7/11/20

TABÚES EN LA NARRATIVA CUBANA PARA NIÑOS Y JOVENES

Texto presentado al encuentro bienal de literatura infantil y juvenil cubana, organizado por la Sección de Literatura Infantil y Juvenil de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en noviembre de 2020.

En el contexto de la COVID-19 y a fin de mantener la distanciación social el encuentro se celebra de manera vitrual.


TABÚ OR NOT TABÚ: ESE ES EL TEMA

                                                                                                                   por Joel Franz Rosell

 

Demasiado se ha citado a Mirta Aguirre cuando, en 1972, pidió que la literatura infanto-juvenil cubana no le ocultara a nuestros niños y adolescentes las “aristas duras o costados feos de la vida”. No he encontrado esta frase en el volumen que contiene lo esencial de las intervenciones del Forum sobre literatura infantil y juvenil, pero sí esta otra que me parece más completa puesto que presenta los dos aspectos, inseparables, de la cuestión: 

¿…Hemos de temer hablarles de la tristeza, de la sangre o de la muerte? O debemos los adultos, actuando como intermediarios inteligentes, afrontar todo eso, explicar todo eso y aprovechar todo eso de manera tal que lo literario pueda ser utilizado como puente para que la dura, implacable verdad histórica pueda ser asimilada por la inteligencia y la sensibilidad de los hombres del mañana.[1]

 En ese evento, que resultó de uno de los acuerdos del Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971, destinado a enmarcar la política cultural cubana en el marxismo-leninismo ortodoxo de la época, la misma lúcida poeta y ensayista reaccionó a la “cacería de hadas” que allí asomó su peluda oreja advirtiendo: “¿Qué es lo que tenemos que evitar? Que eso nos conduzca a una estrechez que borre toda la imaginación, toda la fantasía, todos los recursos poéticos de esa literatura que estamos llamados a crear”[2].

El destacado papel que desempeñó Mirta Aguirre en el Forum (con luminosos aliados como Eliseo Diego y Onelio Jorge Cardoso) se apoyaba en su preocupación, ya entonces con amplios antecedentes, por la existencia en Cuba de buenos y variados libros para niños y jóvenes. De ahí que en varias ocasiones destacara la necesidad de una literatura que hablara de todos los aspectos de la realidad, al tiempo que subrayó algo que los paladines de los “temas tabúes” callan interesadamente:

 …No hay que derivar de aquí que lo que se propugna es que conduzcamos a nuestros niños a moverse de manera exclusiva y constante, en un mundo literario de horror (…) Infeliz quien no crea que lo hermoso y lo tierno forman parte de la verdad de la vida…[3].

¿Acaso no deja Mirta Aguirre suficientemente claro la importancia de la adecuación del discurso a las capacidades y necesidades de los niños y adolescentes, reconociendo plenamente que la implacable verdad histórica ha de ser transformada en destellante verdad literaria y lo ha de hacer desde el conocimiento y reconocimiento de su destinatario explícito?

El investigador, editor, promotor y escritor Enrique Pérez Díaz ha expresado innúmeras veces su convicción de que la visión crítica de la familia y el ambiente escolar son los rasgos que definen y engrandecen la LIJ cubana de las últimas dos décadas y media:

Hace poco, conversando con Eudris Planche Savón, evocaba mis inicios en el mundo de la literatura cubana para niños en una época feliz donde pequeños y mayores vivían en total armonía, en el mejor de los mundos posibles y sin contradicción alguna que resolver o dilemas existenciales por enfrentar. 

En ese mundo no había adultos abusadores y llenos de prejuicios que, con la mejor de las intenciones posibles, llevaran a sus menores por el peor de los caminos. Los niños eran obedientes, siempre decían “sí”; se consideraba pecaminoso no estudiar o no entender a las excelentes maestras y escapar de casa (o del aula) si te sentías maltratado y hasta era algo impensable dudar de las verdades que esgrimían los grandes o creernos que, siendo bajos de estatura, no estuviéramos equivocados. [4]

¿Es posible aplicar esta caricatural descripción a un cuento como “Caballito blanco” (1974) de Onelio Jorge Cardoso, que es la historia de un niño enfermo y confinado, que desobedece a una tía miedosa y ridiculiza a un médico viejo, bueno y vanidosillo, y se atreve a correr el mundo que le está prohibido? El libro (homónimo) está compuesto por cuentos en que todos los personajes se rebelan contra lo que les aconsejan, contra la costumbre, contra la tradición e incluso contra el poder político, para trazar su propio camino. 


Tampoco puede ser que Pérez Díaz se refiera a Memorias de una cubanita que nació con el siglo (1964), de Renée Méndez Capote, que desde el primer párrafo deja claro el tono y los sucesos anticonvencionales de ese inigualable libro de memorias que los jóvenes cubanos supieron apropiarse:

 “Yo nací inmediatamente antes que la República. Yo en noviembre de 1901 y ella en mayo de 1902, pero desde el nacimiento nos diferenciamos: ella nació enmendada y yo nací decidida a no dejarme enmendar.”[5] 



Ya en fecha tan temprana como 1963, el premio del II Concurso La Edad de Oro (no confundir con el lanzado nueve años después) recaía en Nachito[6], de Antonio Vázquez Gallo, historia de un niño campesino huérfano, que vive con su padre y la abuela. Si ninguno de los adultos es alcohólico o violento, como parece obligado hoy, tampoco están idealizados. Al contrario: sus personalidades se definen a través de las anécdotas y son coherentes con sus modos y medios de vida, lo que los hace muy verosímiles. Tampoco el protagonista está idealizado: es ingenuo, caprichoso y avanza por el relato entre trastadas, errores y asombros. 


No menos idealizadas resultan las familias en Dora Alonso. Huérfanos de madre (dicho explícita o no) y en permanente búsqueda de trascendencia son los protagonistas de Aventuras de Guille: en busca de la gaviota negra (1966) y de El cochero azul (1974), por no hablar de Ponolani (1966), libro basado en la vida de dos generaciones de mujeres negras y pobres, que con poderosa fuerza testimonial reconstruye alguien que conoció sus destinos de cerca. 


Otro buen ejemplo de representación poco satisfecha del mundo es Niños de Viet Nam (1968), de Félix Pita Rodríguez. Este libro, tan intensamente realista que se sitúa a las puerta del periodismo, presenta sin dudas niños y adultos que luchan de manera ejemplar -pero no sin miedo y errores- contra la tremenda violencia del invasor norteamericano y sus títeres del régimen de Saigón. “Si mañana tus hijos viven en un mundo en el que sea imposible que se escriban libros como éste, enséñales que los niños vietnamitas de hoy pagaron un duro tributo para que ese mundo fuera posible”[7], dice el autor en la dedicatoria a su nieta.
 


Y ¿cómo calificar de conformista a Kike (1984), de Hilda Perera, primer libro juvenil en abordar el exilio cubano, revelando la terrible experiencia de niños que fueron exilados (solos) por sus familias, temerosas de una presunta intención del gobierno revolucionario de privarlos de su autoridad parental? En esa valiente novela, no solo los adultos les fallan gravemente a sus hijos, sino que éstos se muestran duros e incomprensivos cuando al fin llega la hora de reconstruir el vínculo filial.

 


Por su parte, Cuentos de Guane (1976), de Nersys Felipe, ¿es un mundo idóneo y sin conflictos en su abordaje sin precedentes (narrado en primera persona por un niño) de la muerte en el seno de una familia? 

Tampoco lo es Roman Elé (1978), que narra la difícil vida de un niño negro, pobre, huérfano, nieto de esclavos, en la finca donde se le hace trabajar sin escuela, y se le discrimina y maltrata…? 


ilustración de Boiry tomada de mi novela Cuba destination trésor
Hachette. Paris, 2000

Los libros que he mencionado (en su mayoría elegidos por una representativa muestra de autores y especialistas en literatura infantil como los más importantes publicados antes de 1987), contienen conflictos humanos y personajes negativos. ¿Acaso no cuentan a los ojos de los “tabuístas” porque las contradicciones de clase predominan sobre las contradicciones internas? En realidad en los libros de los primeros 30 años de la LIJ cubana moderna hay a menudo conflictos más sólidos (y basados en situaciones reales muy concretas) que en muchos de esos libros que hoy se pondera porque dejan ver la estructura carcomida de la familia o la escuela… incluso si el edificio narrativo en cuestión se desploma porque pesan más las ideas, intenciones y mensajes que la trama y la coherencia de los personajes. 

No pretendo negar el hecho indudable de que entre 1959 y 1989 las editoriales cubanas publicaron un elevado número de textos promotores del modelo de comportamiento y justicia social enarbolados por la Revolución. Pero resulta de una simplificación inaceptable concluir que TODA o incluso una ABRUMADORA MAYORÍA de esa producción estaba sometida a tan limitados objetivos y falta de ambición estética. 

Ciertamente (en los 60 y 70, sobre todo) domina la LIJ cubana (y también en no poca literatura extranjera, de países socialistas o capitalistas) la vieja idea de que los libros para chicos deben ser globalmente ejemplarizantes y tranquilizadores, y constituir un nido de paz en el que los chicos puedan acumular fuerzas antes de lanzarse a la dura realidad de la vida. Pero de ahí a menospreciar a las generaciones que debieron cumplir la hazaña de crear, casi desde la nada, la literatura cubana para chicos de la que somos herederos (en la que aprendimos a leer y a escribir) me parece tan inverosímil como ingrato. 

ilustración de Ares, tomada de Hermanas de intercambio, de Eudris Planche
Gente Nueva. La Habana, 2016


En realidad, lo que ocurre en la literatura cubana, como reflejo del cambio ideológico, económico, social y político de las últimas tres décadas es un cambio de paradigma. Pasamos de ver como enemigos del progreso social al capitalismo, el imperialismo y las “lacras del pasado” (un enemigo exterior), a detectar como enemigos a las contradicciones e inconsecuencias del propio modelo (un enemigo interno). De ahí que la literatura cubana (tanto la infantojuvenil como la destinada a adultos) pasara de un período “épico” en que nuestra sociedad hacía frente común a su enemigo externo, a un período “patético” en que Cuba se analiza a sí misma y denuncia sus males internos. 

Concluir que la LIJ actual es mejor que la de las anteriores décadas por el simple hecho de que cambie de paradigma social y refleje con más realismo la familia, la escuela y algunos otros estamentos sociales, equivale a revestir un avatar del viejo didactismo y mantener la visión pragmática y utilitarista que reduce la calidad literaria a su capacidad de reflejar la realidad objetiva, en vez de asumir que buena literatura es la que crea una consistente verdad estética. 

Una lectura atenta de los libros más representativos del período 1959-1989 nos permite descubrir que la familia, la escuela y la sociedad cubanas no fueron siempre representadas en términos tan estereotipados como pretenden quienes, visiblemente, no se han tomado el trabajo de releer. En aquellos 30 años se llevó a cabo un largo y complejo proceso de creación que incluyó, por supuesto, numerosos fiascos; pero no en mayor medida que la literatura actual. No hay generación superior a otra, sino generaciones distintas, con objetivos que corresponden a su tiempo. Es dentro de cada generación y dentro de la obra de cada autor, que se puede atisbar una mayor o menor originalidad, pertinencia y rigor. 

En todo caso, el deseo o necesidad de hacer una literatura que refleje de manera más realista –o crítica– nuestra realidad, tampoco surgió de la nada. Algunos autores que posteriormente desarrollarían lo que se ha dado en llamar “temas tabúes” publicaron, a fines de los ochentas, relatos con personajes anti modélicos, en particular brujas buenas o alternativas, que marcaron la transición de uno a otro paradigma. 

Las entrevistas incluidas en el volumen El fuego sagrado (2006) reflejan una obsesión ética que resulta en realidad bastante problemática: “Un autor de LIJ ha de ser una persona sin vicios, cumplidor de sus deberes, ejemplo dentro de la sociedad en que vive. Para enfrentarse a lo mal hecho que critica en sus obras, tiene que actuar consecuentemente”[8]. Si la primera frase de Celima Bernal exige de la condición de escritor una perfección moral no solamente inalcanzable sino desmentida por la historia de la literatura universal; la segunda presupone que la Misión de la literatura es criticar y mejorar la sociedad… lo que tampoco responde a la concepción y práctica generales (en Cuba y en el resto del mundo occidental, hoy y en otras épocas). No muy diferente es la posición de Pablo René Estévez cuando define al autor ideal como: “un ente con profundas convicciones éticas y estéticas, portador de altos valores humanos y orgánicamente insertados en su realidad social”[9]. 

La literatura, como toda actividad artística, suele tener entre sus grandes motivaciones la compresión del ser humano, pero convertirla en instrumento de reforma moral nos devuelve a los tan criticados tiempos en que la LIJ cubana se fijaba el objetivo de “formar y desarrollar en nuestros niños y jóvenes una personalidad integral y cabal, como debe corresponder a los futuros comunistas”[10].

 

NOTAS

[1]VARIOS: Primer fórum sobre literatura infantil y juvenil. Boletín para las bibliotecas escolares. La Habana, marzo-junio de 1973, Año III, nro. 2-3, p. 173

[2] Op.Cit., p.147

[3] Idem, p. 174

[4] PÉREZ DÍAZ, Enrique. http://www.caimanbarbudo.cu/literatura/resena-de-libros/2017/10/las-ninas-sus-abuelas-y-los-libros-para-ninos-que-quizas-no-entiendan-las-abuelas/

[5] MÉNDEZ CAPOTE, Renée: Memorias de una cubanita que nació con el siglo. Ediciones Unión, La Habana, 1976; p. 9

[6] VÁZQUEZ GALLO, Antonio: Nachito. Editora Juvenil. La Habna, 1965

[7] PITA RODRÍGUEZ, Félix: Niños de Viet Nam. Gente Nueva. La Habana, 1968; p. 5

[8] BERNAL, Celima. In: Pérez Díaz, Enrique: El fuego sagrado. Los escritores cubanos para niños se confiesan. Editorial El Mar y la Montaña. Guantánamo, 2006, p. 18

[9] ESTÉVEZ, Pablo René. In: Pérez Díaz, Enrique (2006), p. 80

[10] ROMERO, Cira y COFIÑO, Manuel: Primer fórum sobre literatura infantil y juvenil. Op.Cit., p.147

12/10/20

HABIA UNA VEZ: el indiscutido best-seller de la literatura infantil cubana

HABIA UNA VEZ… Y SIEMPRE                                               

 

La primera razón de la inagotable popularidad de Había una vez es la fuerza de la tradición, el deseo de todo adulto de compartir con los más chicos de la familia los mismos cuentos y poemas que dieron calor y fantasía a su infancia. La célebre compilación de poemas y cuentos de numerosos países (identificados por más o menos conocidos nombres o anónimos) que  realizaran Herminio Almendros y Ruth Robés Masses apareció por primera vez en 1946 (1), y no en 1956 como afirman algunas fuentes. El pedagogo español, instalado en Cuba desde hacía 17 años, contaba ya con una amplia labor en la promoción de la lectura entre niños y adolescentes, en particular a través de compilaciones de cuentos, mitos y leyendas con las que trataba de paliar la insuficiencia de literatura y de ediciones cubanas para los más jóvenes.  De la cubana Ruth Robés Masses (2) poco he podido saber; también pedagoga, colaboró en otras ocasiones con Almendros, pero se dejó de mencionar su co-autoría tras abandonar el país a comienzos de los años 1960.   

Mi primer ejemplar de Había una vez lo compartí con mi hermano, un año mayor, y mi hermana, tres años más joven. Era un volumen de tapas duras e ilustraciones en suaves tonos pastel; probablemente la versión de Publicaciones Cultural, 1956, con ilustraciones de Celia Gabriel... y no, como en algún momento creí, una reimpresión de la primera edición (La Habana: Editorial Cultural, 1946 que contaba con ilustraciones Rebeca Robés Masses). (3)


Reeditado periódicamente, este libro se ha convertido en referencia para sucesivas generaciones de padres, abuelos, maestros, bibliotecarios… y es el primero que nos viene a la mente a los cubanos (junto a La Edad de Oro, de José Martí) cuando pensamos en una obra para niños.

Había una vez tiene el mérito de ofrecer referencias culturales comunes tanto en un plano vertical (entre generaciones: abuelo-padre-hijo) como horizontal (entre niños de diferentes familias). Hasta comienzos del actual milenio, los cubanos teníamos una cultura general bastante homogénea (con cuentos, rimas, adivinanzas, mitos, leyendas, canciones, dibujos animados… y por supuesto valores) gracias a medios masivos de comunicación –radio, televisión, cine– nacionales y centralizados. Pero desde la invención del “paquete” y el creciente acceso a la web a través de teléfonos celulares, computadoras y tablets, vivimos una dispersión en el consumo cultural que los adultos, de manera no del todo consciente, tratan de compensar mediante la adquisición de un ejemplar de Había una vez.

Uno de los rasgos más sobresalientes de este libro es su gran variedad en temas, géneros y voces… sin perder por ello unidad de estilo. En ese sentido tiene un concepto martiano (por su fecha de publicación podemos estimar que Herminio Almendros, ya trabajaba en lo que resultaría su ensayo A propósito de La Edad de Oro de José Martí. Notas sobre literatura infantil). 

Sin embargo, esa semejanza global no debe inducirnos a error: Almendros y Robés Masses compilaron, desde un gran conocimiento de las literaturas populares europeas y de la poesía española e hispanoamericana, generalmente contemporánea, cuanto podía ofrecerse a los niños en materia de ficción. Si los versos (tanto los anónimos como los de autor conocido) están tal como sin dudas los hallaron los compiladores, los cuentos fueron retocados en aras de simplicidad y coherencia; tanto los de acervo popular como los que conocemos en las prestigiosas versiones de Charles Perrault y los Hermanos Grimm, e incluso los de un escritor original como Hans Christian Andersen.


Es, por otra parte perceptible la diferencia de calidad poética y estilística entre cuentos como “El gato con botas”, “El soldadito de plomo” y “La cenicienta”, por ejemplo. El primero de los que acabo de citar, aunque presenta la simplificación característica de Había una vez, me parece mucho más logrado que los otros dos. En “Blanca Nieve” he notado algunos hallazgos originales que no presentan otros cuentos “grimmianos”, y de los dos tomados de Andersen, “El patico feo”, sin alcanzar el nivel del original, resulta mucho más rico que “El soldadito de plomo”.

Lo anterior me lleva a preguntarme si había una diferencia de talento narrativo entre Almendros y Robés Masses o se trata, simplemente, de textos que llegaron a sus manos en versiones previamente modificadas.


Un factor que, por el contrario, incrementa la unidad de la selección es su organización en dos partes, donde la primera contiene una mayoría de textos con protagonistas y temas animales (y más fuente anónima en lo que a cuentos se refiere), mientras la segunda abunda particularmente en lo que llamamos “cuentos de hadas” (contengan o no este tipo de personaje maravilloso) con mayor presencia de fuentes conocidas. Lo que sí es común a ambas secciones es el propósito de los compiladores de interconectar textos (frecuentemente, poema y cuento, o viceversa) a través un elemento común.

Ejemplos:

La gallinita Dorada,  p. 9-10 / Ronda del pío… pío, p. 11 (gallinas)

La ranita verde y el ganso, p. 12-13 / Cucú, p.15 (ranas)

La margarita blanca, p. 16-19 / Campanillas, p. 20 (flores)

Caperucita Roja, p. 89-94 / La nena astuta, p. 95 / Los siete chivitos, p. 96-103 (lobos)

El gato con botas, p. 107-111 / El romance de don Gato, p. 114-115 (gatos)

El soldadito de plomo (cuento), p. 116-123 /El soldadito de plomo (poema), p. 124-125 (soldados de plomo)

Pulgarcito, p. 128-135 / Mamá, p. 136 / Almendrita, p. 139-145 (madres) (4)

                                       

La mayor paradoja que rodea al más popular libro de la edición cubana para chicos es, probablemente, lo poco que sabemos de él.

Confiemos en que algún investigador, minucioso y sagaz, consiga un día cotejar las diferentes ediciones, comparar con otros textos firmados por Herminio Almendros y Ruth Robés Masses (en dúo o por separado) e incluso dar con algún testimonio sobre el proceso de creación, hace más de 74 años, de nuestro Había una vez.

 

Joel Franz Rosell

París, 10 de octubre de 2020


 

NOTAS

(1) https://cuatrogatos.org/blog/?p=174

(2) Algo más sabemos gracias a Antonio Orlando Rodríguez y Sergio Andricaín: 
 https://worldcat.org/identities/lccn-n87108026/ (Nota en Cuatrogatos.org)
https://books.google.fr/books?id=f2hEDQAAQBAJ&pg=PA400&lpg=PA400&dq=ruth+rob%C3%A9s+masses&source=bl&ots=k4SRpKtnhJ&sig=ACfU3U1L0_p-78JiO6OoSm-6pEkcsieFnA&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwilvqXYu6zsAhVwD2MBHYZ7Dg04FBDoATABegQIARAC#v=onepage&q=ruth%20rob%C3%A9s%20masses&f=false (Version electrónica, incompleta, de su artículo "La censura de autores y libros en Cuba (1960-1985)", In: Censuras y LIJ en el siglo XX (En España y 7 países latinoamericanos), de Pedro C. Cerrillo Torremocha y María Victoria Sotomayor. Universidad de Castilla La Mancha. col. Estudios, nº 155. Cuenca, 2016).


(3) Información extraída de las fotos de la edición original que publicó el ilustrador y autor cubano Valerio, desde Colombia, el 10 de octubre de 2020 en su perfil Facebook. 

(4) Los números de página corresponden a la edición de Gente Nueva (La Habana) con copyright 2010.

10/9/20

EL PLATANO AVENTURERO. una fábula política para todas las edades




EL PLATANO AVENTURERO

Texto: Joel Franz Rosell
Ilustraciones: Ignasi Blanch
Edebé. Barcelona, septiembre 2020.
Colección Tucán Azul (a partir de 6 años)

Cuando una simple cáscara de plátano puede derribar una dictadura.


Temas:
#humor
#fantasía
#política

La vida de un plátano es esperar el momento de ser comido. Pero el plátano de este cuento tiene mucha imaginación y sueña con aventuras... que se vuelven realidad tras ser robado por un pícaro y pisoteado por un general mandón que da entonces un resbalón fatal. Nuestro plátano se convierte en símbolo de justicia. Tras una vitrina del Museo Nacional, los peques lo contemplan, sabiendo que el «plátano patriótico» puede volver en cualquier momento a tirar al suelo a los mandones. 




La cuestión del poder, de los políticos que ponen su vanidad e intereses personales por delante de su función pública, abunda en mis libros para niños y para adolescentes. Ya lo abordé en historias no realistas como Pájaros en la cabeza (Kalandraka, Pontevedra-Sevilla, 2004), en las diversas versiones de Las aventuras de Rosa de los Vientos y Juan Perico de los Palotes: El Arca. Barcelona y Capiro. Santa Clara, 1996; Alfaguara. Buenos Aires, 2004 y  Los aventureros de la cometa (Panamericana. Bogotá, 2020), así como en Concierto nº7 para violín y brujas (Fondo de Cultura Económica. México, 2013).


También el tema está presente en mis novelas realistas Mi tesoro te espera en Cuba (Hachette. París, 2000; Sudamericana. Buenos Aires, 2002 y Edelvives. Zaragoza, 2008) y La Isla de las Alucinaciones (Premium. Sevilla, 2017). 

Pero lo que más me ha gustado en este cuento es haber trabajado un lenguaje con el tono y  la sencillez tan característicos de la narración popular latinoamericana. 
No es que las dictaduras sean  exclusivas de nuestro continente, y tampoco son las dictaduras la única forma del uso impropio del poder... pero somos bastante expertos en el tema.


Alguien podrá opinar que la política no es asunto que puedan comprender o disfrutar los más pequeños, pero no es así. Si un niño de seis años no tiene la menor idea de lo que es un poder totalitario, autoritario o corrupto (incluso si es el régimen en su país), sí que saben lo que pesa un mandón cuando está al frente de la familia, de la pandilla o de la escuela donde estudia.

Estoy convencido de que lo que le ocurre al general de mi cuento con el plátano protagonista no solo hará reír a los más pequeños, sino que los hará pensar en lo bueno que sería que algún mandón de su entorno se dé un buen resbalón...



De la Nota de prensa:

"Un delicioso y original cuento del reconocido escritor cubano Joel Franz Rosell que abre las puertas al humor frente a las dictaduras, que suelen ser muy “serias”; y detestan que la gente se ría y se divierta. A veces los que parecen buenos no lo son tanto; y los que pasan por malos, o tienen muchos defectos, poseen un fondo bueno y pueden realizar acciones muy positivas."

                                     


4/7/20

CONFIESO QUE HE LEÍDO A... LUIS CABRERA DELGADO



















Cuando en 1981 Luis Cabrera 
puso en mis manos  el manuscrito de este libro (el tercero o cuarto que me daba a leer) todavía se titulaba: "Semilla de mayor", un título que jugaba con dos de los sentidos del término "mayor" (adulto y grado militar situado entre teniente y coronel) puesto que se trataba de contar la infancia del futuro Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo y Grajales. El título era tan acertado como poco atractivo  pues hacía pensar en un aspecto didáctico que está en las antípodas del originalísimo proyecto de ficción biográfica que acabaría conviertiéndose en el primer título publicado por Cabrera.




Depués de la versión completa de mi nota, aparecida en el periódico de la ciudad donde vivíamos Luis Cabrera y yo, hice una más corta, obligado por las características de la sección de la revista capitalina Revolución y Cultura donde había de aparecer.
Uno meses después de las dos anteriores reseñas, volví a hablar del que aún hoy me sigue pareciendo uno de los mejores libros de Luis Cabrera Delgado, y uno de los más preclaros libros jamás publicados en Cuba en torno a una figura histórica.


En este mismo blog he publicado otros dos trabajos sobre el destacado escritor cubano Luis Cabrera Delgado:


La tercera novela detectivesca juvenil cubana cumple 40 años

https://elpajarolibro.blogspot.com/2017/01/la-novela-detectivesca-juvenile-siempre.html EL SECRETO DEL COLMILLO COLGANTE La tercera novela d...