pues la feria de Santa Clara, donde radica su editor, ha sido desplazada a la última semana de abril... aparentemente con la esperanza de conseguir el papel y la capacidad poligráfica necesarias.

tapa que no llevará mi libro. Por un error de edición, el diseñador utilizó la segunda de mis propuestas y no la definitiva y mejor (las desgracias nunca vienen solas)

 





tapa que finalmente ha previsto la editorial Capiro




El 8 de febrero, una hora después de presentar mi libro fantasma en La Cabaña, llegué a la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, a varios kilómetros de distancia, para presentar la novela El paraíso de Jesús Arcángel (Ediciones Unión) de mi amigo (y esta vez no colega, pues se trata de una de sus novela para adultos), Luis Cabrera Delgado. Casualmente, esta obra también tiene a Santa Clara por escenario; pero las calles, barrios y edificios han recibido, como los personajes, nombres bíblicos; lo que consolida la intención desmitificadora de esta singular novela picaresca de Cabrera Delgado.

Al carecer de tiempo para terminar de recorrer la feria el jueves, volví al día siguiente a atravesar el túnel bajo la bahía de La Habana. Compré algunas ediciones cubanas que no había visto en mis dos visitas anteriores; entre ellas cuatro títulos de la cuidada colección de cuentos para dibujar “Espejo”, de Ediciones de la Luz (Holguín), y un excelente diccionario de cubanismos, así como un puñado de libros extranjeros, nuevos o de segunda mano, que se venden en C.U.C. (el mal llamado “peso convertible”) y que destiné a mi hermana y sobrinos; voraces lectores a quienes no satisface la poco lúdica oferta editorial cubana.

Solo cuando estaba por terminar mi visitaentré al fin al amplio espacio consagrado a la República Popular China, país invitado de honor de la XXVI Feria Internacional del Libro de La Habana. Según la prensa, se exponían allí un millar de libros chinos; en su mayoría impresos en la indescifrable caligrafía delCeleste Imperio. Pese a la imposibilidad de leerlos, los examiné parsimoniosamente, tratando de comprender por las ilustraciones, el formato y los escasos datos en castellano, algo de las tendencias de la edición china actual; sobre todo de lo que se destina a niños y adolescentes.


Ya me referí antes a la agradable sorpresa que me esperaba a la entrada del stand: tres de mis cuatro libros chinos estaban expuestos junto a un par de clásicos cubanos y textos de figuras políticas, y a material diverso de las ediciones chinas en castellano.

No había tantísimos visitantes en los puntos de exposición y venta dedicados a la República PopularChina. Ignoro qué acogida habrán tenido los títulos de ese país editados enCuba, pero es de suponer que, dado lo poco que conocemos de dicha literatura y, es mi impresión, laineficiente promoción, el exótico invitado de lavigésimo sexta FILH no será de los que mayor huella dejeen el lector cubano.Me parece que la India, invitado oficial en 2015, logró un mejor impacto… aunque nunca comparable con invitados de nuestra lengua y área geográfica y culturalcomoMéxico, Ecuador o Venezuela.

Como aún ignoraba que no quedaba editor chino alguno en La Cabaña, volví una vez más el sábado, penúltimo día de la feria. El contenido de la vitrina “Mutua traducción entre China y Cuba” había desaparecido y no pude consolidar mis impresiones de la víspera, así que tras intercambiar impresiones con los chinos (escasos)y cubanos que se ocupaban del stand, me fui con mi música a otra parte.

Como suele ocurrir los fines de semana, había muchísima gente y era suicida adentrarse en los angostos pasillos y celdas de piedra donde se acumula la oferta de libritos infantiles de texto indigente y colores chillones, diccionarios baratos, falsos best-sellers, libros de autoayuda o manualidades que arrebatan 3, 5 y más dólares a una horda de no-lectores (tan fieles a esa subliteratura como a la oferta recreativa y gastronómica que invade los accesos a la fortaleza).No soy el único que no comprende que la Cámara del Libro, el Instituto Cubano del Libro y otras entidades organizadoras de la FILH acepten pasivamente la captación (monetaria y cultural) de los cubanos con menos solidez intelectual por estos nuevos colonizadores, que cambian espejitos y trapitos de colores por las pepitas del C.U.C. (peso convertible). Sin dudas, la cifra de visitantes de la feria bajaría considerablemente sin el llamado de sirena de esos libros sin ambición; pero aumentarían las posibilidades de que esos no-lectores se encontraran con las gemas que, pese a todo, la edición cubana ofrece o puede ofrecer. Lo prueba el abundante público que acude al Pabellón Cuba, principal subsede de la feria habanera, y el que acude a las 16 ferias provinciales del libro, donde no hay pacotilla impresa.

Los accesos de La Cabaña colapsan ante el asedio de miles de personas… que no siempre compran libros

En mis cuatro visitas a la FILH pude comprobar que las salas de presentaciones y debates solían estar medio vacías, y no fueron excepción los dos únicos eventos externos en los que participé: el lanzamiento de un libro para adultos de mi colega, amigo y paisano Luis Cabrera Delgado en la sede de la Unión de Escritores y Artistas, en el Vedado, y el XII Encuentro de Literatura Infantil y Juvenil “Una merienda de locos”, que organiza la cincuentenaria editorial Gente Nueva (única nacional especializada en libros para chicos) en la Sociedad Cultural José Martí, también en el Vedado.

En el Encuentro de LIJ había un aceptable número de personas al menos en parte de la jornada. Pero cada año somos más o menos los mismos: en su mayoría autores, ilustradores, profesionales de la edición y algunos promotores. Es una pena que los criterios que allí se intercambian sobre distintos aspectos de la creación y recepción del libro para niños y adolescentes no sean aprovechados por una mayor cantidad de esos maestros, bibliotecarios -públicos y escolares- y otros profesionales de la infancia y el libro que tanto necesitan mejorar su formación e información. En un país donde es tan fácil sacar a un trabajador de su área de trabajo, resulta inexplicable el despilfarro de talentos en beneficio de pocos.

Las presentaciones de libros de las “ediciones territoriales” suelen estar entre las más concurridas de la FILH. Es lógico puesto que desde la provincia en cuestión –en la foto, Cienfuegos- viene un ómnibus lleno de escritores, profesionales del libro… y algún amigo o pariente que aprovecha la ocasión para visitar la feria.

Pero estaba hablando de mi última visita a La Cabaña. Al salir del pabellón chino me dirigí a la sala de encuentros profesionales donde estaba anunciada una mesa sobre el diseño del libro con la participación de José Alberto Menéndez Sigarroa, Premio Nacional de Diseño, el director del Plan de Lectura, Enrique Pérez Díaz, y el director de Ediciones Matanzas Alfredo Zaldívar. Este último declinó la invitación por no considerarse idóneo para abordar el tema, y Enrique me invitó a sumarme a la mesa, afirmando –con extrema generosidad- que mis experiencias como ilustrador y con editores de varios países, me permitirían decir cosas de interés sobre el asunto. Lo cierto es que ya unos días antes en la “Merienda de locos” yo había compartido con mis colegas algunos conceptos y experiencias adquiridos en Francia, Argentina y España, y al repetirlas, ahora con más claridad, aporté la conceptualización que había faltado en las intervenciones de mis dos colegas de mesa, que más habían abundado en lo anecdótico y en el pasado del diseño (indiscutiblemente mejor) del libro en la Cuba revolucionaria. 

El público terminó siendo más numeroso de lo previsto, y vi varios jóvenes –probablemente estudiantes de diseño– tomar nota. Tras algunas preguntas de la asistencia, en particular sobre los aspectos teóricos o sobre el panorama internacional, un periodista del Noticiero Cultural de televisión entrevistó a Enrique Pérez Díaz y al Premio Nacional de Diseño. Como suele suceder con todos los cubanos residentes en el exterior, quedé excluido del medio de comunicación masiva de comunicación de nuestro país (una amiga me comentaría, más tarde, haber escuchado una frase –dudoso resumen de mi intervención– en Radio Reloj.

La Habana, marzo de 2018

18/12/17

Mi novela china

La contribución de la emigración china no es la más conocida de entre las diversas fuentes de la cultura cubana. Todo el mundo conoce o adivina la importancia de aportes europeos (de España en primer lugar) y africanos, y el substrato aborigen que  quedó pese a la rápida extinción de los pobladores arawacos de la Cuba precolombina. 

Poco se tiene en cuenta, sin embargo, el impacto de las migraciones chinas. 

Ocurrió una ola principal a mediados del siglo XIX (según el historiador Julio Le Riverend, entre los años 1847 y 1874 llegaron a Cuba alrededor de 150 000 chinos, casi todos hombres, contratados por ocho años como peones agrícolas) y otra menor en las décadas finales del mismo siglo. La agitación política en la China de los años 1920 generó una emigración que tenía por destino ideal los Estados Unidos; pero que a menudo terminó en Cuba... a las puertas del American dream.

La Isla de las Alucinaciones es una novela juvenil que tiene por centro las aventuras de una niña española y sus amigos cubanos en torno a un pueblito imaginario, poblado esencialmente por descendientes de chinos, y en una isla, igualmente imaginaria, vinculada al tráfico de mano de obra china (los llamados coolíes) en el siglo XIX. Uno de los personajes principales del libro, la niña de fuerte carácter Maruchi Pérez Chong, es descendiente de chinos y sus vivencias junto con la española Paloma y los otros cuatro cubanos de la pandilla revive y actualiza el pasado chino-cubano.  

http://elpajarolibro.blogspot.fr/p/la-isla.html


"La Isla de las Alucinaciones"
Editorial Premium. Sevilla, 2017
Premio Avelino Hernández de Novela Juvenil

Los protagonistas de La Isla de las Alucinaciones aparecen por primera vez en mi novela Mi tesoro te espera en Cuba, estrenada en francés en el año 2000 bajo el título Cuba, destination trésor y que tiene dos ediciones en castellano: la de Sudamericana (Buenos Aires, 2002) y la de Edelvives (Zaragoza, 2008) actualmente en el comercio.

En esa primera novela "la china" Maruchi ya se destaca por su carácter indomable, pero del pueblo donde vive su numerosa parentela de origen asiático no se habla todavía en detalle.


ilustración de Boiry para ambas ediciones de Cuba, destinationt trésor



Es un relato organizado en torno a 17 capítulos, que nos lleva a la Cuba actual sin miedos ni reservas y que nos hace ver que los pueblos, por muy distintos que sean, pueden entenderse si así lo desean puesto que, como humanos, hay más puntos de unión que de diferencia.
...
Aprovecha el autor para aludir a la llegada, en condiciones casi de esclavitud, de más de 100.000 chinos a Cuba a mediados del S. XIX. Los descendientes de estos chinos son los pobladores de La Chongolina, el lugar donde vive la  familia de Maruchi, una de las jóvenes de la pandilla. 
...
Hay un personaje que destaca entre todos. Nos referemos a Mamá Chong, la matriarca del poblado, una mujer de edad indefinida, que parece una vidente y que observa más allá de lo que los sentidos le ofrecen. Ella es quien alerta a los chicos acerca de la maldición de la llamada Isla de las Alucinaciones, muy cercana a la Chongolina. En esta Isla, misteriosa, en el pasado, se dieron casos de tráfico de esclavos y parece que la isla tenga su propia manera de ser. Eso llama la atención al grupo de amigos que acaban yendo a la isla, al principio diciéndolo y, después, de forma clandestina. Descubren otro misterio no menos duro que el tráfico de esclavos: el de drogas.
Así llegamos a la segunda parte de la novela, narrada de manera más rápida, con más acción e intriga
...
La Isla de las Alucinaciones es una novela contra los prejuicios, contra los tópicos culturales y a favor de la interculturalidad. Es una novela viva, muy bien narrada, con unas descripciones certeras y con un diálogo real que nos permite conocer, de primera mano, a los personajes. Una novela juvenil, sin duda, pero que ha de ser del gusto de cualquier lector porque contiene intriga, acción, testimonio humano y crítica social.

TOMADO DEL EXCELENTE COMENTARIO DE
ANABEL SAINZ RIPOL EN SU BLOG
LAS DOS ORILLAS
https://vocesdelasdosorillas.blogspot.com/2018/04/la-isla-de-las-alucinaciones-no-veo-por.html?spref=fb

Fragmentos 


Del capítulo 2
"Viaje al oriente"


–¿La Chongolina se llama así porque la habitan los Chong? –le preguntó Paloma.
–Es lo que nos gusta creer. Pero ¿quién quita que sea al revés? Nuestros antepasados eran pobres y analfabetos; campesinos del sur de China que fueron traídos a Cuba a mediados del siglo xix con promesas de una vida mejor. Pero los encerraron en grandes plantaciones, donde los trataban casi igual que a los esclavos africanos con los que debieron compartir penas y no solo trabajo. Al llegar les españolizaban el nombre y muchos hasta perdieron el apellido.
–Por suerte para una que yo conozco –se rio Kilito–. Maruchi Pérez suena mejor que Maruchi Chong, Maru Chichón.
–Espera a que te ponga la mano encima –le prometió la niña–. Vas a ver quién es el de los chichones.
Carbó abandonó el libro que estaba leyendo y relanzó la conversación.
–En la segunda mitad del siglo xix, Cuba era la colonia más importante que le quedaba a España. Las plantaciones de caña de azúcar exigían mucha mano de obra, pero los ingleses habían obtenido la prohibición del tráfico de esclavos a partir de 1821. Los africanos siguieron llegando, pero de contrabando. Era arriesgado, costoso…
–Y eso no les gustó a los tacaños españoles –intercaló Maruchi.
–Ni al gobierno español, que mandaba en Cuba, ni a los dueños de plantaciones y centrales azucareros; fueran cubanos, españoles o de otros países –precisó Carbó–. Lo cierto es que la mayoría de los que se oponían al tráfico de esclavos, y a la esclavitud misma, lo hacían por interés y no por sus buenos sentimientos. Los ingleses fabricaban maquinarias, telas y otras cosas, así que preferían que la industria azucarera funcionara con sus máquinas y que en lugar de esclavos hubiese obreros. Los obreros tendrían un salario que gastar en otros productos ingleses: ropa, cacharros, herramientas…
Todos los viajeros escuchaban en silencio, impresionados por aquel niño que hablaba como un manual de historia. Pero Maruchi volvió a lo suyo:
–Es lo que yo decía: los ingleses eran gente avanzada y los españoles, brutos y abusadores.
–Esclavitud seguía habiendo en Estados Unidos y en Brasil, que eran países independientes y nunca tuvieron nada que ver con España –aclaró Carbó–. La trata de esclavos la practicaron todos: portugueses, franceses, holandeses, brasileños, norteamericanos… Y españoles y gente nacida en Cuba también, por supuesto. En cuanto al tráfico de peones asiáticos, lo organizaron los propios ingleses con ayuda de comerciantes y funcionarios chinos a quienes no les importó la suerte que iban a correr sus compatriotas. 


Del capítulo 3
"Bienvenidos al fin del mundo"


El taxi colectivo se puso en marcha con una salva de explosiones y humo negro. Crujía como un velero antiguo y con cada irregularidad del terreno hacía saltar a sus ocupantes.  Sin embargo, encaró valientemente las alturas que separaban a Puerto Madre de la zona de farallones y caletas donde se escondía La Chongolina.
–En este paraje despoblado y remoto mis antepasados esperaban escapar de la explotación –explicó Antonio Chong–. La servidumbre de los chinos se suprimió en 1883, tres años antes de la liberación de los últimos esclavos de origen africano. La mayoría de los chinos se fueron a las ciudades, pero mis antepasados prefirieron quedarse entre ellos. Así nació La Chongolina.
–Mi tío es quien mejor conoce la historia de nuestra familia –afirmó Maruchi con orgullo.
–Soy el que más ha leído y el único que ha buscado en archivos y bibliotecas –aclaró el pescador–. Pero nadie cuenta cosas tan interesantes como Mamá Chong. Ella nació en Cantón y es la única de todos nosotros que todavía habla chino.
–Sí –ironizó Maruchi–. Cuando habla.
–Mamá Chong tiene casi cien años y no siempre está para charlas. Pero cuando se presenta la ocasión, vale la pena soportar sus manías.

Fragmento del capítulo 4 "Más preguntas que respuestas"


Paloma se bebía sus palabras con más placer que el café con leche (y eso que estaba muy bueno, aunque demasiado dulce). La abuela de Maruchi, por su parte, estaba encantada con su interés. No venían muchos forasteros a La Chongolina, y extranjera, Paloma era la primera.
–Hoy en día hay mucho respeto por la identidad, las raíces y todo eso. Pero en aquellos tiempos la expresión “diversidad cultural” no significaba nada. Los chupatintas que debían inscribir a los emigrantes hallaban muy difíciles los nombres chinos. Se los cambiaban por algo que les sonara parecido ¡o por lo primero que les viniera a la cabeza! Fue así que acabamos llamándonos Arocha, como yo, o Rodríguez, García y González como cualquier hijo de español.
La abuela se sirvió café y se sentó junto a Paloma.
–Obviamente, también perdimos nuestra cultura. Mi hijo Antonio dice que en La Habana están tratando de revivir el barrio chino que se formó alrededor de la calle Zanja. Pero ya no quedan chinos de verdad. Cuando yo era niña conocí gente que hablaba menos castellano que mandarín o cantonés. Sin embargo, ahora, en cien kilómetros a la redonda, la única que habla chino es Mamá Chong. Ella ha vivido cosas extraordinarias y sabe mucho. Un día de estos te invitará a visitarla…
–¿A mí? –se asombró Paloma–. ¿Acaso sabe que estoy aquí?
La abuela de Maruchi soltó una risa pícara.
–Mamá Chong apenas sale de su casa y habla poco, pero oye mucho. Dicen que sus oídos son tan finos que puede captar cuanta conversación se produce en La Chongolina… y que tiene poderes. ¡Poderes sobrenaturales!
Paloma puso tal cara de estupefacción que la mujer le dio una  palmadita en el brazo, como para devolverla a la realidad.
–No tienes por qué creerme –aclaró–. Somos gente sencilla, aislada del mundo y de sus cosas modernas. Puede ser que le demos demasiado uso a la imaginación… Pero de que Mamá Chong es una persona absolutamente fuera de lo común, no tengas la menor duda.

Del capítulo 8"Misteriosa Mamá Chong"


Todos se preguntaron, inquietos, si el asunto del repelente y la rivalidad con Paloma habían llegado a sus oídos. Pero la centenaria ya decía, como para sí misma:
–La Chongolina tiene un problema con los alacranes. Un problema antiguo…
Creyeron que Mamá Chong iba a hablar de lo ocurrido esa mañana. Pero tras un silencio, tan largo que pensaron que la centenaria se había dormido, su voz resurgió con una entonación completamente distinta, suave y al mismo tiempo cavernosa, como si brotase de un enorme jarrón de porcelana:
–Los primeros chinos que llegaron a esta comarca fueron víctimas de un filibustero; gallego por parte de padre, filipino por parte de madre y malvado por todas partes. ¡Pobres chinitos! Caer en manos de Jefe Escorpión fue lo peor que pudo ocurrirles. El maldito se enteró de que los ingleses se proponían abastecer con chinos el mercado de trabajadores del Caribe, y les ofreció su conocimiento del litoral cubano y del Mar de China Meridional, su habilidad para el comercio ilegal y su goleta Ocamba, enteramente tripulada por bribones.
Mamá Chong hizo una pausa. Su mirada se detuvo tanto tiempo en Paloma y Maruchi que todos tuvieron la impresión de que buscaba en ellas la inspiración para proseguir.
–Largo y penoso era el viaje. Había que atravesar el Océano Índico, contornear África y cruzar el Atlántico hasta los puertos de La Habana o Matanzas. Algunos morían, y los demás llegaban flacos y débiles. Para que soportaran aquellos meses de angustia, Jefe Escorpión ordenó distribuir opio entre los desgraciados chinos. Luego tuvo la idea de dejarles descansar en una isla desierta antes de llevarlos al mercado de braceros. Los chinitos podían bañarse en el mar, tomar sol, recuperarse del mareo y la mala comida de a bordo, y fumar más opio...
–No era tan malo el Escorpión ése –comentó Kilito.
–¡Era el peor de todos! –graznó Mamá Chong–. La salud de los chinitos no le importaba nada. Solo pretendía que lucieran bien para cobrar más dinero por ellos. Sus “buenos tratos” y el opio reducían la desconfianza de sus víctimas, que creían haber pasado lo peor y acababan firmando contratos de trabajo que los convertían prácticamente en esclavos. Gracias a sus trucos, Jefe Escorpión comenzó a obtener mayores ganancias que los demás traficantes. 
La nieta mayor de Mamá Chong entró con una bandeja y varias tazas humeantes. 
–Es la hora de su té, Mamá –dijo en voz baja.
Las tazas eran antiguas, de porcelana, todas diferentes. Alguna estaba un poco rota, pero resultaban un lujo comparadas con los jarritos de lata que usaban los chongolinos. Por el olor, los chicos comprendieron que su infusión no era la misma que llenaba la taza de la centenaria. Una taza grande y dorada, decorada con un dragón... ¿O era un escorpión?
Mamá Chong cerró los ojos y aspiró el vapor que salía de su taza. De los chicos, el único que apreciaba el té era Carbó. Jorge y Kilito intercambiaron una mueca y dejaron las tazas en el suelo. Pero la anciana, siempre con los ojos cerrados, ordenó:
–¡Beban!... Dejar enfriar el té es ingrato, tonto y hasta dañino.
Los cinco sintieron como la infusión corría por sus gargantas, sus estómagos… hasta llevar su calor a las plantas de sus pies y a la raíz de sus cabellos. Tuvieron la impresión de que la habitación se llenaba lentamente de una luz dorada y vaporosa que nada tenía que ver con la lámpara de aceite.
–Jefe Escorpión se convirtió en un hombre rico, poderoso, y compró la isla donde enmascaraba los sufrimientos de los chinitos. Allí, como en los tres barcos que llegó a poseer, sus menores deseos eran órdenes para los marineros, y leyes inviolables para la mercancía humana que le reportaba un cofre de oro por  viaje. Sin embargo, Jefe Escorpión no vivía mejor que cuando era un miserable filibustero. Él no se cubría de oro y terciopelo, como sus lugartenientes, y no comía faisán ni bebía coñac francés como ellos. A él lo que le gustaba era el poder, ejercer su autoridad sobre todos y sobre todo: fueran quienes fueran, fuese lo que fuese. Por eso, aunque ya había cumplido ochenta años, seguía capitaneando su goleta Ocamba, y mandando como un rey en su isla de opio y mentiras…
–La Isla de las Alucinaciones –musitó Carbó.
Mamá Chong lo miró como a alguien que te cuenta el final de la película justo cuando entras al cine.
–Nadie sabe cómo murió Jefe Escorpión –dijo con cierta brusquedad–. Eso ocurrió mucho antes de que me trajeran a Cuba, siendo una niña. Cuando los mayores hablaban del asunto nunca se ponían de acuerdo: unos pretendían que un rayo bajó de un cielo perfectamente despejado para incendiar la goleta, o que ésta se estrelló contra unos arrecifes surgidos de repente en un mar apacible. Otros hablaban de un motín de la tripulación, porque Jefe Escorpión también maltrataba a la marinería, o de una rebelión de chinitos, al fin hartos de mentiras y privaciones.
Mamá Chong cerró la boca, cerró los ojos y hasta pareció desaparecer dentro de aquel sillón suyo, tan parecido a un armario. Los chicos tuvieron la impresión de estar solos en la habitación, que de nuevo se había vuelto oscura y ya no olía a té, sino a las flores secas que colgaban del techo.
Pero de repente la anciana estaba ahí, con los ojos bien abiertos y hablando con su voz susurrante como la seda cruda.
–La súbita desaparición de Jefe Escorpión y sus hombres solo aumentó los sufrimientos de la última partida de chinitos. Se encontraron solos en la isla, sin alimentos y sin embarcación en la cual tratar de alcanzar la tierra firme. Muy pocos sabían nadar y ninguno conocía las traicioneras aguas, infestadas de tiburones. Los que intentaron la travesía, a nado o en una improvisada balsa, no llegaron a ninguna parte. La mitad de los chinitos era moribunda o cadáver, cuando apareció uno de los clientes de Jefe Escorpión, extrañado de no recibir el cargamento prometido. Arramblaron con los que todavía eran capaces de trabajar, y a los demás los abandonaron a su fatal destino.
Mamá Chong hizo otra pausa larga. A veces daba la impresión de que le faltaba el aire o le fallaba la memoria. Sin embargo, cuando hablaba de nuevo su voz era tranquila y segura; como si leyera un libro invisible, suspendido a la altura de sus ojos.
–La Isla de las Alucinaciones tendría que estar sembrada de esqueletos. Pero como es una tramposa, nunca se ha encontrado un hueso humano en su suelo. Y tampoco se ha descubierto el menor rastro de naufragio o de los cofres de oro que Jefe Escorpión debió dejar enterrados.
Esta vez Mamá Chong estuvo callada más tiempo. Los chicos se miraron, preguntando sin palabras si la extraña visita había llegado a su fin. Como una señal, escucharon abrirse la puerta de la casa. La luz del mediodía se filtró hasta el sillón, tan parecido a un armario, desde donde la anciana les había estado hablando.
Pero allí no había nadie. Solo un chal de seda gris, como un jirón de niebla, cubría el asiento.
–Vuelvan a visitarme un día de éstos…
La  voz de Mamá Chong les llegó desde el otro extremo de la habitación. Allí estaba más oscuro que en el sillón-armario, pero tuvieron la impresión de hallarse ante otra persona: más alta, más corpulenta y mucho menos vieja.
–… estoy segura de que tendrán preguntas que hacerme.
–¡Precisamente! –dijo Jorge precipitadamente–. Todo el mundo asegura que la Isla de las Alucinaciones está maldita y que no debemos visitarla.
Mamá Chong se dio vuelta y, sin contestar, se perdió en las sombras del pasillo. Pero cuando los cinco chicos estaban por abandonar la casa, escucharon su voz, lejana, pero nítida:
–La Isla de las Alucinaciones y la Chongolina están separadas por un acantilado mudo y un mar engañoso. Pero lo que separa, une… Mi padre y sus hermanos fueron prisioneros de esa isla. Sin embargo, cuando ganaron la libertad escogieron rehacer sus vidas aquí; tan cerca, pero tan lejos… Si van, tengan mucho cuidado. Sobre todo ustedes dos, Maruchi y Paloma.
las dos ediciones francesas de Mi tesoro te espera en Cuba
(en francés: Cuba, destination trésor
publicadas por Hachette. París, en 2000 y 2003

http://auteurjeunessedecuba.blogspot.com/p/cuba-destination-tresor.htmlhttp://elpajarolibro.blogspot.fr/p/mi-tesoro-te-espera-en-cuba-de-joel.html



Mi tesoro te espera Cuba recibió en 2001 el Premio de la Ville de Cherbourg , concedido por niños de 29 de las 30 escuelas de Cherbourg y Octeville (Normandía). En ese mismo año, mi novela fue cuarta finalista del Prix des jeunes lecteurs que conceden comités de lectura integrados por chicos de toda Francia.


Ilustración de tapa de la primera edición en castellano de "Mi tesoro te espera en Cuba"
Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2002

Evidentemente, el ilustrador argentino de esta versión se basó en viajas publicciones chinas
para concebir la imagen de Maruchi Pérez Chong. 


La edición actual de "Mi tesoro te espera en Cuba"
Edelvives. Zaragoza, 2008
con una triste foto por tapa y sin ilustraciones


幻觉
 

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