5/8/10

confieso que he leído (1) Gloria Cecilia Díaz, Luis M. Pescetti, Paloma Sánchez

Leo mucho y a menudo comparto mis impresiones. He aquí cuatro ejemplos de libros de Gloria Cecilia Díaz (Colombia), Luis María Pescetti (Argentina), Paloma Sánchez (España) y Dora Alonso (Cuba).

"SOL DE GLORIA "

El sol de los venados

Gloria Cecilia Díaz.
Madrid. Ediciones SM (col. El Barco de Vapor, serie Roja)
primera edición 1993.
Novela
125 páginas.


El sol de los venados suscita en muchos de sus lectores una pregunta que podría calificarse de malsana: ¿Hasta donde va en este libro la biografía de Gloria Cecilia Díaz?

Resulta fácil comprobar que ante una narración en primera persona el lector medio tiende a identificar el yo narrativo con la voz del autor. Pero si es cierto que, como reconoce la propia Gloria Cecilia Díaz, toda obra literaria es autobiográfica, no menos seguro resulta el hecho de que una novela es ante todo creación.

El punto de vista, como otros instrumentos, métodos y materiales de la novela, resulta de una decisión del autor, no por menos consciente más impremeditada. La narración en primera persona no se apoya necesariamente en una relación directa con la fuente principal de inspiración, aun cuando esta realidad sea conocida de cerca por el escritor.

En otras palabras: siempre que se trate de una obra de ficción, lo que importa no es lo que hay en ella de verdadero, sino la coherencia del mundo que ha creado el autor no sólo con personajes y acontecimientos, ideas implícitas y explícitas, sino con el ritmo, timbre y tensión que sugieren los ingredientes formales que definen su estilo.

Gloria Cecilia escoge como personaje narrador a una niña que se siente algo insegura en su abundante pandilla de hermanos y que busca su lugar en el mundo. Con toda franqueza Jana nos confía su admiración por Tatá, hermana mayor y alumna brillante, y por Ismael, que es el personaje heraldo, detentor de la verdad (y el que menos me convence, por lo mismo); la niña narradora revela igualmente su amor por su madre, sus sentimientos encontrados respecto a los adultos, su fragilidad física y sus dificultades escolares.

Si la creación de este personaje puede estar sustentada en elementos vivenciales, su elección como portador de la narración responde a una necesidad técnica. Salvo cuando se premedita la interiorización o subjetivación de la perspectiva, los héroes no resultan buenos personajes narradores (como en la vida, donde vivir y contar se reparte casi siempre entre miembros distintos del elenco). Lo más frecuente es que los escritores escojan un testigo, un segundón o un antihéroe, puesto que lo necesitan para que cuente, para que observe, incluso para que juzgue. En El sol de los venados la indefensión del personaje narrador incremente la identificación de los lectores con él (ella), pues los chicos suelen sentirse en posición de debilidad en un mundo dominado por el adulto y regido por leyes que no conocen, cuyo aprendizaje es exigente y a menudo doloroso.

A través de los ojos de Jana, y a través de su corazón porque se trata de una novela de sentimientos (atención: no he dicho sentimental), el lector descubre estampas de su vida, del devenir de su familia y del pueblo en que reside. Resulta reconocible la Colombia andina de hace unos treinta años, con sus desigualdades económicas, su machismo, su violencia política, su retraso tecnológico, su rutina semirrural. Esto no significa que haya tipo alguno de "denuncismo"; como saldo queda un mundo perfectible, pero querido.

Es a través de la perspectiva de la niña narradora que se sostiene el único mensaje algo insistente del libro: un rechazo a la desigualdad entre grandes y chicos. El asunto no es abordado esquemáticamente, puesto que Jana no perdona ni a sus seres más queridos y no se limita al choque entre adultos y niños: "Me senté en un rincón de la sala. Papá estaba allí leyendo el periódico. Ni siquiera me preguntó lo que me pasaba. Mamá tampoco, como siempre estaba ocupada con los más chiquitos. No tenía a quién decirle que estaba triste. Tatá lo sabía, pero como yo soy más pequeña, no me hace mucho caso" (p. 63).

La narración abarca aproximadamente dos años (entre los 9 y los 11 de edad de Jana) y está básicamente estructurada al modo de una novela de crecimiento, aunque en los capítulos iniciales hay una intemporalidad intencional (consecuente con la vaga noción que del tiempo tienen los niños). Nótese como al principio la narradora utiliza el presente de indicativo y sólo paulatinamente pasa al pretérito simple con incursiones específicas en el imperfecto. No es sino a mediados de la novela que la secuencia se hace decididamente lineal y avanza en un crescendo dramático que culminará con la muerte de la madre, la disputa entre el padre y la abuela, y la reorganización de la familia en torno a la figura, deliberadamente poco esbozada, de Fanny.

He utilizado arriba el término capítulo, pero en realidad las unidades que componen la novela son una mezcla de cuento, página de diario, estampa o anécdota, generalmente introducida por frases como: "una noche llegó el abuelo", "al atardecer, cuando el sol comienza a ponerse rojo" o "el sábado pasado fuimos al río". Casi siempre, estas unidades narrativas resultan desencadenadas por el retrato de uno de esos personajes secundarios, tan fuertes y entrañables, que sazonan la obra, aún cuando el tema que se desarrolle a continuación no tenga al personaje del caso por protagonista. Véanse, por ejemplo las páginas 22-24, introducidas por "Pacheco, mi padrino..." y que terminan por relatar la anécdota de la tentativa de hurto a la dulcera ciega. En esta ocasión se dice poco de Pacheco, quien volverá más adelante para justificar el importante papel que le corresponde en el mundo afectivo de la narradora.

Para mí, los personajes son el punto fuerte de esta novela. Incluso los menos importantes poseen un color intenso e inolvidable, aun cuando su dibujo sea un tanto difuso. Me atrevería a decir que la técnica de Gloria Cecilia es impresionista -entiéndase en el sentido pictórico- y por ello mismo el otro rasgo sobresaliente del libro es la atmósfera, lograda con un mínimo de recursos. Los personajes secundarios aparecen y se van, vuelven o son evocados dejando ver un ángulo antes no precisado. Entre ellos destacaría a la abuela; una abuela no tradicional puesto que está divorciada, fuma, es coqueta...

El sol de los venados es una novela sorprendentemente madura en autora tan joven (fue su segundo premio Barco de Vapor en 1992). Su estilo es depurado, de frases sencillas y certeras, con diálogos excelentes, y muy bien situados momentos poéticos, dramáticos y cómicos. Hay maestría para crear, a veces con una simple oración, una atmósfera o una situación intensa, como cuando se sugiere el desamparo de los huérfanos con solo decir: "Nena juega por ahí, solita y callada" (p. 119).

Probablemente uno de los elementos que más acercan a Jana y a Gloria Cecilia Díaz es su común pasión por la literatura. Los lectores no quedarán indiferentes ante la "predicción" hecha por varios personajes de que la protagonista será escritora. Por otra parte, la novela ofrece claves de una formación literaria que los lectores estarán en situación de compartir; sean los cuentos de miedo que narra el abuelo o las lecturas de Jana: poemas escolares, narraciones de Andersen, Alicia en el País de las Maravillas, Corazón, Las aventuras de Huckleberry Finn, El principito. A estas "fuentes directas" se suman la fascinación que ejerce el descubrimiento de un poeta de carne y hueso, y la "lectura" que hace Jana del paisaje y de la vida misma. Estos dos elementos vienen a juntarse en el último párrafo del libro, tan prometedor y balsámico como un horizonte:

le pedí a Ismael que fuera a buscar el libro de poemas del escritor que había sido amigo de su papá. Nos sentamos a leerlo en la acera mientras, arriba, el cielo empezaba su danza del fuego (p.125).

Casi tópica es la afirmación de que para escribir literatura infantil se requiere la capacidad de revivir el niño que uno fue o conservar un alma de niño. Es probable que al referirse a la obra que nos ocupa, muchos hayan evocado esta idea. Personalmente, la fórmula me irrita por su empirismo reductor, ya que suele presentársela como única y esencial, echando de lado la enorme complejidad de la literatura (la infantil como la otra) y el enorme trabajo de formación necesario para hacer de cualquier persona sensible un escritor. Para escribir El sol de los venados no basta con haber sido una Jana, hay que haber recorrido además el camino vital y profesional, lleno de riesgos y sacrificios, de Gloria Cecilia Díaz.



Publicado en la Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil, nº 3. Bogotá, enero-junio de 1996.


  
"FRIN: VIDA, PASION... ¡Y SUERTE!"

Frin

Texto de Luis María Pescetti. Ilustraciones: 0'Kif
Alfaguara. Buenos Aires, 2000
(Serie naranja: lectores desde 10 años)
Novela.

Frin cuenta la vida de un chico. En verdad, unas pocas semanas de la vida de un chico, pero son de esas en las que –como nos ha pasado a todos- la vida revienta sus márgenes de rentabilidad y acumula un montón de experiencias, haciéndonos madurar de golpe, quemar etapas. A Frin le pasa de todo en las 203 páginas de esta deliciosa novela del escritor argentino Luis María Pescetti: sufre el hostigamiento de su profesor de educación física y reinventa la resistencia pacífica, asume su incompetencia deportiva y descubre su competencia literaria, admite su cobardía frente al abuso físico, pero demuestra valor y tenacidad frente a la violencia psicológica y la injusticia, se percata de que hay madres violentas y padres que abandonan el hogar, se da cuenta de las diferencias económicas, comienza a trabajar (a tiempo parcial, en una librería del barrio) y participa en una huelga. Pero sobre todo, Frin vive, sufre y goza la dicha y la tortura del amor, pasando por la incertidumbre, los celos, la vergüenza... hasta alcanzar esa maravillosa inflamación luminosa del alma que es la felicidad.

Pescetti ya ha demostrado en otros libros el conocimiento que tiene de las formas de actuar y expresarse de los pre-adolescentes, su dominio de la lengua coloquial y su capacidad para captar y expresar en pocas palabras la esencia del ser humano. Notable creador de personajes, aquí se destacan el propio Frin, Alma (la chica de la que está enamorado), Arno (el adorable fracasado), el cambiante y sin embargo estable Lynko... A esta magnífica galería de chicos, se unen varios adultos excelentemente trazados como la violenta madre de Arno, el energúmeno profesor de gimnasia, el antológico abuelo de Alma y la deliciosa loca servicial de doña Rosa.

La historia avanza serena y ágil, a base de anécdotas de la vida escolar y el siempre arduo aprendizaje del amor. Al mismo tiempo que el protagonista madura, el escenario va rebasando sus iniciales límites escolar-hogareños y abarca otros hogares, la calle, las afueras del pueblo y hasta un pueblo vecino. Frin viaja -a espaldas de sus padres, en una aventura que marca el fin de su niñez- al lugar a donde marcha Alma tras la separación de sus padres. Aquí el espacio ya no solo es colectivo, sino socializado de manera trascendente: el pueblo se levanta ante la amenaza de cierre del molino que emplea a la mayoría de los habitantes. De golpe, el libro rebasa los límites de una historia de crecimiento individual, de un “romance de escolares” para integrar la actualidad argentina; con sus huelgas, quemas de neumáticos y caras tapadas, con un corte de carreteras, un empresario corrupto y una televisión manipuladora.

Pescetti tiene una prolongada experiencia profesional en la radio y eso se nota en su escritura. Esto no significa que no sepa diferenciar el discurso radiofónico del discurso literario, sino todo lo contrario: que ha encontrado en la experiencia radial recursos con los cuales enriquecer, hacer más eficaz y personal su prosa narrativa.

En Frin los abundantes y eficaces diálogos participan sólidamente en la exposición de los acontecimientos y en la construcción de los personajes, disminuyendo las intervenciones del narrador. Este interviene siempre que hace falta e incluso es omnisciente (no solo sabe cosas que un observador exterior no podría conocer, sino que se remota en el pasado y se proyecta al futuro, asume las suposiciones, dudas, y planes de los personajes), pero no por ello se permite aparecer cuando es prescindible (eso se llama oficio). Otro rasgo estilístico singular –al punto de convertirse en todo un estilema pescettiano, es la omisión de acotaciones. Raramente leemos cosas como “dijo Frin” o “pensó Alma”. Pescetti prefiere colocar entre paréntesis el nombre del personaje que habla, pero no como en el teatro o en los guiones radiales, sino de una manera híbrida, que trasmite eficazmente las circunstancias de la situación al tiempo que escamotea la carga de convencionalidad que en la narrativa habitual tienen esas intervenciones “técnicas” del narrador. A veces entre semejantes paréntesis, el narrador encierra los pensamientos o la intención de los personajes, lo que le permite obtener efectos sorprendentes o cómicos.

El narrador se funde con uno u otro personaje y desde éste, en particular desde el protagonista –pero sin llegar a narrar en primera persona- dice cosas que no resultaría verosímil o pertinente en la voz del personaje. Hacia el final, en el capítulo 26 y en el epílogo, esas confusiones deliberadas entre narrador y personaje no consiguen del todo disimular que es el propio autor el que comienza a suplantar al narrador. Estas intervenciones, sin llegar a estropear la calidad de la novela, generan una cierta presión sobre el estilo y los acontecimientos, que modifica levemente el tono del relato de la huelga y su desenlace.

Con todo, es hacia el desenlace que leemos momentos tan logrados como éste:

Frin quiso mirarla, corrió su brazo y levantó despacio su cabeza. Se dio vuelta hacia ella. Alma también quiso mirarlo. Se quedaron. Ojos muy cerca de los ojos de cascabelito lindo. Muy cerca de la nariz que está cerca de la nariz de los ojos de cascabelito cascabelito lindo. No fue que Alma se acercó, sino que algo profundo y sencillo se le aflojó adentro. Frin se inclinó hacia delante y cerró los ojos. Alma cerró os ojos y se inclinó. Frin sintió, delicadamente, los labios de Alma con sus labios. Primero Frin sintió, delicadamente, los labios de Alma con sus labios. Luego, Frin sintió a Alma con sus labios, y Alma sitió a Frin con los suyos. Y eso era un beso..

Cuando uno llega a esta página, le dan ganas de aplaudir, como en el cine. Y Pescetti ha rodeado ese exquisito momento de un discurso lírico y levemente delirante que ocupa el lugar que, si fuera cine, tendría un arrebato de orquesta romántica. En el epílogo vemos a Frin, que regresa a su pueblo en una avioneta, que por momentos le dejan pilotar. Galopa nubes, decidido a deshacer todos los entuertos que dejó pendientes a lo largo de la novela. Quién puede dudar de su determinación y de su fuerza: regresa de su primera batalla de amor y ese triunfo hace de él un Quijote, un raro Quijote, joven y victorioso.


"EL CAZADOR Y LA BALLENA, HISTORIA DE DOS SOLEDADES Y UNA FELICIDAD"

El cazador y la ballena
Texto de Paloma Sánchez Ibarzábal. Ilustraciones de Ibán Barrenetxea
Oqo. Pontevedra, febrero de 2010
Album
ISBN: 978-84-9871-221-6

Si algo caracteriza este hermoso álbum escrito por Paloma Sánchez, ilustrado por Ibán Barrenetxea, es que lo construye un lenguaje poético, muy alejado de la tendencia en boga de simplificar, de « rebajar » el lenguaje, poner la historia y su instrumento musical y conceptual –la lengua- a niveles bajos, como si el lector modelo fuera precisamente el no lector.

Los álbumes están salvando a la edición española más reciente del populismo demagógico que domina las colecciones más comerciales, y por tanto visibles. Su contribución no es, en consecuencia, solo la de elevar el nivel artístico de la edición –que no es poca cosa, ni tarea secundaria- sino la de elevar al pedestal que merecen los niño, como los lectores inteligentes y exigentes que saben ser.

En El cazador y la ballena, Paloma Sánchez Ibarzábal habla de un cazador obsesionado por lo que parece ser su destino: cazar ballenas, pero que tiene también un sueño estético, gratuito, elevado: alcanzar las estrellas. Al abandonar su “destino”, su pedestre objetivo, el cazador consigue, precisamente con ayuda de esa ballena que se obstinaba en querer matar, alcanz las estrellas de su sueño.

El cuento está muy hábilmente estructurado; dividido en dos cantos titulados respectivamente “Amanece...” y “Anochece...” que se alternan en una especie de oleaje lírico y marcan el paso de los días y la larga espera y soledad del cazador. Cada canto puede no ser más que una frase como “...la ballena hoy no danza en el horizonte...” o sumar varios párrafos, pero cada uno posee una identidad que no es temática ni definida por el protagonismo de uno de los dos antagonistas: el cazador y la ballena (hay un tercer personaje, colectivo: las estrellas que alimentan los sueños o distraen la espera del cazador solitario en una pradera que el ilustrador ha representado como un montón de con hojas secas para mejor sugerir que se trata de un escenario convencional y de un empeño estéril, puesto que lo esencial no está ahí y el terreno de la búsqueda es universal y trascendente.

La alternancia de los cantos “Amanece...” y “Anochece...” se interrumpe en una variación titulada “Casi amanece”, más extensa que las anteriores y que intensifica y reorienta la trama.

Los cantos son sutiles: una tonalidad, un tempo, un acto o escena diría un dramaturgo. En su muy atenta lectura, el ilustrador Ibán Barranetxea ha escogido una gama de colores para cada uno: los “Amanece” son verdosos, los “Anochece” azulados. Son dos gamas deliberadamente próximas, mientras que para el canto “Casi amanece” la gama, rompedora, tira al naranja. Es que en este canto los dos personajes, que hasta entonces no han hecho más que buscarse-rehuirse, al fin se encuentran. O, mejor dicho, el cazador encuentra a la ballena, la conoce; y se da cuenta de que no es LA ballena, sino UNA ballena: con una vida propia, llena de cicatrices alegres o tristes, un ser vivo y con identidad y no un mero blanco para su arpón. Al recorrerla con la mano desarmada el cazador comprende: “¡parece un cielo lleno de estrellas!”.

Con el cuarto y último “Amanece”, Ibán abandona el naranja (reducido a una nubecilla sobre el lomo de la ballena) y se entrega a un amarillo todavía enrojecido por la ira del cazador, que todavía enarbola el terrible arpón. Pero cuenta Paloma que los que se encuentran son los ojos del hombre y el mamífero marino, y no el acero afilado y la piel rugosa. Flotando sobre las últimas hojas, el cazador mira alejarse a su presa, y en la doble página siguiente, el amarillo, cada vez más luminoso, lo aportan los girasoles que ahora conforman el mar (ya no dibujará Ibán más hojas secas: el sueño del cazador florece). En las dobles páginas que siguen, y concluyen el libro, el ilustrador se muda a un gris luminoso y onírico, repujado por el blanco de lunas, estellas y del pijama que viste el cazador, devenido soñador al cambiar el arma por el alma como medio de conquistar su Sueño. Leemos: “lejos del barco, esa noche, se encuentran los dos en el mar de estrellas”, y el ilustrador dibuja estas palabras de la escritora con el cazador, estrella en mano, galopando la ballena, que nada en un mar de idénticas estrellas.

Paloma Sánchez Ibarzábal debutó en el panorama editorial en 2005 con su novela El brujo del viento (SM), aunque por el momento su bibliografía está dominada por cuentos que, dentro de una amplia gama de tonos y temas, testimonian una singular sensibilidad para los detalles y las esencias humanas, unido a un dominio de la palabra y una forma bastante peculiar de organizar su discurso. Dan prueba de ello ¿Quién sabe liberar a un dragón? (SM, 2007), El cazador y la bellena y Cuando no encuentras tu casa (ambos editados por Oqo en 2010) y, en un plano un tanto más lúdico y ligero, pero que en nada desentona de los anteriores: Pirata Plin, Pirata Plan (SM, 2009).

De Ibán Barrenetxea confieso saber mucho menos. No conozco sus otros libros y no encontré en Internet bibliografía alguna. Quizás su carrera de ilustrador de libros es más reducida que su ejecutoria como diseñador y dibujante. No obstante, los dibujos que muestra en su página web ahondan en el estilo que le conocí en el álbum de Paloma Sánchez: excelentes composiciones, líneas precisas pero hábilmente difuminadas, con texturas y colores neblinosos, lo que demuestra un gran dominio de la luz. Un universo ciertamente poético, lo que no significa que esté desprovisto de humor.




Catalina la maga

de Luis Cabrera Delgago

Ilustraciones de Esperanza Vallejo
Bogotá. Norma, 1997.
60 páginas
.

El humor, la magia y el absurdo, combinados con la crítica de diversos aspectos de la realidad son algo característico en la obra de este prolífico autor cubano, perceptible desde libros tan tempranos comoPedrín (publicado con 11 años de retraso, en 1991), Tía Julita (Premio UNEAC en 1982 y publicado en 1987) y Los calamitosos (1993), libro de relatos (para jóvenes y adultos) donde la sátira de la sociedad, representada en un pequeño pueblo imaginario, es algo ácida y estilizada.
Pero en Catalina la maga el destinatario es claramente infantil y predominan el humor y la fantasía. El escenario es el mundo cotidiano de una niña de ocho o nueve años, en su casa, la calle y la escuela, que Cabrera recrea con la penetración del psicólogo social que fue durante años y con efervescente ingenio.

Tras la ligereza aparente de una historia de niña con poderes mágicos, el autor aborda la complejidad de las relaciones en la familia reconstruida después de un divorcio, el racismo sutil de los cuentos de hadas, el machismo, los abusos que los adultos, a veces sin darnos cuenta, cometemos con los chicos; así como la burocracia, el oportunismo, la mentira, el consumismo, y otros temas no tan frecuentes en la narrativa para estas edades. Entre los cuentos, que forman una secuencia dinámica como en las novelas, se intercalan pequeñas frases filosóficas, críticas o poéticas que, como fórmulas mágicas, pueden servir al animador de la lectura para lanzar a los propios chicos por el camino de la invención. Las ilustraciones, mal servidas por el exceso de grises y la impresión en un papel de mala calidad, son de un grafismo naif que no tiene la criolla gracia del texto.


Disfruta tu libertad y otras corazonadas
de Antonio Orlando Rodríguez
Ilustraciones: Eulalia Cornejo
Libresa. Quito, 1999.
83 páginas


Este libro fue en su momento la prueba definitiva de un cambio profundo experimentado por una de las más reconocidas trayectorias de la literatura infantil cubana. Lo novedoso está en que el destinatario adolescente y, sobre todo, en que los temas son más profundos y el tratamiento estilístico se ha liberado definitivamente de cierto optimismo a toda costa y de la imaginería un tanto almibarada que habían estado ahogando la indudable capacidad de Antonio Orlando para crear historias reveladoras del ser humano.

Ya en 1987, en una jornada de lectura de originales en el Palacio del Segundo Cabo, en La Habana, Antonio Orlando había presentado un cuento en que un niño se refugiaba de la violencia de unos padres que no se entendían, al mudarse al mundo de armonía doméstica situado al otro lado de una ventana dibujada por él mismo con saliva. "La ventanita" se vio impreso al fin en Concierto para escalera y orquesta(Edilux. Medellín, 1995), tres años después del estreno en una modesta edición del Ministerio de Cultura (de Cuba), de Yo, Mónica, y el monstruo: una protesta contra los maestros insensibles y violentos que constituyó otro paso, todavía tímido, hacia el compromiso con las asperezas que enturbian la vida de los chicos. Pero es en Farfán Rita y el profesor Hueso (premio Confamiliar del Atlántico. Barranquilla, 1998) que nuestro autor alcanza el punto más alto en este nuevo camino de su narrativa y, consciente de ello, lo hace centro de Disfruta tu libertad...

En "Farfán Rita y el profesor Hueso", una adolescente desentraña la adolorida y abnegada intimidad de su odiado profesor de matemáticas cuando acude al entierro de un pariente y en una solitaria capilla de la funeraria advierte a Remigio Hueso, quien acaba de enviudar y de tomar la decisión de jubilarse.

Escritos en épocas y países distintos, los seis cuentos de Disfruta tu libertad... se integran de manera coherente gracias a su tema y tono, pero también por vía del protagonista colectivo que en cada cuento "designa un solista" para encarnar y narrar el conflicto. Las anécdotas, sencillas pero bien construidas, y las convincentes caracterizaciones reflejan el buen conocimiento adquirido por el autor de las íntimas inquietudes de los adolescentes y de sus relaciones a menudo inarmónicas con la escuela, el grupo y la familia. Problemáticas como las tensiones entre atracción física y espiritual, el dogmatismo, la infidelidad conyugal, la soledad, la vejez y la muerte, son presentadas con una prosa cincelada y sobria, pero que no se priva de expresiones regionales, metáforas, humor e ironía.

La narrativa infantil de Antonio Orlando Rodríguez, pese a la excelencia de su estilo y lo ingenioso de situaciones y personajes, estuvo sometida hasta principios de los años 90 por la normativa de los primeros treinta años de literatura “revolucionaria” (y no solo la destinada a los más jóvenes): la representación edulcorada de la realidad cubana contemporánea. Disfruta tu libertad y otras corazonadas permite la reconciliación de la producción infantil y la producción para adultos de nuestro autor, que ya se había manifestado en los brillantes relatos de Strip-tease (Letras Cubanas. La Habana, 1985) y que más recientemente han confirmado las densas novelas Aprendices de brujo (Alfaguara, Bogotá, 2002; Rayo/HarperCollins, New York, 2005) y Chiquita (Alfaguara, Madrid, 2008).

23/7/10

libros que vuelan


Sueño a menudo que vuelo. No a gran altura, suspendido por alas poderosas como los pájaros y los aviones. Sueño de manera muy realista que vuelo planeando, propulsado por mis piernas, devenidas potentes propulsores y con los brazos abiertos, equilibrando unos como saltos prodigiosos... Cada vez despierto convencido de la realidad de mi vuelo, y todavía con restos de vértigo me siendo a escribir. Será por eso que en mis libros abundan los pájaros, los vuelos, las cometas, las escobas mágicas y tapices voladores. O será simplemente para no desmentirme ante el niño que fui y que se prometió ser astronauta...



PÁJAROS EN LA CABEZA
© Kalandraka. Sevilla, 2004
Ilustraciones: Marta Torrão
Cuento. Si la ambición te quita el sueño, escucha a los pájaros
[Desde 7 años]

En un reino pequeño y no precisamente rico, el ministro de Todo lo Demás, el ministro de Defensa y el ministro de Economía piensan que sólo una guerra puede satisfacer sus deseos de grandeza. Pero su rey, siempre rodeado de pájaros, no tiene sino ideas lindas y pacíficas. Los ministros deciden sacarle esas ideas y, sobre todo, esos pájaros de encima. Con astucia lo consiguen... En fin, casi.
Un rey singular, un tanto miope y quijotesco se ocupa de la buena marcha de su país; un cachito de patria, no menos imperfecto u olvidado de las complicaciones que da el vivir. En una interacción un tanto juguetona, cada personaje asume el papel que le corresponde con marcada fidelidad a su esencia. Estamos ante una historia que permite una pausa sobre la convulsa actualidad, una pausa indudablemente aleccionadora tanto para los chicos como para los adultos
(Sanda Avendaño. Chiapas. México).
Traducido al gallego, el portugués y el coreano.
Distinción THE WHITE RAVENS. Biblioteca Internacional de la Juventud. Alemania




El pájaro libro
Ediciones SM, col. El Barco de Vapor, 2002
Ilustraciones: Ajubel
Premio nacional de Ilustración de España en 2003

Un libro olvidado, y por ello frustrado, en el estante de la biblioteca municipal, decide lanzarse a la aventura de darse a conocer por sí mismo y, para ello,  tiene que conseguir volar hacia afuera. Se trata de todo un reconocimiento al libro como objeto vivo, capaz de transformar la vida de sus lectores y de llevar alegría y esperanza a los transeúntes. Es, además un canto a la voluntad y una invitación para descubrir el mundo de maravillas que, entre las páginas de un libro olvidado en cualquier estante de cualquier biblioteca, espera por nosotros para compartir su tesoro y para que lo llevemos a dar “una vuelta”
Adrián Guerra Pensado

Responsable de la Sala Juvenil de la Biblioteca “Rubén Martínez Villena” de La Habana.










T'raducido al francés por Sylvia Gehlert. París. Belin, 2009. Ilustraciones: Vanessa Hié





LA TREMENDA BRUJA DE LA HABANA VIEJA

Edebé. Barcelona, 2001
Ilustraciones: Ajubel
Novela. La peor de las brujas contra la mejor de las niñas
[Desde 8 años]










La bruja de La Habana Vieja vivía consagrada a sus hechizos y a su amistad con otras brujas tan feas y malvadas como ella. Hasta que descubre que tiene una sobrina-tataranieta linda y buena. Temiendo por su reputación, intenta arrastrarla por el camino del mal, pero la niña posee poderes capaces de cambiar muchas cosas.
(Boletín Red de Bibliotecas de Andalucía, 2002).
¡Otra historia de brujas, dirán algunos! Parecería que desde la aparición de Harry Potter los autores infantiles carecen de imaginación. Pues no: estamos ante una historia ingeniosa, que realmente merece la lectura. La galería de personajes (sobre todo las brujas) estalla de humor y originalidad, y la trama da muestras de buenos sentimientos
(Comité X. Página web de Hachette. París, 2003).

Traducido por Mireille Meissel: Malicia Horribla Pouah, la pire des sorcières. París. Hachette, 2001 (edición agotada).



LA NUBE
© Random House Argentina (Sudamericana).
Buenos Aires, 2001
Ilustraciones: Juan Deleau
Cuento. Una nube busca su destino
[Desde 4 años]

Del mar a la montaña, del campo a la ciudad, las andanzas de una nubecita blanca y redonda como un sueño. Distintos escena- rios para una bella metáfora que conjuga profundidad y sencillez.

Uno agradece al autor y al ilustrador por enseñarnos a mirar y remirar el mundo cotidiano que tanto interesa y conviene a los pequeños. La historia me ha invitado a poner los ojos en la cara del cielo y redescubrir junto a los niños que, detrás de una aparente mota de algodón celestial, existen otros matices. El contrapunto armónico que establecen el texto y las ilustraciones resulta aquí un juego particularmente divertido y seductor para los prelectores al aparecer dibujos entre las palabras del cuidado texto. El diccionario de imágenes incluye más de una definición y, detalle multicultural, regionalismos de las diferentes comarcas de la lengua castellana.
(Sandra Avendaño. Chiapas. México).



LA LECHUZA ME CONTÓ
Progreso. México, 2004 Ilustraciones: Fabiola Graullera
Primera versión: DE LOS PRIMEROS LEJANOS TIEMPOS LA LECHUZA ME CONTO. Oriente. Santiago de Cuba, 1987.
Traducido al vasco con ilustraciones del autor: HONTZAK KONTATU ZIDAN. Desclée de Brower. Bilbao, 2006.


Cuentos. La ecología en fábula
[Desde 7 años]

Historias que cuentan con poesía, humor y mucha imaginación un tiempo maravilloso en que animales, plantas, astros y fenómenos atmosféricos se pusieron de acuerdo sobre la mejor convivencia posible. Un libro ecológico diferente.

Las historias tienen ese algo que no necesita de ecuaciones ni de reglas para ser creído, eso que nace de la combinación del talento con la imaginación y la fantasía, completado con un toque de originalidad
(Asela Suárez. Cartelera, La Habana, 1988).

VUELA, ERTICO, VUELA
Ediciones SM. Madrid, 1997
Ilustraciones: Ajubel

Novela. La magia está en saber quién eres
[Desde 7 años]

Es un cuento con niño solitario, sombrío desván y abuela de largos brazos protectores, capaz, con sus agujas de punto, de tejer los mayores prodigios imaginables, como es que su nieto vuele sobre una alfombra o que encuentre el reconfortante calor de la amistad (Equipo Peonza. El diario montañés. Santander, 1998).

La escritura de Rosell es rica en imágenes y entabla todo el tiempo un juego de comparación entre las emociones y los olores. Hay una exploración de la palabra en el texto, una escritura sutil que dice cosas más allá de lo escrito. Con guiños al lector en apelaciones continuas para involucrarlo, Rosell expone una lectura entre líneas y logra un mundo subjetivo y mágico con elementos de la realidad
(Sandra Comino. La Mancha. Buenos Aires, 2000).

16 ediciones, 96 000 ejemplares



EXPLORADORES EN EL LAGO
Alfaguara. Madrid, 2009.

Novela: En busca de su mascota desaparecida, una pandilla de amigos pone en jaque a una banda de traficantes de especies protegidas
[a partir de 10 años]

Robin es un niño tímido y no tiene amigos en su nueva escuela. Cuando parten once días a una reserva ecológica, Robin lleva a escondidas a su cotorra. Su comportamiento misterioso llama la atención de los cuatro chicos que se convertirán en sus primeros amigos. Juntos investigan la desaparición de la cotorra y eso los lleva a interesarse en la desaparición de especies protegidas que padece la reserva. La novela combina aventura ecológica, encuesta detectivesca y vida escolar. Misterio, humor y aventura son los ingredientes principales.



AVENTURAS DE ROSA DE LOS VIENTOS Y JUAN PERICO DE LOS PALOTES
Alfaguara. Buenos Aires, 2004
Ilustraciones: Xulian

Distinción THE WHITE RAVENS (mejores libros infantiles publicados en el mundo). Biblioteca Internacional de la Juventud. Alemania, 2006

Primeras versiones: Santa Clara, Cuba. Capiro, 1996 y El Arca, Barcelona, 1996.
Novela. Viaje maravilloso por un mundo no tan imaginario como parece
[Desde 8 años]

Rosa de los Vientos y Juan Perico de los Palotes unen sus aptitudes mágicas para construir su hogar en una cometa y resolver los diferentes problemas que surgen en un viaje por lugares fantásticos y desopilantes como la Montaña Extraña, la Isla Rectangular, el Gran Imperio Ote y hasta una nueva versión de su propio país de origen.

Rosell asume en este libro unos planteamientos arriesgados, ajeno a las fáciles concesiones tan presentes en cierta literatura para niños. El juego de lenguaje y por tanto el humor, recorre todo el curso de los acontecimientos (El Diario Montañés, 1996) / Este muy imaginativo relato continúa la tradición de los “voyages imaginaires” y aporta nutrientes al pensamiento. Como en Los viajes de Gulliver, los países visitados son reflejos satíricos del propio mundo de los protagonistas. Desde una perspectiva externa podemos distinguir una crítica de los poderosos y de la sociedad humana en su conjunto
                                                                   (Catálogo del premio The White Ravens. Munich, 1997).

Traducido al francés por Mireille Meissel: Les aventuriers du cerf-volant. París. Hachette, 1998, ilustraciones: Gabriel Lefebvre (edición agotada).




                                                   















mi ilustrador Ajubel me dedica nuestro libro

21/5/10

Tres preguntas y cuatro respuestas sobre literatura infantil




1. Para los lectores que aún no te conozcan, explica tus características como escritor, tu estilo, tus temas preferidos…
Es muy difícil resumir una personalidad literaria en pocas palabras, y más cuando se trata de un autorretrato. Nadie tiene una idea objetiva de sí mismo y la cosa llega al extremo de que quien nunca se haya visto reflejado en una superficie pulimentada, no reconocería su rostro a primera vista. Para no irme por las ramas, como tanto me gusta, fuerzo una primera definición de mi personalidad literaria: soy analítico, me gusta afrontar las cosas por un lado poco habitual, evito la narración en primera persona y cuido mucho mi expresión. Mis libros tienen eso que algunos reseñistas llaman “una prosa cuidada”; pero al mismo tiempo busco el humor, la trama intensa, la invención lingüística.
Lo que más cuido en mis libros es la coherencia e interés de la historia. Opino que un escritor puede tener ideas muy profundas y ardientes, pero no debe expresarlas directamente en sus ficciones. Su visión del mundo, su compromiso, sus obsesiones y lo demás ha de transformarlas en acción, en conflicto novelesco, en aliento de sus personajes… en vez de manipular o lastrar la trama, la caracterización, los diálogos o la narración. Mis libros pretenden ser divertidos y profundos, realistas y mágicos, para niños y para ciertos adultos, cuento y novela (y a veces un poco ensayo), todo al mismo tiempo.
Lo anterior no significa que mis obras sean todas iguales: tengo novelas con tanto humor como La tremenda bruja de La Habana Vieja, con mucha aventura como Mi tesoro te espera en Cuba, plenas de leve misterio como Vuela, Ertico, vuela o tejidas con magia e Historia como La leyenda de taita Osongo.
Lo que indudablemente no soy es un escritor realista. Opino que la cruda realidad ha de ser cocida para convertirla en ficción narrativa (la primera es indigesta, mientras que la segunda puede ser asimilada hasta el último de sus nutrientes). Esto no quiere decir que yo rehuya la realidad, sino que prefiero abordarla con la distancia crítica que permiten la fantasía, el humor o la aventura.
En mis cuentos Javi y los leones, La Nube y La bruja Pelandruja está malucha me dirijo a niños pequeños y soy bastante breve y directo, aunque sin renunciar a un segundo plano de lectura, a cierto relieve metafórico o, al menos, a “efectos especiales” como son rimas internas o guiños intertextuales.
En textos más ambiciosos como Pájaros en la cabeza, Don Agapito el apenado, El pájaro libro y la mayoría de los que integran Los cuentos del mago y el mago del cuento, me propuse abordar de manera parabólica o metafórica cuestiones muy concretas y serias de nuestro mundo como el poder, la necesidad del escritor de realizarse en el encuentro con sus lectores, la urgencia de prestar mayor importancia a los demás y asumir francamente nuestras pasiones y defectos, la complejidad de la vida en pareja. Mis cuentos para niños no siempre tienen temas específicamente infantiles ni personajes menores de edad… ¡y eso gusta a los chicos! Ellos bien saben que tienen que crecer, que tienen que conquistar su lugar en un mundo del que los adultos se obstinan en ocultarles cosas quizás difíciles, pero apasionantes.
Alguna vez alguien me dijo que yo era un poeta en prosa y creo que, efectivamente, en mis cuentos busco eso que diferencia al poeta del mero malabarista verbal: cierta dosis de filosofía.
Eso sí, espero ser un poeta divertido, un filósofo al que le encanta jugar.
Aunque se me ha pedido definirme como escritor, tengo que aclarar que no solo soy un autor de narrativa…
Siempre me ha interesado mucho el componente visual de los libros infantiles. Mis primeras experiencias creativas, a los 10 u 11 años, tenían más de tebeo que de cuento dibujado. Y cuando empecé a escribir, no solo ilustré aquellas incipientes novelitas, sino que a menudo la idea partía por entero de un dibujo. Mi primera publicación, a los 19 años, no fue un texto, sino humor gráfico. Pero a continuación me persuadieron de que carecía de talento plástico y durante casi treinta años me contenté con tratar de participar en la elección de mis ilustradores y darles alguna opinión. No es hasta 2006 que publiqué un libro con ilustraciones propias (machacadas por la deficiente impresión), y al año siguiente, todo un álbum, La canción del castillo de arena. Todavía no me atrevo a declararme ilustrador (como tardé mucho tiempo en asumir que el de escritor era mi oficio, no por modestia sino por respeto al género). Pero esta vez se debe a que la mayoría de mis trabajos de ilustración están todavía inéditos en castellano (dos han salido solo en vasco y el último aparecerá a mediados de 2010 en francés). Aclaro que no tengo la menor intención de ser mi único ilustrador, y no solo porque hay estilos de la ilustración donde no puedo meterme o porque nunca renunciaré a la estimulante sorpresa que supone la interpretación de mis textos por otros artistas. Lo cierto es que solo me interesa ilustrar si puedo decir con dibujos algo que en palabras deseo o no alcanzo a expresar.
Hay, finalmente, un aspecto de mi trabajo que está relacionado con la literatura infantil, pero no es literatura infantil: la crítica y el ensayo.
El centenar y medio de colaboraciones que he entregado a revistas y periódicos de tres continentes (una pequeñísima parte reunida en el volumen La literatura infantil. Un oficio de centauros y sirenas) no versa en su totalidad sobre literatura y libros para chicos, aunque es lo que predomina. Durante quince años publiqué más críticas que narraciones. No faltó incluso quien, en mis años cubanos, dijera que yo era un buen crítico y un mal novelista. Algo de razón tenían quienes menospreciaban mis ficciones: yo estaba en una etapa de formación y búsquedas. Desde que descubrí mi verdadera voz literaria (entre 1987 y 1991) relegué la crítica de libros –aunque me sigue gustando– y me concentré en el ensayo y la narrativa. La crítica es un género periodístico mientras que el ensayo ya pertenece a la literatura, y lo que me gusta por sobre todas las cosas es la creación.

5. ¿Y el panorama de la LIJ en Cuba?

La literatura infantil cubana es una de las más antiguas y sólidas del mundo hispánico. Surgida a mediados del siglo XIX, ya en 1889 tenía su clásico: La Edad de Oro de José Martí. Fuera de algunos títulos sobresalientes en la primera mitad del siglo XX, es tras la Revolución Castrista (1959) que surge una verdadera escuela cubana de literatura infantil. Muy subordinada en sus primeros veinte años a la prédica ideológica, la poética literaria infantil cubana se desembaraza progresivamente del lastre educativo. Pero la grave crisis económica de los 90 y su consiguiente depresión editorial, provocan la emigración de gran número de autores e ilustradores, generando algo que ya existía en literatura para adultos: la bifurcación en dos ramas: la de creadores radicados en la isla y la de creadores emigrados. Evidentemente, el número de los que permanecen en la isla es más alto y, salvo raras excepciones, su producción es más estable. Sin embargo, la literatura infantil en Cuba se enfrenta a varios problemas de envergadura:
1) La imposibilidad de acceder a la bibliografía completa de un autor puesto que raros libros se reeditan y, en la lejana época de las tiradas masivas, inclusive, se agotan completamente en pocas semanas. En consecuencia, los autores radicados en Cuba tienen un impacto muy limitado en la sociedad.
2) En el archipiélago cubano solo circulan los libros editados in situ, y para eso, esencialmente los editados en la capital. Son muy pocos, mayoritariamente de autor nacional, y no reflejan en modo alguno la pluralidad de la literatura infantil contemporánea, dejando insatisfecha las necesidades literarias de los niños cubanos. Por supuesto, los primeros en vernos privados de difusión somos los escritores emigrados. Algunos publicamos sostenidamente, pero debemos aceptar el no tener lectores de la misma nacionalidad del niño que fuimos (“Soy de mi infancia, como de un país”, escribió alguien, Rilke creo; así que los escritores infantiles cubanos en el exterior somos doblemente exiliados).
3) La literatura infantil cubana se exporta extremadamente mal. Las ediciones cubanas no tienen mercado externo; en parte debido a la poca calidad de la edición, la ilustración y la impresión, pero también porque los textos mismos resultan difícilmente leíbles por niños de otros países. Cuba es un país cerrado, con una estructura socio-económica demasiado específica y una lengua e ideologemas –que tienen una enorme importancia en la poética y la práctica de nuestra literatura infantil- sumamente endogámicos. Los escritores infantiles residentes en Cuba tienen una percepción demasiado inmediata de su lectorado y sus obras, a veces estéticamente ambiciosas, sufren de localismo. En sentido general, la literatura infantil es menos exportable que su equivalente para adultos, pues los niños solo gradualmente adquieren la madurez necesaria para comprender otras realidades y reconocerse en otros individuos; pero en el caso cubano las fronteras son particularmente compactas.
12. ¿Qué crees que se puede hacer para el fomento de la lectura entre niños y jóvenes?
Hay una única receta eficaz para fomentar la lectura: publicar buenos libros. Libros de todos los géneros, de todos los estilos, de todas las temáticas, procedentes de todas las culturas, contemporáneos o clásicos… pero que estén escritos con ambición estética, con respeto y conocimiento del destinatario, con dominio del tema y de las técnicas literarias. Por supuesto, esto vale para todos los públicos. Si los adultos no leen, mal podrán inculcar el placer de la lectura en los más chicos. Esto incluye a los maestros, que no leen bastante para sí mismos, por placer, y para sus alumnos (para mejor orientar sus lecturas, pero también para compartir una literatura que, en buena medida explica quiénes son esos seres a los que están encargados de formar). Me contaba el comercial de una importante editorial, que tiene clientes (maestros) que le encargan el mismo libro desde hace veinte años. Son maestros que se leyeron un solo libro y lo quieren utilizar a lo largo de toda su carrera. A veces se trata de libros que ya no corresponden a los gustos, preocupaciones y necesidades de sus alumnos o que, incluso, han sido descatalogados (aunque ya sabemos que se saca de catálogo lo que no vende bastante, que no es obligatoriamente lo peor escrito) y que él debe hacer increíbles malabarismos para conseguirles algún ejemplar (¿que luego fotocopiarán...?).
Pero hay una paradoja a tener en cuenta. Si los padres deben leer a los pequeños, y si los maestros de guardería y primeros años escolares deben leer en voz alta ante la clase, paulatinamente deben dejar que los chicos lean solos. He visitado colegios en que los niños me dicen haber leído mi libro, cuando en realidad se han limitado a escuchárselo leer al maestro… y hablo de niños más de 7 u 8 años. Escuchar historias gusta a todo el mundo, pero quien no practica la lectura individual, jamás conseguirá adquirir la técnica y convertirse en auténtico lector. El otro problema de la lectura en voz alta es que impide la selección individual del tipo de texto. A menudo los no lectores no son más que chicos (y adultos) que no han encontrado el género, estilo o tema que los enamorará para siempre de la literatura.
Todas las encuestas afirman que los niños consumen una cantidad de libros muy superior a la que leen los adolescentes. No sé si esas encuestas tienen en cuenta la cantidad de páginas, y por consiguiente de tiempo, que implica el término de “libro leído”; pero lo a lo que apunto es a que parte del fracaso de la lectura en la adolescencia tiene que ver, paradójicamente, con su éxito en la infancia. Un niño acostumbrado a “oír” cuentos –por lo general escogidos por otros- no estará tan bien preparado para leer novelas por sí mismo, y aún menos para encontrar el tipo de libro que le conviene. La relativa pasividad del niño pequeño, que se deja proponer lecturas por sus mayores, limita la autonomía que debe ejercer el adolescente. Otro aspecto de la misma hipótesis tiene que ver con la calidad de las lecturas propuestas en la escuela. Un libro mediocre puede resultar aceptable durante la lectura oral compartida, y sin embargo revelará su insubstancialidad durante una lectura individual. Cuando lees te zambulles en la realidad ficcional, haces amistad, te enamoras u odias a los personajes, vives la trama, te dejas seducir por la voz narrativa… Si el libro es mediocre, no puedes zambullirte más allá de la panza, los personajes te aburren, se te borran, la trama se te hace invivible, la voz narrativa parece hablar una lengua que apenas balbuceas. No sé si la calidad de la literatura infantil publicada en España es equivalente a la calidad de la literatura juvenil, pero, a riesgo de equivocarme, encuentro mucho libro juvenil más preocupado en abordar una temática que en crear un universo literario palpitante.
Veo un último problema en las actividades de animación a la lectura. A veces el medio se convierte en el fin: el narrador oral no dice de qué libro sacó sus cuentos, ni explica o trasmite el placer primero que él concibió leyendo los textos de su repertorio; o la animación propuesta tiene más de circo que de “puesta en voz” de una obra literaria, o el taller mismo nada tiene que ver con la lectura. También ocurre que el tallerista es un escritor y su público se retira satisfecho de la actividad, pero sin siquiera preguntarle por sus libros, ni pedirle la dedicatoria de uno de los ejemplares que están a la venta a tres metros de distancia. Por no hablar de los “encuentros” con escritores que ni los chicos ni sus maestros han leído previamente… y que tampoco tienen la intención de leer después.
Mi cuento El pájaro libro es una parábola de la angustia del escritor que se siente poco leído. El héroe de esa historia no es un escritor sino un libro, que se escapa de su estante polvoriento, aprende a volar y a hablar, para al fin instalarse como narrador oral en un árbol frente a la biblioteca. A los lectores tenemos que salir a buscarlos, tenemos que transmitirles nuestro sueño y contagiarles el amor, la pasión, la necesidad de los libros.

Tomado de « Platero », revista de literatura infantil y juvenil, de animación a la lectura y bibliotecas escolares.
Centro de profesores y recursos de Oviedo. Asturias. España, enero-febrero de 2010.
Versión completa, con la autorización de « Platero » en mi página facebook y en el portal literario y teatral Artedfactus:

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