30/8/13

peregrinos pensamientos en pantuflas

Cuando leo en traducción prefiero hacerlo en francés para evitarme los lugares comunes (que también existen, pero los he frecuentado menos tiempo y les noto menos el polvo acumulado): todos esos "cabellos de ébano", "bocas de coral" o "rápido como un lince" que escriben traductores (también autores, ¿eh?) que jamás han visto ni ébano ni coral ni lince... y se dirigen a lectores que siquiera saben cuál de los tres elementos es vegetal, animal o mineral.




¿Y cuántos son los que se consideran felices a pesar de que nunca comieron perdices?




No tengo nada contra la desmitificación, salvo cuando el desmitificador tiene menos talento que el autor del mito… y es, desgraciadamente, lo que ocurre más a menudo.

Mientras más aislados, solitarios e individualistas más necesitamos de hábitos gregarios: compartir los mismos eventos deportivos, los mismos programas de tv, las mismas ropas Las marcas son nuestra nueva tribu. Ya no podemos abarcar la comunidad a la que pertenecemos al resplandor de la hoguera, ahora la tribu la delimita la comunidad de consumo. Dentro de la enorme diversidad de la web, nos unifican los portales compartidos. La tele le gana al libro porque menos ubicuo, y el best seller sustituye a la obra original por lo mismo.


Cita:

        “¡Caramba…!”
                                                                                      Cervantes, El Quijote


Era tan bello aquel texto, que había que ponerse de pie para leerlo

Si el camino del Infierno está empedrado de buenas intenciones
al Paraíso conducen necesariamente muchas malas acciones.




Una obra literaria es comparable a un árbol. Nuestra vista se encanta con la belleza y abundancia de su follaje, nuestro o paladar se regala con sus frutos, nuestro olfato con sus flores, nuestros dedos comprueban  la sensual firmeza de su tronco… pero todo eso,  ¿qué sería sin las raíces? Ellas se extienden, invisibles y vitales bajo nuestros pies, sosteniendo y alimentando la formidable arquitectura que nos impacta los sentidos.

                            El vecino siempre tiene la barba más larga y menos quijada




De la obra literaria denotamos y disfrutamos todo lo aparente, todo lo que está en superficie (que no califico de “superficial”) y descuidamos lo esencial profundo…




La simpatía es un valor literario que ningún crítico ni estudioso comenta. Muchos autores se ven publicados, promovidos, invitados a eventos y elevados en el canon más por sus dotes humanas que por sus dotes estéticas. Es más importante a veces ser un buen tipo que escribe que un buen escritor. No lo digo por mí mismo: es algo que nunca he sabido tener en cuenta.


Quienes dicen “la realidad supera la ficción” suelen olvidar que cada vez que personas reales se ponen a imitar a la ficción hacen un patético ridículo, mientras que la ficción es la única forma que tenemos de revisitar la realidad, incluso en sus más grandiosas o terribles manifestaciones.

Vengo de un padre extranjero, ebanista, que tallaba la madera. Mientras tallaba, solía decirme: “¿Ves?, lo lindo es lo que va quedando cuando uno saca”... Laura Devetach, palabras de aceptación de su Doctorado Honoris Causa. Córdoba, 2008 (tomado de Cuatrogatos.org)



Es algo que ya he leído en boca de otros autores (creo que Onelio Jorge Cardoso tiene un cuento sobre ese tema). Los escritores parecemos fascinados por esta convicción de los escultores y tallistas de que la escultura se encuentra oculta en el bloque de piedra o en el trozo de madera y que ellos se limitan a sacarla de allá dentro.



Decía Engles que antes de pensar en la música o la filosofía, el hombre se procura sustento y albergue, pero cuántas veces la poesía y la religión (una forma excesiva de filosofía) no han servido de alimento o abrigo a hombres desprovistos de una y otra cosa?


Andersen escogió contar la historia de un pequeño cisne abandonado entre patos. Pero ¿cuál es la otra mitad de la historia? La madre cisne, ¿era una joven alocada/desgraciada que abandonó a su hijo? ¿Murió ella en el “parto” de aquel huevo? ¿Ofreció generosamente su vida a cambio de la de su hijo, como la mamá de Harry Potter? O si se trata de un error en el hospital materno, ¿qué ocurrió con el Cisnecito Feo...?


Los escritores ¿también haremos el cuento sacando las palabras sobrantes?, ¿haciendo salir a flote los silencios propicios a la connotación, los espacios que el lector ha de llenar... Puede ser: es más evidente en el poema, claro.








“O escritor decanta ou engravida a realidade de que se apossa com amour ou con raiva, Alves Redol. Constantino guardador de vacas e de sonhos. Camino. Lisboa, 2008, p. 10

Jorge Luis Borges dijo creer en Don Quijote, pero no en todas las aventuras que le adjudican los libros, porque “es evidente que muchas son invenciones de Cervantes”, y sobre las técnicas o estéticas dijo: “Yo, a los setenta años puedo decirlo, creo que las estéticas son meros instrumentos de trabajo: Whitman, al condenar la rima, tuvo razón, porque ésta hubiera sido maléfica para sus propósitos. Cuando Rubén Darío la alabó, tenía razón también, porque era los que él precisaba. Las teorías estéticas son estímulos o son pretexto de gratas conversaciones, nada más, lo importante es la belleza.”
Borges en A/Z La biblioteca de Babel (citado por Mercedes Falconí en “Técnicas litararias en la narrativa infantil contemporánea”, Cuatrogatos)




Yo soy un escritor comprometido, pero no casado. Mi ideología es soltera, libre de comprometerse con nuevas ideas y de ser creativa y democráticamente infiel.



15/8/13

La literatura infantil: un doble compromiso (terceros abstenerse)


Comunicación presentada en el II Congreso de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil. Bogotá, marzo 3 al 5 de 2013


 por Joel Franz ROSELL


La literatura infanto-juvenil define desde su propia denominación la raíz doble de su compromiso: con la literatura, por un lado, y con el niño y el adolescente, por otro (lo de “un lado… y otro” es, por supuesto, una manera de hablar puesto que se trata de las dos caras, indisociables, de la medalla que todo escritor se empeña en acuñar). Pero la LIJ se ha visto demasiado frecuentemente  forzada a cumplir tareas que la desnaturalizan, por no decir corrompen: compromisos con la moral, con la ideología religiosa o política, con la escuela y la familia (en tanto que defensoras y constructoras de ambas moral e ideología) e incluso, más recientemente, con el mercado.


Un poco de historia

La literatura infantil no nació del deseo de compartir las bellas letras con los más chicos, sino de la voluntad de hacer más eficaz la actividad de los pedagogos que educaban a las élites de la sociedad precapitalista. Educar divirtiendo fue el lema, y se buscó en el folclor técnicas y materiales con los cuales edulcorar las lecciones.

La subordinación de la literatura infantil a las tareas escolares y de ordenamiento social fue subvertida desde el principio por letrados que amaban a los niños y entendieron las posibilidades estéticas de la especialidad. Sin embargo, la instrumentalización de la literatura infantil ha demostrado una tenacidad de titanio  desde que, en 1697, Charles Perrault, que era escritor y no pedagogo como Comenius (inventor del libro ilustrado y del libro documental unos cuarenta años antes), publicara sus “Cuentos de Antaño”, inaugurando la literatura infantil moderna.

Cada época ha conocido períodos de esplendor de lo literario y períodos en que la instrumentalización gana terreno. Si el siglo XVIII, cuando las ciencias y el pragmatismo consiguieron poder absoluto, fue funesto a la creatividad, la segunda mitad del siglo XIX y la parte central del XX nos ofrecieron muchos de los clásicos que hoy veneramos.

En diversos momentos de su historia, la literatura infantil ha visto al mercado y a la escuela ir por caminos distintos: las novelas detectivescas de Enid Blyton –en su momento superventas comparables a los libros de Harry Potter– o las novelicas de  miedo de R.L. Stine, cosecharon el unánime rechazo del profesorado.  A medida que el radio transistor, el cine, la televisión, la fotonovela, la historieta, y más recientemente el video y las computadoras le disputaban su protagonismo en el ocio cultural de los jóvenes, el libro se ha visto cada vez más confinado en  la escuela.

Las nuevas formas de educación, basadas en un alumno partícipe en el proyecto de adquisición de conocimientos y valores, a través de métodos y materiales no exclusiva y específicamente creados para la enseñanza, fueron el catalizador de la nueva alianza entre la escuela y el mercado, el cual comprendió que la institución escolar devenía su principal cliente y que había que convertir los objetivos pedagógicos en motores de venta con novelas que abordan los contenidos de los programas (historia, geografía, ciencias naturales, etc) y las problemáticas sociales (droga,  conflictos familiares, guerras,  emigración, suicidios… ).


El lugar que corresponde a las ideas

A veces resulta difícil explicar a maestros, bibliotecarios y padres que la literatura es sin porqué, que los chicos no pierden el tiempo cuando leen una novela, un cuento o un poemario que no tienen otra función que la estético-lúdica. Si la búsqueda de sentidos en un libro que ha sido creado para ello no es un mal en sí, creer que TODOS los libros han de proporcionar esa clase de contenidos es altamente perjudicial para la literatura y para la formación de lo que, a falta de término más claro y ampliamente aceptado, llamaré yo también hábito de lectura.

No estoy pretendiendo que exista -y mucho menos que sea superior- una literatura “blanca”, que no trasmite conocimientos ni enseñanza alguna; sino que  una historia bien tramada, de lenguaje esmerado y que exalta estéticamente los grandes sentimientos, instruye en la ciencia de la vida mil veces mejor que un texto denso en valores y de temática crucial, pero escrito sin corazón y sin arte. El narrador cubano Onelio Jorge Cardoso, tan enamorado de la literatura como de la revolución castrista, decía que no era el autor quien debía -interrumpiendo la narración o manipulando a sus personajes- decir : “¡Viva la Revolución!”, sino el lector quien, al terminar una emotiva y convincente historia, habría de concluir: “¡Viva la Revolución!”. 

Los escritores escribimos para ser leídos y esto puede llevar a redactar no lo que el alma pide, sino lo que la casa editora encarga, sugiere o, supone uno, desea publicar. Y como la editorial publica para vender, y su principal comprador es, en muchos países, la escuela, se piensa en las necesidades escolares antes que en los requisitos de la literatura y en las auténticas necesidades de los chicos.

Hace 50 años no existían los libros documentales e informativos que conocemos hoy, con recursos comunicativos y gráficos (que pueden incluir un DVD o sitio web). Si entonces podía comprenderse que la ficción asumiera tareas educativas, ¿por qué  se sigue lastrando novelas, cuentos y poemas con contenidos que aportan, de manera más pertinente libros documentales y productos audiovisuales?

Habría por lo menos dos razones. La primera ya la he esbozado: la práctica de la lectura se ve mayoritariamente confinada a la escuela, donde se cae en confusión de géneros al aplicar a una lectura que debería ser de estricto placer estético, técnicas de apropiación correspondientes a las materias escolares. Por otra parte, la edición latinoamericana no traduce o importa suficientes obras documentales, con lo que  nuestros países tienden a mantener e incluso acentuar una servidumbre que corresponde a otro tiempo.

lectura con adolescentes en el Parque Nacional, junto a Marina Colasanti, María Teresa Andruetto y Gloria Cecilia Díaz

La interferencia del mercado

Los cambios introducidos por las nuevas tecnologías de la comunicación en la vida cotidiana y en las prácticas culturales y de ocio, generan interrogantes a propósito de su influencia en la literatura y la edición. Hay una demanda implícita y a veces explícita de textos más cortos, con vocabulario simple y tramas estereotipadas. Pienso en series de gran éxito comercial como Gerónimo Stilton que suplantan a la -más compleja-  novela tradicional y encabezan las listas de best sellers junto a los voluminosos tomos de fantasy.

El uso y abuso de celulares, tabletas y sitios “sociales” como Facebook, Twitter y compañía están “configurando” una lectura rápida, diagonal, superficial, fragmentada, repetitiva y saltarina que influye en el tipo de narrativa que un número creciente de editores prefiere. Las series televisivas y dibujos animados se vuelven referenciales, y no es extraño ver que los autores mimados y promovidos por las editoriales más comerciales son, antes que nada, guionistas de televisión o “creativos” de publicidad. Me pregunto si se trata solo de la fascinación por medios de fácil consumo y mayor rentabilidad o también de solidaridad de clase, dado que hoy el verdadero poder de decisión en las grandes casas editoras no lo tiene el personal literario, sino los comerciales y responsables de promoción, generalmente salidos de la industria de “gran consumo”, que tratan al libro -producto cultural sui generis- como si se tratara de un detergente o champú más.

Contra estas deformaciones y simplificaciones yo no veo mejor solución que un conocimiento de la LIJ en toda su calidad y diversidad: altérnese cuento, poesía, novela, teatro y documentales; venerables clásicos, textos de hace algunas décadas y contemporáneos; nacionales y de otros países; originales de nuestra lengua y traducciones... y se debilitará la tendencia a reducir el libro a saco de valores (¿será por casualidad que se usa la misma palabra en las bolsas comerciales y financieras?).

¿El mensaje o la trama? Una falsa disyuntiva

Tal vez por deformación profesional, el docente (y su coaching editorial, el promotor) suele insistir en el mensaje. Nada, sin embargo, fastidia más a un profesional de las letras que la pregunta “¿Qué quiso decir el autor?”

El autor quiso decir lo que dijo.

Los escritores escribimos libros, no acertijos o recados para mandar en las pocas palabras -precipitadas y a menudo deformadas- que caben en la pantallita del celular. Las ideas de un autor no deben extirparse de la trama, los personajes, el personal estilo. Un prestigioso colega dijo: “las novelas no se hacen con ideas, se hacen con palabras”, y el lenguaje literario -el discurso- es una historia en sí mismo; una misma trama contada con otras palabras, es otra trama.

Las ideas son la levadura del libro, ¿y quién puede sacar la levadura de un pastel? ¿quién la extrae antes o después de comérselo? ¿quién piensa en la levadura cuando la boca se le hace agua en presencia de la sabrosa golosina?

No me pregunten entonces por el mensaje de mi cuento. Cómanse el cuento y ¡buen provecho!

Los libros sometidos a debates y comprobaciones de lectura pierden su poder de fascinación. Cuando, hace más de un siglo, José Martí dijo: “Conmover es moralizar”, estaba explicando que un libro bien escrito es un libro que educa; más aún, que solo un libro bien escrito educa. Y mientras más importante y polémico es el tema, más convincente debe ser la historia que le da carne, más esmerada la forma que le pone fisonomía y más complejamente verídicos, los personajes que le dan vida.

La instrumentalización de la obra literaria nos cuesta lectores, además de maltratar la labor (uso la palabra pensando en los bordados que hacían lejanas y dulces damas) en aras (pienso ahora en el rudo arado) de una siembra de ideas… que no siempre son las que realmente guiaron la pluma (delicado penacho, punta de acero) del autor.


Las ideas del autor, las ideas en la obra

Yo no estoy para nada en contra de los debates en torno a un libro, las visitas de autores a colegios o las discusiones sobre los valores –que son estéticos y no solo éticos- de una obra, y me consta que muchos maestros son apasionados lectores y saben guiar a sus alumnos en la aventura literaria. Pero, por ejemplo, me gustaría que no discutan solamente la visión que de mi país propongo en Mi tesoro te espera en Cuba, sino los personajes, los recursos narrativos, las palabras que utilizo para construir esa visión; porque de otra manera van a interpretarme mal y a desatender lo más arduo y hermoso de mi trabajo.

Lo que importa en un libro no es la semilla oculta en la masa blanca y perfumada (a tinta) de sus páginas; importa TODO. Y sin análisis formal no es posible extraer conclusiones  acertadas del asunto.

 

Broche de plomo

La literatura infantil enriquece el mundo del niño, le aporta sentimientos, conocimientos y experiencias estéticas que no le proporcionarán ni la vida cotidiana ni la escuela. La literatura infantil no es instrumento, sino aliado del trabajo escolar, y a los docentes les conviene que no se la confunda con la escuela, puesto que los textos literarios han de continuar, fuera del aula y del horario lectivo, la misión formadora.

El compromiso de la literatura infanto-juvenil es, como dije al principio, consigo misma. Literatura y niño-adolescente se comprometen y casan “hasta que la muerte los separe”. Lo demás son convenios circunstanciales; amoríos necesarios, pero sin trascendencia.

París (Francia) - Santa Clara (Cuba), febrero de 2013


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Lage Fernández, Juan José, Diccionario histórico de autores de la literatura infantil y juvenil contemporánea, Editorial Octaedro Andalucía, Barcelona, 2010.

OTTEVAERE‑VAN PRAAG, Ganna, Le roman pour la jeunesse. Aproches, définitions, techniques narratives. Berna, Peter Lang, 1996.

ROSELL, Joel Franz, Un oficio de centauros y sirenas. Buenos Aires, Lugar Editorial, 2001.

SORIANO, Marc, La literatura para niños y jóvenes, Guía de exploración de sus grandes temas (traducción, adaptación y notas de Graciela Montes a partir de la versión, revisada por el autor, de la obra estrenada en Francia en 1975 con el título Guide de littérature pour la jeunesse. Courants, problèmes, Choix d’auteurs), Buenos Aires, Colihue, 1999.

VARIOS, Dictionaire historique, thématique et technique des littératures, Paris, Larrousse, 2007.

9/8/13

El ministerio de educación de Argentina ofrece a las escuelas públicas la novela cubana "La leyenda de Taita Osongo"



El Ministerio de Educación de la República Argentina adquirió 16 892 ejemplares de La leyenda de Taita Osongo a fin de ponerla gratuitamente a disposición de los alumnos de las escuelas públicas de toda la nación. La edición ha corrido a cuenta del Fondo de Cultura Económica-Argentina que reprodujo la edición original del Fondo de Cultura Económica (México, 2006), con las magníficas ilustraciones del también cubano Ajubel.

La leyenda de Taita Osongo es una novela para adolescentes que recrea el inicuo mundo de la esclavitud y la trata negrera organizadas por las potencias coloniales europeas a fin de disponer de la mano de obra barata indispensable a la explotación de sus colonias en América; en particular en aquellas zonas (en general la cuenca del mar Caribe) donde la población precolombina resultaba insuficiente para desarrollar la economía de plantaciones.

No se trata de una novela histórica o con pretensiones didácticas, todo lo contrario: es una novela de estilo poético en la que magia, amor y aventura se combinan para conseguir una historia intensa, con personajes que puedan seducir al joven lector. Esto no quiere decir que yo me aparte de un tratamiento riguroso de la problemática; de una manera no del todo consciente, lo que me propuse fue revivir el difícil proceso de mestizaje que dio origen al pueblo cubano y a mi propia familia.

La trama parte del enfrentamiento entre Taita Osongo, rey-mago de un país imaginario de Africa, y el astuto e inmisericorde traficante Severo Blanco. Junto con numerosos hombres y mujeres de su pueblo, Taita Osongo se ve trasladado al ingenio azucarero que se compra su enemigo, enriquecido por el tráfico negrero. La lucha entre los dos hombres es el centro de una historia que alcanza su máxima tensión cuando la hija de Don Severo y el nieto del taita, que entonces vive solo en el monte, deciden unir sus destinos pese a la oposición de la sociedad esclavista.


La trama parte del enfrentamiento entre Taita Osongo, rey-mago de un país imaginario de Africa, y el astuto e inmisericorde traficante Severo Blanco. Junto con numerosos hombres y mujeres de su pueblo, Taita Osongo se ve trasladado al ingenio azucarero que se compra su enemigo, enriquecido por el tráfico negrero. La lucha entre los dos hombres es el centro de una historia que alcanza su máxima tensión cuando la hija de Don Severo y el nieto del taita, que ha sido desterrado al monte, deciden unir sus destinos pese a la oposición de la sociedad esclavista.

Como ya dije, la magia y la poesía se unen en esta novela, y la solución del conflicto pasa por episodios mágicos, inspirados en el cuento tradicional, pero menos en la cultura afrocubana, como podría esperarse, que en la tradición occidental (utilizo recursos frecuentes en la leyenda y la estructura de un cuento ruso recogido por Afanásiev). También me he nutrido de fuentes literarias cubana: Taita Osongo toma su nombre de su imaginario país que he llamado Sóngoro Cosongo como el segundo libro de Nicolás Guillén, el inventor de la poesía mulata. También hay referencias al gran clásico de la literatura infantil cubana Caballito blanco, de Onelio Jorge Cardoso y una extraordinaria coincidencia con la gran novela cubana sobre la trata Pedro Blanco, el negrero, de Lino Novás Calvo.

“La leyenda es ciertamente mi libro más comprometido y uno de mis más ambiciosos por su elaboración formal. Aborda la cuestión de la esclavitud y el racismo sin las intenciones pedagógicas y morales que suelen lastrar tanto libro sobre este y otros temas IMPORTANTES. Escribí este libro con el mismo cuidado por la buena y bella historia que he puesto en otros libros “sin tema”.

Esta es la primera vez que “… Taita Osongo” tiene una difusión a la altura de mis expectativas. A causa de una promoción ineficaz o de una demanda insuficiente por no ser uno de los temas de moda, o porque en los países de América Latina que no tuvieron mucha esclavitud africana pueden creer que mi libro no les es útil; aunque también puede ocurrir paradójicamente lo contrario: que los países que sí pasaron por el horrendo sistema esclavista se resistan a recordarlo. Tal desinterés hasta sería comprensible si mi libro no tuviera la necesaria autonomía literaria. Pero lo cierto es que mi historia puede funcionar como una leyenda o relato un tanto mítico con cualquier otra temática de fondo.

Mi experiencia con lectores de países muy diversos, me ha permitido comprobar que funciona como una “simple” historia de amor en tiempos de cólera. La injusticia: sea económica, política, religiosa, étnica o generacional existe siempre e incendia cualquier corazón adolescente. Estoy persuadido de que lo mismo un japonés que un noruego, un panameño que un egipcio pueden entender y disfrutar mi historia.

La leyenda de Taita Osongo apareció primero en su traducción francesa (Ibis Rouge. Cayena, 2004) y cuenta con una traducción al portugués (Ediçoes SM do Brasil, 2007). Fue seleccionada por el Banco del Libro (Venezuela, 2009) como uno de los mejores libros juveniles de autor latinoamericano publicados en el período.

Pero lo cierto es que escribí ese libro en Cuba, en 1983 y gané con él el Premio Heredia, que otorgaba por entonces la Unión de Escritores y Artistas en Santiago de Cuba (donde yo vivía entonces). Aunque me propusieron su publicación en la Editorial Oriente, desistí de hacerlo pues sentía que algo faltaba en esa primera versión (titulada "El amo y el mago o La leyenda del algarrobo y la orquídea"). Tardé 18 años en comprender que el problema estaba en la falta de solidez del antagonista, Severo Blanco. Una vez resuelto el problema y reelaborados los primeros capítulos, presenté el libro a mis editores franceses y españoles. Finalmente, fue en Francia y luego en México que se estrenó la obra.

En Cuba, donde no se comercializan libros extranjeros y por tanto es el único país de América Latina donde resulta imposible conseguir la edición mexicana, La leyenda de Taita Osongo ha debido contentarse hasta el momento con una edición casi simbólica de 800 ejemplares  realizada por una pequeña editorial provincial (Ediciones Capiro, Santa Clara, 2010). Rara paradoja en un país que se fraguó en el ardiente crisol de la esclavitud, pero cuenta raras las novelas sobre la esclavitud, la trata negrera y el racismo.
una de mis ilustraciones para la edición cubana de La leyenda de Taita Osongo

Con 11 millones de habitantes, solo tres veces menos que Argentina, Cuba publica actualmente una media de 2000 ejemplares por título. De todos modos, yo he tenido mejor acogida en la nación sureña, donde –frente a cinco títulos cubanos- he visto siete de mis libros (Pájaros en la cabeza corrió una suerte parecida a La leyenda… al llegar a las escuelas públicas gracias a una edición especial de Kalandraka para la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).


Para más información, ver la página dedicada a La leyenda de Taita Osongo en este mismo blog:

6/8/13

¿Qué hace un cubano que no baila en un festival de salsa? ¡Literatura, por supuesto!


 
Tempo Latino es quizás el más importante festival de músicas latinas (léase Salsa) de Francia. Vic Fezensac, pequeña ciudad de Gascuña (la patria de D’Artagnan) en el sudoeste francés, ve duplicada su población por la afluencia de aficionados a la salsa que llegan enteramente decididos a menear el esqueleto al ritmo de las músicas afrolatinas durante los cuatro intensos días del festival.

 
Yo nunca había estado en el sudoeste de Francia, donde los Pirineos y España están siempre en el horizonte: una región que se distingue por la ruda franqueza y las exageraciones del gascón, por su gastronomía intensa y peculiar (de allí viene el famoso foie-gras, el cassoulet y ese coñac volcánico y perfumado que es el Armagnac) y poseedor de una naturaleza y una arquitectura indiscutiblemente meridionales.

plaza del viejo Vic

almanaque del siglo (los gascones no hacen nada en pequeño)

el "carrelat" (callejón) Pudent
                                            
Para su vigésima edición, Tempo Latino escogió como estelar padrino al colombiano Yuri Buenaventura y su orquesta (compuesta a partes casi iguales de colombianos y franceses, todos virtuosos). Entre los grupos que repletaron cada noche el graderío y la pista de la plaza de toros de Vic, también destacaron el cubano Maraca y su orquesta, el angolano Ricardo Lemvo y su grupo, los colombianos La 33, los franceses No Jazz y otros muchos, que también animaron los diversos locales de música y baile situados en varios puntos de la ciudad.
 
Pero ¿qué hace en un festival de salsa un cubano que no baila? Los que me conocen saben que “tengo el pie cuadrado”, y aunque no tenga la oreja ídem… ¿por qué me pagarían el viaje desde Paris hasta ese pueblito gascón enloquecido por tumbadoras, trompetas y maracas? 

Pues para hacer literatura, ¿qué otra cosa iba a ser?











Es que Tempo Latino no es solo baile y concierto, también hay clases de baile, exposiciones, venta de artesanía, gastronomía y bebidas exóticas y, lo que nos interesa, literatura. El “invitado literario” es un momento al abrigo de los decibeles musicales durante el cual un autor originario de América Latina o experto en las literaturas de la región, comparte con un público tal vez menos numeroso que el de los conciertos, pero no menos apasionado.

Remonté hasta mi infancia, que coincide con los inicios de la literatura infantil "revolucionaria"
 
 
 
photo de Gabrielle Saplana

Para la vigésima edición (25 al 28 de julio pasados) tuve el honor de ser el elegido. En mi conferencia, que escribí y dicté en francés, así que tardaré un poco en publicarla en este u otro sitio, hablé de la literatura infantil cubana contemporánea, situándola en el contexto de la reforma educativa, cultural, social e ideológica emprendida por la revolución castrista tras tomar el poder en enero de 1959. Inicialmente nacionalista, agrarista y popular, el proyecto giró rápidamente hacia el socialismo. Lejos de abordar la cuestión con la distancia del estudioso, la enfoco como protagonista, puesto que mi carrera literaria (como lector primero y como escritor, después) está íntimamente vinculada a las aventuras de la literatura infantil cubana en los fundacionales años 60, los dogmáticos 70, los innovadores 80, los críticos 90…


Al final de la conferencia dediqué mis libros al interesado publico
(fotos de Gabrielle Saplana)
 
Mi intervención fue “ilustrada” por un grupo de jóvenes actores franceses que hicieron una lectura dramatizada y musicalizada de tres de mis textos traducidos al francés, y concluyó con la venta y firma de ejemplares de mis cinco libros disponibles en el mercado galo y parte de la veintena de títulos que actualmente tengo en catálogos españoles e hispanoamericanos.

 
Literatura y música han estado siempre íntimamente ligadas en Cuba, y en América Latina en general. De regreso de mi conferencia o a la vuelta de los conciertos, que cada noche se prolongaban hasta las 2 de la mañana, no pude dejar de detenerme a contemplar, con verdadero asombro, aquellos cientos de franceses que bailaban los más variados ritmos latinos con el mismo fervor (aunque no la misma técnica, claro) que en cualquier carnaval caribeño. La prueba en este corto video…
 
Sin dudas el Mojito ayuda a cubanizarse. El bar oficial de Havana Club lo vendía en botellas de plástico para que los bailarines pudieran llevarlo a la pista de baile y refrescarse (las temperaturas oscilaron entre ¡35 y 38°C!).
 

 
¿Más sobre Tempo Latino?                 
                                             www.tempo-latino.com

 

La tercera novela detectivesca juvenil cubana cumple 40 años

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